sábado, 16 de abril de 2011

Marcelo y la “ciudad de la esperanza”

Marcelo y la “ciudad de la esperanza”
Godofredo Rivera

Por si no fuera pocas las arbitrariedades del gobierno defeño (de Marcelo Ebrard y su aplanadora asamblea legislativa), se decidió restringir (se anunciaron cambios legales la semana pasada) la libertad en el establecimiento perimetral de cadenas comerciales y supermercados, para beneficiar a unos cuantos (una clientela política tradicional) miembros de los llamado mercados tradicionales de barrio. Sí, parece que el gobierno perredista quiere convertir a la capital en la Calcuta latinoamericana, en donde sean los tianguis, “las playas artificiales”, las grandes aglomeraciones humanas, las largas filas, las que predominen en la vida diaria de los capitalinos.

Hablamos de cambios en la norma 29 (reglamento de mercados del DF) que garantizará que alrededor de cierta longitud perimetral no puedan establecerse cadenas comerciales y cualquier tienda de autoservicio (se crean barreras a la entrada como acertadamente ya lo señaló la Comisión Federal de Competencia) si hay presencia de mercados y tianguis tradicionales. Vaya manera de afectar la sana competencia. Vaya soberbia, arbitrariedad, prepotencia, los actos de beneficiar a unos cuantos afectando el bienestar de millones de consumidores que habitamos el Distrito Federal.

Si los mercados y tianguis tradicionales no quieren ser competitivos y modernos que sea el consumidor quien los castigue, y no que, por el contrario, sea papá gobierno quien meta mano en los mercados para frenar la competencia. Eso es lo que acostumbran los izquierdistas, quienes no entienden los beneficios del intercambio voluntario.

Hace unos años, a la llegada de las cadenas Wal Mart a México, hubo férrea oposición de políticos ligados a intereses de unos cuantos comerciantes que no querían competencia. Había argumentos de todo tipo, de si desaparecerían tianguis y changarros tradicionales, de si perderíamos parte de nuestras tradiciones de consumo-argumento por demás ridículo y nacionalistoide. Por el contrario, no sólo no hubo la desaparición masiva que pregonaban los agoreros del proteccionismo, sino que se amplío las opciones de los consumidores que ahora gozan de más libertad de elegir, productos más modernos, más baratos y mejor manufacturados.

Las medidas de Marcelo sólo minarán la inversión comercial en el Distrito Federal a expensas del empleo y consumo de millones de capitalinos. Eso sí, los grupos clientelares del PRD felices de que se les proteja contra la competencia.

Y decimos las no pocas arbitrariedades de Marcelo y su gobierno, pues a lo anterior hay que sumarle las tarifas arbitrarias y prohibitivas de agua y predial contra ciertos defeños de ciertas delegaciones, las expropiaciones arbitrarias para los dudosos beneficios de la obra pública de Marcelo, y los ataques de todo tipo de vándalos, sean los tradicionales parásitos magisteriales del mes de mayo, ó los vándalos y corruptos del SME (ahora ya con todo dinero en el bolsillo de Esparza para organizar los ataques contra el gobierno federal y los defeños) quienes cuando quieren siembran el terror en la ciudad, incendian carros y camionetas, golpean y asaltan a periodistas, apedrean centros comerciales, golpean y vejan a trabajadores de CFE, y un larguísimo etcétera de abusos impunes en donde parece que Marcelo los cobija (la semana pasada se decidió actuar, y se arrestó a algunos miembros en flagrancia del SME; ya verá el lector como pagan una fianza y vuelven al vandalismo cuando se los ordene su jefe Esparza).

Definitivo, el DF es la ciudad de la esperanza.

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