sábado, 16 de abril de 2011

Japón necesita libertad

Japón necesita libertad

por James A. Dorn

James A. Dorn es Vice-presidente para Asuntos Académicos de Cato Institute y especialista en China y coautor de China's Future: Constructive Partner or Emerging Threat? (El Futuro de China: ¿Socios Constructivos o Amenaza Emergente?).

La destrucción en Japón debido al masivo terremoto, el tsunami y la crisis nuclear se espera que exceda los $300.000 millones, aunque incluso esa inmensa figura no puede tomar en cuenta la pérdida de vidas y el sufrimiento causado por esta tragedia. El pueblo japonés es fuerte y una vez más le mostrará al mundo cómo reconstruir su nación-isla. Al hacerlo, no obstante, necesitan replantear su modelo de crecimiento económico y reestructurar sus instituciones para aumentar la libertad económica y permitir la “destrucción creativa”.

Algunos analistas han argumentado que los desastres naturales de Japón crean una oportunidad singular para reconstruir, generar crecimiento económico y eventualmente aumentar la riqueza. Aún así, no hay que olvidar cuánto mejor estaría Japón sin esos desastres. En lugar de reemplazar una casa o fábrica destruida con una nueva, Japón pudiera haber utilizado los mismos recursos para agregar a su capital existente y experimentar un aumento neto en el PIB per cápita.

Pero a diferencia de los desastres naturales, los cuales siempre destruyen la riqueza, el libre mercado constantemente transfiere recursos de usos menos valorados a otros más valorados, conforme lo determinen los consumidores. El trabajo, el capital y la tierra y otros recursos escasos fluyen naturalmente a donde son más rentables desde el punto de vista de los consumidores. Los trabajos son creados y destruidos a lo largo de este proceso. Pero los nuevos puestos de trabajo para la mano de obra y el capital son más valorados por los consumidores que aquellos que fueron perdidos; por lo tanto, el término “destrucción creativa”, acuñado por el economista Joseph Schumpeter.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, Japón fue “implacable en la eliminación de industrias ineficientes”, de acuerdo a Herman Kahn en su libro clásico Japanese Superstate. Pero Japón también construyó un nuevo estado industrial que eventualmente derivó en el capitalismo de compadres, el proteccionismo y la corrupción; y durante las dos últimas décadas el crecimiento de Japón se ha estancado.

A pesar de numerosos intentos de estimular la economía mediante el gasto público, el único resultado ha sido la acumulación de una gigante deuda nacional. La politización de las decisiones de inversión —fomentada por las relaciones estrechas entre el gobierno, las empresas y los bancos— ha conducido a la ineficiencia y retornos bajos sobre el capital. Los ahorros de la gente han sido derrochados mientras que sus depósitos en los Bancos de Ahorros Postales ganan intereses bajos y son canalizados hacia proyectos elegidos por el gobierno y los grupos organizados de intereses especiales, no por el libre mercado.

Los mejores y más brillantes muchas veces eligen una vida fácil en la burocracia y luego continúan sus carreras en trabajos lucrativos en las mismas industrias que ellos estaban regulando. La competencia es reprimida y hay pocos incentivos de seguir el modelo de Hong Kong de “gobierno limitado, mercado grande”.

En 1980, Japón se ubicaba en la posición 12 de 144 países en términos de libertad económica; hoy se ubica en posición 28, según lo mide el Fraser Institute en su Informe Anual: Libertad Económica en el Mundo 2010.

Lo que Japón necesita es una nueva manera de pensar: una transición desde las instituciones dominadas por el Estado, que han conducido a un estancamiento, hacia las instituciones de libre mercado que conducen a una expansión de las alternativas y de la creación de riqueza. Lo que se necesita es ir de “Japón Inc.” a un verdadero mercado libre privado en el cual los consumidores, no los burócratas, sean soberanos. Hay una creciente evidencia que respalda la relación entre la libertad económica y la creación de riqueza. Esto no debería sorprendernos: cuando las personas tienen propiedad privada y pueden comerciar libremente, su gama de opciones aumenta y progresan.

El alto nivel de educación de la fuerza de trabajo y la ética laboral de Japón necesita ser alimentada con instituciones que permitan la libertad y la adaptación de tal manera que los recursos puedan crear nueva riqueza en lugar de destruir y redistribuir la que existe. Eso significa limitar el tamaño y la envergadura del Estado y despolitizar las decisiones de inversión. La libertad de capitales, la política monetaria sólida y la responsabilidad fiscal pueden ayudar a Japón a recuperar su fortaleza económica. Fijar los tipos de cambio, las políticas monetarias erráticas y el gasto público abundante harían lo contrario.

Durante los próximos días, el pueblo japonés se enfrentará al reto de recuperarse de los desastres que han infligido enormes pérdidas. Al hacerlo, también tienen la oportunidad de replantear su modelo económico y de moldear nuevas instituciones que reconozcan la importancia de la “destrucción creativa” cuando se trata de adaptarse a las fuerzas naturales del mercado.

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