viernes, 27 de mayo de 2011

Mexicanos, ¿esos acomplejados?

Mexicanos, ¿esos acomplejados? – por Juan Pablo Roiz

Tal parece que nuestra perdición, como mexicanos, es un profundo complejo de inferioridad que nos hace detestar el éxito, ser profundamente aldeanos, pasarnos la vida viéndonos el ombligo y repitiendo excusas ideológicas o propagandísticas para justificar nuestra mentalidad de perdedores perpetuos.

Este domingo, 22 de mayo, tuve la oportunidad hasta en tres ocasiones de constatar lo anterior.

UNO. Muy temprano, leí un interesante artículo del investigador Luis Rubio acerca de Brasil. De primera mano Rubio constató que Brasil es un país atrasado; en muchos aspectos cruciales más atrasado que México. Con severos problemas de falta de infraestructura, ausencia de competencia en muchos sectores, con precios mucho más caros para los consumidores en bienes duraderos, como los automóviles, proteccionista, que favorece mucho más a empresas y empresarios emblemáticos que a los consumidores. Pero, a diferencia de México, el autor encontró que Brasil es un país “echado para adelante”, sin complejos de inferioridad, que sabe “venderse” en el mundo.

Tiene razón Rubio. En lo que se equivoca es en pensar que sólo con grandes líderes, echados para adelante, el mexicano típico superará su complejo de inferioridad y su cortedad de miras. No, el problema no es de los líderes, sino de los mexicanos. Una empresa como Cemex no necesitó de “líderes” políticos del tipo de Lula para convertirse en una empresa global de primer orden; Octavio Paz no requirió de una beca perpetua del gobierno para escribir su gran poesía, que lo hizo ganador indiscutible del Premio Nobel (sólo menospreciado en su propio país, por mezquinas y obtusas “razones ideológicas”); Javier Hernández (“Chicharito”) no necesitó de una legión de burócratas de la Conade para ser el gran jugador de futbol que es en el Manchester United. En los tres casos que menciono, y hay decenas más de mexicanos exitosos a nivel mundial, una característica común del éxito fue: supieron salirse de la aldea y de las mezquindades locales, no se encerraron en su casita a verse el ombligo y lamentar su mala suerte o las injusticias del mundo hostil y ajeno, se hicieron ciudadanos exitosos del mundo en la misma medida que pudieron salirse de un entorno dominado por acomplejados, escaparon de la dictadura de los incompetentes.

DOS. Poco después del mediodía me enteré de que el gobierno de México anunció que postulará oficialmente al gobernador del Banco de México para la competencia por dirigir el Fondo Monetario Internacional. El comunicado en el que el Secretario de Hacienda dio a conocer este desafío a los viejos “usos y costumbres” de la década de los años 40 y 50 del siglo pasado expone brevemente los méritos de Agustín Carstens para ser el próximo director-gerente del FMI, son credenciales impresionantes y prácticamente únicas en el mundo. Reúne experiencia financiera de primer nivel, experiencia como banquero central, experiencia destacada y sumamente exitosa en puestos de dirección en el propio FMI. Dudo mucho que haya dos en el mundo con mejores credenciales para ese puesto. Muy bien. Independientemente de lo que suceda con esa candidatura mexicana (para el 30 de junio a más tardar lo sabremos), el solo hecho de la postulación muestra que el Presidente de México, Felipe Calderón, no es de la legión de acomplejados; es, tal como lo exigía Luis Rubio en su artículo, “un líder echado para adelante, entrón”.

Pero, oh sorpresa, algunas de las primeras reacciones locales ante el anuncio son otra vez reflejo del complejo de perdedores perpetuos: unos, dicen que es mala idea postular a Carstens porque si llegase al FMI entonces el Banco de México se quedaría sin un buen gobernador (es como lamentar que el famoso “Chicharito” juegue en el Manchester United porque eso le quitó a “las chivas” del Guadalajara a un destacado goleador). Se les olvida que el Banco Central es gobernado, desde el punto de vista de la política monetaria, de forma colegiada por una Junta de Gobierno en la que no sólo está Carstens sino cuatro estupendos subgobernadores altamente capacitados, todos y cada uno con historiales académicos y profesionales impecables. Al menos, le reconocen méritos a Carstens pero les atemoriza que salga de la aldea. Otra vez, a contemplarnos el ombligo.

Otros, los más lerdos e ignorantes, abiertamente detestan que Carstens o cualquier otro mexicano destaque por su propios méritos y por su esfuerzo. Eso les hace quedar mal. Eso desafía en el corazón a la dictadura de los incompetentes. Entonces, lo colman de epítetos que, en su abismal ignorancia, suponen denigrantes: “neoliberal”, “tecnócrata”, o centran su amargura de fracasados en hacer malos chistes de adolescentes acerca del sobrepeso de Carstens o pretenden descalificar una brillante carrera y un no menos brillante desempeño como economista recurriendo al gastado asunto del “catarrito” (¡Oh, sí!, ¡qué mal economista debe ser Carstens que le llamó “catarrito” a una terrible recesión!), sin pararse a considerar que: 1. La desafortunada expresión surgió a principios de 2008 – literalmente se la puso a Carstens en los labios el gritón locutor Carlitos Loret – y la crisis global no estallaría hasta nueve meses después con la quiebra de Lehman Brothers, 2. El “mal” economista Carstens fue lo suficientemente previsor como para evitarle a México pérdidas de miles de millones de dólares porque contrató oportunamente coberturas petroleras que compensaron sobradamente la brutal caída de los precios del petróleo en los mercados internacionales, 3. A diferencia de muchos otros países, en la crisis global de 2008-2009 el sistema financiero mexicano salió incólume y no hubo una masivo incumplimiento de créditos hipotecarios, que llevase a miles de familias a perder sus hogares (¡qué diferencia con la crisis de 1995-1996 en México!), 4. Si bien el PIB cayó verticalmente en el segundo trimestre de 2009, se conservaron la mayoría de los empleos (otra vez, ¡qué diferencia con otras crisis, como la de 1995-1996!), y 5. Nadie perdió sus ahorros, las tasas de interés no se fueron a las nubes inalcanzables y la depreciación de la moneda fue más que moderada; el mercado cambiario funcionó bien y nadie dejó de poder cambiar sus pesos por dólares o por otras divisas.

También se les olvida que como Secretario de Hacienda Carstens le heredó a su sucesor unas finanzas públicas en perfecto orden y sanas: ¿pueden decir lo mismo los ministros de finanzas o los secretarios del Tesoro de Estados Unidos, Gran Bretaña, España, Grecia, Portugal, Irlanda, Italia o Francia?

TRES. También el domingo, los Pumas de la UNAM ganaron la final del campeonato de futbol mexicano. Felicidades. Pero presencié (estaba de visita con un amigo en el sur de la ciudad de México), los excesos infantiles y vandálicos del festejo. Perdónenme, otra vez salió a relucir el aldeanismo y la cortedad de miras, parecía que se trataba de la final de un campeonato del mundo, o del día de la victoria final en una guerra mundial. Qué barbaridad, con qué poca cosa se conforman, cualquier charco lo confunden con un océano. Lo dicho: complejo de inferioridad, miras cortas, pequeñez, enamoramiento enfermizo hacia el propio ombligo.

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