lunes, 18 de abril de 2011

La estrategia libia

La estrategia libia

por GEES

Se mire como se mire, el objetivo de la intervención en Libia es derribar a Gadafi, y se diga lo que se diga, el medio es apoyar a sus enemigos internos. Pero los medios de éstos no están muy ajustados al objetivo común, de los de dentro y de los de fuera. Es una estrategia de esperanza, con poco fundamento. En Afganistán, del 7 de octubre al 14 de noviembre del 2001, salió casi a la perfección. Lo que vino después es más bien otra cosa. En Libia está patinando. La Alianza Norte de allá tenía más de ejército que el revoltijo del Este de aquí y los talibán, una vez vaciados de la osatura de militares paquistaníes, resultaron inferiores a las milicias militarizadas de Gadafi.
La esperanza estratégica no residía en la fortaleza de los rebeldes. Seguimos sin saber quiénes son políticamente, pero siempre hemos sabido que no son nada militarmente. Tampoco nuestra apuesta es convertirlos en algo en ese sentido. No hay ni tiempo ni ganas. El supuesto estratégico reside en el desmoronamiento del bando gadafista. Empezó a producirse desde el principio de la crisis y se creyó, se esperó, que parándoles los pies a sus matones artillados el proceso se aceleraría. Pero cuando se intervino era tarde. Lo justo para salvar Bengasi, la capital rebelde, pero para entonces ya estaba en marcha el proceso contrario: la recuperación de Gadafi. La revuelta y las deserciones en su campo habían ejercido sobre él el efecto de una estrategia espontánea de shock and awe, de paralizante conmoción y pavor. Pero cuando Obama se decidió a seguir a un Sarkozy que ya arrastraba a Cameron y salió la resolución 1973, la maquinaria represiva del dictador estaba ya en plena marcha. Los ilusos rebeldes creían que con que sólo les quitaran de encima a la aviación del tirano lo tenían todo resuelto. Ahora han desarrollado adicción a los bombardeos amigos y en cuanto estos amainan, las cosas empiezan a irles mal y no dejan de mirar al cielo profiriendo la jaculatoria "¿Dónde está la OTAN?".
Y la OTAN está, pero no mucho. Ya Clinton se había replegado un tanto en Bosnia para azuzar a los europeos a asumir sus responsabilidades, pero tuvo que retomar las riendas en Kósovo o la Alianza naufragaba. El propósito de Obama es todavía más modesto. Más por fe en el multilateralismo inútil y humilde rechazo del excepcionalismo americano que por fatiga bélica, Obama no quiere que su país dirija. Dirigir desde atrás, lo llama. Escurrir el bulto es la denominación tradicional. No es que los europeos no deberíamos ser capaces de mucho más y hacerlo, pero sin el Gran Hermano estamos perdidos. El Reino Unido ha echado el resto en Irak y Afganistán. La Merkel escurre el bulto sin eufemismos, emulando al impresentable Schröder, por unas elecciones regionales que finalmente pierde. Los europeos orientales, a los que hizo temblar el "podían callarse" de Chirac cuando se atrevieron a pronunciarse a favor de la guerra de Irak, ahora frenan la de Libia. Libia no es muy importante, pero una derrota sería devastadora.

Las FARC, derrotadas en el monte

Las FARC, derrotadas en el monte, ganadoras en los platós

por Pedro Fernández Barbadillo

El Vietcong perdió la guerra en el campo de batalla, pero la ganó en la televisión. A las FARC, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, les puede ocurrir algo parecido: perder la guerra en la selva, pero ganarla en los despachos de los jueces y las oficinas de las ONG.
En unos pocos años, los miembros de las FARC y del Ejército de Liberación Nacional (ELN), las dos guerrillas que matan en Colombia, han pasado de tocar la victoria con el cañón de sus metralletas a temer por sus vidas. En 1998, después de una década larga de violencia causada por las guerrillas, los narcos y las autodefensas campesinas, el liberal Andrés Pastrana trató de negociar con las FARC y para ello les cedió 41.000 kilómetros cuadrados, de donde retiró a las autoridades, a los militares y a los policías. Durante tres años, las FARC tuvieron un mini-Estado del tamaño de Extremadura, donde entrenaban a sus soldados, elaboraban cocaína y recibían a sus camaradas de Europa y América.
En 2002, el hartazgo de los colombianos, llevó a Álvaro Uribe, un liberal que dejó su partido para encabezar un movimiento cívico, a la presidencia, con el compromiso de combatir a todos los que llevasen un arma. El Ejército, apoyado políticamente por Uribe y técnicamente por Estados Unidos, ha infligido numerosas derrotas a la guerrilla. Las más espectaculares han sido el bombardeo del campamento de Raúl Reyes en Ecuador (Operación Fénix); el rescate de un grupo de secuestrados entre los que estaba Ingrid Betancourt sin disparar un solo tiro (Operación Jaque); y la eliminación del jefe militar de las FARC, Mono Jojoy (Operación Sodoma). Ésta última fue posible gracias a la traición de varios guerrilleros. No es exagerado sostener que las Fuerzas Armadas de Colombia, incluidos sus servicios secretos, son de las mejores del continente.
Las FARC nacieron en 1949, después del bogotazo, una rebelión popular causada por el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán en abril de 1948. En 1964 se vincularon al Partido Comunista Colombiano, que recibía ayuda de todo tipo de Cuba, y a partir de entonces pasaron a ser letales. El general Freddy Padilla ha declarado que en 1998 las FARC tenían 26.000 combatientes y el Ejército “se sentía impotente” ante ellas; en 2010, su número había caído hasta los 8.000, reducidos además a un territorio mucho más pequeño. Unas 53.000 personas vinculadas a los grupos armados han aceptado la desmovilización, de las que 17.000 militaban en las FARC y el ELN.
Técnicas de terror
En todos estos años, las FARC han dado muestras de su crueldad. Una de sus técnicas para aterrorizar a la población es secuestrar a todo tipo de gente, desde policías rurales a periodistas y senadores, y mantenerlos presos y encadenados durante años. Al menos cuatro uniformados han permanecido doce años en poder de las FARC. Sus atentados con bomba se han realizado en procesiones religiosas y en barrios humildes. Trataron de asesinar al presidente Uribe en su toma de posesión en agosto 2002 mediante cohetes; aunque fracasaron, consiguieron matar a diecisiete personas, entre las que hubo niños. Y para adiestrarse en el montaje de coches-bomba, contrataron a varios etarras. Una manera de cubrir las bajas es mediante el secuestro de adolescentes a los que manipulan y convierten en soldados. Pero también los miembros de las FARC viven bajo un régimen de terror.
En una operación militar en julio de 2007, el Ejército ocupó un campamento y encontró el diario de una muchacha holandesa, Tanja Nijmeijer, de 29 años entonces, que había dejado su país para unirse a las FARC y luchar por la revolución. La descripción que hace la terrorista holandesa en los campamentos de las FARC es repugnante: sexo con personas infectadas de sida, exigencia de permiso para emparejarse, división en castas, falta de comida, autocríticas en público… Su campamento es “una organización donde una chica con pechos grandes y cara bonita puede desestabilizar”.
La guerra por las almas
Hoy las FARC no controlan ningún municipio y han regresado a la selva. Sin embargo, la victoria se le puede escapar al pueblo colombiano. El periodista Plinio Apuleyo Mendoza, ex embajador de Colombia en Portugal, sostiene que la derrota total es imposible debido a dos factores: lo agreste de la selva y la montaña donde se refugian los restos de las FARC y su vinculación con el negocio de la droga, que les permite obtener gran cantidad de dinero para comprar armas y mercenarios.
Además, señala Mendoza, la guerrilla está ganando la guerra en las ciudades. Uno de los jefes, Alfonso Cano, de nombre verdadero Guillermo León Sáenz, ha elaborado una nueva estrategia. A diferencia de Tirofijo y de Mono Jojoy, que eran campesinos incultos, Cano tiene educación y conoce la sociedad moderna, ya que nació en Bogotá en una familia de clase media alta. Mendoza sostiene que Cano ha procedido a infiltraciones dentro del Poder Judicial, el control de sindicatos de base, el manejo de las comunidades indígenas y la captación de militantes en las universidades, centros académicos, medios de comunicación e incluso en las ONG que suministran informes a las organizaciones internacionales de derechos humanos”. La nueva guerra es por las almas y por la opinión pública, y en ella las FARC no han sido derrotadas.
Un pueblo ‘liberado’
Hace un par de años, Plinio Apuleyo Mendoza estuvo en Remolinos del Caguán, un pueblo en las selvas del Caquetá. Gracias a una Brigada Móvil del Ejército, la guerrilla ha desaparecido, “pero la población ha quedado bajo el control de sus más cercanos parientes políticos, los llamados milicianos bolivarianos”. Los testaferros de las FARC compran las mejores fincas de la región para el cultivo de la coca. “Si un propietario no quiere vender la suya, mueven la cabeza con pesadumbre: «Entonces, tendremos que comprársela a su viuda»”. ¿A que recuerda a más de un pueblo vasco o navarro?

La “colombianización”

La “colombianización”: un nuevo paradigma para la política internacional de drogas

por Jorrit Kamminga

El año pasado, el ex presidente de Colombia Ernesto Samper habló de la ‘colombianización’ de México, refiriéndose al creciente problema del narcotráfico y la violencia que arrasa el país. Desde el año 2002 también podemos hablar de la ‘colombianización’ de Afganistán con su enorme industria ilícita basada en el opio que sigue corrompiendo y desestabilizando el país surasiático. Este tipo de retorica política tal vez no ayuda a explicar bien o resolver el problema de las drogas pero sí es indicativo de la falta de progreso estructural en nuestra lucha contra las drogas ilícitas. La situación cada vez va de mal en peor y requiere urgentemente un nuevo enfoque de la política antidroga internacional.
Existen sobre todo dos problemas principales de la presente estrategia antidroga que nos han llevada al abismo actual. En primer lugar, nunca ha existido un consenso internacional sobre cómo tratar el problema de las drogas, sobre todo porque no hay una clara conceptualización y separación de las causas y los síntomas del problema. En segundo lugar, la responsabilidad mutua o compartida entre países productores y países consumidores hasta hace poco era un concepto establecido políticamente pero con escasa valor en la práctica. Estos dos problemas principales forman cara y cruz del mismo dilema y por eso tienen que ser resueltos conjuntamente en un nuevo paradigma para la política internacional de drogas.
La guerra entre el Gobierno mexicano y los poderosos carteles de la droga y las campañas de erradicación de los cultivos de la amapola en Afganistán tienen mucho en común: En ambos casos se trata de combatir sólo los síntomas del problema de las drogas. Del mismo modo, casos como las 105 toneladas de droga incautadas en México a finales del año pasado – en este caso marihuana – no ayudan a cortar el problema de las drogas en la raíz. Este tipo de acciones policiales ni siguiera tiene un efecto significativo sobre los precios y la disponibilidad de drogas en el mercado ilícito. De igual modo, atacar a los pobres agricultores de amapola porque los talibanes cada año sacan unos 90 millones de euros de la industria legal tampoco va a resolver el problema y sólo agravará la desilusión, la violencia y la inestabilidad en el país surasiático.
La política de la mano dura contra la oferta y la demanda de las drogas – especialmente cuando sólo aborda los síntomas del problema– ha fracasada continuamente en el pasado y no nos sirve con cara al futuro. Al final de octubre del 2010, Anand Grover, Relator Especial de la ONU en materia de la salud mental y física confirmó de nuevo que la criminalización excesiva y las medidas estrechamente represivas han fracasado y están relacionadas al abuso de los derechos humanos y la violación del derecho a la salud.
En cambio, lo que hace falta es una política de drogas basada principalmente en la salud pública. Sin demanda no hay oferta, así que la responsabilidad principal cae encima de los países consumidores como España donde la demanda para cualquier tipo de drogas parece insaciable. La cocaína que está consumida en este país proviene en gran parte de Colombia y incluso pasa por otros países o regiones como el África Occidental donde el tráfico de drogas también deja huellas destructivas en la cohesión y la estabilidad de esas sociedades en el camino hacia España.
Dentro de Europa, España sigue siendo entre los dos primeros países consumidores de cannabis, procedente de Marruecos y cocaína, procedente, sobre todo, de Colombia. Además, casi toda la heroína consumida en este país procede directamente de los cultivos de amapola en Afganistán. La heroína no está llegando a España porque los agricultores afganos a propósito quieren exportarla para intoxicar a los españoles. De nuevo es la demanda que produce la oferta, como en cualquier mercado normal y corriente. La única diferencia es el carácter ilegal de las drogas que añade un valor económico adicional a cultivos como la coca, el cannabis y la amapola.
Los Estados Unidos han dado los primeros pasos modestos hacia un nuevo paradigma de la política de drogas. En primer lugar, en junio 2009 cambiaron su política de drogas en Afganistán, quitando el apoyo a las campañas de erradicación y apostando por más desarrollo y más intercepción de drogas. En segundo lugar, por vía de un primer proyecto de ley del demócrata Eliot Engel, están intentando establecer una comisión para investigar y valorar la política antidroga estadounidense en la región latinoamericana durante los últimos 30 años. Sin duda, esta región es sinónima con el fracaso de la política antidroga internacional. Ahora los senadores Patrick Leahy, Robert Menéndez y Dick Lugar llevan esta iniciativa cuya resultado todavía está por ver.
Por último, los Estados Unidos han reforzado el concepto de la responsabilidad compartida en su política bilateral con México. En una visita de Hillary Clinton a México del marzo del 2009, la secretaria del estado reconoció la doble responsabilidad de Estados Unidos de fomentar la producción y el tráfico de drogas por causa de la vasta demanda de los estadounidenses, y además de proveer por vías clandestinas muchas de las armas utilizadas en México en la violencia cotidiana. En enero de este año repitió sus palabras en otra visita al país centroamericano: “Es importante para nosotros trabajar de cerca para frenar el flujo de armas ilegales y dinero que viene de una dirección (de EE.UU.) y de drogas en la otra dirección (de México)”.
La responsabilidad compartida en el tema del crimen organizado y el narcotráfico no sólo significa abordar el problema del consumo de drogas en Estados Unidos, pero también requiere invertir fuertemente en el desarrollo rural y la seguridad de países con cultivos de drogas o en los que están localizados en las principales rutas de tráfico. En el caso de la relación bilateral entre EE.UU. y México, el principio de la responsabilidad compartida se ha expresado en la iniciativa de Mérida, un acuerdo internacional del 2008 para la zona de América Central que intenta combatir el narcotráfico y el crimen organizado. Sin embargo, hasta ahora el impacto de este acuerdo ha sido muy limitado y la situación en México ha empeorada significativamente en los últimos tres años.
Cada vez más personas hablan de la posible legalización de las drogas. Pero dicha legalización o regularización de algunos tipos de drogas no es una solución del tipo ‘bala de plata’. Es verdad que la prohibición es la primera causa para la rentabilidad de las drogas de la que tanto los agricultores como los traficantes sacan beneficios importantes. Pero antes de todo, hace falta pensar bien en qué tipo de sistema de regularización puede evitar los efectos no buscados de un proceso de legalización. Además, necesitaríamos diferentes sistemas de control, distribución e información para diferentes tipos de drogas. Y para avanzar en el tema, primero hace falta llegar a un consenso al nivel internacional, dado el hecho que se trata de un problema que sólo se puede solucionar juntos al nivel de la entera comunidad internacional.
Pero antes de llegar a ese consenso, ya es útil y necesario entablar un debate constructivo en los años que vienen sobre nuevos modelos de control que son más realistas, pragmáticos y eficaces a la hora de abordar el problema internacional de las drogas. El actual debate ideológico y polarizado entre la prohibición y la legalización de las drogas no sirve para nada, ni ayuda a los cocaleros colombianos o los agricultores afganos ni a los millones de consumidores problemáticos que lamentablemente hay por todo el mundo.
Es una buena señal que los Estados Unidos parecen haber empezado lentamente con el entierro del hacha de la guerra ideológica contra las drogas. Es el primer paso en contra de la constante estigmatización tanto de los consumidores y los productores de drogas como de los cocaleros en Bolivia, Colombia y Perú y los agricultores de la amapola en países asiáticos como Afganistán, Myanmar y Laos.
Un nuevo paradigma de la política antidroga requiere más inversión en campañas de información y prevención, más fondos para el tratamiento y también unas medidas eficaces para la reintegración social de los consumidores problemáticos de drogas. Este nuevo paradigma tiene que combinar de una manera real y eficaz la responsabilidad compartida al nivel internacional entre países productores y países consumidores con la prevención y el tratamiento al nivel nacional y local.
Jorrit Kamminga es Director de Investigaciones del Consejo Internacional sobre Desarrollo y Seguridad (ICOS) con oficinas en Afganistán y participa en el programa de doctorado ‘La Europa de las Libertades’ en la Universidad de Valencia con una tesis doctoral sobre el papel de políticas de desarrollo económico y comercio en la reducción de la oferta de drogas en Colombia. En el presente año académico es investigador invitado en la London School of Economics (LSE).

¿Están o no presentes los islamistas en las revueltas árabes?

¿Están o no presentes los islamistas en las revueltas árabes?

por Carlos Echeverría Jesús

El empeño por parte de tantos observadores superficiales, pero también de reputados analistas, de no ver sino a defensores de la libertad y de la democracia en las revueltas que sacuden a cada vez más países árabes, desde el Magreb hasta la Península Arábiga, nos obliga a tratar de explorar si junto a estos hay otros actores cuyos objetivos pueden no ser tan loables en términos de liberalización.[1] Constataremos en este análisis el creciente protagonismo de grupos y movimientos islamistas en las revueltas, hecho que nos debe de obligar a vislumbrar que en un futuro inmediato estos habrán logrado incrementar su protagonismo en estas sociedades pudiendo con ello influir más en las decisiones de sus gobernantes presentes o futuros. Al final, no porque Al Qaida no dirija las revueltas o porque en años de activismo no hayan conseguido derrocar a Jefes de Estado que sí lo han sido por la presión de las masas hemos de considerar a los terroristas como fracasados. Al Qaida es un proyecto de presente y de futuro, y a pesar de las bravuconadas recogidas en sus comunicados o reflejadas en algunos atentados espectaculares es un proyecto de largo plazo, un veneno de efecto lento pero que en situaciones de caos o en las que se baja la guardia, como es la actual, sí pueden aprovechar la oportunidad para consolidarse.
Instrumentos islamistas y sectores religiosos van haciéndose cada vez más visibles en los escenarios de las revueltas y es importante que lo sepamos, sobre todo para cuestionar el arrollador axioma que sólo habla de democratización, de liberalización y de vientos de apertura y de modernización en nuestra vecindad árabe e islámica.
El protagonismo de algunos islamistas relevantes en Yemen
En Yemen, un depauperado país de 24 millones de habitantes que es uno de los frentes más delicados de la lucha contra el terrorismo yihadista salafista y, por ello, contra Al Qaida, el Presidente Alí Abdullah Saleh tiene cada vez más dificultades para mantenerse en el poder tras semanas de duras protestas iniciadas el 21 de febrero y que se han hecho permanentes en la Plaza de la Universidad, en Sanaá. El 19 de marzo Hussein Al Ahmar, líder de la principal confederación tribal del país, los Hashids, se reunía con un grupo de clérigos y emitía después un comunicado de apoyo a los manifestantes anti-Saleh. El día anterior más de 50 personas habían sido asesinadas en las calles de Sanaá por francotiradores cuando se manifestaban tras la celebración de la oración del mediodía. El deterioro de la situación se acelera, y a los problemas antiguos generados por la revuelta shií en el norte, en la región fronteriza con Arabia Saudí, el separatismo en el sur y el activismo terrorista de Al Qaida, se añade ahora la maduración de un bloque opositor que está liderado por un partido islamista radical, el Islah. Para tratar de mediar entre dicha oposición y el Presidente Saleh había visitado Sanaá el 16 de marzo una delegación del Consejo de Cooperación del Golfo bien nutrida de saudíes.
Arabia Saudí se preocupa, y mucho, no sólo por los problemas planteados por los shiíes houthis, levantados en armas en el norte de Yemen desde hace ahora seis años, sino también por el activismo de Al Qaida en la Península Arábiga (AQPA), dinámico grupo terrorista reforzado tras integrar a principios de 2009 la rama saudí con la rama yemení de las filiales de Osama Bin Laden en la región. Los ataques de AQPA contra los shiíes houthis, considerados heréticos por los yihadistas salafistas y 60 de cuyos miembros murieron en un ataque terrorista a principios de marzo, han incrementado en los últimos meses el prestigio de Al Qaida entre algunos sectores yemeníes. En Yemen las fuerzas especiales estadounidenses entrenan a militares en la lucha antiterrorista, la CIA realiza ataques selectivos con aviones no tripulados contra elementos de AQPA y, sabedoras de las vulnerabilidades del sistema de su aliado Saleh, las autoridades estadounidenses mantienen el centro de detención de Guantánamo abierto para seguir albergando en él a un importante número de presos yemeníes – más de la mitad de los 173 reos que hoy quedan allí son de esa nacionalidad - que si fueran devueltos a su país contribuirían a deteriorar aún más su situación interna. De especial interés para España es recordar que el pasado 5 de marzo el Tribunal de la Seguridad del Estado de Sanaá condenaba en rebeldía a quince años de prisión a Emar Ebad Al Wailli, acusado de ser miembro del grupo terrorista que asesinó a ocho turistas españoles en un atentado suicida realizado en la provincia de Mareb en julio de 2007.[2]
Islah es capaz de movilizar a las masas contra Saleh, presentando a este como sicario de los EEUU y denunciando que se “infle” la importancia como amenaza de AQPA o del predicador radical Anwar Al Awlaki,[3] y el hecho de que el jeque radical Abdul Majid Al Zindani haya declarado recientemente su apoyo a quienes protestan es una muy mala noticia para el país pues indica el peso cada vez mayor de los radicales en la revuelta.
Brote reciente en Siria
Siria, como su aliado no árabe pero sí musulmán Irán, había sido hasta ahora un país que se había logrado mantener al margen de las revueltas cada vez más generalizadas en el orbe árabe, desde el Magreb hasta el Golfo, pero las protestas comienzan a escucharse y ello a pesar del aquí sí bastante eficaz sistema de control de las masas y de la circulación de la información. Conviene recordar siempre cómo el padre del actual Presidente, Hafez El Assad, aplastó a sangre y fuego la revuelta de los Hermanos Musulmanes sirios en la ciudad de Hama en 1982: utilizando a la Fuerza Aérea, de la que él era General, provocó la muerte de entre 15.000 y 30.000 personas. Los que sobrevivieron a aquello fueron encarcelados y muchos marcharon a la diáspora, alimentando el islamismo en otras latitudes. En Siria, el estado de emergencia funciona, no como el del Egipto de Hosni Mubarak, y lo único que nos llega en el momento de terminar la redacción de este análisis es que se han sucedido ya varios días de protestas, cada vez más sangrientas, en la localidad meridional de Deraa, cerca de la frontera con Jordania. El boicot informativo que aplica el Estado no permite conocer en detalle el número de muertos pero la cifra sigue subiendo y rondaría ya el centenar, y lo que sí han llegado a filtrar las autoridades, de forma interesada, ha sido el hallazgo de armas y de dinero en la mezquita de Al Omari que aparece como el epicentro de las revueltas.[4] El sur de Siria es una zona especialmente sensible y las movilizaciones en Deraa se habrían extendido también a la cercana Nawa. Como hiciera ya el Presidente Saleh en Yemen, las autoridades sirias han recurrido a la socorrida práctica de acusar a Israel de estar detrás de las revueltas, hablando de mensajes de SMS masivos llegados desde allí cuando comenzaron las revueltas el 15 de marzo.[5] Queda por ver si el régimen de Bashar El Assad logra aplastar la revuelta como hiciera su aliado Mahmoud Ahmadineyad en Irán en 2009, y la referencia que hemos hecho a Hama evoca la práctica siria en el uso de la fuerza contra su propia población.
Egipto: de la movilización de los Hermanos Musulmanes al regreso del jeque Yusuf Al Qaradawi
Desde el momento mismo del inicio de las protestas, el 25 de enero, los Hermanos Musulmanes no han perdido ocasión de estar presentes en las protestas y de dar su opinión – que siempre ha sido tranquilizadora, bien calculada seguramente en términos tácticos para evitar despertar el alarmismo dentro y fuera del país – sobre todas las cuestiones que preocupaban y preocupan a los egipcios y a los extranjeros.
El regreso del jeque Yusuf Al Qaradawi, un egipcio tradicionalmente ligado a la Hermandad que hubo de exiliarse en 1961 y vivía en Qatar, desde donde tradicionalmente ha hecho llegar por doquier sus con frecuencia incendiarios mensajes utilizando el canal de televisión por satélite Al Jazira, ha sido comparado por algún autor con el del Ayatollah Ruhollah Jomeini a Irán en 1979. Ambos son personajes mediáticos, ambos han emitido “fatuas” asesinas – Jomeini contra Salman Rushdie, en 1989, y Qaradawi ahora contra Gadaffi y los suyos – pero la diferencia esencial entre uno y otro sería la voluntad de liderazgo de Jomeini frente a la ausencia de intenciones políticas de Qaradawi.[6] Tenga o no intenciones de liderazgo doméstico en su país, Qaradawi consigue que unos 40 millones de personas en todo el orbe islámico sigan sus homilías cada semana, y eso es digno de ser destacado.[7]
Dos acciones inmediatas a su regreso dan una idea de lo que Qaradawi puede llegar a representar en un escenario como es el egipcio, aún plagado de incógnitas en lo que a su normalización política e institucional respecta. Su homilía en la oración principal del viernes 18 de febrero, dirigida desde la emblemática Plaza Tahrir, fue seguida “in situ” por entre dos y tres millones de personas, y por otras muchas a través de las ondas. Por otro lado, tres días después Qaradawi se permitía emitir una provocadora “fatua” condenando a muerte al aún Jefe del Estado libio, el Coronel Muammar El Gadaffi, y a sus familiares, haciéndolo además en directo a través de Al Jazira. Es preciso darle a este último dato la importancia que tiene, aparte de por su sordidez, en términos de provocación de alcance global dado que, independientemente de que los acontecimientos han evolucionado como lo han hecho y hoy el líder libio está demonizado en muchos rincones del mundo, el citado texto aprobado por este incendiario líder es una provocación que debería de haber recibido una condena internacional. Es por otro lado una muestra de hasta dónde llega este combativo octogenario y de las vulnerabilidades potenciales porque podría activar a individuos de perfiles muy diversos para que traten de cumplir con su contenido alentando así, pura y simplemente, el asesinato.
Qaradawi comenzó a dar problemas hace muchos años, cuando en 1961 se instaló en Qatar huyendo del Presidente Gamal Abdel Nasser. El medio siglo que ha pasado fuera de su país ha sido tiempo bien aprovechado por quien es hoy Presidente de la Unión Internacional de Especialistas en Islam y también del Consejo Europeo para la Fatua y la Investigación. Enormemente mediático quienes le consideran un moderado deberían de saber que declara a todos los shiíes herejes – con lo que ello acarrea para muchos de ellos en siniestros escenarios como Irak o Pakistán – o que alienta los ataques suicidas en Israel y no sólo contra militares y policías sino también contra niños. Muchos autores que siguen las andanzas de Qaradawi insisten en que defiende el diálogo con los cristianos o que apoya la democracia como sistema político pero interesante es comprobar que, que sepamos, ahora cuando se ha producido una nueva matanza de cristianos coptos en su país su intervención moderadora ha brillado por su ausencia.[8] Esa hubiera sido una ocasión de oro para que demostrara que su defensa del diálogo y de la convivencia entre musulmanes y cristianos no es sólo demagogia sino una convicción profunda. De hecho más pronto que tarde tendrá que reaccionar porque la convivencia entre ambas religiones en Egipto promete verse alterada dadas las tendencias observables, en el país y en el entorno inmediato.[9]
¿Dónde están los yihadistas libios?
La “fatua” de Qaradawi es un llamamiento, recordémoslo, “a los oficiales y soldados (tropa) de Gadaffi que tengan la oportunidad de matarlo a que lo hagan”,[10] pero aparte de posibles yihadistas infiltrados en las fuerzas fieles al Coronel es de suponer que habrá en Libia otros individuos que podrían verse tentados a obedecer tan siniestra orden, desde antiguos yihadistas hasta cualquier musulmán que en un momento dado pueda encontrar convincente el texto del predicador. A ello hay que añadir además el hecho de que la propia Unión de Ulemas de Libia, formada por una cincuentena de doctores de la Sharía, emitió el 20 de febrero su propia fatua en el mismo sentido, llamando al Yihad guerrero contra Gadaffi.[11]
El régimen libio estaba precisamente a punto de culminar su programa de desintoxicación/desradicalización de yihadistas que ha puesto en libertad a 360 miembros del Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL), los últimos 110 liberados lo habían sido hace escasas semanas, cuando estallaron las revueltas en su suelo. El regocijo de algunos analistas occidentales y árabo-musulmanes por dicho proceso podría quizás ser puesto a prueba si pudiéramos comprobar qué ha sido de dichos individuos. A buen seguro no estarán entre los fieles a Gadaffi porque es más que dudoso que el programa de desradicalización les haya llevado a adorar a, y a poner sus vidas a disposición de, quien para ellos ha sido siempre un apóstata. ¿Acaso no es este un momento ideal para exigirle cuentas? Además, los yihadistas originarios de la Cirenaica, que son la mayoría, difícilmente habrán perdido la ocasión de aportar sus conocimientos y su motivación a esos esforzados rebeldes que ahora el mundo occidental – con Nicolas Sarkozy a la cabeza – pretende ayudar para quitar de en medio a Gadaffi. Esta realidad, unida a la de la apertura de no pocos arsenales tanto durante los combates con fieles a Gadaffi como en los asaltos realizados por los rebeldes a acuartelamientos, lleva a incrementar la preocupación no tanto por la posibilidad de que sean utilizados de inmediato en el campo de batalla sino más adelante y con fines terroristas.[12] Todo el mundo habla ahora del Consejo Nacional, con sede en Bengasi, pero nadie conoce al detalle quiénes lo componen: no deja de ser chocante que 18 de sus 31 miembros sigan en la clandestinidad por motivos de seguridad, y es cuando menos arriesgado reconocer como gobierno alternativo a quien no se conoce bien.[13]
En cualquier caso la utilización interesada por parte del propio Gadaffi de la referencia a la amenaza islamista, como antes hicieran Ben Alí y Mubarak, hace que muchos prefieran no ahondar en la misma, pero creemos que sí es preciso referirse a ella, quizás no tanto en términos de presente sino más bien de futuro. Más allá de las afirmaciones de Gadaffi en su colérico discurso de 22 de febrero – afirmando que “los manifestantes quieren convertir Libia en un emirato islámico con Bin Laden a la cabeza y dar una excusa a Estados Unidos para intervenir en el país”[14] – hay una presencia yihadista en su suelo que no conviene dar por solucionada y menos en un momento crítico como es el actual.
Libia no va a ser “tumba de imperios”, calificativo que sí se ha utilizado para Afganistán, pero sí vamos a tener que afrontar unas cuantas contradicciones en dicho escenario. Difícil será retomar las relaciones con el régimen de Gadaffi si este perdura, con un Ministro de Asuntos Exteriores como Mussa Kussa que en su día, a fines de los ochenta y siendo jefe de los servicios de inteligencia, fue involucrado en el deleznable atentado aéreo de Lockerbie (270 muertos), pero tampoco será fácil tratar con el susodicho Consejo Nacional radicado en Cirenaica, antiguo y presente vivero islamista, cuya composición detallada es desconocida. Entre los múltiples opositores a Gadaffi que han sido identificados por los medios de comunicación para obtener sus opiniones en las pasadas semanas me quedo con el médico Idriss Aboufaied, refugiado en Suiza que en 2000 fundó la Unión Nacional para la Reforma de Libia, pequeño partido nacionalista y moderado, para quien tras la caída de Gadaffi las elecciones darían sin ninguna duda el poder a los Hermanos Musulmanes.[15]
Aunque es bien cierto que el pulso dentro de los sectores religiosos entre la moderación de las cofradías, y en particular la de los Senussis en Libia, y el radicalismo de los yihadistas salafistas debe de ser destacado, y ello porque no todo lo que suena a religión es potencialmente pernicioso en términos políticos y de seguridad, también lo es que el riesgo de que los segundos se impongan a través de la violencia a los primeros existe, habiéndose verificado antes en escenarios como Argelia.[16]
El papel de En Nahda en Túnez
El regreso desde el exilio del veterano dirigente de En Nahda, Rachid Ghannouchi, el 30 de enero, convocó a muchos tunecinos en el Aeropuerto Internacional de Cartago y en todo el recorrido hasta la capital, con unas masas que no se habían visto ante la llegada de algunos otros exiliados. Mujeres con hiyab y hombres que comenzaban a presumir de sus barbas aportaron una imagen que la persecución de Burguiba y de Ben Alí al islamismo había casi erradicado del paisaje tunecino.[17] Tras su regreso Ghannouchi y En Nahda han adoptado un perfil bajo, pero conviene recordar que esta, la discreción y la prudencia, es una de las exitosas formas de comportamiento de los islamistas, sobre todo en momentos y en lugares potencialmente hostiles. Portavoces del grupo y el propio Ghannouchi no han dudado en tranquilizar a la población con argumentos como que el avanzado estatuto de la mujer no será derogado y que no se presentarán a las elecciones presidenciales que deberán suceder a las generales. A buen seguro ya habrán reforzado su labor asistencial y formativa, sin pedir nada a cambio salvo que no se olvide de dónde han procedido las ayudas y apoyos que aportan: la vieja práctica de los Hermanos Musulmanes, del Hamas palestino y del Hizbollah libanés Algún día, y como han hecho esos otros antes que ellos, podrán permitirse pedir que se recuerde.
Lo que sí ha pedido ya En Nahda ha sido ser legalizado como partido – obteniéndolo a principios de marzo, nada más tomar posesión Beji Caid Essebsi como nuevo Primer Ministro y ahora espera pacientemente en el marco de un proceso que se pretende avance hacia la normalización pero que está tomándose mucho más tiempo de lo que sería deseable.[18] Podemos afirmar haciendo balance de lo hasta ahora ocurrido que el islamismo radical no ha actuado en Túnez aprovechando el caos provocado por las revueltas, aunque sí es cierto que, al igual que ha ocurrido en Egipto y en Libia, armas y presos han sido liberados en medio del caos. Aunque la violencia y el vacío de poder que en algún momento estuvo a punto de darse creaba una situación propicia no se han producido ataques terroristas y el incendio de una sinagoga en la meridional Gabes, producido el 1 de febrero, no ha conducido a conclusiones claras sobre su autoría.[19]
El islamismo argelino
Aunque el régimen del Presidente Abdelaziz Buteflika parece estar mostrándose capaz de controlar el posible surgimiento de protestas organizadas y de carácter permanente lo cierto es que este país, en el que la ofensiva de los islamistas radicales constituyó una verdadera amenaza existencial, la gestión del fenómeno debe de seguir provocando inquietud y de invitar a la prudencia. El islamismo forma parte hoy del Gobierno de coalición, a través del Movimiento Social por la Paz de Soltani, está en el Legislativo, y su versión más radicalizada dinamiza Al Qaida en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI), con efectivos en la montañosa Cabilia y un importante redespliegue en el Sahel. Sumido el régimen en un acelerado proceso de cambios, dinamizado en buena medida por las violentas revueltas de enero y por el efecto de la marea que se está produciendo alrededor, las medidas que se tomen deberán de tener en cuenta dos realidades en lo que al islamismo respecta: la versión radicalizada, la yihadista salafista, no ha sido vencida y se ha reforzado de alguna manera a través de las generosas amnistías de años pasados; y la que podría considerarse moderada, aunque con todas las reservas, lleva años penetrando en el sistema y proyectándose en la población.[20]
Una oposición profundamente dividida, a pesar de que llegó a crearse un embrión de agrupación “ad hoc” en febrero para canalizar las movilizaciones, la Coordinación Nacional para el Cambio Democrático (CNCD), y la agilidad del régimen para hacer concesiones y para mantener el control, han impedido que en Argelia se hayan reproducido hasta ahora escenarios similares a los que han afectado y afectan a los vecinos, pero hubo enfrentamientos en enero, hay conatos de violencia ahora y hay todo un bagaje acumulado que nos lleva hasta la Revuelta de la Sémola de octubre de 1988.[21] El islamismo argelino es tenaz, desde el más radicalizado hasta el que se muestra más posibilista, sigue siendo el ariete para dinamizar a otros islamistas de otras latitudes, y, lo que es también muy preocupante, sigue trabajando con ahínco y con cierta discreción en el seno de la sociedad. Las fases convulsas como la actual les son propicias, porque como lo que los observadores externos buscan en ellas son manifestaciones destacadas y muy visibles lo discreto parece ser irrelevante.
Los cada vez menos discretos islamistas marroquíes
Desde que el 20 de febrero se iniciaran oficialmente las movilizaciones marroquíes, siguiendo la estela dejada ya a aquellas alturas por tunecinos, egipcios, jordanos o yemeníes, entre otros, las calles de las principales ciudades marroquíes no han dejado de estar ocupadas, entre otros, por activistas islamistas, tanto del grupo ilegal pero tolerado Justicia y Caridad, los más y particularmente de sus juventudes, como del Partido para la Justicia y el Desarrollo (PJD), legales estos últimos y que han sido los más tardíos y los que han adoptado un perfil más discreto.
En la susodicha fecha del 20 de febrero contrastó la relativa calma que caracterizó a la manifestación convocada en Rabat con la violencia que estalló en otras ciudades del Reino, particularmente del norte (Alhucemas, Larache, Sefru, Tánger y Tetuán), donde los islamistas han venido teniendo importante cantera, pero también Fez en el centro y Marrakech en el sur. En Alhucemas murieron carbonizados cinco jóvenes en una sucursal bancaria atacada y otro murió en Sefru.[22]
Importante es ahora seguir las movilizaciones que no cesan, dinamizadas además tras la concesión hecha por Mohamed VI con su discurso de 9 de marzo – aunque trató de evitarlo, quienes protestan valoraron que con su presión en las calles obtienen dividendos siendo esas promesas reales uno de ellos -, y vislumbrar en lo que a los islamistas respecta su presencia en escenarios masivos, como Casablanca, y también en otros tradicionales como las ciudades del norte del país. En la capital económica se les vio el 20 de marzo, y hasta los legales del PJD se echaron a la calle para no perder aún más terreno frente a Justicia y Caridad. Estos últimos, que antaño y de la mano de su fundador, el jeque Abdesalam Yassin, habían sido pioneros en criticar a la Monarquía y cuestionar el carácter sagrado de esta, se mueven con más comodidad ahora que otros sectores sociales han comenzado también a criticar al Rey desacralizando poco a poco su figura.[23]

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