domingo, 24 de abril de 2011

El socialismo bolivariano y su nihilismo

El socialismo bolivariano y su nihilismo

Angel Alvarado

Venezuela ocupa en la actualidad el índice más bajo de protección a la propiedad privada en el mundo. Desde 2006, está abocada a la construcción del socialismo cuya principal bandera es destrucción de la propiedad privada.

Con gran razón se puede decir que la ideología del socialismo es el nihilismo (la nada): eso es lo que queda al final del proceso. No es otra la conclusión a la que han llegado millones de cubanos que se han cansado de esperar la manifestación de un reino que nunca llegará y que el Partido Comunista cubano tímidamente empieza a asumir, como quedó de manifiesto en su recién concluido Congreso del mismo, con ocasión de los 50 años de la fallida incursión de Bahía de Cochinos.

Son tontos o ignorantes los que piensan que al final del camino de un proceso socialista, tendrán como puerto de llegada la falaz ilusión de lo que hoy en día es conocido erróneamente como socialismo escandinavo. Contradictoriamente, Suecia y Finlandia son las países que más protegen la propiedad privada en el mundo, Dinamarca es de los países con mayor libertad económica en el mundo, con un mercado laboral que es el más flexible de Europa. Suecia ofrece una opción escolar que es la envidia de Europa. No son socialistas los escandinavos, ni han llegado donde están por haberlo sido, sino a pesar del intervencionismo del Estado del Bienestar.

Lo radical del socialismo es la destrucción, la nada es su conclusión y la necesiadad de hacerlo todo de nuevo es la tarea de los que emprendan su desmontaje. He allí el camino que deben asumir los venzolanos ante una eventual derrota del socialismo en las elecciones presidenciales de 2012.

Desmontando el socialismo de Hugo Chávez

Estas consideraciones sirven de colofón para preguntar sobre las acciones a emprender en el plano económico ante una eventual victoria de la oposición venezolana en el 2012 y los pasos a seguir en la construcción de una sociedad libre: ¿Cómo desmontar el socialismo bolivariano? ¿Será difícil desde punto de vista político, institucional y económico volver a un sistema libre? ¿Qué queda al final? ¿Qué se puede rescatar? ¿Qué es políticamente viable? ¿Qué es técnicamente posible?

Debemos movernos en dos planos para poder dar una respuesta: el plano de los principios y el plano de la técnica. En cuanto al primero, el rescate de la libertad y la propiedad privada se presentan como derechos y garantías que deben restablecerse inmediatamente, ya que son inherentes a la persona, a su dignidad y a su voluntad expresada políticamente en el voto si esta opción triunfa. Estos principios son irrenunciables y necesarios para la reconstrucción de la nación. Los borrascosos años de la revolución bolivariana debieron haberle enseñado a los venezolamos que estos principios son necesarios para vivir, para vivir en paz y para vivir bien. Escalar posiciones en los ránkings internacionales de defensa de la propiedad privada, la libertad económica y la facilidad para hacer negocios ha de convertirse en una prioridad.

En cuanto al segundo plano, me temo que la solución es más indeterminada y estará condicionada por el andar político y la gobernabilidad que los acontecimientos vayan marcando. Especialmente cuando pensamos en la restitución de propiedades injustamente confiscadas y la progresiva liberalización de la economía.

En este sentido cabe preguntarse: ¿Qué tan rápida debe ser la reforma? ¿Por dónde empezar? Creo que lo primero será colocar cimientos allí por donde el socialismo haya pasado destruyendo y sea más urgente: la recuperación de la infraestructura física e institucional que será la base necesaria para el funcionamiento de una economía libre, abierta a la inversión y al comercio global. Esto no quiere decir que lo otro quede para un futuro incierto, las reformas deben ser conjuntas, pero la clave estará en la intensidad del esfuerzo y de los recursos usados. De nada vale una economía “libre” sin puertos, aeropuertos, autopistas, luz eléctrica y sin instituciones.

Dos agendas

El plano de la gobernabilidad nos llevará a no olvidar que Venezuela es dos países en uno: uno pobre y otro rico, con exigencias y agendas distintas; para un sector serán necesarias reformas sociales que den mayor eficacia a las antiguas “misiones” chavistas y para otro sector será necesaria una economía con menos restricciones que haga posible las primeras y que, las hagan innecesarias en el mediano plazo debido a la creación de empleo bien remunerado.

El fin de estas políticas debe tener como objetivo lograr mejoras sensibles en la calidad de vida de los venezolanos en los dos primeros años de gobierno, que den sustento y viabilidad política a un modelo basado en la democracia y la libertad y que será la única alternativa para no volver al socialismo bolivariano, ni al intervencionismo del Pacto de Punto Fijo de 1958 que, desembocó en el socialismo totalitario y que económicamente no era otra cosa que un avance interventor nunca revertido efectivamente, a pesar de los esfuerzos de la década de los años 90.

No la Venezuela de los 70 sino la de los 40

En 6 años, Georgia escaló 100 puestos en el ránking del Banco Mundial que mide la facilidad para hacer negocios. Las reformas en Venezuela deberán ir a esa misma velocidad si logramos victorias tempranas en el plano económico y social antes del año 2015. La meta es acabar con la pobreza y eso sólo es posible generando riqueza. Hacer de Venezuela el mejor lugar del mundo para hacer negocios no es una meta inalcazable, ya lo hicieron los venezolanos en los gloriosos años 40 y 50. Aquello trajo mucha prosperidad material y sentó las bases para una estabilidad democrática a partir de 1958. Algunos años después, el populismo y las utopías se fueron abriendo paso hasta llevarnos hasta donde estamos hoy: Con el socialismo bolivariano de Hugo Chávez.

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