martes, 7 de junio de 2011

Abajo el dictador de Yemen

Abajo el dictador de Yemen

Por Llewellyn H. Rockwell Jr. 
Los gobiernos y sus hombres en el frente intelectual creen que nada une a la población como una guerra. Realmente, eso no es del todo cierto. Lo que ocurre es que, durante una guerra, los gobiernos generan miedo a sus oponentes locales y los silencia a través de la intimidación. La apariencia de unidad es completamente ilusoria.
Si realmente quieres unir a la población, aquí va una clave: echa al dictador del país. La fuga de un déspota siempre lleva a una celebración sin parangón y auténtica, porque la gente percibe una libertad recién descubierta. En las celebraciones callejeras, los bailes, el entusiasmo y el optimismo vemos un atisbo de lo que trata la libertad. Trata de eliminar la bota del cuello.
 
Esto es precisamente lo que vemos hoy en Yemen, con el Presidente Ali Abdullah Saleh escoltado fuera del país por secuaces contratados por su estado protector de Arabia Saudita. Allí está siguiendo tratamiento médico por heridas sufridas por un golpe con éxito a su complejo presidencial. No hay forma de que este tipo pueda volver y gobernar de nuevo su país.
Este matón profundamente ignorante que se apoderó y mantuvo el poder de la misma forma en que lo hacía antiguamente la matoncracia soviética (asesinato, mutilación, lealtad servil a poderosos patrocinadores) ha sido un violador persistente de los derechos humanos desde 1978. Todos estos años mantuvo el poder a través de una abierta brutalidad y mentira, aunque el propio pueblo nunca le creyó ni una palabra.
El levantamiento de este año a lo largo del mundo árabe se extendió por Yemen igual que por muchos otros países y Saleh aguantó a través de la violencia, el derramamiento de sangre y la promesa de reformas, elecciones y cambios, aunque no cumplió ninguna de sus promesas.
Su huida deja el poder al vicepresidente, pero éste está seriamente debilitado porque en Yemen, al igual que en muchos otros estados árabes, el pueblo tiene un sentimiento nuevo de su propio poder. Ayudados por la tecnología y motivados por ideales de tipo ilustrado, el pueblo está diciendo a los matones de todos los tipos que se vayan a paseo.
El caso de Yemen es el más cercano que hemos llegado a ver de un uso directo y defensivo de la fuerza por parte del pueblo contra un líder público. Por supuesto, siempre es mejor para el tirano abandonar cuando se pierde el consentimiento popular. Esto preserva la paz. Pero si el régimen rechaza transigir y empieza “un largo tren de abusos” contra los derechos y libertades del pueblo, el pueblo tiene todo el derecho a responder, como argumentaba Thomas Jefferson en la Declaración de Independencia. (La prudencia de dicha acción es siempre una cuestión distinta, por supuesto).
Así que menuda tragedia que sea el propio país de Jefferson el que acabe siendo el principal impositor y respaldo de tiranos en el mundo árabe. Saleh ha sido una marioneta intermitente a favor y en contra de EEUU, igual que Saddam Hussien y el Coronel Gadafi, a los que se le permitía gobernar bajo la condición de que se siguieran completamente las prioridades de la política exterior de EEUU y de que los enemigos de EEUU fueran encarcelados, torturados y asesinados.
En este caso, Saleh era un aliado en la “guerra contra el terrorismo”, lo que es una especie de broma dado que el terrorismo no es sino la voluntad de infligir violencia masiva sobre los inocentes. Eso resume bastante bien sus 33 años en el poder.
Pero Estados Unidos no lo ve así y ya el gobierno de EEUU está trabajando para apuntalar el poder del reemplazo temporal de Saleh. ¿Y por qué? Para prevenir el gran espantajo: la llegada al poder de (música de terror, por favor) al-Qaeda.
¿Cuándo reconocerán lo evidente nuestras élites? Estos levantamientos, a pesar de la implicación de la CIA, no tratan de fundamentalismo islámico. Tratan, para la mayoría de la gente, de libertad, oportunidades y el deseo desesperado de adoptar el mundo moderno y dejar de ser usados como peones de una superpotencia extranjera.
Para saberlo, basta con ver las imágenes y la alegría. Es la alegría que inspira una perspectiva de libertad.

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