lunes, 13 de junio de 2011

2006 ya pasó, bienvenidos a 2012

2006 ya pasó, bienvenidos a 2012

Jorge Fernández Menéndez

Quien piense que en 2012 se repetirá el enfrentamiento conceptual, ideológico, político, económico, de 2006, quedará fuera del verdadero juego electoral. La mayoría de nuestros políticos han estado tanto tiempo congelados (los candidatos de la oposición en el Estado de México son los mismos de hace 18 años) que no han reparado en un dato fundamental de cara a las próximas elecciones presidenciales e incluso en las que están en curso en los estados: siguen pensando que vivimos en 2006 o en su antesala, 2005, y no comprenden que ese momento ya pasó, tanto en el plano nacional como en el internacional.

Hace seis años, en el terreno internacional, las opciones para América Latina se dividían entre el chavismo (o el proyecto bolivariano como Chávez le llama) y los gobiernos liberales. En México, la alternativa chavista la representaba López Obrador, la liberal Felipe Calderón, Roberto Madrazo no era ni una cosa ni la otra y nunca tuvo oportunidad. Esa confrontación dejaba muy poco espacio para posiciones intermedias, porque, además, en Estados Unidos gobernaba George Bush que, independientemente de haber ignorado durante todo su mandato a la zona, participaba activamente en esa confrontación.

Hoy el chavismo no es alternativa para América Latina. Chávez tiene una economía que si no fuera por los altísimos precios del petróleo estaría literalmente en quiebra: su proyecto político ya no puede sostener sus propuestas económicas ni menos las sociales. Lo salva, a medias, el petróleo. Sin ese apoyo, en Colombia, una de sus cartas desestabilizadoras, las FARC, están en un trance de colapso total. Sus dos principales aliados en la región, Ecuador y Bolivia, han comenzado a tomar distancia en la misma medida en que el modelo chavista muestra cada vez más fisuras. La alianza entre Chávez, los Castro en Cuba y Daniel Ortega en Nicaragua, es la de un país petrolero en crisis, con dos países cuyas economías y sistemas políticos se están, literalmente, derrumbando.

El cambio lo ha dado el éxito de la administración de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil. El gobierno de Lula demostró que se puede mantener una economía liberal y en expansión con un programa de disminución de la desigualdad eficiente. Estabilidad, crecimiento controlado, democracia e inclusión social. Ese es el modelo brasileño que desplazó la tentación del chavismo. Por eso Ollanta Humala, en Perú, se olvidó de Chávez y se aferró a Lula, por eso ha visitado al brasileño y lo ha mostrado como su mentor y no ha ido a ver a Chávez. Por eso el presidente Juan Manuel Santos, de Colombia, sin moverse un ápice de la estrategia de combate al narcotráfico y a las FARC, no ha tenido problema en encontrarse con Chávez y con Rafael Correa, consciente de que éstos son rivales regionales pero ya no un peligro para Colombia como lo eran durante la administración de Álvaro Uribe. Por eso Evo Morales ha dejado de mirar a Venezuela y se ha recostado en Brasil. Uruguay hace mucho tiempo que ha adoptado esa ruta e incluso el conservador Sebastián Piñera, en Chile, ha decidido conservar lo que en un plano muy similar a Lula habían construido en su país los socialistas Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.

En México no lo hemos comprendido, en muy buena medida porque tanto en el gobierno federal como en la oposición lopezobradorista las heridas de 2006 siguen abiertas. En el entorno del presidente Calderón, como en los mercados, siguen pensando que ese enemigo continúa allí (ahí está la reacción del Presidente ante el triunfo de Humala y la caída de la Bolsa en Perú, sin comprender que allí existe más una oportunidad que un adversario, una reacción simultánea a la de Minera México, tan importante en Perú, que se aterró por la llegada del nuevo mandatario), pero el conflcito real es otro. Por supuesto que López Obrador se plantea regresar electoralmente en 2012. Y él puede ser el candidato del PRD-PT-Convergencia, pero quien puede, fuera de la militancia dura de esos partidos, tener realmente posibilidades, es Marcelo Ebrard, con un discurso incluyente. Por supuesto que el calderonismo quiere tener un candidato que le otorgue continuidad a sus proyectos, pero la continuidad no puede ser concebida como continuismo. Desde luego que en el PRI hay ansias restauradoras, pero saben que apostando a ellas no van a ninguna parte: por eso el candidato en el Estado de México es Eruviel Ávila y por eso también la defensa de Jorge Hank ha sido tan tímida.

Quien no se mueva al centro, quien no retome la fórmula que le dio éxito a Brasil (en la serie Cardoso, Lula, Roussef), con matices ideológicos propios pero garantizando estabilidad, crecimiento controlado, democracia e inclusión social, no tendrá nada que hacer en 2012.

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