martes, 12 de abril de 2011

Folleto para un Estatista

Folleto para un Estatista

por Stefan Molyneux

Haz click aquí para ver este artículo en VideoEn aras de la eficiencia, he decidido condensar en una sola página todas las discusiones que he tenido con el estatista promedio, para ofrecérsela a aquellos que sostienen que el gobierno es voluntario, que si no te gusta eres libre de irte, que la tributación no es violencia, etc.

También pensé que esto podría ser de utilidad para usted, porque la vida es corta.

Yo: Dime, ¿crees que apelar a la violencia está mal?

Estatista: Si, la violencia está mal, excepto en defensa propia.

Yo: De acuerdo, excepto en defensa propia. Así que dime, ¿cómo crees que se deberían resolver los problemas, si no debiéramos usar la violencia?

Estatista: Bueno, creo que la gente debería involucrarse más en política, y que los gobiernos deberían hacer “ABC”, “X”, “Y” y “Z”.

Yo: Pero, ¿cómo concilias tu objeción a la violencia con tu apoyo a los programas gubernamentales, dado que tales programas son financiados a través de los impuestos, lo cual es coercitivo?

Estatista: ¿Eh? ¿de qué estás hablando? Los impuestos no son coercitivos.

Yo: La tributación es coercitiva, ya que si no pagas tus impuestos, se te secuestra a punta de pistola y eres arrojado a la cárcel, en donde te disparan si intentas escapar.

Estatista: Pero vivimos en democracia; elegimos a nuestros gobiernos.

Yo: Estar obligado a elegir entre dos alternativas violentas no equivale a ser libre para elegir. Si el dueño de una tienda pudiese elegir a qué pandilla mafiosa le pagará el dinero para su “protección”, ¿podríamos argumentar que está eligiendo libremente? Si una mujer pudiese elegir entre dos potenciales maridos, pero será forzada a casarse con uno de ellos, ¿podría ella decir que realmente está “eligiendo” casarse? Sólo somos libres de elegir a un gobierno si tenemos la opción de no ser gobernados.

Estatista: Bueno, existe un “contrato social”, que vincula a la gente con sus gobiernos.

Yo: No existe tal “contrato social”. A menos que se le conceda el poder de representación, nadie puede lícitamente firmar contratos en nombre de otros. Si un hombre tiene la facultad de imponer unilateralmente su voluntad sobre otro y llamar a eso “contrato”, entonces por lógica un hombre puede violar a una mujer y llamar a eso un acto de amor.

Estatista: Pero yo acepto el contrato social, y tú también, sólo por el hecho de conducir en las calles.

Yo: En primer lugar, tu disposición a cumplir un contrato no te da derecho a forzarme a mí a cumplirlo. Puedes elegir comprar una casa, pero no sería justo que me fuerces a pagar por ella. Si falsificas mi firma, eso no me obliga a cumplir el contrato, y yo nunca he acordado un “contrato social” de ningún tipo. En segundo lugar, es verdad que utilizo servicios gubernamentales, pero eso es irrelevante a la hora de examinar el núcleo moral de la coerción. Si un esclavo acepta comida de su amo, ¿significa eso que está aprobando la esclavitud?

Estatista: Supongo que no. Pero aún así, implícitamente tú aceptas el contrato social del país en el que decides permanecer, como sostuvo Sócrates.

Yo: ¿Sería justo si yo crease un “contrato social” que me permitiese robarle a cualquiera que viva en mi vecindario, y alegar que quienes decidan permanecer en “mi” vecindario estarían expresamente aceptando mi nuevo contrato social?

Estatista: No, bueno, pero estamos hablando de gobiernos, no de individuos…

Yo: ¿No está compuesto el gobierno por individuos?; ¿no es “el gobierno” sólo una etiqueta para un grupo de individuos que se adjudican el derecho moral de iniciar la fuerza contra otros –un derecho que definen como inadmisible para aquellos contra los que ellos mismos usan la violencia–? Si uno quita a todos los individuos que componen “el gobierno”, ¿tienes todavía un gobierno?

Estatista: Supongo que no. Pero ese no es el punto. Tú dices que la tributación es coercitiva, pero yo he pagado impuestos toda mi vida, y jamás he tenido un arma apuntando a mi cabeza.

Yo: Claro, y un esclavo puede evitar que lo azoten, si obedece a su amo. Lo que define a la esclavitud no son los azotes, sino el derecho del amo a azotar. Si el esclavo no intenta escapar porque le teme a la violencia, y cumple con los deseos de su amo como consecuencia directa de la amenaza de violencia, la situación es totalmente inmoral, incluso si no se llega a ejecutar dicha amenaza. Muchas mujeres han sido violadas con un cuchillo en la garganta; que no hayan sido finalmente degolladas no significa que no las han violado.

Estatista: No, sin embargo no acepto la premisa de que el gobierno utiliza la fuerza para recaudar impuestos.

Yo: Muy bien, ¿hay algún acto del gobierno con el que no estés de acuerdo?; ¿estás de acuerdo, por ejemplo, con la invasión de Irak?

Estatista: Pues bien, creo que la invasión de Irak fue moralmente incorrecta.

Yo: ¿Por qué?

Estatista: Porque Irak no hizo nada para amenazar a los EE.UU.

Yo: Bien, entonces la invasión de Irak implicó la iniciación de la fuerza, por cuanto no fue realizada en defensa propia. Como te darás cuenta, la guerra en Irak sólo es posible porque pagas tus impuestos.

Estatista: Claro, hasta cierto punto.

Yo: Si la guerra en Irak es moralmente incorrecta, y sólo es posible porque pagas tus impuestos – que según dices no te son extraídos a la fuerza – entonces estás financiando y haciendo posible aquello que llamas inmoral. ¿Puedes explicarme esto?

Estatista: Pago mis impuestos porque soy un ciudadano de este país. Si no estoy de acuerdo con la guerra, entonces debería postularme para un cargo político a fin de intentar detenerla.

Yo: Muy bien, si estuvieses en contra del abuso de menores, ¿financiarías voluntariamente a un grupo dedicado al abuso de menores?

Estatista: ¡Por supuesto que no!

Yo: Y si sostuvieras que estás en contra del abuso infantil, y voluntariamente financiases a un grupo dedicado a abusar de niños, y yo dijera que deberías dejar de financiarlo, y tu respondieses que de ninguna manera, y que si alguien se opusiese a este grupo abusivo, debería intentar infiltrarse en él, tomar el control del mismo y, de alguna manera, lograr que sus integrantes dejen de abusar de menores… ¿tendría eso algún sentido?

Estatista: Supongo que no.

Yo: Si estuvieses en contra de la guerra de Irak, pero te enlistaras voluntariamente para la misma, y accedieras a pelear sin un salario, usando tu propio dinero para cubrir todos tus gastos… ¿tendría sentido semejante postura: estar en contra de algo por lo que estás dispuesto a gastar enormes cantidades de tiempo, esfuerzo, dinero y diversos recursos?

Estatista: Pues eso tendría poco sentido.

Yo: Entonces, ¿puedes entender por qué sostener que la guerra de Irak es un mal moral, a pesar de lo cual voluntariamente la financias con tus impuestos, no tiene ningún sentido? Si la guerra de Irak es un mal moral, pero sólo es posible gracias a tu financiación voluntaria, al seguir financiándola estás admitiendo abiertamente que para ti no es un mal moral. En cambio, si fueras obligado a financiar la guerra en Irak, podrías sostener lógicamente que la misma es un mal moral, y que implica la iniciación del uso de la fuerza. Por ende los impuestos, que son la iniciación del uso de la fuerza en tu contra, también deben ser un mal moral, porque te obligan a financiar la iniciación del uso de la fuerza en contra de otras personas. En consecuencia, o la tributación es coerción, o tú eres la peor clase de hipócrita moral: aquel que voluntariamente apoya lo que considera malvado.
¿Tiene sentido?

Estatista: Claro, puedo entender esa postura.

Yo: ¿Puedes encontrar alguna falla lógica en ella?

Estatista: No, pero aún así pienso que estás equivocado.

Yo: Bueno, sinceramente me alegra que estés leyendo este artículo en vez de estar debatiendo conmigo porque, como dije al principio, la vida es demasiado corta para perder el tiempo discutiendo con necios.

El Ocaso del Estado

El Ocaso del Estado: El Principio de No Agresión (Versión Escrita)

por Stefan MolyneuxHaz click aquí para ver este artículo en Video

Una vez, se creyó que la Tierra era el centro del universo, con los planetas, las estrellas y el Sol orbitando alrededor de ella. A medida que las observaciones mejoraron, extrañas complicaciones comenzaron a estropear este modelo, particularmente la órbita de Marte. Mientras la Tierra gira alrededor del Sol, Marte a veces parece retroceder a medida que lo superamos.

En un fútil intento por resolver este problema, se crearon teorías terriblemente complicadas de círculos dentro de otros círculos, enredando las matemáticas en un creciente caleidoscopio de interminable complejidad. Algunos valientes pensadores -y debían ser valientes en esos días- probaron colocando al Sol en el centro del Sistema Solar. Ah, entonces todo cobró sentido de inmediato.
El loco enredo del Sistema Ptolemaico de círculos dentro de círculos y de ecuaciones sobre más ecuaciones, se evaporó en un instante. Sólo necesitaban de unas pocas ecuaciones para una precisión perfecta.

La misma simplicidad, claridad y precisión les fueron reveladas a los navegantes cuando aceptaron que el mundo era redondo, en vez de plano, y a los físicos, cuando aceptaron el argumento einsteiniano de que la velocidad de la luz es constante.

Los sistemas basados en premisas falsas siempre se tornan cada vez más complicados, mientras se acumulan infinidad de correcciones y ajustes para intentar que parezcan más correctas. Tras algunas generaciones, estos errores acumulados se tornan tan ridículamente complejos que el sistema entero se vuelve insostenible y un tanto embarazoso. Incluso el inexperto capta que debe haber algo fundamentalmente equivocado en todo este lío, y algunas almas valientes sacan un papel en blanco, dejan de lado sus preconceptos, y comienzan de cero, basándose en la razón y la evidencia, y no en los errores acumulados de la historia.

El principio central de todos los sistemas de la moral humana es el Principio de No Agresión. Todos lo aprendemos cuando somos niños: No golpees, no empujes, no lastimes, no robes. Aprendemos que la violencia, la intimidación y las amenazas están mal, son inmorales, y que sólo empeoran cualquier problema que estés intentando resolver. Esa es la regla que se nos enseña cuando somos niños, y es una buena regla: consistente, lógica, empírica. Pero luego, cuando crecemos, si tenemos el coraje de verlo, entendemos que no es así como se maneja la sociedad adulta, en absoluto.

En la sociedad adulta, debes pagarle con dinero a un grupo de hombres y mujeres o ellos llamarán a otros hombres y mujeres con disfraces azules para que vengan y te lo quiten. Y, si tratas de defenderte de este robo, te dispararán. Esta es la realidad de las sociedades con gobiernos. Tu sociedad.

En las sociedades estatistas, el libre intercambio entre adultos libres, que no es del agrado de algunos, puede hacer que te disparen. Si consigues un empleo e intentas evitar el pago de un plan fraudulento de “jubilación”, puedes ser secuestrado y fusilado si te resistes. Si rompes cualquiera de los cientos de miles de reglas inventadas sobre el intercambio y el comercio, eres arrestado. Si no quieres financiar a dictadores extranjeros, eres arrestado. Si no quieres pagar por una guerra nefasta, eres arrestado. Es una historia que nunca acaba.

Cuando éramos niños, nuestras maestras nos decían: “No uses la violencia”, pero si, siendo adultos, no pagamos el salario de una maestra del Estado, somos arrestados. A medida que crecemos, cuanto más miramos alrededor, más nos damos cuenta de que cada “ley” es un arma, y las armas están en todas partes en el mundo adulto, y de que el uso de la violencia para obtener lo que quieres es la base de la sociedad en la que vivimos.

Entonces, ¿en qué quedamos?, ¿la violencia es buena o mala?

Nuestro sistema estatista se ha tornado tan ridículamente complicado porque tiene, como el modelo geocéntrico del sistema solar, un error fundamental en su raíz misma. Este error es la creencia de que la violencia es la mejor forma de resolver problemas sociales complejos; la ilusión de que si se apuntan suficientes armas contra suficientes personas, si se crea suficiente deuda usando a los no-nacidos como garantía, si se secuestran y esclavizan suficientes almas libres, el mundo será cada vez mejor, mejor y mejor. ¿Cómo nos está funcionando?

El código tributario, agresiones en contra del libre intercambio y el consumo personal, la multiplicación interminable de leyes que gobiernan cada aspecto de nuestras vidas, éstos son los círculos dentro de círculos del modelo geocéntrico del Sistema Solar. El único final para esa complejidad cada vez mayor, es el colapso total.

Cuando reconozcas que las crecientes complicaciones revelan errores fundamentales en la raíz de un falso sistema, verás que el Principio de No Agresión necesita ser puesto en el centro de nuestras virtudes, de nuestra moral, de nuestra sociedad como un todo. Como el Sol mismo, necesita estar en el centro de todo lo que hacemos. El Principio de No Agresión no puede “orbitar” alrededor de una jerarquía primitiva y violenta, que de hecho hemos heredado de simios y cavernícolas.

Piensa en ello: una sociedad sin violencia organizada, sin la amenaza de la coerción del Estado, sin secuestros institucionalizados, sin robos, sin encarcelamientos… Sin impuestos, y sin el robo devastador de la moneda fiduciaria estatal (falsificación).

¿Te sientes mareado? Deberías.

Cuando el Sol fue puesto en el centro del Sistema Solar, donde de hecho se encuentra, fue desorientador para todos en esa época. Tal como la relatividad de tiempo y espacio de la física de Einstein fue desorientadora. Tal como la evolución es desorientadora para muchos, y la física cuántica juega con la mente de cualquiera que realmente la capta.

En la fase de las antiguas falsedades, la verdad es a menudo vertiginosa y confusa, y ajena, y extraña. Cuando ponemos el Principio de No Agresión en donde debe estar: en el centro de la moral y la sociedad, las creencias que sostuvimos por decenas de miles de años súbitamente se evaporan. El antiguo error del Estado moralmente justificado se desintegra en los átomos de maldad que lo componen. La vertiginosa y creciente complejidad de leyes sobre leyes, armas sobre armas, asesinato sobre asesinato, todo este horrendo desastre es develado como intentos desesperados para encubrir el crimen fundamental de la violencia institucional justificada.

El mito del “contrato social” es develado como un arma apuntada al cuello del no-nacido. Las leyes son expuestas como prejuicios bien provistos de armas. Los impuestos se develan como robo, el hacer lobby como soborno, el arresto como secuestro, los gobiernos y los ejércitos como las pandillas criminales más exitosas, y las escuelas como campos de adoctrinamiento, alimentados por la violencia, para niños indefensos y dependientes.

Es desconcertante, es confuso, es aterrador, es vertiginoso, y es… verdad.

La luz solar de la razón, de la moral y la verdad es esencial: debe estar en el centro de todo lo que hacemos, porque en la sociedad, así como en el mundo, el Sol puede estar saliendo o poniéndose, quizás hacia una noche sin otro amanecer.

Que la tenue luz de nuestro mundo moderno sea la de un ocaso o la de un amanecer… eso… depende de ti.

Video para un Estatista ( Handout for a Statist ) por Stefan Molyneux

El Contrato Social

El Contrato Social – definido y destruido en menos de 5 minutos (Versión Escrita)

Por Stefan Molyneux

El contrato social es la idea de que los ciudadanos que viven en un país deben obedecer al gobierno, y que permanecer en el país, teniendo derecho al voto, constituye una forma de “contrato” voluntario entre el ciudadano y el gobierno.

Por lo tanto, el Contrato Social es:
-Geográfico (específico de cada país)
-Unilateral (del estado al ciudadano, en términos de impuestos, leyes, etc.)
-Implícito (no se firma; no es un acuerdo formal, como por ejemplo una hipoteca)

Ahora bien, toda metodología que se proclama válida debe estar sujeta a sus propias condiciones. Un ejemplo de esto: “en Derecho, nadie está por encima de la ley.”

El método científico – a diferencia de la revelación religiosa – debe someterse a sí mismo al método científico. Si comparamos los resultados que derivan de aplicar el método científico con los de otras formas de “conocimiento”, estamos sometiendo el método científico a sí mismo. La lógica y la evidencia deben someterse a sí mismas a la lógica y la evidencia, atendiendo a la coherencia de las proposiciones y a la realidad.

Así, el ateísmo no puede proclamar como autojustificación que dios le ha dicho a un ateo que dios no existe. Eso sería una contradicción en los propios términos.

El gobierno se postula a sí mismo como el máximo y único organismo de justicia en un territorio, y afirma que su justificación es el Contrato Social. Por lo tanto, el Contrato Social tiene que ser el mejor y el más virtuoso de los contratos existentes, puesto que constituye la raíz de todos los contratos que el estado obliga a cumplir. Y lo opuesto al Contrato Social tiene que ser injusto e inmoral – esto es lógica elemental: si A es justo, anti-A debe ser injusto.

Ya sabemos que el Contrato Social es geográfico, unilateral e implícito. Así pues, todos los contratos que cumplen con estos requisitos también tienen que ser justos.

Veamos un ejemplo de Contrato Social, el de un concesionario de automóviles: como tal, envío una carta a cada uno de los hogares dentro de un radio de diez cuadras, diciendo a sus propietarios que:

-Yo he comprado un automóvil en su nombre.
-Que pueden elegir entre un Volvo y un BMW.
-Que si no eligen uno de los dos, les enviaré el que haya elegido la mayoría.
-Que el automóvil les será entregado la semana entrante, y que no podrán devolverlo.
-Que adjunto la cuenta por un valor de $30.000.
-Que si no quieren el automóvil no hay problema: todo lo que tienen que hacer es mudarse a otro vecindario, donde tendrán que elegir otro automóvil.

Digamos que llevo este Contrato Social de concesionario de automóviles al gobierno y le pido que lo haga cumplir. ¿Cuál será su respuesta? Bueno… me tratarán de loco y se reirán de mí a carcajadas. Si luego tomo una pistola y voy a recoger mis $30.000, seré considerado un agresor inmoral y seré enviado a la cárcel por muchos años. Sin embargo, estoy cumpliendo estrictamente con los requisitos del Contrato Social – es geográfico, unilateral e implícito.

Dado que el gobierno invoca la validez universal del Contrato Social para justificar su existencia, pero tildará de malvado e injusto a cualquiera que pretenda imponer un contrato análogo, el Contrato Social es, entonces, considerado por el gobierno como el bien moral por excelencia y simultáneamente como el mayor de los males morales.

Ahora bien, si el Contrato Social es el bien por excelencia, el gobierno debería defenderlo para todos. Pero el gobierno hace lo contrario (ataca a los demás Contratos Sociales); en consecuencia, el gobierno es inmoral. Y si el Contrato Social es el mayor de los males, entonces el gobierno también es inmoral, puesto que lo usa como justificación de su poder.

¿HAY ESCAPATORIA?

Ah!… pero quizás podamos añadir la siguiente enmienda al Contrato Social: no puede haber superposición geográfica. No sirve: los gobiernos consideran moralmente válidos a los Contratos Sociales geográficamente superpuestos – federal, local, municipal, etc.

Podríamos quizás decir que el Contrato Social sólo se aplica a los gobiernos. Pero por definición, para ser válido el Contrato Social debe aplicarse a todos (especialmente a los desdichados “contribuyentes”). Ahora bien, si el Contrato Social se aplicara a todos, todos podrían crear e imponer un Contrato Social: el gobierno podría decir “mi Contrato Social me permite enviarle una cuenta de $10.000 en concepto de impuestos”, y yo diría “ok, mi Contrato Social me habilita a mí a enviarle al gobierno una cuenta de $10.000.” Nada se logra; se cancelan mutuamente.

Por lo tanto, el Contrato Social sólo es posible si se lo considera, simultaneamente, el bien por excelencia y el mayor de los males: si el gobierno lo hace está bien; si yo lo hago está mal – es moralmente aceptable que la Persona A imponga un Contrato Social a la Persona B, pero viceversa es inmoral.

Entonces, en la medida en que el Contrato Social es moralmente válido, el gobierno es inmoral por atacar la competencia entre diversos Contratos Sociales, universalmente buenos, que se intentan imponer. En la medida en que el Contrato Social es inmoral, el gobierno es inmoral, ya que lo utiliza para justificar su poder coactivo.

De esta manera, el Contrato Social invalida absoluta, completa y totalmente al Contrato Social.

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