miércoles, 13 de abril de 2011

Se calla y me escucha

“Se calla y me escucha, simulacro de diputado”

La panista Augusta Valentina Díaz de Rivera dijo que están hartos de las “babosadas” y “estupideces” del petista Fernández Noroña.

Foto: Jesús Quintanar

Día de show y chacoteo en la Cámara de Diputados dejó la discusión del reglamento interno, el atorón de la reforma laboral —que era la única de relevancia con posibilidades de aprobarse— y la foto oficial del segundo año, que finalmente se concretó después de ocho meses.

“¡Simulacro de diputado!”, soltó desde la tribuna la legisladora panista Augusta Valentina Díaz de Rivera al petista Gerardo Fernández Noroña, quien se declaró, primero, contra el reglamento interno.

La panista afirmó que los legisladores —incluidos los propios petistas— están hartos de “las babosadas, estupideces y calificativos” que Fernández Noroña “viene a decir aquí”, porque, además, “ni siquiera es inteligente”, nada más viene a darle la vuelta a tres o cuatro ideas.

Fernández Noroña trató de interrumpir a la panista con gritos desde su curul, pero el presidente de la mesa en turno, el panista Francisco Salazar, le negó la palabra, lo que aprovecho Díaz de Rivera para revirarle: “Se calla y me escucha”.

Al petista sólo le quedó hacer como sin nada pasara e incluso le envió varios puños de besos.

La petista Guadalupe Reyes entró al quite, subió a tribuna para exigir una disculpa de la panista, pero no le abrieron el sonido del micrófono y se negó a bajar. Transformados, los panistas gritaban “¡fuera, fuera, fuera!”, y la sesión se interrumpió 25 minutos.

Cuando el show reanudó aparecieron 15 panistas agarrando la lona gigante que atravesó el salón de sesiones: “Faltan 18 días y la reforma laboral cuándo: PAN”; mientras letreros pequeños inundaron el ala de la izquierda: “no a la reforma laboral de Lozano, del PRI-AN”.

Por la mañana, antes de la sesión ordinaria, los 500 diputados federales fueron convocados a la toma de la fotografía oficial.

Al centro, en la primera fila, destacaba el lugar vacío del coordinador priista, Francisco Rojas, mientras la silla que habría correspondido al perredista Alejandro Encinas fue ocupada por Mary Telma Guajardo.

Desde los espacios asignados al PRI apuraban a los fotógrafos: “¡Ya tómala! ¡Antes de que llegue (Fernández) Noroña!”

Entonces llegó el legislador y ex dirigente panista César Nava, quien fue víctima del bronx de su propia bancada: “¡César! A las sesiones no vienes, pero a la foto sí, ¿verdad?”

El también ex secretario particular del presidente Felipe Calderón prefirió hacer como que no escuchó la broma y aceleró el paso para perderse entre los diputados de Acción Nacional.

Otra vez desde el área tricolor, la arenga de “u-leee-ro, u-leee-ro, u-leee-ro” desaletargó a los legisladores que bostezaban bajo los intensos rayos del sol.

Era la bienvenida al vicecoordinador priista José Ramón Martel, que, en ausencia de Rojas, se disponía a ocupar la posición; después tuvo que ceder el lugar a Jorge Carlos Ramírez Marín, presidente de la Cámara de Diputados.

En otra pista del circo parlamentario, unas 100 ex trabajadoras de limpieza despedidas por la empresa outsourcing que presta el servicio a la Cámara se manifestaron para exigir su reinstalación.

Azuzadas por Fernández Noroña, intentaron llegar hasta las puertas del salón de sesiones y en esa pretensión estrellaron un cristal. Circo de varias pistas, ayer en San Lázaro.

“El grupo Atlacomulco no existe”: Montiel

“El grupo Atlacomulco no existe”: Montiel

Los caminos de Eruviel Ávila, hijo de un chofer camionero, confluyen con los de un críptico grupo de tradicionales políticos mexiquenses. Aquí los puentes que unen sus historias.

Eruviel Ávila (tercero der. a izq.) durante  su designación como candidato  priista a la gubernatura del Estado de México el pasado 30 de marzo.
Eruviel Ávila (tercero der. a izq.) durante su designación como candidato priista a la gubernatura del Estado de México el pasado 30 de marzo. Foto: Especial

El 30 de marzo, a las dos de la tarde con 56 minutos, Arturo Montiel Rojas dio la bienvenida, a través de su cuenta de Twitter, al candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la gubernatura del Estado de México, un abogado egresado de la Universidad Tecnológica de México (Unitec) nacido en Ecatepec: “Eruviel Ávila será hijo adoptivo de Atlacomulco como el gran Isidro Fabela o el Prof. Carlos Hank que vino también de origen humilde”, escribió el ex gobernador en la red social donde su alias es Lic MontielRojas.

Montiel, como el actual gobernador, Enrique Peña Nieto, nació en Atlacomulco, lugar de menos de 100 mil habitantes ubicado a 63 kilómetros de Toluca, y cuyo nombre emblematiza los intereses de políticos y empresarios del Estado de México desde la época de Isidro Fabela hasta la de Emilio Chuayffet y Alfredo del Mazo, cuyo hijo, Alfredo del Mazo Maza, alcalde de Huixquilucan, prácticamente tenía en la bolsa la nominación a la gubernatura hasta que Eruviel Ávila Villegas fue designado candidato priista para enfrentar a Alejandro Encinas Rodríguez, del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y a Luis Felipe Bravo Mena, del Partido Acción Nacional (PAN).

Eruviel es alcalde de Ecatepec por segunda ocasión y, además de gobernar el municipio más poblado del estado, según encuestas del PRI local, era más popular que Del Mazo Maza y que el diputado Luis Videgaray, el otro aspirante cercano a Peña Nieto que se quedó de lado en la batalla por conseguir el “dedazo” gubernamental.

El historiador mexiquense Jorge Toribio define así al Grupo Atlacomulco: “Los integrantes están unidos por lazos de amistad, parentesco consanguíneo, político, compadrazgo, de sociedad y de conveniencia. Además de los seis lazos de unión la caterva proviene de un punto geográfico: Atlacomulco, a) sea porque eran originarios de allí, b) porque eran descendientes de atlacomulquenses radicados en otros lares, c) porque eran oriundos de otros municipios del Edomex e incluso de otras entidades federativas pero siempre teniendo de mentores a los hombres de Atlacomulco, y d) porque finalmente estos últimos reclutaron a otros de las más diversas entidades”.

La historia que se conoce de Ávila habla del hijo de un chofer del transporte urbano que trabajó como boletero de camiones y atendió una vidriería antes de estudiar Leyes y luego un doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Su vida poco tiene que ver, en apariencia, con la de los cuadros típicos del Grupo Atlacomulco como, por ejemplo, la de Arturo Montiel.

Emilio Chuayffet, Alfredo del Mazo, Carlos Hank Rhon, Mario R. Beteta y Arturo Montiel, en los funerales de Carlos Hank González. Agosto de 2001.
Emilio Chuayffet, Alfredo del Mazo, Carlos Hank Rhon, Mario R. Beteta y Arturo Montiel, en los funerales de Carlos Hank González. Agosto de 2001. Foto: David Bolaño/ Cuartoscuro
EL GRUPO Y SUS PIONEROS

En los años cincuenta, controlar la venta de cerveza y refrescos de cola en un lugar como Atlacomulco implicaba necesariamente hacer política al mismo tiempo que negocios. Por esos años, Gregorio Montiel era el único distribuidor autorizado de las cervecerías Corona y Carta Blanca, además de la Pepsi-Cola. Su hijo Arturo le ayudaba por las tardes a atender el negocio, después de salir de la escuela secundaria número 10, donde recibía clases de Carlos Hank González, a la sazón un modesto profesor que años después se convertiría en uno de los hombres más poderosos del país.

Porque Gregorio Montiel prefería los negocios a la política, no se entusiasmó mucho cuando le tocó trabajar en el gobierno: la primera vez como regidor del ayuntamiento de Atlacomulco de 1955 a 1957, y la segunda como alcalde suplente en el mismo municipio, de 1967 a 1969.

Otra cosa era su hijo Arturo. En 1966, un año antes de concluir sus estudios de Administración de Empresas y Contaduría en la UNAM, se afilió al PRI. Su primera misión importante le llegó tres años después, cuando participó como delegado en Aguascalientes en la campaña presidencial de Luis Echeverría, donde conoció a su primera esposa, Paula Yáñez, con quien procreó a Arturo y a Juan Pablo. De regreso a su estado fue secretario particular del alcalde de Naucalpan, entre 1973 y 1975, siendo presidente municipal interino durante unos meses. Como secretario particular logró un importante ascenso en 1976, al ocupar un cargo común, aunque inverosímil, en México: el de secretario particular del secretario de Gobierno del Estado de México.

Después de eso, durante el gobierno de Alfredo del Mazo González, Montiel Rojas prefirió dedicarse a la iniciativa privada. Se asoció con Juan Monroy, uno de los pilares de la comunidad de intereses que ya desde entonces era conocida como Grupo Atlacomulco. Al tiempo, Arturo Montiel se convirtió en uno de los principales accionistas de la fábrica de cocinas integrales Quetzal, ubicada en el parque industrial Atlacomulco, sobre la vialidad principal que hoy lleva el nombre del ex gobernador. Montiel llegó entonces a ser consejero de la Asociación de Industriales del Estado y con ese antecedente, en 1990, el gobernador Ignacio Pichardo Pagaza lo invitó a dirigir el sector popular priista, y posteriormente, de 1991 a 1993, al PRI estatal, mientras también era diputado federal.

Montiel operaba en ese momento a favor de la candidatura de Humberto Lira Mora, un político que se manejaba como el inminente sucesor de Pichardo Pagaza, aunque sería Emilio Chuayffet quien finalmente obtendría la candidatura y luego la gubernatura. Por esos días, de regreso a la política, Montiel se reencontró con un viejo conocido de Atlacomulco: Isidro Pastor, a quien invitó a formar parte de su equipo electoral.

Del PRI estatal pasó al nacional de la mano de Lira Mora, como subsecretario de Elecciones durante la campaña a la presidencia de Ernesto Zedillo Ponce de León. En mayo de 1995, Montiel se incorporó a la Dirección de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, invitado por Lira Mora, subsecretario de la dependencia. De ahí pasó a ser director de los Talleres Gráficos de la Nación y luego, de nueva cuenta, a presidente del PRI en el Estado de México, donde obtuvo la candidatura a la gubernatura.

EL GRUPO Y LAS SUCESIONES

De acuerdo con Toribio, en octubre de 1998 el Grupo se reunió para elegir al nuevo mandatario. Chuayffet vetó a su virjo enemigo Lira Mora; Hank a Jaime Vázquez Castillo, gente de Chuayffet, y otorgó respaldo a Montiel. Los ex gobernadores Sánchez Colín, Jorge Jiménez Cantú y César Camacho avalaron esa decisión pero no así Pichardo Pagaza ni Chuayffet. Del Mazo quedó al margen.

De esta forma Montiel se convirtió en candidato. Además de Pastor, otro que se integró a la campaña fue Enrique Peña Nieto, quien asumió el puesto de coordinador financiero. Ambos fueron desde ese momento los principales prospectos de Montiel Rojas para sucederlo. La misma disyuntiva que tuvo en la actualidad Peña Nieto —entre nombrar como sucesor a un político inexperto pero cercano al grupo Atlacomulco, como Alfredo del Mazo Maza, o a uno experimentado pero lejano al grupo, como Eruviel Ávila—, fue la que enfrentó Montiel Rojas en 2005 al tener que elegir entre un hombre de Atlacomulco pero poco experimentado, como Peña Nieto, o bien a un operador con colmillo pero lejos de Atlacomulco, como Isidro Pastor.

EL GRUPO Y LA SANGRE

La inclinación de Montiel por Peña Nieto en 2005 terminó por exhibir una nueva historia de sangre alrededor del grupo Atlacomulco. Pastor, al calor de la sucesión en la gubernatura, acusó públicamente al mandatario de estar involucrado en el asesinato de Marcos Olivo García, uno de sus asistentes, encontrado muerto el 14 de febrero de 2005 con una bolsa de plástico en la cabeza, las manos amarradas con cinta canela y un trapo en la boca. Había sido reportado como desaparecido 15 días atrás.

Pastor, quien como dirigente estatal del PRI y presidente del Congreso había reformado leyes a modo para que Montiel pudiera casarse pronto con su hoy ex esposa francesa Maude Versini —otra de las cosas que dijo públicamente Pastor fue que la debacle de su antiguo jefe y amigo había comenzado el día en que conoció a Versini— aseguró que el asesinato era responsabilidad del gobierno del estado.

“¿Acusa al gobernador del asesinato?” le preguntó un reportero a Pastor.

“El gobierno estatal tiene una cabeza”, respondió el ex líder priista.

Semanas más tarde, el automóvil de Maribel Mireles, secretaria particular de Pastor, amaneció con nueve perforaciones de arma de fuego. “Es una venganza”, volvió a denunciar Pastor. El otrora amigo de Montiel decidió buscar la ayuda del gobierno federal. A cambio de apoyar al entonces candidato panista a gobernador, Rubén Mendoza Ayala, pidió a la Secretaría de Gobernación que le garantizaran protección a él, a su familia y a su equipo cercano, ante las amenazas que él atribuía al gobernador Montiel y al entonces procurador, Alfonso Navarrete Prida. El crimen de Olivo García y el ataque contra Mireles nunca se resolvieron.

Carlos Hank González en la campaña de Arturo Montiel, en 1998.
Carlos Hank González en la campaña de Arturo Montiel, en 1998. Foto: Archivo
EL GRUPO Y LA DISCIPLINA

Otro de los momentos que hizo que aumentaran las fricciones al interior del equipo de gobierno fue una reunión a la que convocó el gobernador luego de la fallida aprobación en el Congreso federal de la reforma fiscal que Montiel había negociado con el gobierno de Vicente Fox.

Meses después, el gobernador citó a todos los diputados federales y alcaldes priístas, así como a funcionarios de su gabinete, a una cena en los jardines de la casa de gobierno. El secretario de Gobierno, Manuel Cadena, inició el encuentro con un mensaje en el cual reiteraba que sin el apoyo de Montiel “la mayoría no habría tenido la posibilidad de llegar a sus cargos”. Si el mensaje inicial había incomodado a algunos legisladores que sentían una amenaza en lo dicho por Cadena, el discurso siguiente, brindado por el gobernador, cayó como balde de agua fría. En su intervención, Montiel advertía: “Así como yo los puse, yo los puedo quitar. Y así como los puse a ustedes, voy a poner al próximo gobernador. Que les quede claro”. Por esas fechas, el proceso de la sucesión ya estaba en marcha.

En ese entonces, el apoyo que Montiel había dado inicialmente a Pastor para que fuera su sucesor en la gubernatura, lo había trasladado ya a Alfonso Navarrete Prida, quien de alguna forma era el candidato de Versini a la gubernatura. El entonces procurador había logrado entablar una relación especial con Versini, que llevó incluso a que un hermano de la primera dama iniciara una relación sentimental con una hermana de Navarrete Prida.

César Camacho, Roberto Madrazo, Enrique Peña Nieto, Arturo Montiel y Emilio Chuayffet el 24 de febrero de 2004, en Toluca.
César Camacho, Roberto Madrazo, Enrique Peña Nieto, Arturo Montiel y Emilio Chuayffet el 24 de febrero de 2004, en Toluca. Foto: Noé Marure/Cuartoscuro.com
EL GRUPO Y PEÑA NIETO

Pero ni Pastor ni Navarrete Prida conseguirían la candidatura, sino el joven que, además de haber sido secretario particular de Montiel, era compadre de bautizo de un hijo del gobernador. La relación entre Montiel y Peña Nieto era de viejo cuño. Cuando Peña tenía 25 años de edad, la Presidencia de la República ya era uno de los temas que más le interesaban. Apenas terminó sus estudios de licenciatura en Derecho, el actual gobernador del Estado de México dedicó su tesis de titulación a revisar “El presidencialismo mexicano y Álvaro Obregón”. En la biblioteca de la Universidad Panamericana se encuentra ese trabajo. La página 18, en el apartado titulado “Distinción entre Presidencialismo y Parlamentarismo”, acaba con la siguiente conclusión: “Aquí, en México, con un sistema presidencialista, el jefe del poder ejecutivo tiene un poder omnímodo y absoluto y su conformación se debe tanto a razones jurídicas como metajurídicas que se han ido integrando a través del tiempo”.

La tesis del político priista está dedicada a sus padres, Enrique Peña del Mazo y María del Socorro Nieto, “a quienes debo mi formación personal y profesional; con mi gratitud, cariño, respeto y admiración”. También son mencionados sus hermanos Arturo, Verónica y Ana Cecilia “que son un gran aliciente” y “mis abuelitos Enrique, Ofelia y Lolita”.

Pero la parte principal de la dedicatoria de Peña Nieto la ocupa Montiel Rojas. Al ex mandatario mexiquense, que acabó su administración en medio de escándalos de corrupción, el entonces joven Peña Nieto le dedica su tesis de titulación “por su ejemplo de tenacidad y trabajo”.

EL GRUPO Y SU INEXISTENCIA

Ya registrado como aspirante del PRI, Eruviel Ávila dio una larga entrevista en W Radio a Carlos Puig, quien le insistió sobre su participación en el Grupo Atlacomulco, a lo que el candidato le contestó que ignoraba su existencia. “Yo respeto —dijo Ávila— a todos los ex gobernadores y necesito de todos los actores del Valle de México, de Atlacomulco, de Ecatepec, de Neza, de Cuautitlán; yo necesito de todos los mexiquenses para sacar adelante este proyecto que pretende seguir abonando a esta gran obra. Los cimientos ya los construyó Enrique Peña, pero aún hay obras no construidas”.

Por los mismos días, y después de haber declarado a Eruviel como hijo adoptivo de Atlacomulco, Montiel Rojas volvió a usar su cuenta de Twitter para dar un mensaje. El tres de abril a las tres de la tarde con 46 minutos escribió: “El grupo Atlacomulco como lo llaman NO EXISTE. Cada quien crea lo que quiera creer”.

“¡Ya paren, cabrones, es de La Jornada!”

“¡Ya paren, cabrones, es de La Jornada!”

La historia en breve

Ciro Gómez Leyva

Alguien que se identifica como gente de Martín Esparza, “pero ya no quiero seguir con él”, hizo contacto conmigo ayer. Me pidió que revisara la crónica que transmitimos el lunes en la noche en MILENIO Televisión y me fijara en unos hombres jóvenes y fuertes que escoltaron la marcha que, luego de los hechos violentos, partió al Zócalo.

“No son de nosotros, son más jóvenes, nos habían dicho que Martín los iba a traer”, explicó. Los busqué en las fotografías de la quema de los coches y la arremetida contra las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro. Y, sí, ahí parecen estar.

Los busqué, asimismo, en las crónicas de la prensa. Ninguna los identifica. A cambio, encontré este párrafo de Patricia Muñoz Ríos en La Jornada, una joya: “En medio del caos se escucharon varios cohetones: el reportero gráfico de La Jornada Marco Peláez tomaba fotos del enfrentamiento cuando entre los sindicalistas algunas personas comenzaron a gritar que parara, que ya no tomara más gráficas. Más de 30 lo empezaron a rodear y lo golpearon; el periodista logró impedir que le quitaran el equipo, pero la agresión continuó hasta que tres integrantes del comité le gritaron: ‘¡Ya paren, cabrones, es de La Jornada!”

Mi informante se niega a contar al aire lo que me acaba de contar en privado. Le prometo, pues, que pondré atención en esos jóvenes fuertes. Pero independientemente de si Esparza contrató grupos de “autodefensa combativa” o no, reitero lo dicho aquí varias veces: en México, hoy, hay dos grupos que agreden periodistas: los criminales, desde luego, y el SME.

Hay evidencia suficiente para afirmarlo. No se necesitan fuentes anónimas, gargantas profundas.

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