martes, 12 de abril de 2011

La batalla del presupuesto

La batalla del presupuesto

Por Llewellyn H. Rockwell Jr.

Ver el debate público sobre el presupuesto nos recuerda a dos niños en el suelo con sus juguetes. Uno tiene un oso y el otro un dinosaurio. Siempre están amenazando al otro niño con quitarle el juguete. Uno advierte que le quitará el dinosaurio (el gasto militar) el otro dice que se quedará con el oso (el gasto interno). Se pelearán y acabarán la disputa cuando cada uno mantenga su juguete favorito.

Ah, y otra cosa: ambos juguetes pertenecen a otros niños.

Ése es el debate público que debería sorprender a todos por lo absurdo que resulta. Si el objetivo en esta crisis es equilibrar el presupuesto sin aumentar los impuestos, todo tiene que recortarse independientemente de la ideología política. Pero por supuesto no es eso lo que hacen los partidos políticos. El objetivo de un partido político es dirigir su generosidad hacia los votantes que les apoyan mientras se penaliza a los leales al otro partido, que intenta hacer lo mismo.

El ojo por ojo siempre se resuelve igual: más para ambas partes… sacándolo a terceros.

En otras palabras, todo es un juego político, que es evidente a la vista de las cifras y las normas. En primer lugar, nadie esta hablando de recortes reales, ni siquiera los republicanos supuestamente radicales. Son recortes en el gasto proyectado, lo que significa que todos están hablando de cambios simbólicos en un futuro que es igualmente simbólico. Incluso sobre el papel, la única forma de considerar estos recortes es compararlos con el PIB y la deuda pública (se espera que suban ambos). Olvidando esas dos métricas y mirando a las cifras actuales, no hay recortes en absoluto, solo aumentos.

Incluso el calendario del presupuesto equilibrado republicano resulta ridículo. ¿Así que el presupuesto estará completamente equilibrado en 2040? Son tres décadas desde hoy. Pocas de las personas con cargos seguirán estando en los cargos y muchos habrán muerto. Para ver lo viable que es esto, consideremos cuántos planes políticos del año 1982 siguen existiendo hoy.

La plan republicano propone recortes internos en programas pantagruélicos como la Seguridad Social y el Medicare con nada concreto más allá de la vieja cháchara de establecer comisiones bipartidistas y enviar grandes cantidades a los estados. Ningún programa queda abolido, ninguna prestación se recorta drástica o siquiera ligeramente y aunque los propagandistas afirmar atacar la cultura del gasto en Washington, no hay una sola palabra acerca de encargarse de la máquina que imprime dinero que hizo posible la deuda pública nacional de 14 billones de dólares.

La batalla legislativa real trata del gasto del año actual y aquí los republicanos parecen estar siguiendo una línea menos derrochadora de que uno esperaría, debido a presiones del tipo tea-party. El gobierno debería “cerrar” si no se llega a un acuerdo y espero que eso ocurra. Por supuesto, no significa el fin del gobierno tal y como los conocemos, pero puede producir unos pocos días de diversión.

Los republicanos tienen razón al menos en este punto: las finanzas del gobierno están en un estado de total calamidad, gracias a ellos y a los demócratas. Con cada cambio en el ciclo económico seguimos las mismas etapas, solo que cada vez es peor. Durante el auge, los ingresos fiscales suben y el presidente y el Congreso inician enormes nuevos gastos para sus grupos de interés. Luego la recesión golpea y los ingresos fiscales se desploman, trayendo el déficit. Pero en lugar de recortar el gasto, los economistas indican al Congreso que hagan lo que quieren hacer de todas formas: ¡gastar aún más! Y así va la cosa, en la espiral del hoyo.

La única razón por la que este sinsentido se sostiene es debido a la promesa de la Reserva Federal de respaldar todo este gasto creando dinero. La Fed es lo que hace a todo el tinglado demasiado grande como para caer. Por eso las batallas del presupuesto acaban siendo insignificantes para el futuro de los patrones del gasto público. Si los republicanos quisieran seriamente arreglar el desastre fiscal, empezarían domeñando a la Reserva Federal. Sin esas reformas, las batallas del presupuesto acaban siendo teatro.

El momento de empezar a prestar mucha atención es cuando los demócratas se ocupen de los programas de derechos, los republicanos propongan serios recortes en gasto militar y ambos partidos acuerden una reforma monetaria fundamental. Hasta entonces, estas batallas tienen la misma significación que la batalla entre los dos niños. Ambos bandos tienen que devolver sus juguetes a sus verdaderos dueños.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario