miércoles, 13 de julio de 2011

Honduras: Lobo convoca a diálogo nacional a obreros, campesinos y pobladores

Infolatam/Efe
Tegucigalpa, 13 de julio de 2011

Las claves

  • Lobo dijo que el viernes el diálogo será "con los sectores obreros, campesinos y pobladores", aunque "lamentablemente hay gente que no quiere que se dialogue".

El presidente de Honduras, Porfirio Lobo, anunció que el próximo viernes recibirá a representantes de grupos campesinos, obreros y pobladores como parte del diálogo nacional que inició el sábado pasado.

El gobernante dijo en una reunión del Consejo de Ministros, que él preside los martes, que continuará dialogando con diversos sectores, aunque haya algunos grupos, que no identificó, que no quieren ese tipo de encuentros que auspicia el Ejecutivo.

Agregó que el viernes el diálogo será “con los sectores obreros, campesinos y pobladores”, aunque “lamentablemente hay gente que no quiere que se dialogue”.

“Pero ahí que sigan, porque a nosotros como Gobierno sí nos interesa (dialogar) para poder conocer los problemas que la población siente, como las reglas que deban de cambiarse, por ejemplo”, subrayó Lobo.

Según indicó, “la segunda ronda del Gran Diálogo Nacional -que de hecho inició en 2010- se realizará una vez por semana, evacuando así los diferentes planteamientos de cada sector representativo del país”.

El sábado pasado el presidente se reunió con representantes de los cinco partidos políticos legalmente constituidos y de una media docena de movimientos de izquierda afines al expresidente Manuel Zelaya, quien coordina el Frente Amplio de Resistencia Popular (FARP) y también participó en el encuentro.

Asistieron además el presentador de televisión Salvador Nasralla, quien promueve la creación del Partido Anticorrupción, varios ministros del Gobierno y representantes del Tribunal Supremo Electoral.

La reunión del sábado pasado se centró en problemas económicos, sociales y la eventual instalación de una Asamblea Nacional Constituyente, lo que promueven Zelaya y los nuevos movimientos de izquierda que han surgido tras el golpe de Estado del 28 de junio de 2009 que derrocó a ese ex gobernante.

Los diversos sectores que participen en el diálogo, según Lobo, tendrán una copia de los planteamientos que presente cada uno y después el gobernante enviará un resumen de todo al Parlamento para su discusión y aprobación, si fuera el caso.

Con los representantes de los sectores políticos hubo consenso en la necesidad de resolver los problemas de inseguridad, desempleo, pobreza, mala educación y la necesidad de producir más alimentos, mientras que en lo que respecta a una Constituyente las opiniones están divididas.

El Salvador: El impuesto sin programa

El Salvador: El impuesto sin programa

por Manuel Hinds

Manuel Hinds es ex Ministro de Finanzas de El Salvador y co-autor de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009).

El gobierno ha dado un nombre extraño al impuesto al capital que está planeando establecer: el impuesto de seguridad. El nombre es extraño porque el gobierno no tiene ningún plan para mejorar la seguridad ciudadana.

En realidad, el gobierno tiene otras razones para subir los ingresos tributarios que no tienen nada que ver con la seguridad ciudadana. Como lo dicen muchos documentos que el gobierno ha firmado con el Fondo Monetario Internacional (como por ejemplo la carta de intenciones firmada el 27 de marzo de 2011), el gobierno se ha comprometido a subir los ingresos tributarios al 16 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) para el año 2015. Esto representa un aumento de 2,6 por ciento del PIB sobre el nivel de 2010, lo que quiere decir que el gobierno tiene que aumentar el cobro de impuestos en 18 por ciento sobre el nivel de ese año. Este aumento es igual a 517 millones por año.

Esta cantidad es similar a la que el impuesto al capital generaría según ha dicho el gobierno. ¿Y cuánto de este impuesto estaría disponible para mejorar la seguridad del país, si es que el gobierno de verdad produjera un plan? Cero. Cero porque el compromiso con el FMI no tiene nada que ver con la seguridad ciudadana sino sólo con otro compromiso también firmado por el gobierno en el mismo documento: tiene que poner la deuda del gobierno en una firme trayectoria de reducción para el año 2013. Es decir, este impuesto no es para aumentar ningún gasto sino para tapar el hoyo fiscal que, como se ve en la gráfica adjunta, ha creado el gobierno al aumentar violentamente los gastos de 2009 hasta ahora mientras los ingresos declinaban. Son dineros que ya se gastaron y se están gastando y que, como la ciudadanía sabe tan bien, no han producido ninguna mejora en la seguridad del país, ni en la economía, ni en ninguna otra dimensión de la vida nacional —excepto en los niveles de empleo de los partidarios del FMLN y en las ventas de los carros de lujo, del buen whisky y de los buenos puros con los que se consienten a sí mismos y a sus invitados.

Es decir, los usos del nuevo impuesto serían (a) pagar con impuestos lo que hasta ahora ha sido pagado con préstamos, y (b) comenzar a pagar la deuda del gobierno para reducir su peso sobre la economía. Pero ese no es la única falsedad del impuesto. En vez de llamarse el impuesto de seguridad, debería de llamarse el impuesto a la inversión, ya que es a ésta a la que va a impactar precisamente ahora que el país necesita tanto de ella. Al impactar a la inversión, el impuesto va a resultar en mayores niveles de desempleo y menores niveles de actividad económica. Y todo para seguir desperdiciando los recursos del estado.

Topografía del terror

Topografía del terror

por Carlos Alberto Montaner

Carlos Alberto Montaner es periodista cubano residenciado en Madrid.

Berlín, Alemania— Los alemanes no quieren olvidar el horror. Hacen bien. El arrepentimiento no consiste en ignorar los crímenes propios, sino en tenerlos presentes a cada momento, para que el dolor y la vergüenza nos impida volver a cometerlos. Esa es la función de la culpa.

Berlín no sólo es la capital de Alemania: también lo es de la pena que hoy siente esa sociedad alemana actual por los crímenes cometidos por las generaciones de los nazis y de los comunistas.

En una plaza especialmente hermosa de la ciudad hay un edificio esbelto que lleva el nombre de “Topografía del Terror”. Más que un museo es un latigazo en la conciencia. Alberga explicaciones claras y pedagógicas de cómo los nazis tomaron el poder en 1933 y de las instituciones que luego desataron la más cruel carnicería de la historia: la Gestapo, las SS, el siniestro circuito de campos de concentración donde exterminaron a millones de personas. En las paredes, junto a Hitler, están sus principales cómplices: Himmler, Goering, Eichmann y el resto de la banda criminal.

Hay una sección especial dedicada a las víctimas. En primer lugar, claro, están las razas enemigas encabezadas por los judíos. Los nazis los odiaban y los responsabilizaban de casi todos los males que aquejaban a la sociedad. Mataron a seis millones. No los exterminaron a todos porque los aliados lo impidieron, pero ese era el propósito. Borrarlos de la faz de la tierra. Los gitanos eran la otra etnia destinada a la extinción. Más que odiarlos, los despreciaban como seres subhumanos. Varios cientos de miles fueron asesinados en los campos de la muerte.

Junto a las razas enemigas estaban las personas “defectuosas” por sus taras biológicas: los discapacitados y los homosexuales. Para los nazis, la homosexualidad era una desviación de la normalidad biológica que se corregía con la muerte. Junto a ellos comparecían los enemigos del Estado, especialmente los comunistas, porque dentro de las rabiosas fantasías ideológicas de la tribu nacional-socialista, pese a las numerosas coincidencias que la acercaba a los marxistas-leninistas —el culto por el Estado, el desprecio a las libertades individuales y a las instituciones liberales, el apego a la planificación económica, la subordinación al caudillo—, los comunistas eran los enemigos políticos principales y se les debía reeducar o matar sin contemplaciones.

El extraordinario Museo Judío de Berlín tiene una belleza sobrecogedora en la que la Estrella de David se ha descoyuntado en pasillos y galerías de piedra iluminados por altos ventanucos. Ahí se cuenta la cruel historia de una persecución milenaria organizada por los cristianos desde el siglo IV, cuando la secta se convirtió en la religión oficial de Roma y comenzaron a martirizar a sus antiguos compañeros de la sinagoga, creando una tradición de horror que culminó en el nazismo muchos siglos más tarde. Hay una galería, la de las “Hojas caídas”, Shalekhet, donde uno camina sobre rostros de metal desfigurados por un rictus doloroso, del tamaño de platos, cuyo ruido transmite la punzante agonía intermitentemente padecida desde entonces por el pueblo judío.

En su afán de no olvidar, los alemanes, sabiamente, han dejado en las calles el trazado del muro levantado por los comunistas para impedir la huida de los berlineses rumbo a Occidente. Es una cicatriz de piedra que recorre la capital de Alemania, interrumpida a trechos por restos de aquel infame paredón que semejaba una llaga abierta sobre la espalda de la sociedad. A veces esa dolorosa huella coincide con placas de metal incrustadas en el suelo que recogen los datos estremecedores de judíos asesinados por los nazis cercanas a las de alemanes asesinados por los comunistas cuando trataban de escapar. Dios cría a las víctimas y ellas se juntan. Lo mismo sucede con los criminales.

La cárcel de la Stasi, la temible policía política de los comunistas, sucesora de la Gestapo de los nazis, y a la que tanto se parece, está hoy abierta al público. Me la enseñó uno de sus guías: un cubano-alemán llamado Jorge Luis García Vázquez, humilde y brillante, quien la conoció como preso político y hoy se dedica a mostrarla y a recopilar información histórica sobre las relaciones entre este monstruoso cuerpo represivo y los camaradas del mundo entero. Cuando García Vázquez, en época de la Alemania comunista, fue deportado a Cuba porque descubrieron que pensaba fugarse, comprobó en la Isla que sus compatriotas seguían de cerca los métodos represivos de la Stasi. La cárcel política cubana era un remedo de la alemana. La Stasi era la madre y maestra de la Seguridad del Estado en Cuba.

“Nunca más”, es el grito de las víctimas del siglo XX en todas partes. “Nunca más”, les responden los berlineses. No quieren olvidar. Hacen bien.

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