lunes, 30 de mayo de 2011

El Chicago Boy mexicano

R A Y M U N D O R I V A P A L A C I O
Portarretrato
El Chicago Boy mexicano

La cara de niño y el cuerpo moldeado por su compulsión a comer chocolates, engaña a quien no conoce a Agustín Carstens, un economista altamente competitivo, para quien levantar la mano antes que nadie para probar ser mejor, como lo hizo hace unos días al decir antes que la Ministra de Finanzas francesa que tenía los méritos para ser director-gerente del Fondo Monetario Internacional, le ha permitido en su vida aventajar a sus adversarios y dejarlos en el camino.

De esa forma, por ejemplo, dejó en el camino a su viejo rival de la licenciatura de Economía en el ITAM, Luis Téllez, quien siempre aspiró a ser Secretario de Hacienda y cuando por fin estuvo en la recta final para hacerlo, se le atravesó. El entonces subdirector del Fondo Monetario Internacional no sólo estaba a la cabeza de la lista de aspirantes del Presidente electo Felipe Calderón, sino también era quien, de haber ganado la elección, hubiera querido Andrés Manuel López Obrador.

Carstens estaba llamado a ser el hombre clave en el gabinete calderonista, con la encomienda estratégica más importante que tenía en mente el Presidente electo: la lucha contra los monopolios. Lo anticipó incluso en una entrevista en otoño de 2006 con el diario londinense Financial Times, cuando ni él ni Calderón sabían que el fenómeno del narcotráfico modificaría por completo las prioridades del Gobierno entrante.

Nacido y formado durante los años dorados del "desarrollo estabilizador" de fines de los 50 y principios de los 60, Carstens creció como tecnócrata de la mano de Francisco Gil, de quien era su alumno preferido en el ITAM, donde desde entonces competía con Téllez, alumno preferido de otro ex Secretario de Hacienda, Pedro Aspe. Dos escuelas de tecnócratas se enfrentaban, las del Instituto Tecnológico de Massachusetts, representada por Aspe, y la de la Universidad de Chicago, donde se doctoró Gil.

Carstens siguió los pasos académicos de su maestro, y se convirtió en la segunda generación de "Chicago Boys" mexicanos al frente de la Hacienda mexicana. Su ortodoxia y conservadurismo económico es lo que algunos expertos ven como el principal problema del gobernador del Banco de México para encabezar el FMI.

Sebastián Edwards, ex funcionario del Banco Mundial y actual profesor en la Universidad de California en Los Ángeles, dijo a la revista América Economía que Carstens representa al "establishment" financiero, al sugerir que no podría hablar por las naciones emergentes, como ofreció el mexicano que haría de dirigir el FMI. "Es ortodoxo al pensar, pero pragmático al operar", añadió a la revista Mario Blejer, ex gobernador del Banco Central argentino, que lo conoce hace 25 años.

Sus tres primeros años como Secretario de Hacienda en el Gobierno de Calderón pueden probar las palabras de Blejer. Al iniciar la administración, el panorama económico se veía sin contratiempos, pero el desastre inmobiliario en Estados Unidos arrastró a los bancos a la peor crisis en su historia y sumió al mundo en la recesión.

Carstens planteó, de manera tardía ante los ojos de muchos, que lo criticaban por haber caracterizado la crisis como "un catarrito", una estrategia contracíclica para enfrentarla. Muchas voces autorizadas y poderosas, como la del magnate Carlos Slim, criticaron la timidez de su plan, pero para sorpresa incluso de sus opositores, ni la crisis pegó en México como en otras naciones latinoamericanas, ni se sorteó después de la mayoría de los países de la región.

Desgastado sin embargo por la administración de la crisis y las negociaciones presupuestales en una Cámara de Diputados que salía cada año a cortar cabezas del Gobierno, el deseo de Carstens de ir a presidir el Banco de México le fue cumplido, y en diciembre de 2009, el Presidente Calderón lo designó gobernador del banco central. Carstens, quien había sido criticado fuertemente por la izquierda por el manejo de la crisis, no tuvo problema en ser ratificado en el cargo por el Senado.

Pese a que su esposa, autora de libros y conocida por su sensibilidad social, es estadounidense y hace tiempo deseaba regresar a vivir a su país, se pensaba que al alejarse del frenesí y golpeteo constante en la Secretaría de Hacienda, le permitiría quedarse casi una década al frente del Banco de México, controlando no sólo la inflación, tarea prioritaria de la institución, sino como voz importante dentro del gabinete económico, función extraordinaria que creó el Presidente Calderón para el gobernador del Banco de México cuando lo nombró.

La voz de Carstens, de acuerdo con funcionarios gubernamentales, es muy importante dentro del gabinete económico, y hay temores de que su eventual salida tenga un impacto negativo en la política económica del País. Los temores parecen prematuros. Aunque Carstens tiene el aval (como también lo tiene la Ministra francesa, Christine Lagarde), de Timothy Geithner, Secretario del Tesoro, y de Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, las posibilidades de que sea electo en el FMI no son promisorias.

Los países emergentes quieren uno de los suyos como jefe de la institución, aunque en privado, China y Brasil han expresado apoyo a Lagarde. La decisión de los países emergentes en su conjunto aún no se toma, y Carstens empezará en breve una gira por varias naciones de ese bloque para pedirles su voto. Capacidad técnica tiene, probablemente superior a la de Lagarde, cuya carrera se construyó en corredurías estadounidenses.

Pero el cargo no requiere sólo de fortaleza técnica. La geopolítica por bloques y regiones, impone sus imperativos. Sin importar lo aplicado y calificado que sea Carstens, la decisión dependerá de cómo se arreglan los países y acomodan sus intereses.

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