Mercantilismo, !Otra muestra!
Arturo Damm
El mercantilismo (la presión que determinados grupos de intereses pecuniarios ejercen sobre el poder político para que les otorgue privilegios, mismos que tienen como objetivo la limitación o eliminación de la competencia que dichos grupos enfrentan en el mercado), sigue vigente, y no solamente entre grupos empresariales, sino entre grupos académicos, tal y como lo muestra el caso del Dr. Narro, rector de la UNAM, quien, en estos tiempos de discusión del Presupuesto de Egresos de la Federación 2011, no quita el dedo del renglón, exigiendo que el poder político redistribuya más recursos a favor de la UNAM, lo cual coloca al rector en calidad de pedigüeño, y a los contribuyentes, de cuyos bolsillos salen dichos recursos, en calidad de víctimas de una expoliación legal.
El que me oponga a que la UNAM reciba subsidio no quiere decir (de entrada, porque de salida sí hay que discutir el tema), que me oponga a que el poder político redistribuya a favor de la educación, pero no por la vía del subsidio a la oferta, dándole los recursos directamente a la UNAM, sino por la vía de la demanda, otorgándole dichos recursos, vía el bono educativo, a los alumnos, lo cual les daría la libertad de elegir en qué universidad estudiar, lo cual pondría a la UNAM a competir, en igualdad de circunstancias, con las universidades privadas, lo cual, sobre todo a nivel de las licenciaturas, la haría más competitiva (suponiendo que lo sea).
La UNAM debe ganarse, en un mercado competido, sus ingresos, y no exigirlos, aprovechándose del esquema mercantilista en el que opera, del poder político, siempre a cargo del bolsillo de los contribuyentes. La UNAM debe, como lo debería cualquier otra universidad pública, ganarse el favor de los consumidores, los estudiantes potenciales, para lo cual a dichos consumidores hay que darles la libertad de elegir, lo cual se logra sustituyendo el subsidio a la oferta por el subsidio a la demanda, siendo este último un subsidio a la educación, pero más justo y más eficaz que el primero. La UNAM debe dejar de ser una universidad pública (siendo tales las que reciben subsidio del poder político), para volverse una universidad privada (siendo tales las que reciben el pago de colegiaturas de sus alumnos).
Los contribuyentes, de cuyos bolsillos salen los recursos con los que hoy se subsidia a la UNAM, deben exigir, como un mal menor, la sustitución del subsidio a la oferta por el subsidio a la demanda, por ser una manera más justa (o menos injusta), y más eficaz (o menos ineficaz), de subsidiar la educación universitaria, no por el lado de la oferta, sí por el de la demanda.
Al final de cuentas el subsidio a la oferta educativa, a nivel universitario, debe sustituirse por el financiamiento, no subsidio, a la demanda educativa, y dicha sustitución debe ser parte integral de la reforma presupuestaria, misma que, con la reforma tributaria, deben formar los dos frentes de la reforma fiscal, esa que sigue, y seguirá, ¡seguirá!, pendiente.
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