domingo, 17 de abril de 2011

El ocaso de Manlio Beltrones

El ocaso de Manlio Beltrones

Federico Berrueto

Al líder del Senado no lo miden los discursos o las propuestas, sino su trayectoria, sus resultados. Sus incondicionales dicen que sería buen presidente aunque mal candidato. ¿Pero qué hechos hablan bien de Manlio? ¿Las reformas pospuestas indefinidamente? ¿Su querencia por cambios legales a modo? ¿El chantaje al que sometió al Presidente en la primera mitad de su gobierno?


Sin oferta. Abril de 2011. Foto: René Soto

Lo de menos ha sido la malograda fiesta de inauguración de las nuevas instalaciones del Senado. El atraso, la falta de transparencia, la insultante ostentación, el presupuesto rebasado poco importan; sí, la situación del Senado de la República, actuando al paso del interés personal de quien lo preside. Lo acontecido es una parodia del senador Beltrones, el político más poderoso e influyente a partir de la polarización del país y de un Presidente acusado y acosado por una elección cuestionada. Beltrones, el fiel de la balanza, el sucesor de Roberto Madrazo, su coordinador en una campaña presidencial con 22% de los votos.

Un nuevo domicilio, por diferente que sea, no vuelve distinto a su morador. Al líder del Senado no lo miden los discursos o las propuestas, sino su trayectoria, sus resultados. Los incondicionales de Beltrones dicen que sería buen presidente aunque mal candidato. ¿Cuáles hechos hablan bien por Manlio? ¿Las reformas pospuestas indefinidamente? ¿Su querencia por cambios legales a modo? ¿El chantaje al que sometió al presidente Calderón en la primera mitad de su gobierno? ¿El colaboracionismo de Los Chuchos, sus mejores aliados y moneda de cambio para ganarse a Calderón? ¿Un gobierno estatal mediocre en Sonora? Su oferta no es una reforma, sino un edificio construido a destiempo en el dispendio y la opacidad. Sin duda tiene buena prensa, pero eso no habla de sus habilidades, sino de las penurias de los medios. El contraste con Peña Nieto —su Némesis— es apabullante en imagen, credibilidad y destreza políticas.

Las encuestas recientes indican que el senador tiene una preferencia inferior a la del ex gobernador veracruzano Fidel Herrera. Su derrota política ocurrió con la renovación de la Cámara de Diputados, cuando los gobernadores le arrebataron el control de los diputados. Francisco Rojas no es Gamboa, Moreira no es Beatriz Paredes. Hoy la pugna está a la vista y es más abierta. Además de la coordinación del Senado, Beltrones obtuvo del PRI la Fundación Colosio, el sector juvenil, la organización de mujeres y el sector popular. No tiene límite, con el relevo pretendió ganar aún más posiciones. Sus personeros en los medios le recriminan a Moreira el desdén y, en especial, que haya designado a un peñista secretario de Organización.

Sin otra carta que la ingenuidad de sus interlocutores, el senador presiona por la candidatura presidencial a manera de ganar espacios en el PRI y, en su momento, en el Congreso. El juego es obvio y en el PRI ya entendieron que conforme más le conceden más exige. Por ello la puerta más estrecha a las candidaturas del PRI será la de Beltrones. Para el PRI no hay plan B; si no es Peña Nieto candidato, el próximo presidente será AMLO.

La fuerza del senador no está en el PRI. Fue un error no buscar la dirección nacional al término de Beatriz Paredes, quizá porque implicaba renunciar a la pretensión de ser candidato presidencial. Optó por la presidencia del Senado y desde allí ha emprendido campaña con la exigencia de reformas que antes él mismo había repudiado o que han venido del PAN, como la reelección consecutiva de legisladores, del PRD y las formas de democracia directa o del antipriismo “cívico” con las candidaturas independientes. Las propuestas no están dirigidas a mejorar el sistema político, sirven para golpear a Peña Nieto. Su apoyo político viene del PAN, del PRD colaboracionista y de los enemigos de siempre del PRI.

En el Senado se ha pervertido el proceso de reforma. Los cambios son necesarios y muchos de los anunciados por los senadores son inobjetables, como la solución en materia presupuestal o la previsión por ausencia de presidente. Pero lo bueno se degrada por la perversidad del subtexto, como ocurrió con la reforma electoral de 2007. ¿Por qué hacer del secretario de Gobernación el presidente interino si es un empleado del Presidente? Para llegar a la Presidencia en condiciones de excepción, los senadores prefieren el modelo de Victoriano Huerta en lugar del de Benito Juárez. También debieran considerar la reflexión sobre las dificultades de las candidaturas independientes destacadas por la presidenta del Tribunal Electoral.

No hay quien diga algo en el PAN y en el gobierno sobre la negativa de los senadores Beltrones y Labastida a aprobar el nuevo modelo policial, proyecto que atiende el tema más grave y urgente de la agenda nacional, imprescindible para sacar al Ejército de la lucha contra el crimen y fundamental para recuperar terreno en la cruzada nacional por la seguridad. Sí, en cambio, el PAN y el gobierno de manera absurda, pero interesada, echan en cara al gobernador Peña Nieto la no aprobación de la reforma laboral.

A pesar de sus apoyos el ocaso de Beltrones es realidad, es el de una generación, la del engaño y el chantaje, la generación del fracaso.

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