viernes, 20 de mayo de 2011

Gingrich o la bala perdida

Gingrich o la bala perdida

    Newt Gingrich, ex presidente de la Cámara de Representantes, pronuncia un discurso en una actividad del Partido Republicano en Macon, Georgia. Gingrich anunció recientemente su aspiración a  la presidencia.
Newt Gingrich, ex presidente de la Cámara de Representantes, pronuncia un discurso en una actividad del Partido Republicano en Macon, Georgia. Gingrich anunció recientemente su aspiración a la presidencia.
Jessica McGowan / Getty Images

Newt Gingrich, quien fuera líder de la Cámara Baja de 1995 a 1999, recién anunció que buscará la candidatura del Partido Republicano a la presidencia porque piensa que la patria está en dificultades y le necesita para recuperar su posición como “el gran centro de la libertad, el gran generador de prosperidad, el garante de la seguridad de sus ciudadanos y de sus amigos en el resto del mundo”. Gingrich está convencido de que Estados Unidos no es un país ordinario “como los países europeos” (el resto del mundo no amerita ni siquiera una mención) sino una nación excepcional dotada por el creador de ciertos derechos inalienables y exclusivos, pero que hoy atraviesa por un mal momento.

Para recuperar el excepcionalismo recién extraviado, Gingrich propone una plataforma política que combina su conservadurismo fiscal y social con sus valores religiosos que, entre paréntesis, han tenido varias fases. Luterano de nacimiento, al entrar en la política se hizo miembro de la Convención Bautista del Sur y hace dos años se convirtió al catolicismo.

En rigor, el lanzamiento formal de su campaña electoral para nadie ha sido una sorpresa pues Gingrich no ha dejado de hacer política desde que salió del Congreso, repudiado por sus opositores y por los mismos miembros de su partido que lo consideraban una figura divisiva y polarizante. Desde entonces a la fecha, ha escrito varios libros de contenido político y aparece frecuentemente como comentarista en programas de radio y televisión dirigidos a la audiencia más conservadora del país. También tiene una agencia de comunicaciones y patrocina varias organizaciones políticas, entre ellas, un sitio en la Red con noticias, comentarios y propaganda de corte conservador dirigido a los hispanos.

Según Gingrich, es un contrasentido que la inmensa mayoría de los hispanos voten por los candidatos del Partido Demócrata dado que son fundamentalmente conservadores. Y no sólo eso, en uno de sus acostumbrados excesos retóricos ha llegado a decir que son precisamente los inmigrantes de primera generación quienes más concuerdan con su firme defensa del excepcionalismo estadounidense aunque no aclara en qué tipo de investigación se basa para sostener tan temeraria afirmación. Respecto al tema migratorio, la postura de Gingrich tiene tantos matices que resulta difícil, sino es que imposible, entender exactamente cuál es su posición. Por un lado repite el mismo estribillo que hace una década entonan los republicanos exigiendo el reforzamiento de la frontera sur. Por el otro lado sugiere que no se puede deportar a 11 millones de personas que están ilegalmente en el país pero no se atreve a abogar por su legalización para que se termine de una vez el problema de la ilegalidad.

Si comparamos las posiciones de Gingrich sobre el tema con las de los otros posibles candidatos del Partido Republicano es cierto que aunque vagas, suenan mucho más razonables, el problema es su falta de especificidad. Y si acudimos a su pasado para intentar predecir el futuro, otra vez nos topamos con la contradicción y la incertidumbre. Debe reconocérsele que sin su apoyo, la ley que permitió a miles de refugiados centroamericanos obtener la residencia legal no habría sido posible. Pero también hay que recordar que no hace mucho tiempo equiparó la educación bilingüe a un “aprendizaje del lenguaje del gueto” y más tarde acusó de racista a la magistrada de la Suprema Corte de Justicia, Sonia Sotomayor.

El problema con Gingrich es que es una bala perdida que lo mismo hace alarmantes e inflamatorias generalizaciones contra los musulmanes que cuestiona el patriotismo del presidente Obama, se muestra intolerante con los defensores de los derechos de los homosexuales y exhibe una arrogancia que no tiene par. Considere, por ejemplo, que este hombre que hoy se erige en defensor de los valores tradicionales y pregona su religiosidad engañó a su primera mujer con la que se convirtió en su segunda esposa y a esta con la tercera, al mismo tiempo que denunciaba la infidelidad del presidente Clinton. El grave problema con Gingrich es que no se puede confiar en él.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario