miércoles, 13 de abril de 2011

EL SALTO ADELANTE DE PAUL RYAN

EL SALTO ADELANTE DE PAUL RYAN

El secretario del Comité Presupuestario de la Cámara Paul Ryan acaba de dar a conocer unos presupuestos a 10 años y 73 páginas temerariamente audaces. Con 37 pies de página, podría ser la nota de suicidio con más notas al pie de la historia.

Por Charles Krauthammer

En 1983, el Partido Laborista británico a las órdenes del izquierdista radical Michael Foot difundió un manifiesto tan radical que un colega lo bautizó "la nota de suicidio más larga de la historia". El secretario del Comité Presupuestario de la Cámara Paul Ryan acaba de dar a conocer unos presupuestos a 10 años y 73 páginas temerariamente audaces. Con 37 pies de página, podría ser la nota de suicidio con más notas al pie de la historia.

Eso dependerá de si (a) el Presidente Obama contraataca con un plan de reducción del déficit de comparable rigurosidad, en lugar de haciendo demagogia simplemente con los presupuestos de Ryan de aquí a las próximas elecciones, (b) hay algún Republicano más allá del comedido y súper-aburrido Ryan que pueda explicar y defender un plan de tamaña envergadura y complejidad, y (c) de que los estadounidenses sean gente seria.

Mis conjeturas: No. En realidad no. Y yo espero que sí (lo sabremos definitivamente en noviembre de 2012).

El discurso convencional de ataque al plan de Ryan ya está cobrando forma: recorta los programas de los pobres y "privatiza" el programa Medicare de la tercera edad para bajar los impuestos a las rentas más altas.

Dosis importantes de demagogia en cada una de las tres acusaciones.

(1) Las reformas de los programas destinados a los pobres se encaminan a alterar una estructura de incentivos que hoy invita perversamente a los estados a elevar artificialmente la cifra de receptores (porque entonces los estados reciben más fondos federales "gratuitos" de compensación) y también alienta a los particulares a vivir del estado. La reforma de lo social de 1996 se diseñó similarmente para invertir esos poderosos incentivos de dependencia de lo social. La idea de Ryan consiste en ampliar la misma lógica de recompensar el trabajo a las áreas de los programas de la pobreza que no implican repartir dinero -- desde las cartillas de alimentación a la vivienda de protección oficial.

Cuando escuche esto denunciado por dejar a los pobres en la calle, recuerde que estos mismos cambios fueron rechazados con vehemencia e idéntica indignación en 1996. El propio asistente de sanidad y servicios públicos del Presidente Clinton, Peter Edelman, dimitió en protesta diciendo que abolir la protección social dejaría a 1 millón de menores en condiciones de pobreza. Nada más lejos de la realidad. En cuestión de cinco años la pobreza infantil había descendido más de 2,5 millones -- uno de los motivos de que la reforma de lo social de 1996 esté considerada uno de los éxitos sociales legislativos de nuestro tiempo.

(2) Los críticos describen la reforma del programa Medicare de los mayores de 65 años por parte de Ryan como privatización, un término emotivo deliberadamente para desacreditar instantáneamente la idea. Pero aún así la idea consiste en aplicar a la totalidad de Medicare el sistema en virtud del que la prestación de las recetas de Medicare del año 2003 ha resultado ser tamaño éxito: un subsidio garantizado de protección. Al compensar directamente al proveedor de servicios sanitarios en su lugar (el sistema de pago por consulta), el programa Medicare facilita a los ancianos alrededor de 15.000 dólares en "financiación de primas de seguro", dejando al afiliado elegir entre un abanico de planes de protección supervisados.

Llámelo privatización si quiere, pero ¿consideraría "privatizado" el sistema de recetas aprobado en 2003? Si es así, hay mucho que decir en su favor. El programa de recetas es tan popular como fructífero. En la práctica bate sus proyecciones de coste -- la excepción casi milagrosa a cada programa de salud conocido por el hombre.

Dentro del plan de Ryan, todos los de 55 años en adelante se quedan como están. Los trabajadores más jóvenes reciben el subsidio de protección a partir del año 2022. Al poner fin paulatinamente al actual sistema de remuneración por consulta que dispara la demanda y por tanto el precio, esta reforma tiene muchas más probabilidades de garantizar la supervivencia de Medicare que el sistema en vigor casi insolvente.

(3) La acusación final -- bajar los impuestos a las rentas más altas -- es la mayor calumnia. Sería igual que considerar "bajar los impuestos a los ricos" la reforma tributaria Ronald Reagan-Bill Bradley de 1986. De hecho, se diseñó para no tener impacto sobre la recaudación tributaria. Baja los tipos impositivos -- y a todo hijo de vecino -- a base de eliminar lagunas, incluyendo las excepciones tributarias corruptas y las deducciones fiscales económicamente contraproducentes, para dar lugar a lo que es considerado en general por izquierda y derecha una legislación económica extraordinariamente fructífera.

Los presupuestos de Ryan son reforma tributaria clásica -- cosa que hasta Obama dice que el país necesita: amplía la base fiscal eliminando lagunas que, a su vez, proporcionan la recaudación que permite bajar los tipos. La reforma tributaria constituye una de esas infrecuentes legislaciones públicas que generan justicia social y eficacia económica al mismo tiempo. En el caso de los impuestos de las empresas y los particulares en la misma medida, los presupuestos de Ryan acometen la necesaria tarea de sanear la innumerable cantidad de recortes acumulados y lagunas que llevan desde 1986 asfixiando al régimen fiscal.

Los planes de Ryan arremeten contra cada molino imaginable, incluyendo los subsidios agrícolas y el régimen fiscal de las empresas. Lo único que queda al margen es la seguridad social. Cosa que demuestra que Ryan no es suicida del todo.

Pero el plan de acción es valiente y acusadamente avezado. Pretende adaptar el estado del bienestar actualmente insostenible a la realidad demográfica del siglo XXI nada menos. ¿Sobrevivirá a la inevitable andanada de anuncios de 30 segundos insensatos y electoralistas (ver arriba)? Pregunta alternativa: ¿Tiene Obama la mitad del valor de Ryan?

Yo creo que la respuesta es no (a las dos). Pero esperemos.

Colombia: Chávez, Santos y el falso maquiavelismo

Colombia: Chávez, Santos y el falso maquiavelismo – por Eduardo Mackenzie

Pocos días antes de que fuera confirmada la visita oficial del presidente Hugo Chávez a Colombia, la opinión se enteró de que Luis Alfonso Hoyos, el brillante embajador de Colombia ante la OEA, será removido de su cargo. Hoyos había denunciado, con mapas, fotos y coordenadas precisas, que las Farc disponen de bastiones en Venezuela. La cancillería colombiana no buscó siquiera maquillar ese brutal despido. Dejó correr el rumor de que trataba con ello de congratular a Chávez, quien durante el gobierno del presidente Álvaro Uribe había calificado al embajador Hoyos de “criminal”, por haber hecho esas necesarias revelaciones. A última hora, el 29 de marzo, El Tiempo indicó que la cancillería “por el momento” [...] “no tiene previsto relevar al diplomático de su cargo.”

¿La política exterior de Colombia está escapando de las manos de quien debe dirigirla? ¿Las exigencias de Caracas están dictando la línea en el palacio de San Carlos?

Sobre el affaire Walid Makled, el presidente Chávez también logró imponerle al presidente Juan Manuel Santos la deportación del capo narcotraficante a Caracas, cuando es a Estados Unidos a donde debe ir ese individuo. Washington fue quien descubrió sus operaciones delictuosas y las conexiones de éste con jerarcas venezolanos. Y, sobre todo, fue quien pidió antes que nadie su extradición. Sin embargo, el jefe de Estado colombiano cedió ante Caracas y ha dicho que se dispone a “cumplir la palabra” que le dio a Chávez. Makled es pieza clave del entramado narco-terrorista que Cuba y Caracas están montando en América Latina con el Hezbolá libanés.

Está también en triste episodio de Unasur. Ese organismo chavista fue incapaz de acoger la propuesta de Bogotá de nombrar a María Emma Mejía secretaria general de ese organismo, en reemplazo del fallecido Néstor Kirchner. El cenáculo de obtusos machistas que se reunió cerca de Quito, decidió otra cosa: darle a Bogotá un premio de consolación. La ex canciller colombiana será secretaria general de medio tiempo pues el próximo año ella será reemplazada por el venezolano Alí Rodríguez Araque. Bogotá se tragó esa culebra y hasta se declaró feliz con esa humillación. Unasur mostró así que no confía en el gobierno de Santos, ni en Colombia, ni en la mujer, a pesar de las concesiones que recibe de Bogotá.

Unasur confía más bien en el ex canciller Alí Rodríguez quien no es una perita en dulce. El hombre tiene sangre en las manos. Ex guerrillero comunista, el nuevo jefe de hecho de Unasur era un experto en explosivos en los años 60 y 70. Resulta grotesco ver a María Emma Mejía tratando de nadar en tan turbulentas aguas, pues nadie ignora que Rodríguez, antes de que le llegue el turno, se inmiscuirá en todo lo que la colombiana haga.

Colombia se dejó imponer la voluntad de Chávez sobre el contubernio de éste con las Farc. Ningún miembro del gobierno, ni la prensa gobiernista, osan pronunciarse ahora sobre ese asunto: los campos de las Farc en Venezuela, desde donde siguen lanzando cobardes ataques contra Colombia, no existen, se evaporaron desde el 7 de agosto pasado. Esa amenaza, sin embargo, sigue allí y se refuerza cada día. Eso se refleja en la dura ofensiva actual de las Farc contra la fuerza pública. ¿Qué dijeron la canciller Holguín y el ministro de Defensa Rivera cuando la Brigada 18 del Ejército de Colombia descubrió, a cinco kilómetros de la frontera, un arsenal que iba destinado a las Farc donde había armas, abundante munición, una tonelada y media de anfo y hasta 193 uniformes con marquillas de las fuerzas militares venezolanas? Nada. No dijeron nada. ¿Qué dirá al respecto el presidente Santos cuando vea a Hugo Chávez en Cartagena?

El presidente Santos explicó a comienzos de marzo que, en política exterior, su propósito era “tener buenas relaciones con nuestros vecinos, buenas relaciones en la región, mantener las magnificas relaciones que hemos tenido con Estados Unidos”. En otras palabras, que estamos en Jauja y que es factible lograr la cuadratura del círculo. Con Estados Unidos las cosas no van bien. En lugar de “magníficas relaciones” lo que tenemos es un bloque de hielo. Lo de Makled es apenas un epifenómeno. Lo de las siete bases, no. Es un affaire principalísimo que ha sido archivado por Bogotá para darle gusto a Chávez, mientras éste, precisamente ahora, está en pleno delirio armamentista. Esa huida hacia delante de Bogotá, su negativa a ver con realismo las cosas, a pensar y organizar su defensa estratégica, que no es sólo un asunto militar, en vista de lo que Rusia, Irán y Cuba están construyendo en Venezuela (la prensa alemana habla de la edificación en 2011 de una rampa de lanzamiento de misiles de mediano alcance y un depósito de armas estratégicas de Irán), es un error de perspectiva que nos podría costar caro.

¿Distanciarse de Washington y acercarse a Caracas, bajo el pretexto de que el TLC sigue estancado, no es una actitud de falso maquiavelismo? ¿Cederle ahora a Chávez el cemento colombiano a cambio de promesas en el aire sobre el aumento del comercio bilateral no es un acto de miopía imperdonable? Las promesas, se sabe, no obligan sino a quien las cree.

El analista Rafael Nieto Loaiza preguntaba el otro día: ¿Debe la cancillería seguir jugando al gallito fino con los Estados Unidos?”. Nuestra respuesta es no. No es el momento para estar en bailes con Hugo Chávez. El experimento anti liberal y anti democrático de éste no podía ser consolidado. Ese proyecto está en su fase agónica. Lo de Khadafi muestra que la buena suerte de ciertos dictadores está cambiando. Muestra igualmente el aislamiento y la bancarrota del dictador venezolano, quien podría correr la suerte de un Noriega si dispara contra la revuelta inevitable de su pueblo. Apostarle a un tirano que pierde en el tablero económico e internacional es torpe.

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