martes, 31 de mayo de 2011

Los indignados

Los indignados

Hay, en el movimiento español, algunas lecciones para México.

Ricardo Pascoe Pierce

El 15 de mayo nació el movimiento de Los Indignados en España. Miles de jóvenes desempleados se reunieron para protestar, en principio, contra la carencia de empleos para ellos. Así, tomaron la Puerta del Sol y la Plaza Mayor de Madrid y, en unas horas, el movimiento se extendió a las plazas principales de España. En las semanas posteriores, el movimiento ha vivido las elecciones municipales y ha planteado nuevas formas organizativas, básicamente mediante estructuras vecinales barriales. El organismo electoral les advirtió que sería ilegal incluir temas electorales en sus demandas y ellos respetaron ese planteamiento. Por cierto, el oficialista PSOE sufrió la peor derrota en su historia, desde que la democracia regresó a España. El movimiento ha resuelto ya replegarse a sus nuevas estructuras barriales, y dejar las plazas, “hasta la próxima”.

Muchos comentaristas españoles, impactados por la extensión y fuerza del movimiento, además de la novedad de los jóvenes organizados por redes sociales y las nuevas tecnologías, no han vacilado en calificarlo de “revolucionario”. Además, han encontrado algunas interesantes similitudes entre éste y los que siguen sacudiendo al Oriente Medio. Lo que más llama la atención de esos comentaristas es el extensivo uso de las redes sociales como instrumento preferido para mantener la comunicación entre simpatizantes de los procesos y de convocatoria a nuevas actividades. Todo el mundo vive conectado a las redes.

Y es de destacarse el carácter creativo, libertario, respetuoso, del movimiento. Y con una demanda central: empleos para los jóvenes. Claro que se ha planteado la exigencia de una “democracia auténtica” y repudio a la corrupción y colusión de políticos y empresarios. Pero lo que unifica a todos es la necesidad de los empleos. Por encima de todo está la economía.

Sus demandas son eminentemente economicistas, lo cual está bien, pues habla de su carácter auténtico. Pero lo que más llama la atención es su respeto al marco jurídico, a las leyes electorales y al derecho de asociación y expresión. Hay, en el movimiento español, algunas lecciones para México.

La primera es que la gente actúa y vota en función de sus asuntos económicos, principalmente. Esto importa en un país como México, pues las próximas elecciones tendrán que ver con la economía en muchos sentidos. No sólo por la situación del empleo, sino por el impacto del narcotráfico en la economía familiar y la capacidad de comprar votos de los desposeídos. La segunda refiere al impacto de la violencia y la delincuencia organizada en nuestra vida. Los españoles creen en el Estado de derecho y lo defienden, convencidos de que es el límite extremo que salva a la sociedad de la barbarie. Obviamente, aquí seguimos debatiendo si queremos un país de leyes o uno sin ellas. Pensar que pudiéramos convivir agradablemente con la delincuencia organizada es pensar que las leyes son de una utilidad relativa y cuestionable. Mientras los mexicanos lo debatimos, los españoles no lo dudan ni un minuto. Otra lección, para quienes quieran enterarse, es que los movimientos sociales tienen más fuerza en la medida en que ganan legitimidad en la sociedad. Un movimiento no es legítimo simplemente porque lo proclama, sino en la medida en que se dispone a encabezar las demandas sentidas de una franja o un sector de la sociedad que no había tenido voz. Hay movimientos que afirman que son legítimos porque sus dirigentes así lo manifiestan, cuando sus bases realmente son carne de cañón de las aspiraciones económicas o políticas de sus dirigentes. La madurez de un movimiento se aprecia cuando las bases no se convierten en rehén de los dirigentes.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario