miércoles, 8 de junio de 2011

Obama y Pdvsa

Por Octavio Lepage

En su delirio de liderazgo planetario, Chávez imaginó que podía desafiar impunemente a los factores de poder mundial. La decisión imperial de Obama sobre Pdvsa debe indicarle que llegó el momento de empezar a bajarse de esa nube.
Irán se ha autoexcluido de la comunidad mundial por su rechazo a someterse a la normativa de las Naciones Unidas sobre desarrollo de la energía nuclear (más exigente ahora por la tragedia del Japón). Ni Estados Unidos, ni China, ni Rusia parecen dispuestos a cruzarse de brazos mientras Ahmadinejad, el desquiciado teócrata de Irán, continúe sublevado frente a las Naciones Unidas. Es irresponsable que Chávez se empeñe en comprometer a Venezuela en este explosivo estira y encoge internacional.

Resulta odiosa toda manifestación de prepotencia abusiva del fuerte contra el débil, de Goliat contra David. Se justifica la protesta venezolana contra la decisión soberana de la Casa Blanca en relación a Pdvsa. Sin embargo, conviene recordar que la real politik es factor siempre presente en las relaciones internacionales, lo que no excluye el derecho irrenunciable a protestar contra sus abusos.

Pepinazo contra el contribuyente

Por Juan Ramón Rallo

Seamos políticamente incorrectos y ganémonos unos cuantos enemigos. ¿Deben los contribuyentes europeos compensar a los agricultores españoles por las pérdidas millonarias que han padecido a cuenta de las injustas acusaciones de una política alemana? "No", responderé, por mucho que algunos piensen que estoy tirando piedras contra nuestros agricultores o contra nuestro país.
¿Cuál es la base del argumento que justifica que los contribuyentes de toda Europa, unos personas que ni han pinchado ni han cortado en la gestación de esas pérdidas de los agricultores españoles, tengan, en última instancia, que pagar los destrozos causados por un tercero –una tercera, en este caso–? Como es obvio, la defensa de la indemnización no puede ser tan simple como propugnar que todo aquel individuo que experimente pérdidas reciba una compensación pública, pues en tal caso los errores empresariales se verían perpetuados a costa de los aciertos.
Tampoco resulta muy razonable argumentar que, como ha sido un político el responsable de las pérdidas, debe ser el sistema quien se encargue del resarcimiento. El sistema carece de recursos propios, de modo que los paganinis al final serían los contribuyentes. Ni siquiera resultaría razonable que fueran los contribuyentes alemanes quienes sufragaran las indemnizaciones, pues la pifia fue de una consejera de Hamburgo a la que ni mucho menos todos los teutones han votado. ¡Ay si los españoles tuviéramos que responder por las declaraciones de nuestros Montilla, Camps, Carod-Rovira, Ibarretxe! Si acaso, cabría defender que los votantes de la susodicha se hicieran cargo de las pérdidas, aunque tal propósito se topa con la inexistencia de listas públicas que liguen al elector con su representante.

El origen de las fortunas no está en la miseria de los pobres

El origen de las fortunas no está en la miseria de los pobres

Por María Blanco

El viernes 3 de junio se le entregó un premio humilde a un hombre humilde: el Premio Juan de Mariana a toda una vida dedicada a la defensa de la libertad fue a parar a Giancarlo Ibargüen. La corbata de color "rojo Marroquín" delataba, no sólo a él sino a todos los que vinieron desde Guatemala para festejarle, su procedencia: la Universidad Francisco Marroquín.
Su humildad, una de las trazas de su categoría personal, le llevó a interpretar la concesión del premio como un homenaje a la institución que lidera y dirige, y en realidad no era así, el Premio era para él. Pero eso nos permitió a los asistentes a la Cena de la Libertad y a todos los que lo deseen (el vídeo ya está disponible) disfrutar de una lección magistral de pedagogía.
No me llamó la atención solamente que la Universidad Francisco Marroquín (UFM) sea una organización sin ánimo de lucro que, sin embargo, funciona siguiendo los dictados de la oferta y la demanda; ni que sea dirigida por un consejo de empresarios y emprendedores, sin subvenciones ni ataduras estatales, que no participa en temas políticos sino que educa en las cuestiones trascendentales. Giancarlo explicó cómo su tarea es luchar contra ideas como la que precisamente vio en este viaje, en un cartel de la plaza invadida por indignados en Gandía: el origen de las fortunas está en la miseria de los pobres.
Lo que más me llamó la atención es la metodología de la educación que practican en La UFM: cómo, a la luz de los cambios en la informática, han incorporado los avances a sus enseñanzas, dando valor a la creación de conocimiento por los alumnos. El profesor, en vez de dictar (como un dictador), se convierte en tutor de una enseñanza colectiva, lanzando preguntas, estimulando el carácter liberal y la inteligencia propia de los individuos. La idea de fondo es potenciar las posibilidades de acción de los individuos. Los alumnos son responsables de su proceso de aprendizaje y son independientes desde el punto de vista intelectual. Hay una similitud, explicaba Giancarlo Ibargüen, entre este proceso de aprendizaje socrático y el proceso de mercado en competencia hayekiano. Las ideas compiten entre ellas y se da un proceso de descubrimiento, surge un orden espontáneo en las ideas que emergen de los alumnos.
El profesor sabe más que los alumnos individualmente, pero no puede aprehender el conocimiento disperso de las mentes de los alumnos honestamente interesados en aprender y descubrir. El profesor es un facilitador y... un alumno más.
Cuando tuve ocasión de charlar un ratito con Giancarlo le dije: "Si yo hago eso en cualquier universidad española me echan del país".
La lección es doble porque, como señaló Carlos Rodríguez Braun, nos llega de un país pobre, de América Latina, esa parte del mundo que caricaturizamos por su falta de libertades, sus dictaduras liberticidas... como si la Vieja Europa estuviera a salvo de todo ello.
Se nos llena la boca hablando de libertad pero no existen universidades verdaderamente a salvo de los dictados del Estado. Al menos de momento. Estamos en un país sin separación de poderes, en el que tras una dictadura que acabó por muerte natural del dictador, ha sobrevenido otro tipo de dictadura, la de un sistema partitocrático hermético y podrido que no tiene mucha pinta de cambiar. Simplemente porque quienes perderían más son los que deberían cambiar las reglas del juego y airear la democracia.
Nuestra prepotencia europea nos impide muchas veces prestar atención al ejemplo de quienes, desde la humildad, nos muestran un camino de libertad. Y por eso, mientras en Guatemala se forman generaciones de jóvenes libres e independientes, los nuestros acampan en las plazas y exhiben lemas tan errados como dañinos.

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