viernes, 20 de mayo de 2011

El fin del “fin del juego” de Bernanke

El fin del “fin del juego” de Bernanke

Por William L. Anderson.

En una reciente pastoral disfraza de pensamientos de un ganador del premio Nobel de economía, Paul Krugman critica severamente a quienes hablan de

miedo: miedo a una crisis de deuda, a una inflación desbocada, a una caída desastrosa del dólar. Las historias de miedo son muchas en las mentes de los políticos.

Como explica Krugman, esas preocupaciones son irracionales y sin duda falsas:

Ninguna de estas historias de miedo refleja nada que esté ocurriendo en la realidad o es probable que ocurra. Y aunque estas amenazas son imaginarias, el miedo a estas amenazas imaginarias tiene consecuencias reales: una falta de cualquier acción para ocuparse de la crisis real, el sufrimiento que experimentan ahora millones de estadounidenses parados y sus familias.

En otras palabras, no hay inflación real e incluso mencionar el asunto es una prueba de que uno odio a los pobres y a los parados.

El aumento de los precios de combustibles, alimentos y otros productos no es nada más que un reflejo de su “volatilidad”. Y la caída del dólar de EEUU frente a otras divisas fiduciarias del mundo es algo bueno, porque mejorará las ventas de manufacturas de EEUU.

Pero mientras que Krugman adopta la postura del “muévanse que aquí no hay nada que mirar” ante la crisis real, llamándola “la amenaza fantasma”, otros miran al horrible daño que han creado Ben Bernanke y sus aliados tanto en la administración Bush como Obama… y ve correctamente aún más crisis en el futuro. Para hacer las cosas aún más irónicas, estamos viendo una situación equivalente a lo que ocurrió a principios de la década de 1930: Bernanke y otros dicen que quieren evitar los “errores” cometidos por el Sistema de la Reserva Federal en aquel entonces, así que tanto están siguiendo el mismo camino que la Fed tomó hace 80 años. Estamos al final del “final del juego” que Bernanke y sus aliados no han estado imponiendo al resto.

Olviden por el momento el argumento que han dado Krugman y otros, de que la economía está en ese “caso especial”: la “trampa de liquidez”, que requiere una infusión masiva de gasto público con el fin de llevar a la economía de vuelta a la prosperidad. En su lugar, veamos las acciones que adoptó la Fed justo después de la caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008, una caída que “convenció” al Congreso para rescatar a Wall Street.

Hasta entonces, la cartera de la Fed consistía principalmente en títulos públicos a corto plazos, algo que cabría esperar dada la naturaleza de las actividades del mercado abierto del banco central, en las que compraría y vendería bonos públicos con el fin de rebajar la base monetaria de la economía. Sin embargo, la crisis de Wall Street ofreció la hoja de parra que permitía a la Fed desempeñar el papel de tío rico que rescata a los miembros de la familia cuando se encuentran financieramente sobrecargados.

Así, los adláteres de Bernanke entraron en el mercado con un talonario infinito, comprando activos que habían perdido valor en el mercado (como títulos hipotecarios, acciones de AIG y similares). Sin embargo, con el fin de hacer que pareciera como si los mercados fueran bien, la Fed compró estos títulos a precios cercanos a su situación antes del desplome: Bernanke y compañía jugaban a “pretendamos que este papel sin valor es valioso”.

Si quieren apreciar lo insensata que resultó la ser la Fed en su papel de tío rico, el gráfico a continuación les ayudará a poner las cosas en perspectiva:

Figure 1

Se supone que esto representa a Bernanke salvando la economía, al menos a corto plazo, pero realmente las acciones de Bernanke no hicieron esto. En este momento se ve la distancia que hay entre los austriacos (que son unánimes en su crítica a las acciones de Bernanke) y los keynesianos (que solo lamentan que Bernanke no haya comprado aún más activos inútiles). Déjenme explicarme.

En el análisis keynesiano los activos se consideran homogéneos y se cree que la economía es una mezcla blanda de aquellos activos que se emplean en su totalidad cuando la cantidad de gasto en consumo e inversión es suficientemente alta como para continuar dando “tracción” a la economía.

No obstante, cuando el gasto de consumo e inversión desfallece, los keynesianos sostienen que el gobierno debe acudir pidiendo prestado e imprimiendo moneda con el fin de reavivar el círculo de gasto. Si el gobierno gasta bastante, entonces la economía puede avanzar por sí misma hasta el momento en que consumidores e inversores la mantengan en marcha, al menos hasta la próxima crisis. Los keynesianos llaman a este movimiento el “flujo circular”, aunque es más bien una lógica circular, en la que la premisa es la conclusión y la conclusión es la premisa.

Lo que nunca debe ocurrir es una liquidación a gran escala de activos, porque eso dispararía la deflación que se vería acompañada por una interminable espiral descendente y una economía atrapada en una “trampa de liquidez” con caída de precios y alto desempleo. Así que, en la visión keynesiana, la Fed está justificada en comprar estos activos inútiles, porque previene su liquidación y preserva al menos su valor “en papel”.

Sin embargo los austriacos adoptan una visión muy distinta. A lo que los keynesianos califican como recursos ociosos, que solo necesitan una inyección de gasto para ser reutilizados, los austriacos los llaman recursos mal invertidos. La diferencia es crucial, porque los keynesianos creen que las acciones de la Fed impiden una espiral económica descendente, mientras que los austriacos sostienen que lo que la Fed ha hecho alarga la crisis económica.

La diferencia de opinión se centra en la causalidad. Los keynesianos creen que la crisis se crea simplemente por un reducción en el gasto, mientras que los austriacos sostienen que la recesión la causa el hecho de que la serie de malas inversiones creada durante el auge previo no puede sostenerse. La caída en el gasto es el resultado de la crisis, no su causa. La diferencia de creencias es crucial: el en paradigma austriaco, tratar de sostener las condiciones del auge inyectando nuevo gasto público siempre acaba en el desastre.

La razón es sencilla: toma recursos reales para apuntalar las malas inversiones, recursos que deberían ir a aquellas inversiones que se ajusten dentro de una estructura sostenible de producción. Este punto es absolutamente crucial. Los keynesianos creen que como son factores “ociosos” de producción, dirigirlos hacia algo es mejor que no utilizarlos: el coste de oportunidad de utilizarlos tiende a cero.

El paradigma keynesiano sostiene que si estos factores ociosos no se dirigen por el nuevo gasto público, habrá desempleados durante un periodo de tiempo indefinido, ya que el sistema queda encerrado en una “trampa de liquidez” y no puede escaparse de este “equilibrio” perverso son ayuda del gobierno. Así que las nuevas inyecciones masivas de gasto público resultan absolutamente necesarias para impedir la economía implosione en la deflación y la depresión.

Para un keynesiano como Krugman, la única pregunta que necesitamos hacer es cuánto gasto se necesita. El que la economía no se haya dirigido hacia el pleno empleo es para Krugman una evidencia prima facie de que el gasto ha sido demasiado bajo y rechaza las críticas a su teoría como quejas de lunáticos.

Pero aquí está el problema: A pesar de la queja de Kugman de que el gasto público no es suficientemente alto y a pesar de su defensa de las acciones de Bernanke contra las críticas de gente como Ron Paul (a quien Krugman nunca pierde la oportunidad de calumniar con falsas acusaciones), la verdad es que la Fed y la administración Obama están al final de la vía y su tren no puede ir más adelante. Aunque la Fed y el gobierno hayan echado miles de millones de dólares en el mercado inmobiliario para tratar de impedir que caigan los precios de la vivienda, los precios de la vivienda están cayendo.

Además, aunque Krugman admita que la “recuperación” está perdiendo fuelle, echa la culpa a gente como Ron Paul porque no creen que la Fed deba ocuparse de la impresión de moneda. Lo que Krugamn y Bernanke rechazan siquiera reconocer es que el plan de desviar recursos a apuntalar los fracasos de las malas inversiones del último auge sea un colosal fracaso y hasta que los políticos dejen de tratar de rehacer el auge fracasado, no habrá recuperación.

Ben Bernanke ha abierto el talonario de la Fed en un nivel sin precedentes y aunque declara estar “salvando” el sistema financiero, en realidad lo está destruyendo. Ha mantenido a flote a las empresas quebradas, impidiendo así las necesarias transferencias de recursos de usos menos valorados a usos más valorados. (Igual que Krugman y su jefe, el Presidente Obama, Bernanke parece creer que el gobierno puede crear riqueza trasfiriendo recursos de usos más valorados a usos menos valorados, siendo la razón de esto que el gobierno puede ordenar que exista cualquier grupo de valores por pura coacción).

Aunque Bernanke y otros rechazan arrogantemente el aumento de precios en productos como oro, plata, petróleo y productos agrícolas como algo que no tiene nada que ver con las abiertas políticas inflacionistas de la Fed, está claro que los mercados están ignorando a estos “expertos”, no prestando atención a los hombres que hay tras las bambalinas. La gente está tomando sus propias decisiones con su propio dinero y cada vez más están votando que Bernanke y sus declinantes dólares sean expulsados de la isla.[1]

Así que billones de dólares después, con el dólar desesperadamente devaluado, nos encontramos con que no estamos mejor que cuando empezamos y que la necesaria liquidación de activos apenas ha empezado (gracias a Bernanke). Mientras que Krugman y otros afirman que Bernanke ha salvado a la economía de caer en la recesión, creo que más bien ha garantizado que las cosas se van a poner mucho peor.

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