sábado, 21 de mayo de 2011

Los temores de 'estanflación' en EE.UU. son exagerados

Los temores de 'estanflación' en EE.UU. son exagerados

Por Kathleen Madigan
Dow Jones Newswires

[EE.UU.] Associated Press

Una planta de ensamblaje de Ford en el estado de Michigan, Estados Unidos.

NUEVA YORK—La palabra "estanflación" se murmura como una posible amenaza para la economía de Estados Unidos. Aquellos que vivieron durante las décadas de los 70 y 80 saben que las condiciones actuales no están ni cerca del lamentable estado de ese entonces.

Es importante considerar que en estos días al generador de la inflación le está faltando un ingrediente clave: las presiones salariales. Basta con sólo mirar el informe de costos de empleo del viernes.

La palabra estanflación, que describe una situación donde la tasa de inflación es alta y el ritmo del crecimiento económico bajo, se hizo popular hace alrededor de tres décadas cuando la expansión económica de Estados Unidos se estancó y la inflación se disparó a la estratoósfera.

Desde 1979 a 1981, el producto interno bruto registró un crecimiento promedio de sólo 1,8% (incluyendo una corta recesión en 1980). La inflación anual, medida por el índice de precios al consumidor, promedió un altísimo nivel de 11,7%. La inflación básica, que excluye los alimentos y la energía, también experimentó un fuerte aumento promedio, de 10,9% durante esos tres años.

En la situación actual, el PIB real se desaceleró en el primer trimestre. Pero la mayoría de los problemas parecen ser temporales, y se espera que el crecimiento se sitúe por sobre 3% este año. El IPC ha registrado un alza de 2,7% en el año que finalizó en marzo. La inflación básica es de sólo 1,2%, nivel que difícilmente podría considerarse estratosférico.

Es probable que la inflación siga aumentando este año. Más compañías están traspasando a sus clientes las alzas en sus costos de bienes básicos. Y se espera que se incremente la protección contra la inflación.

Sin embargo, las alzas de precios actuales no se saldrán fuera de control como lo hicieron hace tres décadas. El ciclo inflacionario típico involucra aumentos de precios que impulsan al alza los salarios, los que a su vez generan más alzas de precios para cubrir los mayores costos salariales.

Al actual ciclo le falta el paso intermedio: hay demasiada holgura en el mercado laboral estadounidense. Como resultado, los costos laborales apenas se mueven.

El índice del costo del empleo —que mide los ingresos, salarios y beneficios— subió sólo 2,0% en el año que finalizó en marzo. La tasa representa poca variación en relación al 1,9% promedio de 2010, y cayó en relación al alza de 3,3% justo antes de la recesión. Y debido a que el crecimiento de la productividad sigue siendo sólido, los costos unitarios por trabajador cayeron en 2010.

Aunque los aumentos de precios están reduciendo su poder de compra, los trabajadores no tienen el poder para negociar incrementos salariales.

Eso no era el caso tres décadas atrás. Cuando los precios comenzaron a subir, también lo hicieron los salarios. El crecimiento anual en el pago por hora aumentó desde 7,3% en 1977 hasta 9,0% a mediados de 1981. (De hecho, el índice de costo de empleo se creó para que los encargados de políticas pudieran tener un mejor manejo sobre las presiones que generan los costos laborales a la economía.)

Una importante razón estructural que se entrega para la falta de poder de negociación es la decreciente tasa de participación en los sindicatos. Los contratos sindicales generalmente incluyen un ajuste en los salarios por el costo de vida. En 1983, el primer año para datos comparables, 20,1% de los trabajadores asalariados eran miembros de sindicatos. En 2010, la tasa había caído a 11,9%.

Una importante razón cíclica es el actual alto número de desempleados. La cifra oficial de desempleados es de 13,5 millones. Otros 8,4 millones trabajan a tiempo parcial pero prefieren un trabajo a tiempo completo. Alrededor de otro millón de trabajadores simplemente se dieron por vencidos.

Cuando la oferta excede la demanda, los precios —en este caso, salarios— tienen que ajustarse a la baja. Hasta que los mercados laborales se ajusten significativamente, las empresas tienen mayor margen para manejar sus mayores gastos y costos laborales.

Por eso consideramos que los temores de estanflación son exagerados.

Un nuevo consenso en EE.UU. sobre la inmigración

Un nuevo consenso en EE.UU. sobre la inmigración

Por Michael R. Bloomberg

El mes pasado, el presidente Barack Obama convocó a un grupo diverso de ejecutivos empresariales, alcaldes, líderes de las fuerzas del orden, ministros y activistas a la Casa Blanca para hablar sobre un problema que amenaza el futuro económico de Estados Unidos: nuestro quebrado sistema de inmigración.

Anteriormente hemos tratado de repararlo. El presidente George W. Bush hizo de una reforma integral de la inmigración una de las mayores prioridades legislativas importante durante su segundo mandato. Líderes del Congreso pertenecientes a ambos partidos, entre ellos los senadores Ted Kennedy y John McCain, trabajaron sin tregua para que se aprobara el proyecto de ley. Pero la iniciativa no pudo conseguir los votos requeridos. Tampoco una ley de menor alcance, conocida en inglés por el nombre de "Dream Act", que hubiera otorgado legalidad a los hijos de inmigrantes que se inscriben en la universidad o se incorporan al ejército.

[EE.UU.] David Klein

Estas derrotas han creado la impresión generalizada en Washington de que la reforma inmigratoria bipartidaria es imposible. Pero ha surgido un nuevo consenso sobre reforma inmigratoria en la comunidad empresarial que podría superar el estancamiento y dar un muy necesario ímpetu a nuestra economía. La idea es simple: reformemos la manera en que atraemos y mantenemos a personas talentosas y trabajadoras del exterior para promover mejor el crecimiento económico.

En la economía global, los países que atraen a los mejores, los más brillantes y a los más trabajadores del mundo, crecerán y triunfarán. Quienes les deniegan el ingreso no lo harán. Estados Unidos ha entendido esto por mucho tiempo. No nos hubiéramos convertido en una superpotencia global sin abrir nuestras puertas a los inmigrantes, y no podemos seguir siendo uno por largo tiempo sin seguir con esa práctica.

Inmigrantes inteligentes y motivados promueven las innovaciones y crean los empleos que nuestra economía necesita para prosperar. Entre 1995 y 2005, por ejemplo, 25% de las nuevas compañías de alta tecnología en EE.UU. tenía al menos un inmigrante como un fundador clave. Esas compañías por sí solas han creado 450.000 empleos, y la vasta mayoría de ellos fueron para estadounidenses.

Nuestros competidores globales comprenden cuán cruciales son los inmigrantes para el crecimiento económico. Desenrollan la alfombra roja para los emprendedores; nosotros no tenemos una visa para emprendedores. Reclutan intensamente nuestros estudiantes de títulos avanzados; los educamos y los enviamos a sus países. Cortejan a los ingenieros, científicos y otros profesionales calificados que inventan nuevos productos, lanzan líneas de productos y desarrollan la tecnología del mañana; erigimos barreras arbitrarias, insensatas y burocráticas para el reclutamiento. Y hacemos todo esto aun cuando nuestra tasa de desempleo oscila en torno de 9%.

Aunque cada partido aduce tener la solución para los males económicos de nuestro país, ninguno ha adoptado una estrategia de creación de empleos basada en la reforma inmigratoria, lo cual no añadiría un solo centavo a la deuda nacional. Para inducirlos a actuar, se ha formado una coalición bipartidaria de líderes empresariales y alcaldes para argüir que la reforma del visado es un imperativo económico. En nueve meses, la Alianza para una Nueva Economía Estadounidense ha crecido hasta tener más de 200 miembros, entre ellos compañías que en conjunto emplean a más de 3,5 millones de personas.

Creemos en la necesidad de asegurar nuestras fronteras, posibilitar que las empresas sean responsables de verificar el estatus de los trabajadores, encarar la realidad de los 11 millones de personas que se encuentran aquí ilegalmente y no pueden ser deportados en masa, y aumentar las oportunidades legales para quienes quieren venir a este país y contribuir a nuestra prosperidad. No obstante, nuestro país no puede permitirse esperar a que Washington se organice y apruebe una reforma inmigratoria integral. Hay demasiado en juego. Nuestra economía exige que tomemos acciones inmediatas sobre la reforma más urgente, y políticamente alcanzable: facilitar que los creadores de empleos vengan y se queden aquí.

Crear una visa para emprendedores que ya tienen financiación para comenzar sus empresas llevará directa e inmediatamente a empleos estadounidenses. Las reformas de visado para mejorar las sendas temporales y permanentes para que las compañías superen la actual escasez de ingenieros, científicos y otros especialistas —cuyos límites anuales de visas con frecuencia se agotan días después de volverse disponibles— atizarán el crecimiento en compañías estadounidenses existentes.

Dar visas a los graduados extranjeros más brillantes de nuestras universidades permitirá a nuestra economía cosechar las recompensas de su trabajo. Al mismo tiempo, permitir a los inmigrantes que triunfan en la universidad, o prestan servicio en nuestras fuerzas armadas, la posibilidad de emprender una carrera y forjar sus vidas aquí legalmente fortalecerá la salud a largo plazo de la economía estadounidense.

Finalmente, crear una manera confiable de que los empleadores contraten a trabajadores temporales —quienes producen los alimentos del país, apoyan nuestro sector turístico de US$1,3 billones (millones de millones) y cubren brechas estacionales en todas las industrias— ayudarán a sustentar las empresas de EE.UU. y crear empleos estadounidenses adicionales y mejor pagos.

Quienes se concentran en las diferencias entre los partidos en materia inmigratoria, en vez de sus coincidencias, han paralizado el debate en Washington por demasiado tiempo. A pesar de este estancamiento, hay una oportunidad para que ambos partidos comprendan la economía de la reforma inmigratoria y se concentren en todo lo que los estadounidenses concuerdan que necesitamos: más empleos. Los líderes de ambos partidos hablan de crear empleos, pero están ignorando las voces de líderes empresariales que, de hecho, los pueden crear, si tan sólo el Congreso les diera las herramientas.

—Michael R. Bloomberg, independiente, es alcalde de Nueva York.

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