lunes, 6 de junio de 2011

Las alas del ángel

Las alas del ángel

Nick es un tronco de tórax con una pequeña protuberancia que resulta un bosquejo de lo que serían sus dedos, lo que le ayuda a mantener un cierto equilibrio. A los diez años intentó el suicidio.

Pedro Ferriz

Nick Vujicic es un australiano de 28 años que nació con amelesia, una manifestación de deformidad congénita hasta ahora inexplicable para la ciencia. No tiene brazos ni manos. No tiene piernas y sí un pié... el izquierdo. En otras palabras, Nick es un tronco de tórax con una pequeña protuberancia que resulta un bosquejo de lo que serían sus dedos, lo que le ayuda a mantener un cierto equilibrio para, digamos, sostener la vertical. A los diez años intentó el suicidio. Le resultaba imposible entender la vida con tales limitaciones. Sus padres le ayudaron a traspasar ese estado de conciencia, más bien de profunda angustia y Nick, desde entonces se vistió de una transformación que lo acompaña hasta hoy. Experimentó una metamorfosis que maneja con maestría para ser en este tiempo, uno de los líderes más admirables del mundo moderno. Su condición extrema le ha llevado por los cinco continentes. Ha visitado más de 40 países, dando conferencias a la juventud sobre lo que representa la alegría de vivir. Demostrar que sí se puede llegar a las metas que te propones. Su frase favorita es que “vale la pena vivir”... ¡Vale la pena vivir!

Lo conocí este pasado diciembre durante el Teletón. Un minuto después de haber intercambiado palabras, ya éramos eternos amigos. Su mirada y sonrisa me cautivaron. La apertura de su alma me llevó irremediablemente a someterme a su sentimiento de abierta entrega. Su absoluta confianza por la fraternidad y enorme intuición de los demás, me dejó pasmado. Nick es un ser humano con el que quieres estar.

Nació en Melbourne y cuando tuvo la edad para ir a la escuela, no existía la previsión legal de admitirlo en un aula. Su madre hizo todo para cambiar la ley. Acabó venciendo en su objetivo y Nick tuvo una carrera profesional. Su vida rebosa un sentido. Digamos que la adversidad tiene el don de despertar en almas como la de Nick, talentos que en la prosperidad hubiesen permanecido dormidos. Su alegría no es falsa. Por el contrario Vujicic es alguien completamente feliz. Tanto que derrama a quien está cerca de él. Es como una luz que comparte su calor y claridad a flamas menos intensas o apagadas. La sensación que deja el vivir su cercanía es la de la vergüenza de quejarnos de problemas y limitaciones. Para mí es como un bálsamo que estimula mi optimismo y documenta mi fé. Luego de cinco meses de haberme topado con su circunstancia, mi vida no me ha dejado rendijas para el lamento.

El pasado viernes tuve el placer de recibirlo en Cadenatres. Mientras estaba yo al aire, sentí cuando entró al estudio. Mi entusiasmo empezó a latir con mayor intensidad... mi pulso se aceleró. Luego de un corte lo subieron al estrado y lo abracé. Pienso que él hubiera hecho lo mismo en caso de tener brazos. Pero digamos que sentí su correspondencia. La misma sonrisa, el enorme amor que desparrama, la constante actitud indeclinable... inevitable. Su mensaje, palabras escogidas al azar por su elocuencia, lo vuelven a traer a México. Si me apuran, uno de los personajes más intensos que mi carrera me ha permitido conocer.

Nick Vujicic es uno de esos seres que te reconcilian con la naturaleza humana. Un alma bajada del cielo con la clara misión de potenciar el ánimo de los demás. Lleva su discapacidad con la dignidad que un rey luce su corona. Con la alegría del ser más afortunado. Con la investidura de quien tiene una misión.

Gracias, Nick, por haberte cruzado en mi camino. Luego de conocerte, ¡nada... nadie me podrá vencer!

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