lunes, 25 de abril de 2011

Es bueno que haya ricos

Es bueno que haya ricos

Por Paul Graham

Cuando la gente se preocupa lo suficiente sobre algo como para hacerlo bien, quienes lo hacen mejor tienden a ser mucho mejores que el resto de la gente. Hay un enorme hueco entre Leonardo y sus contemporáneos de segunda línea, como Borgognone. Vemos el mismo hueco entre Raymond Chandler y el escritor medio de novelas policiacas. Un jugador profesional de ajedrez de alto nivel podría jugar diez mil partidas contra un jugador normal de club sin perder ninguna.

Igual que el ajedrez o la pintura o la escritura de novelas, hacer dinero es una habilidad muy especializada. Pero, por alguna razón, tratamos de forma diferente esta habilidad. Nadie se queja cuando unos pocos superan a los demás jugando al ajedrez o escribiendo novelas, pero cuando unos pocos hacen más dinero que los demás, se escriben muchas columnas diciendo que está mal.

¿Por qué? El patrón de variedad no parece diferente del de cualquier otra habilidad. ¿Qué hace que la gente reaccione tan ferozmente cuando la habilidad es hacer dinero?

Pienso que hay tres razones por las que tratamos diferentemente el hacer dinero: el engañoso modelo de riqueza que aprendemos de niños, la mala reputación de cómo se han acumulado las fortunas hasta hace poco y la preocupación por que las grandes variaciones de ingresos sean de alguna forma malas para la sociedad. Hasta donde yo lo entiendo, la primera es errónea, la segunda está desactualizada y la tercera es empíricamente falsa. ¿Podría ser que, en una democracia moderna, la variación en los ingresos sea realmente una señal de salud?

El modelo de riqueza de papá

Cuando tenía cinco años pensaba que la electricidad la creaban los enchufes. No sabía que había centrales eléctricas por ahí generándola. De forma parecida, a la mayoría de los niños no se les ocurre que la riqueza es algo que tiene que generarse. Parece ser algo que fluye de los padres.

A causa de las circunstancias en las que la encuentran, los niños tienden a no entender la riqueza. La confunden con el dinero. Piensan que hay una cantidad fija. Y piensan en ella como algo que distribuyen las autoridades (así que debería distribuirse equitativamente), y no en algo que tiene que crearse (y podría crearse desigualmente).

De hecho, la riqueza no es el dinero. El dinero es sólo una forma cómoda de cambiar una forma de riqueza por otra. La riqueza es lo que hay por debajo, los bienes y servicios que compramos. Cuando viajamos de un país rico a uno pobre, no tenemos que mirar las cuentas bancarias de la gente para darnos cuenta de qué nivel de riqueza tienen. Podemos ver la riqueza: en edificios y calles, en las ropas y la salud de la gente.

¿De dónde viene la riqueza? La hace la gente. Esto era más fácil de percibir cuando la mayoría de la gente vivía en granjas y fabricaban con sus propias manos muchas de las cosas que querían. En aquellos tiempos podía verse la riqueza que creaba cada familia en la casa, los animales y el granero. Por tanto era evidente que la riqueza del mundo no era una cantidad que tuviera que compartirse, como las porciones de una tarta. Si queríamos más riqueza, podíamos fabricarla.

Esto es igual de verdadero hoy día, aunque pocos de nosotros creamos riqueza directamente por nuestros propios medios (excepto los vestigios de unas pocas tareas domésticas). Principalmente creamos riqueza para otras personas a cambio de dinero, que posteriormente intercambiamos por las formas de riqueza que deseamos.[1]

Como los niños son incapaces de crear riqueza, ha de dárseles todo lo que tengan. Y cuando la riqueza es algo que se da, evidentemente parece que debería distribuirse equitativamente.[2] En la mayor parte de las familias es así. Los niños se ocupan de eso. "Es injusto", protestan cuando un hermano obtiene más que otro.

En el mundo real no podemos mantenernos viviendo de nuestros padres. Si queremos algo o bien tenemos que fabricarlo o bien hacer algo de valor equivalente para otro, con el fin de hacer que éste nos dé suficiente dinero como para comprarlo. En el mundo real, la riqueza (excepto para unos pocos especialistas como ladrones y especuladores) es algo que tenemos que crear, no algo que distribuye papá. Y como la capacidad y deseo de crearla varían de persona a persona, no se fabrica equitativamente.

Se nos paga por hacer algo que quiere la gente y generalmente quienes hacen más dinero son sencillamente mejores haciendo cosas que quiere la gente. Los grandes actores ganan mucho más dinero que los de serie B. Los actores de serie B podrán ser casi tan carismáticos como los más conocidos, pero cuando la gente va al cine y mira la cartelera, buscan ese atractivo extra que tienen las grandes estrellas.

Hacer lo que quiere la gente no es la única forma de obtener dinero, por supuesto. También podemos robar bancos, o pedir sobornos, o establecer un monopolio. Esos trucos generan algo de la variación en la riqueza y así es como se formaron algunas de las mayores fortunas individuales, pero no son la causa principal de la variedad de ingresos. La causa principal de la variedad de ingresos, como implica la navaja de Occam, es la misma que la de la variedad en cualquier otra habilidad humana.

En Estados Unidos, el presidente de una gran empresa gana alrededor de 100 veces más que el ciudadano medio.[3] Los jugadores de baloncesto ganan alrededor de 128 veces más y los de béisbol unas 72 veces más. Los editoriales citan este tipo de estadísticas con horror. Pero yo no veo problemas en imaginar que una persona pueda ser 100 veces más productiva que otra. En la Roma antigua, el precio de los esclavos variaba en un factor de 50, dependiendo de sus habilidades.[4] Y eso sin considerar la motivación o el incremento extra en la productividad que podemos obtener con la tecnología moderna.

Las columnas acerca de los salarios de deportistas o presidentes me recuerdan a los primeros escritores cristianos, discutiendo a partir de premisas si la Tierra era redonda, cuando sencillamente podían salir a la calle y comprobarlo.[5] Cuánto vale el trabajo de alguien no es una cuestión política. Es algo que el mercado ya determina.

"¿Realmente valen tanto como 100 de nosotros?", preguntan los columnistas. Depende de lo que queramos decir por "valen". Si decimos "valen" en el sentido de lo que la gente llegaría a pagar por sus habilidades, la respuesta aparentemente es sí.

Los ingresos de algunos consejeros delegados de empresas reflejan algún tipo de error. ¿Pero acaso no hay otros cuyos ingresos reflejan la riqueza que generan? Steve Jobs salvó una compañía en estado terminal. Y no solamente en la forma en que lo hace un especialista en este tipo de rescates, reduciendo costes: tuvo que decidir cuáles debían ser los próximos productos de Apple. Poca gente podría haberlo hecho. E independientemente del caso de los consejeros delegados, es difícil ver cómo puede alguien argumentar que los salarios de los jugadores profesionales de baloncesto no reflejan la oferta y la demanda.

Puede parecer raro en principio que un individuo pueda realmente generar mucha más riqueza que otro. La clave de este misterio es revisar la cuestión, ¿realmente valen tanto como 100 de nosotros? ¿Cambiaría un equipo de baloncesto a uno de sus jugadores por 100 personas al azar? ¿A qué se parecería el próximo producto de Apple si reemplazamos a Steve Jobs por un comité de 100 personas elegidas al azar?[6] Estas cosas no escalan linealmente. Quizá el consejero delegado o el deportista profesional tengan sólo diez veces (signifique esto lo que signifique) la habilidad y determinación de una sola persona. Pero la diferencia se encuentra en que estén concentradas en una sola persona.

Cuando decimos que un trabajo está demasiado bien pagado y otro demasiado mal pagado, ¿qué estamos realmente diciendo? En un mercado libre, los precios se determinan por lo que desean los compradores. A la gente le gusta más el baloncesto que la poesía, así que los jugadores de baloncesto ganan más dinero que los poetas. Decir que un cierto tipo de trabajo está mal pagado es por tanto lo mismo que decir que la gente quiere las cosas equivocadas.

Bueno, es verdad que la gente quiere cosas equivocadas. Parece extraño que nos sorprenda. Y parece aún más extraño decir que es injusto que ciertos tipos de trabajos estén mal pagados.[7] Lo que se está diciendo es que es injusto que la gente quiera cosas equivocadas. Es lamentable que la gente prefiera los reality shows y los perritos calientes a Shakespeare y la verdura al vapor pero, ¿injusto? Es como decir que el azul es pesado o que arriba es circular.

Aquí la apariencia de la palabra "injusto" lleva la inconfundible firma espectral del "modelo papá". ¿Si no por qué aparecería esta idea en este contexto tan extraño? Mientras que quien hable siga operando dentro del "modelo papá" y viendo la riqueza como algo que surge de una fuente común y tiene que compartirse, en lugar de algo que se genera haciendo lo que quiere otra gente, eso será exactamente lo que tendremos advirtiendo que unas personas ganan mucho más que otras.

Cuando hablemos de "distribución desigual de los ingresos", deberíamos a la vez preguntarnos de dónde vienen esos ingresos.[8] ¿Quién crea la riqueza que representan? Como resulta que el ingreso varía simplemente de acuerdo con cuánta riqueza crea la gente, la distribución puede ser desigual, pero difícilmente será injusta.

Robándola

La segunda razón por la que tendemos a encontrar alarmantes las grandes disparidades en riqueza es que durante la mayor parte de la historia de la humanidad la forma usual de acumular fortuna fue robarla: en las sociedades pastoriles como cuatreros, en las agrícolas apropiándose de las tierras de otros en tiempos de guerra e imponiéndoles impuestos en tiempos de paz.

En los conflictos, quienes estén en el bando ganador recibirán las propiedades confiscadas a los perdedores. En Inglaterra, en los 1060, cuando Guillermo el Conquistador distribuyó las propiedades de los nobles anglosajones derrotados entre sus seguidores, el conflicto era militar. En los 1530, cuando Enrique VIII distribuyó las propiedades de los monasterios entre sus seguidores, era principalmente político.[9] Pero el principio era el mismo. De hecho, el mismo principio está operando ahora mismo en Zimbabwe.

En sociedades más organizadas, como China, el soberano y sus funcionarios empleaban los impuestos en lugar de la confiscación. Pero también aquí vemos el mismo principio: la manera de hacerse rico no es crear riqueza, sino servir a un soberano suficientemente poderoso como para apoderarse de ella.

Eso empezó a cambiar en Europa con el surgimiento de la clase media. Ahora pensamos en la clase media como aquellos que no son ni ricos ni pobres, pero originalmente fueron un grupo distinto. En una sociedad feudal sólo había dos clases: una aristocracia guerrera y los siervos que trabajaban en sus dominios. La clase media era un tercer grupo nuevo que vivía en las ciudades y sobrevivían por sí mismos por la manufactura y el comercio.

En los siglos X y XI la nobleza menos importante y los antiguos siervos empezaron a actuar conjuntamente en ciudades que gradualmente fueron haciéndose suficientemente poderosas como para ignorar a los señores feudales locales.[10] Igual que los siervos, la clase media se ganaba la vida en buena medida creando riqueza. (En ciudades portuarias como Génova y Pisa, también se dedicaron a la piratería.) Pero al contrario que los siervos tenían un incentivo para crear mucha. Toda la riqueza que creaba un siervo pertenecía a su amo. No tenía mucho sentido crear más de lo que se podía ocultar. Por el contrario, la independencia de los villanos les permitía quedarse con toda la riqueza que creaban.

Una vez que fue posible hacerse rico creando riqueza, la sociedad en general empezó a hacerse más rica muy rápidamente. Casi todo lo que tenemos lo creó la clase media. De hecho, las otras dos clases prácticamente han desaparecido en las sociedades industriales y sus nombres se han puesto a los dos extremos de la clase media. (En el sentido original del término, Bill Gates pertenece a la clase media.)

Pero no fue hasta la revolución industrial cuando la creación de riqueza pudo reemplazar definitivamente a la corrupción como la mejor manera de hacerse rico. Al menos en Inglaterra, la corrupción sólo empezó a estar mal vista (y de hecho empezó a llamársele "corrupción") cuando comenzó a haber otras formas más rápidas de hacerse rico.

La Inglaterra del siglo XVII se parecía mucho al Tercer Mundo de hoy, en el sentido que un puesto en el gobierno era un camino reconocido hacia la riqueza. Las grandes fortunas de ese tiempo aún derivaban más de lo que podríamos calificar como corrupción que del comercio.[11] Para el siglo XIX las cosas habían cambiado. Seguía habiendo sobornos, como sigue habiendo hoy día en todas partes, pero para entonces la política se había dejado en manos de hombres a los que les movía más la vanidad que la codicia. La tecnología había hecho posible crear riqueza más rápidamente de lo que podía robarse. El prototipo de rico en el siglo XIX no era un cortesano, sino un industrial.

Con el ascenso de la clase media, la riqueza dejó de ser un juego de suma cero. Jobs y Wozniak no nos han hecho pobres para hacerse ricos. Más bien al contrario: han creado cosas que hacen nuestras vidas materialmente más ricas. Tenían que hacerlo o no les habríamos pagado por ello.

Peor como en la mayor parte de la historia mundial la vía principal hacia la riqueza ha sido robarla, tendemos a sospechar de la gente rica. Los universitarios idealistas ven confirmado su modelo infantil de riqueza inconscientemente preservado por ilustres escritores del pasado. Es un caso de error que se mezcla con obsolescencia.

"Detrás de cada gran fortuna, hay un crimen", escribió Balzac. Aunque en realidad no lo hizo. Lo que realmente dijo es que una gran fortuna sin causa aparente se debe probablemente a un crimen tan bien ejecutado que ha sido olvidado. Si estamos hablando sobre la Europa del año 1000 o la mayoría del Tercer Mundo hoy, la frase mal citada sería exacta. Pero Balzac vivió en la Francia del siglo XIX, donde estaba produciéndose la revolución industrial desde hacía tiempo. Él sabía que podíamos hacer una fortuna sin robarla. Después de todo, lo hizo él siendo un novelista popular.[12]

Sólo unos pocos países (y no es coincidencia que sean los más ricos) han alcanzado esta etapa. En la mayoría, la corrupción sigue estando a la orden del día. En la mayoría, la manera más rápida de obtener riqueza es robarla. Así que cuando vemos que aumentan las diferencias de ingresos en un país rico hay una tendencia a preocuparse porque esté marchando hacia atrás para convertirse en otra Venezuela. Pienso que lo que vemos es lo contrario: un país caminando firmemente para alejarse de Venezuela.

La palanca tecnológica

¿Incrementará la tecnología la diferencia entre ricos y pobres? Sin duda incrementará la diferencia entre productivos e improductivos. En realidad, para eso es la tecnología. Con un tractor un granjero con energías puedes arar seis veces más terreno diariamente de lo que podía hacerlo con caballos. Pero sólo si llega a dominar un nuevo tipo de agricultura.

He observado crecer ostensiblemente la palanca tecnológica a lo largo de mi vida. En el instituto ganaba dinero cortando el césped y vendiendo helado en Baskin-Robbins. Era el único trabajo disponible por aquel entonces. Hoy día los estudiantes de bachillerato podrían escribir software o diseñar sitios web. Pero sólo están dispuestos a hacerlo unos pocos: el resto seguirá vendiendo helados.

Recuerdo muy claramente cuando en 1985 la mejora tecnológica hizo posible que me comprara un ordenador. En unos meses lo estaba empleando para ganar dinero como programador freelance. Pocos años antes no hubiera podido hacerlo. Pocos años antes no había programadores freelance. Pero Apple creó riqueza en forma de ordenadores poderosos y baratos y los programadores inmediatamente se pusieron manos a la obra empleándolos para crear más riqueza.

Como sugiere este ejemplo, el ritmo al que la tecnología incrementa nuestra capacidad productiva es probablemente polinómico, más que lineal. Así que deberíamos esperar ver variaciones en incremento constante en la productividad individual con el paso del tiempo. ¿Incrementará esto la diferencia entre ricos y pobres? Depende de a qué diferencia nos refiramos.

La tecnología podría incrementar las diferencias en ingresos, pero parece disminuir otras diferencias. Hace cien años los ricos llevaban un tipo de vida diferente del de la gente normal. Vivían en casas llenas de sirvientes, vestían incómodas y elaboradas prendas y viajaban en carruajes tirados por caballos que necesitaban sus propios establos y sirvientes. Hoy día, gracias a la tecnología, la vida de los ricos se parece más a la de la gente normal.

Los coches son un buen ejemplo de por qué. Es posible comprar coches caros fabricados a mano, que cuestan cientos de miles de dólares. Pero no tiene mucho sentido hacerlo. Las empresas ganan más dinero fabricando un gran número de coches normales que un pequeño número de coches caros. Así que una empresa que fabrica un coche producido en masa puede permitirse gastar mucho más en diseño. Si compramos un coche hecho a medida, siempre habrá algo que no funcione. Comprar uno hoy día sólo tiene sentido para demostrar que podemos hacerlo.

O consideremos los relojes. Hace cincuenta años, gastar un montón de dinero en un reloj suponía obtener un mejor rendimiento. Cuando los relojes se movían mecánicamente, los relojes caros marcaban más precisamente la hora. Ya no. Desde el descubrimiento de la vibración del cuarzo, un Timex normal es más preciso que un Patek Philippe que cuesta cientos de miles de dólares.[13] De hecho, al igual que los coches caros, si decidimos gastar un montón de dinero en un reloj, tenemos que soportar algunos inconvenientes por ello: además de tener menor precisión horaria, los relojes mecánicos se averían.

Lo único que la tecnología no puede abaratar es la marca. Por eso precisamente cada vez oímos más acerca de ella. La marca es el residuo que queda cuando se evaporan las diferencias sustantivas entre ricos y pobres. Pero la etiqueta que muestra nuestro producto es algo mucho menos importante que tenerlo o no tenerlo. En 1900 si alguien tenía un carruaje nadie le preguntaba de qué año era el modelo. Si tenía uno, es que era rico. Si no era rico, tomaba el ómnibus o caminaba. Hoy día incluso los estadounidenses más pobres conducen coches y sólo porque estamos muy bien entrenados por la publicidad podemos llegar a reconocer los que son especialmente caros.[14]

Lo mismo ha pasado en todas las industrias. Si hay suficiente demanda de algo, la tecnología lo hará suficientemente barato como para venderlo en grandes cantidades y las versiones producidas en masa serán, si no mejores, al menos más prácticas.[15] Y no hay nada que les guste más a los ricos que lo práctico. Los ricos que yo conozco conducen los mismos coches, visten las mismas ropas, tienen el mismo tipo de muebles y comen lo mismo que el resto de mis amigos. Sus casas están en barrios diferentes, o si están en el mismo barrio son de diferente tamaño, pero dentro de ellas la vida es similar. Las casas se edifican empleando las mismas técnicas de construcción y contienen casi los mismos objetos. No es práctico hacer algo caro y a la medida.

Asimismo, los ricos gastan su tiempo como el resto de la gente. Parece que hace tiempo que desaparecieron los Bertie Wooster. Hoy día, la mayoría de la gente suficientemente rica como para no trabajar, lo sigue haciendo de todas formas. No es sólo la presión social: la inactividad es solitaria y desmoralizante.

Tampoco tenemos las distinciones sociales que había hace cien años. Las novelas y manuales de etiqueta de ese periodo hoy parecen descripciones de una extraña sociedad tribal. "Con respecto a la continuidad de las amistades (…)", advierte el Libro de gestión familiar de la Señora Beeton (1880), "puede resultar necesario, en algunos casos, a un ama de casa renunciar, al asumir la responsabilidad del hogar, a muchas de las iniciadas en una etapa anterior de su vida". Se esperaba que una mujer que se casara con un hombre rico olvidara a las amigas que no lo hacían. Pareceríamos bárbaros si nos comportáramos así hoy día. Asimismo tendríamos una vida muy aburrida. La gente sigue tendiendo de alguna forma a la segregación, pero mucho más basándose en la educación que en la riqueza.[16]

Material y socialmente, la tecnología parece estar disminuyendo la diferencia entre ricos y pobres, no aumentándola. Si Lenin se paseara por las oficinas de una empresa como Yahoo o Intel o Cisco, pensaría que el comunismo había triunfado. Todos vestirían la misma ropa, tendrían el mismo tipo de oficina (o de cubículo) con los mismos muebles y se tutearían usando sus nombres, en lugar de sus títulos. Todo sería tal como había predicho, hasta que mirara sus cuentas bancarias. Vaya.

¿Es un problema que la tecnología agrande la diferencia? No parece serlo tanto. Aunque agrande la diferencia en ingresos, parece disminuir todas las demás diferencias.

Una alternativa a un axioma

A menudo oímos que se critica una política basándose en que incrementaría la diferencia de ingresos entre ricos y pobres. Como si fuera un axioma que esto debería ser malo. Puede ser cierto que un incremento en la variación de ingresos sea malo, pero no veo cómo podemos decir que sea axiomático.

De hecho, puede incluso ser falso en democracias industriales. En una sociedad de siervos y caudillos indudablemente una variación en los ingresos es una señal de un problema subyacente. Pero la servidumbre no es la única causa de variación en los ingresos. Un piloto de un 747 no gana 40 veces lo que una persona encargada de facturación porque sea un caudillo que la esté esclavizando de alguna forma. Sencillamente, sus habilidades son mucho más valiosas.

Me gustaría proponer una idea alternativa: en una sociedad moderna, la variación en ingresos sería un signo de salud. La tecnología parece incrementar la variación en productividad a ritmos superiores a los lineales. Si no vemos una variación equivalente en los ingresos, hay tres posibles explicaciones: (a) la innovación técnica se ha detenido, (b) la gente que debería crear la mayor riqueza no lo hace o (c) no se les está remunerando por ello.

Creo que podemos afirmar con rotundidad que (a) y (b) serían malas. Si usted discrepa, intente vivir un año empleando sólo los recursos disponibles para un noble franco medio del año 800 y nos informa. (Seré generoso no enviándole a la edad de piedra.)

La única opción, si vamos a tener una sociedad cada vez más próspera sin incrementar las variaciones en ingresos parece ser (c), la gente crearía un montón de riqueza sin que se les remunerara. Por ejemplo, Jobs y Wozniak trabajarían encantados 20 horas al día para producir el ordenador Apple para una sociedad que les permitiría, después de pagar impuestos, obtener sólo la parte de sus ingresos equivalente a lo que habrían conseguido trabajando de 9 a 5 en una gran empresa.

¿Crearía riqueza la gente si no se les puede remunerar? Sólo si fuera divertido. La gente escribiría sistemas operativos gratis. Pero no los instalaría o aceptaría llamadas de consulta o enseñaría a los clientes a utilizarlos. Y al menos el 90% del trabajo que hacen incluso las compañías más técnicas es de este segundo tipo tan poco atractivo.

Todos los tipos de creación de riqueza que no sean divertidos disminuyen radicalmente en una sociedad que confisca las fortunas privadas. Podemos confirmarlo empíricamente. Supongamos que oímos un ruido extraño que podría deberse a un ventilador cercano. Apagamos el ventilador y el ruido desaparece. Lo encendemos y vuelve a empezar. Apagado, silencio. Encendido, ruido. A falta de otra información, parece que el ruido lo causa el ventilador.

En distintos lugares y momentos de la historia, el botón de acumular una fortuna creando riqueza se ha encendido y apagado. Norte de Italia en el 800, apagado (los señores de la guerra podía robarlo). Norte de Italia en 1100, encendido. Francia Central en 1100, apagado (aún feudal). Inglaterra en 1800, encendido. Inglaterra en 1974, apagado (impuesto del 98% sobre ingresos por inversiones). Estados Unidos en 1974, encendido. Incluso tenemos un estudio gemelo: Alemania Occidental, encendido; Alemania Oriental, apagado. En cada caso, la creación de riqueza parece aparecer o desaparecer igual que el ruido de un ventilador a medida que encendemos o apagamos la posibilidad de quedarnos con ella.

Hay algo de inercia en ello. Probablemente tome al menos una generación transformar a la gente en alemanes orientales (por suerte para Inglaterra). Pero si sólo fuera un ventilador lo que estuviéramos estudiando, sin todo en bagaje extra que conlleva el polémico asunto de la riqueza, nadie tendría ninguna duda de que era el ventilador lo que estaba causando el ruido.

Si suprimimos la variaciones en ingresos, ya sea robando las fortunas privadas, como solían hacer los señores feudales, o por vía impositiva, como han hecho algunos gobiernos modernos, los resultados siempre parecen ser los mismos. La sociedad en su conjunto se empobrece.

Si yo tuviera la oportunidad de vivir en una sociedad donde me encontrara materialmente mucho mejor que ahora, pero estuviera entre los más pobres o en una en la que estuviera entre los más ricos, pero mucho peor que ahora, elegiría la primera opción. Si tuviera hijos, podría decirse que sería inmoral no hacerlo. Se quiere evitar la pobreza absoluta, no la relativa. Si, como indica el ejemplo, tenemos que elegir entre una u otra en nuestra sociedad, elijamos la pobreza relativa.

Necesitamos gente rica en nuestra sociedad, no tanto porque al gastar su dinero creen puestos de trabajo, sino por lo que tienen que hacer para hacerse ricos. No me refiero al efecto goteo. No digo que si dejamos que Henry Ford se haga rico nos vaya a contratar como camarero en su próxima fiesta. Lo que digo es que nos fabricará un tractor para reemplazar a nuestro caballo.

Una obsesión peligrosa

Una obsesión peligrosa

Por Thomas Sowell

Los medios de comunicación y el mundo académico viven obsesionados con los "diferencias" y las "desigualdades" en los sueldos. Como decía un tertuliano, "no tiene sentido" que un ejecutivo gane 50 millones de dólares al año. Pero cualquier persona es incapaz de encontrarle el sentido al 99% de todas las cosas que suceden en este mundo. ¿Sabe usted cómo funciona la transmisión de su vehículo? ¿Podría arreglarla si se estropeara? ¿Entiende usted cómo logra calmar el dolor de cabeza la aspirina? ¿Cómo se hace el yogur?

Hace años, un famoso ensayo hacía hincapié en que nadie sabe cómo hacer un simple lápiz de grafito. O sea, que ningún individuo en el mundo sabe cómo producir la madera, extraer el grafito, sacar la goma y fabricar la pintura. Los procesos económicos complejos hacen que todas estas cosas puedan ser hechas coordinadamente por una gran variedad de personas, sólo para producir algo tan sencillo como un lápiz. Esto puede multiplicarse por cien o por mil cuando se trata de la complejidad de producir un coche o un ordenador.

Si no puede entender algo tan simple como la fabricación de un lápiz, ¿por qué debería sorprenderse de no entender las razones por las que unos ganan mucho más dinero que otros?

Además, si esta obsesión con las desigualdades de salario no se queda en un simple lamento o un rechinar de dientes, la conclusión a la que se quiere llegar es que alguien debería "hacer algo" para cambiar eso que usted no entiende. Por lo general, eso significa que el Gobierno –los políticos– deberían imponer medidas basadas en su ignorancia sobre lo que está sucediendo. ¿Se puede imaginar algo más peligroso que permitir que los políticos decidan cuánto dinero podemos ganar cada uno de nosotros?

Por supuesto que ese control político de los ingresos es generalmente defendido para encargarse solamente de los "ricos". Pero cuando se introdujo el impuesto a la renta, a principios del siglo XX, solamente se le aplicaba a los "ricos" y era un pequeñísimo porcentaje de sus ingresos. Pero una vez que se abrieron las compuertas de semejante poder político, hemos visto cómo el impuesto a la renta no solamente se extendió mucho más allá de "los ricos" sino que también acaparó una parte importante de los ingresos de las clases medias.

Además, el impuesto a la renta ha generado una burocracia invasiva, creando una complejidad y un papeleo tan grandes que millones de ciudadanos de a pie tienen que buscarse un gestor que les rellene las solicitudes y luego firmarlas bajo pena de perjurio atestiguando que están bien hechas. Pero si usted supiera hacerlas correctamente, ¿para qué necesitaría que otra persona se las hiciera?

Dicho sea de paso, en Estados Unidos hizo falta una enmienda constitucional para permitirle al Gobierno federal la imposición de un impuesto sobre la renta. Aquellos que escribieron la Constitución norteamericana eran lo suficientemente sabios como para entender lo peligroso que sería permitirle al Gobierno que tomara el dinero del pueblo solamente porque el pueblo tenía dinero.

Desgraciadamente, los "progresistas" fueron lo suficientemente tontos, o envidiosos, como para señalar con el dedo a los "ricos" como únicos objetivos de un proceso que inevitablemente se extendería a toda la sociedad y convertiría sus exigencias en insaciables.

Hoy en día, los "progresistas" quieren extender aún más el control político a los ingresos. Lo llaman "justicia social" pero también podríamos llamarlo Rumpelstiltskin y seguiría significando que los políticos decidan cuánto dinero nos permiten tener a cada uno de nosotros.

También merece la pena hacer hincapié en que las personas de las que se dice que ganan cantidades "escandalosas" de dinero son por lo general ejecutivos de empresa. No hay una indignación semejante cuando son las estrellas de Hollywood, que ganan muchas veces más que los ejecutivos de empresa. Eso es un prejuicio social o ideológico alimentado por la envidia y la ignorancia. Es una mezcla demasiado explosivo como para basar en ella la política nacional.

La palabrería grandilocuente sobre "justicia social" o "equidad" se reduce a ampliar los poderes a los políticos, ya que estas palabras tan hermosas no tienen una definición concreta. Son un cheque en blanco para crear desigualdades en el poder que empequeñecen las desigualdades de los ingresos... y que son muchísimo más peligrosas.

Desigualdades entre países

Las obsesiones de los medios de comunicación y del mundo académico con las "desigualdades" económicas han alcanzado nivel internacional. Las noticias recientes proclaman que la mayor parte de la "riqueza mundial" pertenece a una pequeña fracción de la población. Vamos a analizar esto desde el principio. ¿Qué es eso de "la riqueza mundial"?

Puede mirar en su guía telefónica, navegar por Internet o hacer investigaciones genealógicas: no hay ninguna persona que se llame "El Mundo". ¿Cómo puede un ser que no existe poseer riqueza? Son los seres humanos quienes poseen riqueza. Si logramos dejar de lado esas tonterías poéticas grandilocuentes sobre "la riqueza mundial", puede que tengamos alguna oportunidad de que se empiece a hablar con sensatez sobre realidades.

¿Quiénes son estas minorías de la población mundial que son dueñas de una mayoría de la riqueza mundial? Son la población de Estados Unidos, Europa occidental, Japón y unos cuantos países ricos más. ¿Cómo es que estas naciones en particular llegaron a poseer mucha más riqueza que las otras? Lo hicieron a la antigua usanza. O sea, produciendo la riqueza que poseen. Es como preguntarse por qué las abejas tienen mucha más miel que otras criaturas.

La retórica de los listillos puede colectivizar verbalmente toda la riqueza que fue producida individualmente y luego sumirse en el horror ante las "desigualdades" que mágicamente se convierten en "injusticias" en lo concerniente a la distribución de "la riqueza mundial".

¿Han tenido todos los habitantes de este mundo las mismas oportunidades de producir riqueza? No, ni en el mundo ni dentro de una determinada sociedad ha tenido todo el mundo las mismas oportunidades.

La geografía por sí sola ha creado enormes desigualdades en esas oportunidades. ¿Cómo iban a cultivar piñas los esquimales o los beduinos aprender a pescar en medio del desierto? ¿Cómo hubieran podido los habitantes de los Balcanes tener una revolución industrial como la de la Europa occidental cuando los Balcanes no tenían ni la materia prima necesaria para ello ni una forma económicamente viable de transportarla desde otros lugares? Las desventajas geográficas de África podrían llenar un libro. El historiador francés Fernand Braudel dijo que "para entender al África negra, la geografía es más importante que la historia".

¿Qué se supone que deberíamos hacer con estas desigualdades? ¿Presentar una demanda colectiva contra Dios? Seguramente el Tribunal de Apelaciones de la Novena Jurisdicción de Estados Unidos aceptaría semejante demanda, pero es poco probable que fueran capaces de hacer algo para arreglar la situación.

Y las desigualdades geográficas son sólo la punta del iceberg. Innumerables culturas han evolucionado de forma distinta en distintos lugares, y entre pueblos distintos en el mismo lugar. Ninguna persona determinada controló este proceso y cada generación desarrolló la cultura en la que se criaron y que generaciones anteriores habían creado. Algunas culturas demostraron ser económicamente más productivas en determinados lugares y épocas y otras culturas demostraron ser económicamente más productivas en lugares y épocas distintas.

En nuestra propia era, los efectos económicos de estas diferencias culturales a menudo empequeñecen los efectos de las diferencias en cosas como los recursos naturales. Los recursos naturales en Uruguay y Venezuela valen muchas veces más per cápita que los recursos naturales en Japón y Suiza. Pero la renta per cápita en Japón y Suiza es cerca del doble de Uruguay y muchas veces más que la de Venezuela.

A nadie le gusta ver pobreza en un mundo en el que la tecnología y el saber hacer económico existentes podrían ofrecer a todos en todas partes un nivel de vida digno. Todo lo que hay que hacer es cambiar a las personas. ¿Pero alguna vez ha intentado hacerlo usted?

La solución rápida es transferir riqueza. Pero más de medio siglo de "ayuda exterior" ha dejado un funesto historial de fracaso e incluso de regresión en países del Tercer Mundo.

Algunos países han acometido por sí mismos los cambios que los han sacado de la pobreza y llevado a la prosperidad. En efecto, los países ricos de hoy vivieron alguna vez en la pobreza. Pero no lograron salir de ella con chapuzas rápidas o cediendo peligrosamente el poder a los políticos.

Producción y pobreza

Los periodistas, profesores universitarios e intelectuales en general que viven obsesionados con las "desigualdades" en los ingresos y la riqueza, por lo general no muestran ni el más mínimo interés en saber cómo se producen esos ingresos y esa riqueza en primer lugar. Les encanta redistribuir los ingresos y la riqueza ya existentes pero parecen desconocer completamente que la forma en que se haga eso hoy puede afectar cuántos ingresos y riqueza se producirán mañana. Por eso diversos esquemas de redistribución de riqueza probados en varios países lo que han acabado logrando es redistribuir pobreza.

Los "progresistas" de los medios de comunicación, del mundo académico y de la intelectualidad aseguran estar interesados en acabar con la pobreza, pero la producción de más artículos es la única forma de acabar con la pobreza para millones de personas. Y esto no sólo puede lograrse, sino que se ha hecho ya en muchos países que alguna vez fueron muy pobres según los estándares de hoy. Pero la mayoría de los autoproclamados progres muestran un interés prácticamente nulo en historia económica o en economía en general.

Incluso en Estados Unidos, la mayor parte de la gente no tenía un teléfono o una nevera a finales de los años 30. Hoy, la mayor parte de los americanos que viven por debajo del umbral de la pobreza no sólo tienen esas cosas sino que también tienen televisión a color, aire acondicionado, microondas y un vehículo motorizado. ¿Cómo pudo suceder? La intelligentsia progre no muestra interés alguno en esta pregunta.

Incluso países históricamente golpeados por la pobreza como India y China, repetidamente azotados por hambrunas masivas, han cambiado sus políticas económicas en las dos últimas décadas, lo que ha sacado a una enorme cantidad de personas de la pobreza más desesperante. Aproximadamente unos 20 millones de personas en la India salieron de esa miseria en sólo una década y más de un millón de chinos sale de la pobreza cada mes. Sin embargo, ¿ha escuchado usted a algún intelectual progre explicar cómo ha podido producirse un cambio para bien tan impresionante?

El negocio progre consiste en quejarse y denunciar como preludio a la búsqueda de amplísimos poderes para controlar la vida de otras personas en aras de curar los males de la sociedad. Lo último que ellos querrían es que se desvelara y discutiera cómo millones de personas han salido de la pobreza con métodos completamente distintos, a menudo gracias a la liberalización de las economías, apartándolas de las manos de quienes disfrutaban de amplísimos poderes para controlar la vida de otras personas.

La pobreza y las disparidades económicas son las materias primas a partir de las cuales la izquierda política se fabrica un sentimiento de superioridad moral, arrogancia y poder político. Con ese trasfondo, es comprensible que se esfuercen en mantener vivo el tema de la pobreza, incluso cuando afirmen que quieren acabar con la pobreza jugando a ser caritativos con los pobres.

Buena parte de la intelectualidad progre define la pobreza al alza, así la gente con comodidades que las clases medias luchaban por conseguir hace dos generaciones, siguen siendo llamados "los pobres" o los "desposeídos". Excepto en aquellos que no pueden o no quieren trabajar, hay muy poca pobreza real en Estados Unidos a día de hoy, excepto entre quienes vienen de países azotados por la escasez y la traen consigo.

Hablar de "trabajadores pobres" aún tiene eco en el mundo de la política pero la mayor parte de la gente comprendida en el 20% de los hogares norteamericanos de más bajos ingresos no trabaja a jornada completa todo el año. Hay más cabezas de familia que trabajan todo el año y a jornada completa entre el 5% de mayores ingresos que entre el 20% de los más bajos.

La izquierda ha luchado denodadamente para que ya no sea necesario trabajar para tener derecho a una parte de lo que otros han producido, sea ésta una parte de la riqueza de "la nación" o "del mundo".

También han luchado denodadamente para inflar el número de pobres contando entre ellos a los jóvenes que trabajan en sus primeros empleos y que están entre las personas de más bajos ingresos por estar al inicio de sus carreras, a pesar de que la mayor parte de ellos ganarán más de la media nacional cuando sean mayores.

La verdadera obsesión de la izquierda es ganar el poder o, al menos, dedicarse al exhibicionismo moral.

La falacia del "precio justo y objetivo"

Una de las preguntas más habituales entre los obsesionados con las "diferencias" y las "desigualdades" es: "¿Vale alguien de verdad todos esos millones de dólares al año que algunas personas tienen como sueldo?"

Semejante pregunta presupone que existe un valor "real". Ese supuesto data de la Edad Media, cuando la gente pensaba que había un "precio justo y equitativo" para las cosas. Pero si hubiera un valor objetivo –ya sea de bienes o de mano de obra– entonces las transacciones económicas no tendrían ningún sentido.

Cuando usted compra un ordenador, la única razón por la que usted se desprende de su dinero es porque para usted el ordenador vale más que el dinero. Pero la única razón por la que alguien le vende a usted un ordenador es porque para él el dinero vale más que el ordenador.

La diferencia de valor de la misma cosa para diferentes personas es el principio fundamental de las transacciones económicas. Si hubiese algo que tuviese un valor objetivo, las transacciones no tendrían sentido. ¿Para qué molestarse en hacer un intercambio si lo que usted recibe no tiene más valor que lo que usted da?

Si hay un valor objetivo para un ordenador que sea mayor que lo que uno paga por él, entonces el vendedor ha sido engañado y es un tonto si sigue haciendo semejantes transacciones. Lo mismo sucede si el valor objetivo es menor de lo pagado: el comprador es un tonto por comprar algo que no vale su precio.

Es exactamente lo mismo que cuando a Derek Jeter le pagan millones de dólares para que juegue de parador en corto en el equipo de los Yankees. Él gana intercambiando su tiempo y habilidades por el dinero que George Steinbrenner le paga. Pero Steinbrenner también gana al pagarle a Jeter para que juegue de parador en corto porque eso le hace ingresar más dinero en entradas, derechos televisivos y otras fuentes de ingresos. En lo que a nosotros respecta, no es asunto nuestro lo que Steinbrenner le pague a Jeter. Eso es asunto de ellos. Si no lo entendemos, no hay razón por la que nuestra ignorancia deba influir en lo que sucede.

La noción medieval de que hay un "precio justo y equitativo" objetivo se niega a morir, a pesar de que incluso en el medievo Santo Tomás de Aquino detectó algunos problemas con esa idea.

Los economistas clásicos británicos del siglo XVIII y principios del siglo XIX consideraron que el coste de la producción era una base objetiva para los precios. Pero, desde 1870, economistas de todo el mundo han reconocido que el valor es subjetivo y han incorporado eso en sus análisis de precios, basados en la oferta y la demanda.

Si la producción de algo cuesta más que lo que la gente está dispuesta a pagar, entonces el productor pierde dinero. Pero un principio que parece tan obvio después de haber sido enunciado puede necesitar generaciones en evolucionar e incorporarse a nuestro bagaje cultural.

Y aquí estamos, en pleno siglo XXI y hablando todavía de si a la gente se le paga más o menos de lo que "realmente" valen, y plenamente dispuestos a darle poder al Gobierno para que "haga algo" si no entendemos por qué algunos ganan mucho y otros poco.

Si la ignorancia es mala, la confusión es peor. La productividad, por ejemplo, es a menudo confundida con el mérito. Si Derek Jeter hubiera trabajado como un loco durante años para perfeccionar sus habilidades como jugador de béisbol, algunos podrían pensar que se merece ganar el sueldazo que tiene. Pero si hubiese nacido con ese talento natural y todo fuera fácil para él, entonces no se merecería una paga tan grande.

Pero Steinbrenner no está pagando por los méritos de Jeter. Le está pagando por su productividad, sea con el bate o en el campo. Alguien que trabajara el doble pero que sólo fuera la mitad de bueno jamás conseguiría ganar el mismo dinero que Jeter gana.

Muchos de los pobres del Tercer Mundo trabajan con más ahínco que la mayoría de norteamericanos pero, por una serie de razones, no producen tanto como los americanos. Ésa es la razón por la que esos países son pobres. Transferir la riqueza de 300 millones de norteamericanos y repartirla entre los más de 2.000 millones de indios y chinos no iba a servir de mucho. Pero posibilitar que haya cada vez más gente en India y China más productiva puede ayudarlos a ellos y a nosotros, como así ha sido.

Las empresas multinacionales están entre quienes mayors mejoras de productividad han llevado a los países del Tercer Mundo y, por lo general, pagan mejores sueldos que las empresas locales. Pero los exhibicionistas morales, a los que les encanta la redistribución del dinero de los demás, se encuentran entre los más fieros críticos de las multinacionales.

Nadie decide el valor de otro

Quizá sea uno de los frutos del énfasis que ponen nuestras escuelas en la "autoestima" lo que hace que haya tantos que se sientan tan seguros de sí mismos a la hora de ventilar sus fuertes convicciones acerca de asuntos sobre los que saben poco, nada o aún peor, sobre los que están mal informados.

Una de las cosas más difíciles de saber es el valor de productividad de otra persona. Sin embargo, se oyen alaridos por todas partes porque a algunos se les paga "demasiado" y a otros "muy poco". ¿Pero quién puede estar mejor informado sobre el valor de lo que otra persona produce que aquellos que usan los artículos o servicios que esa persona suministra y por los que paga con su propio dinero?

Las cosas tienen o no tienen valor según cada persona particular. Lo que estas cosas puedan valer para otra persona es irrelevante.

Todos aquellos que piensan que deben ser ellos, o el Gobierno, quienes decidan cuánto deben ganar los demás, lo que realmente están diciendo es que saben el valor de la producción de estas personas mejor que los que usan esa producción y pagan por ella con su propio dinero.

¿Cómo logró obtener su fortuna Bill Gates? No fue porque alguien decidiera cuánto valor tenía Bill Gates para la "sociedad", sino por las decisiones de innumerables personas por todo el mundo al evaluar si lo que Microsoft ofrecía valía la cantidad que Microsoft cobraba. Lo que todas esas ventas sumaron –los ingresos de Microsoft y la fortuna de Gates– no lo decidió nadie. Tampoco hay ninguna razón para que nadie tomara esa decisión, incluso si no tuviéramos en cuenta que nadie está calificado para tomarla.

Cada uno de nosotros podemos decidir por nuestra cuenta si lo que Microsoft ofrece tiene valor para nosotros. Esa es la única opción para la que somos competentes, y sólo en lo que se refiere a nosotros individualmente cuando gastamos nuestro propio dinero.

La idea de que deberíamos juntar nuestra ignorancia colectiva y luego decidir cuáles son los ingresos totales que es "justo" que Gates o cualquier otra persona perciban es tan ridículo como peligroso, porque significa armar a los políticos con el poder arbitrario de decidir la suerte económica de cualquier persona. ¿Queremos que el estándar de vida de nuestra propia familia quede a merced de los políticos? ¿Estamos tan consumidos por la envidia que arriesgaríamos eso para evitar que Gates gane "demasiado" dinero pagado por gente que voluntariamente compró los productos de Microsoft?

Una reciente campaña en California para castigar con mayores impuestos a las compañías petroleras hizo una publicidad ostentosa a partir del hecho de que los beneficios de esas empresas eran de 78.000 millones de dólares. Parece un montón de dinero. Aunque si por eso fuera, también 78 millones parecerían un montón de dinero. Para ser sincero, hubo una época en que 78 dólares a mí me hubieran parecido un montón de dinero.

Pero bueno, ¿y qué más da? ¿Qué sabemos sobre la economía de la industria del petróleo? ¿Cuántos miles de millones se invirtieron para conseguir 78.000 millones en beneficios? ¿Y cuántos miles de millones se perdieron en los años malos? La ignorancia absoluta sobre todas esas cosas no ha sido suficiente como para impedir que se deje de exigir a gritos que el Gobierno "haga algo" con la "industria petrolera" y sus ganancias.

La misma seguridad en su ignorancia se aplica al otro lado de la escala económica. Quienes no saben nada sobre la venta al detalle, mercados laborales y economía emplean sus energías en exigir que el Gobierno a nivel local, estatal o federal "haga algo" sobre los bajos sueldos de los empleados de Wal-Mart.

Esos empleados saben cuáles son sus oportunidades alternativas de trabajo y otros empresarios saben lo que su productividad vale para ellos. Si los trabajadores escogieron por sí mismos a Wal-Mart como su mejor opción, ¿qué nos capacita para decir que su elección o la de Wal-Mart están equivocadas?

La mayor parte de quienes cobran poco, sea en Wal-Mart o en otro lado, no se queda en ese nivel eternamente, o más de unos cuantos años. La mayoría de los norteamericanos en el 20% de los niveles más bajos durante un determinado período se encuentran años después en la mitad superior de la distribución de los ingresos, después de haber adquirido algo más de experiencia laboral.

¿Es que las decisiones individuales hechas por personas que saben lo que es mejor para sí mismas deben ser revocadas por entremetidos ignorantes, obsesionados por cosas que no entienden? ¿Es que todo el sistema económico de oferta y demanda, sobre el cual se basa la prosperidad de la nación, tiene que verse afectado cada vez que los exhibicionistas morales sientan la necesidad de satisfacer sus egos?

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