lunes, 25 de abril de 2011

ASIA CENTRAL, EL PRÓXIMO DOMINÓ

ASIA CENTRAL, EL PRÓXIMO DOMINÓ

El riesgo de colapso en los países centroasiáticos aumenta en la medida que su infraestructura desaparecen por falta de inversión económica y voluntad política.

De modo lento pero seguro, la infraestructura material y humana de Asia Central está desapareciendo: las rutas, plantas eléctricas, hospitales y escuelas, así como la última generación de especialistas, quienes se ocupan de su funcionamiento y fueron entrenados por los soviéticos. Los regímenes de la postindependencia hicieron poco esfuerzo para mantener o reemplazar tanto la tecnología que está desgastándose, como al personal que está jubilándose o falleciendo. Los fondos destinados a este fin han sido carcomidos por la corrupción y este colapso ya ha generado protestas. Incluso ha derrocado a un gobierno.

Todos los países de la región se encuentran afectados por esta situación de una manera u otra. Sin embargo, los dos más pobres, Kirguizistán y Tayikistán, están desesperados. Sus propios especialistas dicen que en los próximos años no habrá maestros para sus niños ni doctores para tratar a los enfermos. Los cortes de electricidad en Tayikistán en invierno ya son una tradición. Llegan a durar hasta más de doce horas en las zonas rurales. También en Kirguizistán las fallas en el sistema eléctrico son cada vez más comunes. Expertos en ambos países están preocupados por el muy probable y catastrófico colapso general, especialmente en el sector de energía. A menos que se lleve a cabo un cambio en las políticas, se enfrentarán con un futuro de rutas desgastadas, escuelas e instituciones médicas dirigidas por jubilados, o una nueva generación de maestros, doctores o ingenieros, cuyos títulos serán comprados en vez de obtenidos por mérito propio. Estos problemas son exacerbados por otras vulnerabilidades políticas, como la expansión de la insurgencia, el envejecimiento de un autócrata en Tayikistán y un Estado kirguís peligrosamente debilitado.

Uzbekistán y Turkmenistán van en la misma dirección. Es difícil decir cuán grave está la situación, ya que no existe información confiable o es secreta. Lo que sí salta a la vista es que las extravagantes y optimistas declaraciones públicas no se reflejan para nada en la realidad. Los hospitales modelo con fachada de mármol de Turkmenistán y las falsas declaraciones de prosperidad de Uzbekistán no son la solución para los problemas de estos países. Incluso Kazajistán, el único país que funciona en la región, pasará por una dura prueba dada las deficiencias en su infraestructura. Tiene grandes problemas en especial en el área de transporte y en el de entrenamiento de su plantilla técnica. Cualquier sueño de diversificación económica y de modernización deberá esperar.

AFP/Gettyimages

El dilema actual que viven estos cinco países tiene varias causas. Cuando formaban parte de la URSS, estaban incorporados en un mismo sistema, sobre todo en las áreas de transporte y de energía. Estas interdependencias han sido difíciles de deshacer, y han producido serios desbalances. Durante la era soviética, todos estaban obligados a trabajar juntos. Ahora en cambio no necesitan tener ni tienen buenas relaciones entre ellos, en especial cuando se trata de temas energéticos. La educación y los servicios de salud se vieron afectados con el término de la red de seguridad social. Pero mucho peor es que los gobiernos de la región parecen haber creído que su herencia soviética duraría para siempre. Los fondos que debían ser destinados a reformas, para la educación, entrenamiento y mantenimiento, fueron por lo general mal utilizados e insuficientes.

Las consecuencias de esta negligencia son demasiado terribles como para ser ignoradas. El rápido deterioro de la infraestructura profundizará la pobreza y la alienación del Estado. La desaparición de los servicios básicos proveerá a los islamistas radicales, ya fuertes en muchos Estados centroasiáticos, de más argumentos contra los líderes regionales. Les dará espacio para establecer redes de apoyo y de influencia. El desarrollo económico y la reducción de la pobreza se tornarán una ilusión, mientras que los países más pobres se volverán aún más dependientes de la exportación de mano de obra. De hecho, la ira por la fuerte disminución de los servicios básicos jugó un papel fundamental en los disturbios que llevaron al derrocamiento del presidente kirguís, Kurmanbek Bakíev, en abril de 2010. Este rencor puede expresarse de manera similar en otros Estados de la región en un futuro no muy lejano, especialmente en Tayikistán.

Además, los eventos dentro de uno de los cinco países pueden tener un efecto nocivo para con sus lindantes. De hecho, un brote de polio en Tayikistán en 2010 requirió una campaña de inmunización en los vecinos Kirguizistán y Uzbekistán, y se reportó infecciones en lugares tan lejanos como Rusia. Igualmente, Asia Central puede ser afectada de manera negativa por sus vecinos de la región: un mayor declive en la infraestructura tiene posibilidades de coincidir con más inestabilidad en Afganistán, y un posible desbordamiento de la insurgencia desde allí.

Las necesidades son claras, y existen soluciones al debilitamiento de la infraestructura. El problema fundamental es que las élites gobernantes de Asia Central no están dispuestas a dar los pasos necesarios para cumplir con los prerrequisitos fundamentales. Esto equivale a nada menos que el repudio total de los valores y del comportamiento de los líderes regionales. Necesitarían purgar la corrupción de sus gobiernos, dejar de usar los recursos de sus países para sí mismos y sus familias y crear una meritocracia con sueldos decentes que liberaría a los oficiales de la necesidad de depender de la corrupción. Estos cambios se encuentran tan lejos de la realidad actual que los gobiernos extranjeros y los donantes seguramente los tacharán de idealistas. Pero sin un cambio organizado desde arriba, existe el grave riesgo de un cambio caótico desde abajo.

Los donantes no están haciendo nada para prevenir esta situación. Su acercamiento cauteloso parece mayormente inspirado por el deseo de no enojar a los líderes regionales que por utilizar los medios financieros que tienen a disposición para generar un cambio verdadero. La ayuda económica es utilizada generalmente para cumplir con planes anuales o para avanzar con objetivos geopolíticos más amplios. Sin la participación de los donantes, el status quo se mantendrá por algunos años más, pero no más que eso. El colapso de la infraestructura podría debilitar a los regímenes, creando una enorme incertidumbre en una de las partes más frágiles del mundo.

DEPENDE: COLOMBIA

DEPENDE: COLOMBIA

El lema de la campaña "Colombia, el riesgo es que te quieras quedar" intenta cambiar la imagen de un país, hasta ahora, asociado más al narcotráfico y a las guerrillas que a una de las economías más prometedoras y atractivas del mundo.

Nueva economía emergente

GUILLERMO LEGARIA/AFP/Getty Images

Con desafíos. El escenario internacional favorable al comercio de materias primas y las ventajas competitivas deben acompañarse por reformas estructurales.

Colombia es la cuarta economía de la región. La Comisión Económica para América Latina y Caribe (CEPAL) prevé un crecimiento austero pero sostenido del 4% para 2011. Además, no es solo una economía en aumento, también es estable macroeconómicamente, su calificación de riesgo es baja y es uno de los países con mejor clima de inversión del continente latinoamericano. Además posee importantes fuentes de recursos, capital humano con buen nivel de formación y una posición geográfica estratégica.

Colombia cuenta con las bases del éxito, o al menos, así lo reconoce la organización The Economist Intelligence Unit que la ha incluido entre los CIVETS, un grupo de países caracterizados por ser economías dinámicas, con relativa estabilidad política y una población amplia, joven y en crecimiento, que podría llegar a ser el nuevo eje de negocios, después de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

Pero, como toda economía emergente, la colombiana se enfrenta a desafíos. En primer lugar, está pendiente de ratificar el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, que debe establecer medidas que nivelen los beneficios y las externalidades entre los diferentes sectores productivos. Con EE UU, la pasada semana, Juan Manuel Santos y Barack Obama llegaron a un acuerdo para aprobar el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre ambos Estados.

En segundo lugar, faltan reformas sociales que amplíen el consumo interno y el empleo. Según el periódico Financial Times, pese a la constante expansión del sector industrial que demanda más horas de trabajo, las empresas no quieren asumir los costes de trabajadores a tiempo completo. Esto podría cambiar si se implementan las reformas laborales. También es importante aumentar el consumo interno y crear un ciclo virtuoso entre éste, el crecimiento de la producción y el empleo, siguiendo el ejemplo de Brasil. Esto haría que la economía del país fuera más estable y la población se viera beneficiada por la mejora económica. Ser el segundo Estado más desigual de la primera región más dispar del mundo no es bueno ni para la sociedad ni para la economía, es un lastre que hay que superar con desarrollo pero también con política social.

Aprovechando el buen momento para las exportaciones de materias primas, los productores colombianos han comenzado a posicionarse en nuevos mercados, y China ha triplicado su participación en la balanza comercial del país. Pero el aumento de exportaciones de materias primas requiere que se mejoren las condiciones de las infraestructuras, en especial en vías y medios de transporte, y que se promueva el desarrollo de una industria asociada en temas como biotecnología y servicios logísticos, por ejemplo.

Finalmente, la demanda de materias primas por parte del gigante asiático ha impulsado la economía. También se espera aumentar la producción petrolera, pero pese al buen momento de los precios, sobrevuela el fantasma de la enfermedad holandesa y la tendencia a la reevaluación. Por ese motivo, es importante fortalecer la integración regional, porque en este espacio en el que la producción industrial de pequeñas y medianas empresas tiene mayor peso.

Una Colombia segura

Ojalá. Las cifras demuestran que la seguridad en Colombia ha mejorado. Hace 10 años se contaban 60 homicidios por cada 100.000 habitantes, hoy son 29 (lo que para la región es un buen promedio). Los secuestros han disminuido y el Gobierno ha conseguido tener presencia en casi todo el territorio. A diferencia de hace diez años, hoy en día se puede circular con seguridad por todas las carreteras.

Pese a la mejora hay que estar atento. Por un lado, a pesar de su debilidad, las FARC mantienen 9.000 guerrilleros activos y una cifra similar como base urbana. Ahora también extraen oro para obtener recursos. Preocupa mucho el uso de estrategias de guerra de guerrillas como las minas antipersona, ya que Colombia es el segundo país del mundo con mayor número de víctimas de este flagelo.

La segunda gran amenaza que debe lidiar el Gobierno del presidente Santos y que ha establecido como una prioridad, son las conocidas como bandas emergentes. Herederas del paramilitarismo, controlan en la actualidad el 50% de la producción de coca. Pese a la desmovilización de los principales grupos en 2007, la cantidad de efectivos con los que cuenta el nuevo paramilitarismo es casi la misma que tenía el antiguo, unos 5.000 combatientes, siendo además los principales responsables del desplazamiento forzado en el país.

El interés del Ejecutivo por enfrentar tanto a las bandas emergentes como la mayor capacidad operativa frente a las FARC, son notables y merecen respaldo unánime, pero el esfuerzo militar debe ser sostenido y estar acompañado de una importante purga de las instituciones políticas que se han visto involucradas en el paramilitarismo y el narcotráfico.

En cuanto al narcotráfico, el impacto del Plan Colombia, sobre todo en materia de destrucción de cultivos, ha sido notorio. A pesar de ello, sigue siendo uno de los mayores patrocinadores del conflicto armado y de la corrupción. En este sentido, preocupan el recorte de fondos por parte de EE UU y la falta de articulación entre los países latinoamericanos para combatir el narco, que ya no es una responsabilidad exclusivamente colombiana.

Acercamiento a la paz

No sin justicia. Los sucesivos procesos de violencia que han marcado la historia de Colombia han dejado importantes heridas en grandes sectores de la población. Pese a que el país no presenta una división profunda ideológica y ni guerrillas, ni paramilitares cuentan con apoyo popular, es necesario un proceso de reparación histórica de víctimas y de reintegración civil de ex combatientes.

El Senado avanza en la elaboración de la Ley de Víctimas presentada por Santos. Es un paso importante porque reconoce que Colombia solo alcanzará la paz resarciendo los errores de todos los grupos en conflicto, por lo cual incluye a las víctimas del Estado. Pese a ello, la reparación nace con importantes debilidades. Por un lado, se intenta poner en marcha un proceso de justicia transicional en el marco de un conflicto activo. Por otro, se estima en 27.000 millones de dólares (unos 19.000 millones de euros) el coste de la reparación, en tiempos de crisis conseguir una cifra como esa es más una utopía que una realidad.

Hace falta escuchar a la ONU que insiste en que no es suficiente devolver las tierras a los más de tres millones de desplazados, necesitan hacerlas productivas y eficientes. La restitución debe acompañarse con apoyo integral a la producción agrícola minifundista.

Un proceso de paz verdadero implicaría no solo dinero para restituir a los perjudicados sino una población dispuesta a asumir el coste económico y social de reintegrar a víctimas y victimarios en la economía formal y de asumir la verdad de las atrocidades de la historia reciente del país.

Amigo de sus vecinos

A cambio de mucho. El mayor cambio que se ha producido entre las Administraciones de Juan Manuel Santos y la de Álvaro Uribe es que el primero ha conseguido mejorar la relación con Venezuela y Ecuador a través de una importante dosis de pragmatismo.

La relación con Caracas pasa por un buen momento, quizá, el mejor de la última década. Tras la toma de posesión del mandatario colombiano se constituyeron mesas de trabajo temáticas para restablecer las relaciones entre los dos países. Si bien los temas de choque entre Uribe y Chávez eras especialmente en lo concerniente a la falta de claridad en la postura de Venezuela frente a las FARC, Santos ha evitado matizar este asunto para centrarse en la cooperación, en diversas áreas, y buscar puntos de encuentro con el otrora segundo socio comercial del país (ahora remplazado por China). El mayor impacto, por lo pronto lo tienen los temas económicos. En los primeros días de marzo se realizó una ronda comercial bilateral con el objetivo de construir un esquema de relaciones económicas y comerciales tendiente a consolidar un nuevo mecanismo de integración bilateral, bajo la figura de la "complementariedad económica" de Chávez. De la ronda resultaron trece compromisos enfocados en temas como la industria textil, la construcción de vivienda, la fabricación de medicamentos y el fortalecimiento del intercambio comercial de productos agrícolas y ganaderos. Colombia ha manifestado su disposición para negociar un acuerdo de complementariedad y la inclusión de uno de protección de inversiones, este último indispensable para que los empresarios colombianos inviertan de nuevo en Venezuela.

Conjuntamente a la agenda comercial se están impulsando programas de construcción de infraestructuras y de desarrollo social y económico en la zona fronteriza. Desde luego hace unos años una relación tan estrecha era impensable, aunque, entonces, Venezuela no acusaba escasez de productos y dificultades económicas que alimentan el descontento de ciertas clases sociales con su presidente, que le hace ser más amigable con Bogotá, el país que surtía buena parte de la despensa venezolana.

A nivel continental por su parte, Santos también ha conseguido cambiar la percepción del país que estaba en un estado de semiaislamiento, volcado en su relación con EE UU. Muchas acciones como no insistir sobre el acuerdo militar con Washington para el uso de bases militares en territorio colombiano, han sido vistos con beneplácito en Sudamérica. Asimismo, se ha fortalecido la participación en UNASUR y otros espacios de integración que son vitales para generar nuevas oportunidades comerciales y mejorar la coordinación política regional.

Colombia no juega un rol de líder regional, pero está empezando a ser promotor de iniciativas y uno de los países que respaldan el liderazgo brasileño, una apuesta que a medio plazo le permitirá ganar mayor presencia y capacidad de influencia.

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