lunes, 20 de junio de 2011

Sucesión

Solo el libre mercado puede salvar el país

Jorge Valín

&quote&quoteDa igual el nombre del inútil que vaya a gobernar el año que viene, pero que tenga claro que mientras la economía no sea libre, este país, con todos nosotros, estará destinado a la pobreza y miseria perpetua.

Mientras los esfuerzos del Gobierno en su lucha contra el desempleo solo ha servido para eliminar 42.000 puestos de trabajo el mes pasado (1.400 de nuevos desempleados al día, fines de semana incluidos), la multinacional de comida McDonald's anunció que contrataría 50.000 personas en un solo día aumentando su plantilla en un 7%.

¿De qué han servido los estímulos monetarios, los planes E de turno, rescates bancarios, los Planes Renove y esos inventos infantiles del Gobierno y organismos supranacionales? Para muchos, la intervención del Estado es como la lotería. La mayoría de las personas juegan sabiendo que no les tocará pero consideran que el coste (precio del boleto) es insignificante con la recompensa del beneficio (el premio principal). En el mundo de la intervención, el ciudadano sigue la misma lógica: se deja llevar por la propaganda del hedonismo y soluciones fáciles para reclamar más intervención, porque consideran que es gratis y que, si les toca "la ayuda", el beneficio es enorme: pisos gratis, subvenciones, becas... La vida real nos enseña que dar algo que la sociedad valora por nada crea serios desajustes. Si una cosa es gratis, es que no vale nada.

La regulación e intervención son un fraude al esconder el coste social y económico de los bienes y servicios. Se traduce en altos impuestos, deuda del Estado (más impuestos en el futuro), una sociedad hedonista y la limitación de las opciones y el progreso humano. En muchas ocasiones, además, el soporte a la intervención estatal se debe al egotismo y envidia socialista. Es el caso de la limitación a los altos sueldos. Si alguien gana dinero legalmente y sin necesidad de recurrir a ayudas públicas, ¿por qué limitarlo? Porque el socialismo odia la meritocracia, el esfuerzo personal y la superación individual. Todo el que se niega a ser un borrego conformista es enemigo del socialismo.

Después, aquellos que piden más intervención se sorprenden de que las ayudas las reciban los bancos, los inmóviles sindicatos, la patronal y organizaciones de las que nadie ha oído hablar. El Estado no crea riqueza, distribuye las rentas según sus intereses creando pérdidas netas totales. Eso es el Estado del Bienestar.

La conclusión es evidente para cualquier ser racional. Si los bancos centrales han creado la crisis con su sobreoferta de dinero en el mercado y los Gobiernos la han perpetuado con sus ayudas y compra de votos e intereses, es que tienen un poder demasiado relevante en la sociedad.

Mire a McDonald's. Crea trabajo sin necesidad de cobrar impuestos. Crea riqueza con el consentimiento del consumidor y la sociedad. Las empresas dependen de nosotros, no como los políticos ni las grandes compañías que están blindadas por las actuales leyes corporativistas y proteccionistas. Bajemos del pedestal a las grandes empresas blindadas como la banca, sector del automóvil, sanidad, educación, comunicaciones o energía. Libre competencia para todas. Que se peleen y se maten en el mercado para conseguir nuestro plebiscito sin una sola ayuda del Estado. Pasaremos de una economía estática dictada por los intereses del Gobierno a una dinámica gestionada por el ciudadano. Menos impuestos y regulación significan más empleo, mayor productividad, mayor capitalización del trabajador y por lo tanto, mayores sueldos.

Da igual el nombre del inútil que vaya a gobernar el año que viene, pero que tenga claro que mientras la economía no sea libre, este país, con todos nosotros, estará destinado a la pobreza y miseria perpetua.

¿Doble crisis mundial?

Depresión

¿Doble crisis mundial? No, la misma

Jorge Valín

&quote&quoteEste segundo semestre de año promete. Promete más incertidumbre, más pobreza y más penurias.

Los datos en Estados Unidos no apuntan a una recuperación sostenida y ahora el mundo teme una recaída. ¿Una doble crisis? No. Es la misma. En octubre de 2009 Estados Unidos salió de la recesión y los economistas del establishement afirmaron que una vez acabada la recesión, había acabado la crisis. Una bobada en toda regla.

Los economistas que dan explicaciones macroeconómicas a la evolución de un país suelen basar "su realidad" a través del crecimiento puro y duro sin prestar importancia a factores tan de base como por ejemplo el desempleo. Una encuesta realizada la semana pasada afirmaba que el 89% de los estadounidenses cree que la economía se encuentra en mal estado. ¿Se equivocan los economistas o la gente? Las recetas para la recuperación de Estados Unidos han sido más gasto, más funcionarios y más dinero en el mercado nacido de una imprenta (QE1 y QE2, a nivel más técnico). ¿El resultado? Bueno, la inyección de dinero de la Reserva Federal solo ha servido para disparar las materias primas, inanición en el tercer mundo y crear una inflación desbocada en las bolsas (en los últimos dos años el S&P y el Dow Jones se han doblado). Bernanke solo hace que calentar la próxima crisis. En Estados Unidos se está creando la figura del desempleado de larga duración. ¡Menuda salida de la crisis!

Ahora los mercados necesitan más. Más droga que les alimente. Esto es, como un yonki con el síndrome de abstinencia, piden a la Reserva Federal más dinero en el mercado con un QE3. Con el fin de los "estímulos", las bolsas de Estados Unidos no paran de bajar presionando a Bernanke para que vuelva a estimular la economía indefinidamente. Muchos analistas ya apuntan que si no hay QE3, el S&P puede llegar a los 1.000 puntos, lo que significa bajar un 20% respecto a cuotas actuales. ¿Todo el descomunal despilfarro ha servido de algo? De nada. ¿Servirá de algo repetir lo mismo? Lo empeorará todo más. La inflación de los bancos centrales no crea productividad, ni riqueza. Al revés, es el verdugo de ambas.

Es más, las cosas empeoran. Dos datos recientes. El indicador ECRI, que mide la tendencia de los ciclos americanos y que por el momento no ha fallado jamás, muestra una desaceleración de la economía. Como afirmó Lakshman Achuthan, uno de los fundadores del índice: ECRI nos dice que solo hay una tendencia, la bajada.

Está ocurriendo lo mismo con la vivienda donde las caídas desde máximos superan el 30%, pero el panorama no es bueno. Robert Schiller, co-fundador del índice del precio de la vivienda Standard & Poor's/Case Shiller, afirma que el sector inmobiliario podría caer una media adicional del 20%; lo que sería una bajada superior a la de la Gran Depresión.

¿Y si Estados Unidos está así, cómo va Europa? Los acontecimientos europeos están más dentro del mundo de la política que del merado. No es un terreno apto para economistas ya, sino para politólogos. Después de un año, aún nadie sabe qué va a pasar con Grecia (la actual turbulencia de los mercados europeos se debe básicamente a esta cuestión). Entre la UE, Alemania y resto de países están mareando la perdiz mientras el viejo continente se va a pique. Los políticos han estado perdiendo el tiempo con recetas de gasto, ridículos recortes y aumento de la recaudación. Las medidas que preparan tampoco servirán de nada.

Este segundo semestre de año promete. Promete más incertidumbre, más pobreza y más penurias. No es tan difícil arreglarlo. Solo es cuestión de dejar a la economía civil que actúe en lugar del Gobierno. Si hubiesen dejado quebrar todos los malos bancos y disolverse las malas inversiones para dar más participación a la libre iniciativa privada restándola de la estatal, ya no hablaríamos de segundas crisis o continuación de la misma, sino de evidentes recuperaciones.

Jorge Valín es miembro del Instituto Juan de Mariana

La UE presiona a Grecia

La UE presiona a Grecia: no habrá rescate si no hay reformas

Los socios de Atenas condicionan la entrega de los 12.000 millones de asistencia a la aprobación del nuevo paquete de medidas por el Parlamento heleno.

Los ministros de Economía de la eurozona no han logrado un acuerdo este lunes, pese a seis horas de negociaciones, para desbloquear los 12.000 millones de euros de asistencia urgente que necesita Grecia para evitar la quiebra en las próximas semanas y han aplazado la decisión hasta julio, según ha informado la vicepresidenta económica, Elena Salgado. Esto quiere decir que los gobiernos europeos se niegan a seguir financiando nuevos rescates si no se aplican medidas de recorte del gasto que faciliten la devolución del préstamos por parte de las autoridades helenas. Incluso el Gobierno griego ha admitido por boca de su ministro de Economía que deben "recuperar la credibilidad" si quieren seguir recibiendo ayudas de sus socios.

Este quinto tramo del actual programa de asistencia de 110.000 millones de euros no se desbloqueará hasta que el Parlamento griego haya aprobado el nuevo paquete de medidas de ajuste que exige la UE y hasta que no haya pacto sobre el segundo plan de rescate, y en particular sobre la participación en él de los bancos privados, porque así lo ha pedido el Fondo Monetario Internacional (FMI), ha explicado la vicepresidenta.

La Comisión Europea había pedido al Eurogrupo que aprobara ya este lunes el pago de los 12.000 millones para despejar las dudas sobre la financiación de Grecia. Tanto Salgado como el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, han descartado que el nuevo retraso provoque más inestabilidad en la eurozona. "No se aprueba ese desembolso hasta que no se hayan estudiado algunas condiciones para el nuevo programa, no se haya llevado a cabo esa sesión del Parlamento (griego) y no se hayan comprometido las autoridades griegas a esa participación del sector privado de manera voluntaria", ha dicho la vicepresidenta económica al término de la reunión.

Salgado ha admitido que "hubiera sido deseable" que el pacto para pagar los 12.000 millones "estuviera hoy (por el lunes)". Pero ha asegurado que Grecia no necesita el dinero hasta agosto y que el desembolso "llegará a tiempo".

Participación "voluntaria"

Por su parte, Juncker ha explicado que los países de la eurozona se han puesto de acuerdo en que la participación de los bancos privados en el segundo rescate "debe ser voluntaria, sin obligaciones por parte de los gobiernos". Y han exigido a Grecia que, antes de que acabe el mes, apruebe en el Parlamento el último plan de ajuste pactado con la Comisión, el FMI y el Banco Central Europeo a principios de junio, informa Europa Press.

"Siempre he dicho que, por grande que sea la necesidad de desbloquear el quinto tramo, es más importante tener una idea más clara sobre la implicación del sector privado y que Grecia nos convenza de forma creíble de que hará todo lo que se ha comprometido a hacer", ha dicho Juncker.

"No podemos comprometernos a financiar a Grecia sin saber si el Parlamento griego vota la confianza del Gobierno griego y respalda las obligaciones de Grecia. Pensamos que debe haber acuerdo entre las grandes fuerzas políticas griegas", ha insistido el presidente del Eurogrupo.

Además, el presidente del Eurogrupo ha señalado que, al ser totalmente voluntaria la participación de los bancos privados, hasta principios de julio no se conocerá el volumen de fondos que aportarán y por tanto no podrá decidirse el importe del segundo rescate.

Venizalos: Hay que recuperar la credibilidad

El ministro de Finanzas griego, Evangelos Venizelos, subrayó en la reunión con sus colegas europeos en Luxemburgo que es importante la participación de los acreedores privados en un nuevo plan de rescate financiero de Grecia. En un comunicado publicado en Atenas, tras la reunión extraordinaria de ayer de los ministros de Finanzas de la eurozona, Venizelos dijo: " ha quedado claro que no basta la participación institucional, sino que es indispensable la participación del sector privado para resolver los problemas de la deuda helena".

Venizelos afirmó que se trata de una gestión "completamente voluntaria" y que es obvio que toda la gestión debe ser hecha de forma que no ocasione una crisis crediticia. El ministro también puntualizó la necesidad de que Grecia "recupere la credibilidad" entre sus socios y consideró esencial que la Unión Europea se convenza de las intenciones de Grecia de implementar el nuevo paquete de medidas "a medio plazo".

"Es imperativo hacer recuperar la confianza y la credibilidad en que Grecia aplicará el programa", declaró
Venizelos, en alusión a un programa de ahorro de cinco años (2011-2015) del gasto público de 28.000 millones de euros en cuatro años y la venta de activos y de privatizaciones por otros 50.000 millones de euros.

A Glimmer Of Hope

A Glimmer Of Hope

If you want to feel better about America, just spend some time in some of the really great small towns and rural communities that are scattered across this country. Over the past several days, that is exactly what I had the privilege to do. I have often written about how the "America" that so many of us love is fading away, but in many small towns throughout the United States that "America" is still very much alive. The truth is that there are millions of Americans that still place a tremendous amount of value on God, family and country. My wife and I are accustomed to big city ways, and so we were amazed at how friendly and how open the people that we encountered during our travels were. A lot of times the elitists that run this country look down their noses at those that live in rural communities and small towns, but the reality is that those are some of the greatest people this country has.

Did you know that there are still some Americans in 2011 that do not lock their homes or their cars?

It's true - my wife and I met some of these people during our travels. They do not fear crime because very, very little crime ever happens where they live.

Of course if someone does try to rob them, let's just say that the thieves would be in for some very unpleasant surprises.

My wife and I have also found that people in small towns are so much friendlier. Everywhere we went people were saying hello and were eager to get into conversations. We ended up talking with one hotel clerk for 15 to 20 minutes and he shared with us much of his life story. He was a real "salt of the earth" type of guy and it was interesting to hear his unique perspective on life. Every summer he makes jam and sells it in the hotel lobby and he encouraged us to stop by the next time we are in town to get some.

But he was not the only one that was extremely friendly. People were eager to talk to us and were genuinely interested in what we were doing wherever we went.

Also, people sure seemed to smile a whole lot more in these small towns. They just seemed happier.

This is so much different from what I have been used to. Most of my life I have lived either in or near big cities.

When I worked as a lawyer in Washington D.C., I took the metro to work every morning. Often the passengers were crammed into the metro cars like cattle, but most of the time there was absolutely no conversation among the passengers. Usually it was just dead silence all the way into D.C.

In fact, if you did try to strike up a conversation with someone it usually created an awkward moment.

The truth is that in most big cities there is an unwritten rule that you really aren't even supposed to make eye contact with people. If someone tries to interact with you, it is usually because they want something from you.

So is living in a city with several million people really better than living in a town with only a few thousand people?

During our trip, my wife and I stopped in a little community store where they actually had cats for adoption scattered throughout the store. We also ventured into a pizza parlor that could have been straight out of the 1970s or 1980s. The floor of the pizzeria was a classic red and white checkerboard pattern and there was an old jukebox sitting in the corner. It was great.

Today most of our big box stores are so "corporate" and so "sterile" that something gets lost. When we eliminate the "human element" from everything the world becomes a colder place.

There are still places in America where people will take you at your word.

There are still places in America where people will invite you to stay with them even though they just met you.

There are still places in America where the air is clean, the people are authentically friendly and where the corporations don't own all the businesses.

The other night my wife and I ordered some food at a "real" family restaurant and it was so much different from what we were used to.

Yes, the decor was a bit dated and the environment was not as "clinical" as you will find in most corporate-owned restaurants, but we had a great time.

I ordered some chicken, and when they brought it out it was not anything like the little bony pieces of chicken that they give you most places. I had probably the thickest chicken breast that I have ever seen. There was as much meat on that one chicken breast as there would be on five or six "tv dinner" chicken breasts.

So is small town life preferable?

Well, it is undeniable that living near a big city is much more convenient and most of the good jobs are in or near the big cities.

But as the economy collapses and as society becomes increasingly unstable, do you really want to find yourself in the middle of one of our urban areas?

This is a theme I have been talking about a lot recently. The following are just a few of the articles that I have put out about the breakdown of society in recent weeks....

*"18 Signs The Collapse Of Society Is Accelerating"

*"12 More Signs That Society Is Collapsing"

*"Americans Gone Wild"

It would be nice if things would calm down for a while, but that is just not happening.

In fact, what have we seen just this week?

A horrifying riot in Vancouver.

Aren't Canadians supposed to be calmer than us?

You can see video of the shocking riots in Vancouver right here, or you can just view the video below....

Yes, there is nothing new about sports riots.

However, what is new is the level of the violence.

15 vehicles, including two police cruisers, were set on fire. Windows were smashed and stores were openly looted in front of television cameras. Police were pelted with rocks and debris. A huge section of the city of Vancouver turned into a war zone.

And for what?

A hockey game?

So what is going to happen someday when those people have real problems?

Part of preparing for hard times is evaluating where you live.

Do you really want to live smack dab in the middle of a major urban area if we do see major rioting in this country someday?

What happened in Vancouver this week was absolutely mindless.

But thankfully, while all of this was going on my wife and I were also reminded that there are still large numbers of really wonderful people out there too.

Small town America is alive and well. Yes, huge numbers of families are really struggling in this economic environment, but that does not mean that they have given up. They still believe in America and they still believe in each other.

Yes, an economic collapse is coming. But that doesn't mean that all Americans are going to respond to it the same way. If you don't have a lot of faith in the community where you currently live, you might want to take a closer look at some of the truly great small towns scattered throughout this country.

You might just be surprised at what you find.

Jeffrey A. Miron Looks At the Effects of 40 Years of Drug Prohibition

El castrismo: una herencia económica catastrófica

Cuba

El castrismo: una herencia económica catastrófica

Alberto Recarte

&quote&quoteCuba es el país que más ayuda exterior, en términos absolutos y relativos, ha recibido del mundo al que intentó exportar su revolución.

En este trabajo, publicado en el número 135 de la revista Estudios Empresariales de Deusto Business School - Campus de San Sebastián, se expone la política económica del castrismo, sus concepciones y sus consecuencias. Esta comenzó siguiendo el dictado del Che Guevara pretendiendo eliminar hasta el mismo dinero. Luego se convirtió a la planificación central. De la Unión Soviética recibió abundantes subvenciones, pero su desaparición le obligó a adoptar incentivos. La Venezuela chavista volvió a garantizar la supervivencia del régimen dictatorial de los Castro. Por todo ello, Cuba es el país que más ayuda exterior, en términos absolutos y relativos, ha recibido del mundo al que intentó exportar su revolución.

La falta de un sistema económico mínimamente racional y eficaz explica su triste situación actual: su capacidad de producción mengua sin cesar y todo cuanto logra es mantener un nivel de vida mínimo. Lo más triste de todo es que a la oligarquía castrista lo único que les preocupa es reformar su economía para mantener su poder absoluto.

Hace mucho tiempo que no hay datos fiables, siquiera aproximados, sobre la economía cubana. Desde 1959 a 1969, el castrismo fue guevarista, empeñado en la destrucción de la contabilidad y del dinero como medio de pago. Tras el fracaso de la zafra de los 10 millones, en 1969, el castrismo se convirtió a la planificación soviética. Por unos años, hasta que la subida de los precios del azúcar en el periodo 73-76 y el aumento de la ayuda de la URSS permitieron a Castro involucrarse en las guerras africanas: Angola, Somalia, Etiopía y Eritrea fueron algunos de los países en los que hubo ejércitos cubanos desde 1976 hasta mediados de los ochenta. La economía cubana pasó a ser la de un país en guerra, volcada a la intervención exterior, sometida a las necesidades de los grandes ejércitos a los que acompañaban sanitarios y educadores. La perestroika de Gorbachov puso fin a las intervenciones exteriores del ejército cubano. La caída del muro en 1989 y la desaparición de la URSS dejaron a la economía cubana sin los subsidios soviéticos que supusieron, como mínimo, alrededor del 30% de su PIB anual desde 1970 a 1990. La economía cubana entró, entonces, en lo que se denominó un "periodo especial", caracterizado por la adaptación a una situación en la que la ayuda soviética había desaparecido. Fue el segundo periodo desde 1959 –el primero ocurrió entre 1970 y 1976– en el que el líder máximo aceptó la introducción legal de algunos incentivos económicos, hasta que la conquista del poder por Chávez en Venezuela permitió, desde principios del nuevo siglo, recuperar subsidios del exterior y asegurar que la población no pasara hambre. Fidel Castro eliminó entonces algunas reformas e intentó retomar los principios guevaristas. Cuba volvió a ser "anti-capitalista" sin intentar, siquiera, la planificación. La enfermedad de Fidel Castro y los límites de la ayuda de Chávez obligaron, hace ahora alrededor de cinco años, por tercera vez a iniciar otra política de reformas para permitir que una mínima racionalidad elevara la producción y el comercio de alimentos y algunos otros productos básicos. Ésta ha sido la historia de la política económica del castrismo. El siguiente capítulo comenzará cuando muera el tirano.

«Lo único que preocupa a la oligarquía castrista es cómo reformar la economía para mantener el poder político absoluto de la nomenclatura.»

Mientras en el exterior discutimos sobre si el régimen castrista evolucionará hacia un modelo chino o vietnamita, en el interior lo único que preocupa a la oligarquía castrista es cómo reformar la economía para mantener el poder político absoluto de la nomenclatura, en la que participan la familia Castro, los mandos militares, la policía política y los burócratas del régimen. En la duda, se ha depurado a los que querían más cambios y más poder, y se ha optado, nuevamente, por la represión política y autorizado unas mínimas reformas para evitar las hambrunas.

En la Cuba castrista no hay estadísticas fiables, ni mediciones homogéneas de la actividad, ni un sistema de precios que permita asignar los recursos en función de su rentabilidad. Hay precios que no se han movido desde principios de los años 60, otros de los 70, los 80 y los 90, hasta precios actualizados –algunos, incluso, en dólares– para un pequeño conjunto de bienes de importación que se pueden adquirir por toda la población o por pequeños grupos, seleccionados con criterios políticos. Desde 1993 hasta 2004, en Cuba convivieron tres monedas: el dólar norteamericano, el peso cubano convertible –que tenia la misma cotización que el dólar– y los pesos nacionales, que tenían un tipo de cambio oficial de 24 pesos nacionales por 1 peso convertible. En 2004, aprovechando la mejoría que supuso la ayuda venezolana, se prohibió la circulación del dólar norteamericano. En 2005 el peso convertible fue revaluado un 8% en relación con el dólar. En 2011 se ha vuelto a la paridad peso convertible-dólar norteamericano para intentar mejorar la competitividad del sector turístico.

El único factor de homogenización para medir lo que se produce y lo que se invierte es el conjunto de precios del mercado negro en el que se comercializan dólares, pesos convertibles, pesos nacionales no convertibles y algunos bienes y servicios. En este mercado, la oferta y la demanda fijan precios; precios que, obviamente, dependen de la cantidad de pesos que pone en circulación el Banco Central, de la cantidad de pesos convertibles que tiene a la población –por transferencias de los exiliados a sus familias–, del suministro de productos alimenticios que se permite que los campesinos vendan en los mercados y algunos servicios que, legal o ilegalmente –en su mayoría– se comercializan también en esos mercados, y de la importación de bienes de consumo, duraderos y no duraderos, que lleva a cabo el Estado cubano y que legal –y sobre todo ilegalmente– terminan, también, en el mercado negro.

Estos precios, precios del mercado negro, no existen para las autoridades. De hecho, los responsables económicos no utilizan ningún sistema de precios para tomar decisiones económicas. Saben que los oficiales son ficticios. Las decisiones económicas se toman por los "planificadores" en función de las carencias; por ejemplo, la falta de carbón para poner en funcionamiento las centrales térmicas existentes, la falta de transportes para la población, la falta de camiones para mover mercancías, las faltas graves de alimentos, de medicinas, de camas de hospital o de quirófanos. Y, por supuesto, la falta de energía eléctrica. Los salarios, por su parte, se fijan para que la mayoría pueda pagar los mínimos suministros que se consiguen con la raquítica cartilla de racionamiento, con los que es imposible vivir. En eso consiste la política económica. En intentar resolver los cuellos de botella que se presentan y que nadie muera de hambre. El resto es un lujo. Lo es la alimentación no racionada, la vivienda, la electricidad, los libros, la atención hospitalaria, las medicinas, los coches y camiones, los carburantes, el vestido, el calzado...

«Nadie puede disponer de medios económicos suficientes para vivir al margen de lo que decida el líder máximo.»

El castrismo, como ideología, sólo tiene un dogma: que "el comandante" es el único cubano con capacidad para pensar y decidir lo que necesitan sus súbditos. El dogma tiene dos caras: la primera que el poder tiene que ser absoluto; la segunda, que nadie pueda disponer de medios económicos suficientes para vivir al margen de lo que decida el líder máximo. El gran enemigo es, en esta elemental ideología, la propiedad privada. Por eso se nacionalizaron primero y se estatizaron después todos los medios de producción, desde las fábricas hasta los comercios, desde la tierra hasta las oficinas o los medios de transporte. Fidel Castro se ha disfrazado con todo tipo de ropajes a lo largo de los interminables 52 años en los que ha ejercido la tiranía. Ha sido guevarista, soviético ortodoxo, golpista en América Latina, militar en África, colaborador de narcotraficantes, incluso cercano al sistema capitalista a mediados de los 70, pero siempre ha tenido claro un principio: en Cuba nadie debe poder ganarse la vida autónomamente de una forma continuada. Siempre ha tenido claro que la propiedad privada es el germen de la libertad de pensamiento. Y en Cuba sólo él se considera con capacidad para pensar correctamente y decidir lo que conviene a todos y cada uno de los 11 millones de cubanos.

En los tres momentos de mayor riesgo político y económico del régimen, el primero después del fracaso de la zafra de los 10 millones de toneladas, el segundo tras la desaparición de la URSS y, el tercero, el actual –con ayuda venezolana, pero limitada–, los responsables económicos, siempre dirigidos por Raúl Castro, han hecho algunas reformas que han consistido en permitir cierta libertad económica para producir alimentos, para comercializarlos y para abrir pequeños negocios. Vigilando siempre que ningún cubano pudiera tener demasiados ingresos. La propiedad privada sigue siendo, y es, el enemigo. A pesar de que cada vez que se liberaliza la actividad económica, aumenta la producción y mejora el bienestar de la población. La actividad normal, la pública, es ineficiente, pesada, corrompida, militarizada o cedida parcialmente a empresas extranjeras. Se administra por la burocracia castrista.

Con este "sistema", por llamarlo de alguna forma, económico –algo que los progresistas de este mundo no entienden ni aceptan– lo llamativo es que en la Cuba castrista no haya hambrunas, que el nivel educativo asegure una formación entre baja y media y que el sanitario evite las epidemias y haya reducido al mínimo la mortalidad infantil. Algo que se consideran triunfos fundamentales en el exterior de Cuba, sobre todo por los que creen que esos triunfos se han logrado a pesar del "bloqueo" norteamericano. Un bloqueo que permite a Cuba comerciar con todo el mundo, excepto con Estados Unidos y con empresas norteamericanas. Que no ha impedido que Cuba suspenda pagos en rublos convertibles, en divisas de países occidentales y en moneda nacional, hasta el punto de que el tipo de cambio oficial del peso convertible es 24 veces el del peso con el que los cubanos se ganan la vida. Y que tampoco ha impedido que haya grandes inversores extranjeros, sean españoles (tabaco y hoteles), canadienses (níquel) o de otras nacionalidades.

«No existe ningún medio para medir el valor de la producción de bienes y servicios cubanos.»

Las instituciones internacionales, ya sean el FMI, el Banco Mundial, el Banco lnteramericano de Desarrollo –de ninguna de las cuales quiere ser miembro el régimen castrista– no pueden medir su PIB, ni la renta per capita de sus ciudadanos. Por más que se empeñen los organismos nacionales cubanos y las cátedras especializadas de las universidades norteamericanas, no existe ningún medio para medir el valor de la producción de bienes y servicios cubanos. Conscientes de esta limitación, los burócratas del régimen se dedican a elaborar y publicitar estadísticas de producción, en toneladas, metros u otras unidades físicas, de todo tipo de bienes. Que esos bienes se hayan producido, que tengan algún valor práctico, o que su calidad permita que se aprovechen, no es relevante para el régimen. Igual ocurre con los servicios. Lo importante para el régimen y sus estudiosos es resaltar que en Cuba no hay analfabetismo, y que se licencian anualmente decenas de miles de maestros, médicos e ingenieros. Lo que sepan no importa.

Hay que reconocer que el régimen ha conseguido la aceptación, por parte de los organismos interesados en la economía cubana, de que sus estadísticas se hayan traducido a un nivel de renta per capita y a un PIB nacional comparable con los del resto de los países, lo cual es un error imperdonable. En Cuba no hay precios. Todo es tan falso como lo eran las estadísticas de Alemania Oriental, que parecía ser una economía avanzada antes de que la reunificación pusiera al descubierto su miseria. En Cuba solo hay tres o cuatro objetivos económicos medibles. Siempre cuantitativos, nunca valorables monetariamente.

Sin embargo, no cabe duda de que mantener alimentada y formalmente educada a una población que ha pasado de 6 millones de habitantes en 1959 a 11 millones en 2010, sin un sistema económico digno de ese nombre, es un logro, que puede explicarse, en gran parte, por una serie de factores económicos que se exponen a continuación, pero que resultan insuficientes. Para explicar la supervivencia del régimen hay que tener en cuenta los factores políticos: la realidad de una tiranía bien organizada, que cuenta con el miedo, y con el terror continuo, para mantener mínimamente activos a todos los trabajadores cubanos. Los factores económicos por sí solos, aunque importantes, como se verá a continuación, no pueden explicar el mantenimiento de un régimen tan ineficiente como el cubano.

  1. Cuba era un país próspero en 1959. Con una moneda solida, convertible en dólares, con un nivel de analfabetismo de sólo el 21% (en España era de más del 32% ese año), con una cultura moderna, con un comercio exterior equilibrado y cada vez más diversificado, y, lo más importante, con un nivel de formación profesional de primer orden en muchos sectores, empezando por el educativo, el sanitario y el de la producción agraria. Por más que, políticamente, fuera un país corrupto, una auténtica república bananera.

    Muchas de las infraestructuras existentes en ese momento (carreteras, puertos, aeropuertos, ferrocarriles y viviendas y otras edificaciones) siguen siendo utilizadas en 2011. En más de 50 años apenas se han construido 300.000 viviendas, de una espantosa calidad, mientras la población se ha doblado. Por eso los cubanos viven hacinados en las antiguas viviendas construidas antes del triunfo de la Revolución.

  2. Cuba es el país que más ayuda exterior ha recibido en el mundo, en términos absolutos y relativos, en estos 50 años. De la URSS, de los países del este europeo hasta su liberación y de Venezuela, desde que Chávez se hizo con el poder.

    Ha sido una ayuda en forma de bienes físicos, como el petróleo, el trigo, los fertilizantes y el acero, o de construcción de fábricas –aunque con tecnología soviética– o de créditos para utilizar en los países del antiguo COMECON. Imposible calcular cuánto supuso esa ayuda. Ciertamente más del 30% del PIB desde finales de los sesenta hasta la desaparición de la URSS. Además de la ayuda directa, Cuba recibía créditos de los países comunistas. Sólo en créditos impagados, Cuba debía más de 30.000 millones de "rublos convertibles" a Rusia en 1991. Más del 100% del PIB cubano de ese año.

    Por otra parte, la colaboración militar, que no aparece en ninguna estadística, ni en las soviéticas ni en las cubanas, multiplica lo recibido por Cuba, que tuvo en África ejércitos de miles de hombres a los que la URSS armaba pero a los que Cuba aportaba la tropa, junto con decenas de miles de educadores y sanitarios que nunca sabremos cómo se financiaban pero que posiblemente, en parte, se hacía con dinero cubano, a costa de la economía nacional. Son innumerables los casos que cuentan los exiliados de ocasiones en los que se "canibalizaron" plantas industriales para conseguir equipos para enviar a África. O del desplazamiento de técnicos y especialistas, a los que se "sugería" que pasaran unos años en algún país africano, aunque ello supusiera la paralización de otros proyectos imprescindibles para la economía cubana.

  3. A partir de 1971/72 Cuba se convierte, aparentemente, en una economía socialista más y los países occidentales, sus bancos y sus gobiernos, consideraron que el riesgo político había desaparecido. En apenas 10 años, Cuba se endeudó en más de 6.000 millones de dólares. En 1983, como resultado del deterioro de una economía que no fue capaz de soportar las guerras africanas y el suministro a la población de servicios médicos, educativos y de productos alimenticios sin ningún tipo de pagos ni de impuestos, así como de decisiones económicas incoherentes por parte de Fidel Castro, Cuba suspendió pagos en divisas. Veintiocho años después, en 2011, todavía no se ha sentado en la mesa de negociación con sus acreedores. Los créditos exteriores impagados, desde mediados de los ochenta, a los países de economía de mercado deben sumar, hoy, alrededor de 10.000 millones de dólares.

  4. Hasta la desaparición de la URSS, Fidel Castro no permitió el desarrollo del turismo, al que tachaba de corruptor. Después, en el "periodo especial", cambió la política hasta el punto de que las "jineteras" y "jineteros" se convirtieron en uno de los mayores atractivos del turismo cubano.

  5. Desde entonces, desde 1991/92 hasta hoy, se ha permitido que en algunos sectores generadores de divisas –turismo (con el que se ingresan, en bruto, alrededor de 2.500 millones de dólares), tabaco y minería (níquel), básicamente– entrara inversión extranjera, aunque siempre en minoría, en empresas mixtas. La parte cubana está representada en esas empresas por la policía política, los militares o los burócratas más próximos a la familia Castro. Los ingresos de divisas, tanto de la inversión como de la actividad corriente, se utilizan para hacer las importaciones imprescindibles para cumplir con los objetivos que se marque el régimen, que nunca se sabe cuáles van a ser. Todo sigue, incluso hoy, dependiendo de las ocurrencias de Fidel Castro.

  6. El mayor generador neto de divisas es la comunidad cubana exiliada, que suman hoy alrededor de dos millones de personas y que transfieren a sus familiares alrededor de 1.000 millones de dólares anuales para que puedan sobrevivir. Esas divisas sólo se pueden gastar, en teoría, en los comercios públicos instalados por el régimen donde, a precios de expolio, los afortunados con un familiar generoso en el exterior puedan comprar bienes imprescindibles para sobrevivir.

Estos factores, la herencia del pasado, la ayuda y los créditos del socialismo, los créditos occidentales, las inversiones extranjeras en los sectores generadores de divisas, el turismo y las transferencias de los exiliados a sus familiares, explican el origen de los fondos de los que ha dispuesto, y dispone, el régimen castrista para permitir que la economía cubana siga renqueando.

La falta de un sistema económico mínimamente racional explica, a su vez, que esa ingente suma de factores positivos se haya traducido, solamente, en el mantenimiento de un mínimo nivel de vida, mientras la capacidad de producción autónoma de la economía cubana es cada vez más reducida. Hasta el punto de que incluso la producción de azúcar es un 70% inferior a la de 1959.

Pero las carencias económicas no se explican sólo por la irracionalidad del sistema económico. Desde 1959 ha habido otros objetivos que han absorbido una gran parte de los recursos disponibles:

  1. El aparato policial y represivo. Cuba es una dictadura en la que lo único que funciona es la policía, que utiliza la violencia y el miedo de una población sometida, a la que se obliga a trabajar por sueldos de miseria, así como para evitar cualquier tipo de contestación al régimen. Un aparato represivo de esta naturaleza ha absorbido, y absorbe, una gran cantidad de recursos económicos.

  2. El ejército. Durante muchos años el primero –o el segundo, tras Brasil– más poderoso de América Latina. Las guerras explican el papel de los militares en la Cuba actual. Los mandos manejan una parte sustancial de la economía generadora de divisas y controlan los sectores económicos internos más sensibles para el mantenimiento del régimen. Y siguen suponiendo un coste muy elevado para una economía en contracción o en estancamiento permanente.

  3. Las intervenciones en el exterior. No sólo en el pasado, en América Latina, Medio Oriente y África. No sabemos cuánto cuesta la presencia de militares, policías, médicos y otro personal sanitario y educadores en Venezuela. No es imposible que, si se pudiera valorar, el coste para la economía cubana fuera superior a los subsidios que recibe de Chávez. Pero, nuevamente, lo importante no es la economía sino lo que decida "el comandante".

El factor clave, el que explica –como se ha expuesto anteriormente– que pueda mantenerse un régimen tan ineficiente económicamente, es el miedo. Los cubanos críticos con el sistema saben que si manifiestan sus opiniones tanto ellos como sus familiares perderán su trabajo, y que sus hijos serán discriminados en las escuelas y que no podrán estudiar en la universidad. Saben que tendrán que buscarse la vida en la economía informal o conseguir la ayuda de algún familiar que viva en el extranjero. Y si sus críticas suben de tono y se convierten en disidentes saben que ellos, y sus familias, serán golpeados aleatoriamente y encarcelados por tiempo indefinido.

El miedo del conjunto de los trabajadores y del resto de la población consigue, sin embargo, el mantenimiento de un cierto nivel de producción nacional, así como de intercambio y venta de lo producido en las empresas públicas a los precios que dicta el régimen. La economía cubana es un no-sistema económico, en el que los bienes y servicios se producen, se intercambian y se distribuyen en función de los precios –y en las cantidades– que decidan las autoridades. Que, a su vez, no tienen otro remedio que apoyarse en la práctica de 50 años de transacciones obligatorias para conseguir, finalmente, suministrar algunos bienes y servicios finales a la población, al ejército y al aparato represivo.

No hay nada más incierto que la forma en que terminará la dictadura castrista. Lo que sabemos de otros regímenes dictatoriales de países comunistas o del tercer mundo en los que el poder se ejerce, o se ha ejercido, con carácter exclusivamente personal, como Corea del Norte, China, Siria e Irak es que en todos los casos los dictadores intentan imponer una sucesión familiar, que puede tener éxito o no. En el caso de Cuba, Raúl, heredero de su hermano, no tiene sucesor. Su dinastía se extinguirá con la desaparición de ambos.

El poder se lo disputarán los militares y la policía política y el resultado es imprevisible. Pero parece difícil creer que un régimen tan personalista como el cubano pueda sostenerse sin grandes cambios, políticos y económicos.

«Todas las empresas generadoras de divisas ya se han repartido entre la policía, los militares, la familia y los burócratas más afines a los Castro. Habrá luchas entre esas mafias.»

Si hubiera una revolución, pacífica o violenta, el cambio económico sería inevitable. Si hubiera una transformación a la china, lo que sin duda quiere toda la nomenclatura cubana, habría en lo económico grandes cambios, incluyendo la privatización de la mayoría de los activos del sector público.

Pero el proceso de privatización no será como el de la Rusia de Yeltsin. Todas las empresas generadoras de divisas ya se han repartido entre la policía, los militares, la familia y los burócratas más afines a los Castro. Habrá luchas entre esas mafias, venganzas y reasignación de participaciones. Pero la nomenclatura intentará poner en valor sus activos abriendo la economía y privatizando para obtener, finalmente, patrimonios personales y no sólo corporativos.

Lo que es seguro es que, económicamente, Cuba pasará por una época caótica, en la que todo dejará de funcionar. Hasta que la libertad en la fijación de precios determine qué es y qué no es rentable producir. Un periodo de transición en el que desaparecerá una parte sustancial de la industria y en el que deberían producirse inversiones en el sector agrario –de una tierra que tendrá que ser propiedad de alguien– y en el sector del turismo, el más claramente competitivo. Una transición que tendrá que soportar una población envejecida demográficamente, que no contará con pensiones públicas cuando se retire ni servicios médicos mínimamente aceptables.

Tendrá, sin embargo, la posibilidad de apoyarse en las inversiones que pueda llevar a cabo la colonia cubana que vive en el exterior, que sabe que puede contar con un nivel de formación media de la población cubana, junto con un conocimiento exhaustivo de la situación de las infraestructuras y de los diferentes sectores económicos. Los capitales necesarios para ir reconstruyendo la economía existen en potencia. Lo que, lógicamente, no va a ocurrir es un proceso de inversión desde el exterior sin un proyecto político que ofrezca un mínimo de seguridad a todos, trabajadores, empresarios e inversores.

Recarte analiza la economía cubana

Recarte analiza la economía cubana: "La propiedad privada sigue siendo el enemigo"

El presidente de Libertad Digital analiza en un nuevo artículo la política económica del castrismo, sus terribles efectos y el incierto futuro de la isla.

Alberto Rercarte analiza el pasado, el presente y el futuro de la economía cubana en un nuevo artículo, publicado originalmente el nº 135 de la revista Estudios Empresariales de Deusto Business School - Campus de San Sebastián. Tras décadas de dictadura castrista, la nomenclatura, dirigida ahora con mano férrea por Raúl Castro, sigue manteniendo el control absoluto de los medios de producción, sumiendo a la población en la más absoluta miseria.

Y es que, el castrismo, como ideología, sólo tiene un dogma, "que el comandante es el único cubano con capacidad para pensar y decidir lo que necesitan sus súbditos", indica Recarte. Ello implica, por un lado, que "el poder tiene que ser absoluto" y, por otro, que "nadie pueda disponer de medios económicos suficientes para vivir al margen de lo que decida el líder máximo".

De este modo, todo el sistema sigue girando en torno a un eje clave: "El gran enemigo es la propiedad privada". Castro siempre ha tenido claro que "la propiedad privada es el germen de la libertad de pensamiento. Y en Cuba sólo él se considera con capacidad para pensar correctamente y decidir lo que conviene a todos y cada uno de los 11 millones de cubanos".

Recarte disecciona las principales características del sistema castrista:

  • Lo único que realmente preocupa a la oligarquía es cómo reformar la economía para mantener el poder político absoluto de la nomenclatura. Sólo así se explican las tímidas reformas efectuadas por Raúl Castro en los últimos años. Tras la reducción de los subsidios concedidos por el régimen venezolano de Hugo Chávez, la dictadura castrista se vio obligado a permitir una "mínima racionalidad" para elevar la producción y evitar así hambrunas, pero "la propiedad privada sigue siendo, y es, el enemigo".
  • Cuba sigue sin contar con un sistema de precios que permita asignar los recursos en función de su rentabilidad -"hay precios que no se han movido desde los años 60"-. "El único factor de homogenización para medir lo que se produce y lo que se invierte es el conjunto de precios del mercado negro".
  • De este modo, los "planificadores" toman sus decisiones económicas en función de las carencias y no en función de precios de mercado.
  • Los salarios, fijados de forma oficial por el régimen, tan sólo cubren unos mínimos suministros a través de una "raquítica cartilla de racionamiento", con los que es imposible vivir. "El resto es un lujo" para la población: alimentación no racionada, vivienda, electricidad, libros, sanidad, medicinas...
  • Este "sistema" impide medir el PIB o la renta per capita, ya que "en Cuba no hay precios. Todo es tan falso como lo eran las estadísticas de Alemania Oriental".

Tal y como expone Recarte, los efectos de esta política han sido dramáticos:

  • Cuba era un país próspero en 1959. Hoy es uno de los más pobres del mundo: "Muchas de las infraestructuras existentes en 1959 siguen siendo utilizadas en 2011; el más de 50 años tan sólo se han construido 300.000 viviendas, de una espantosa calidad, mientras la población se ha doblado".
  • Cuba es el país que más ayuda exterior ha recibido del mundo, en términos absolutos y relativos.
  • Cuba suspendió pagos en divisas en 1983, y 18 años después todavía no se ha sentado en la mesa de negociación con sus acreedores.
  • Cuba sobrevive hoy, en gran medida, gracias a que el régimen permitió desde 1991 algunos sectores generadores de divisas, como el turístico. Sin embargo, el mayor generador neto de divisas sigue siendo la comunidad cubana exiliada: dos millones de personas envían a la isla casi 1.000 millones de dólares al año, que permiten la subsistencia de los cubanos.

El futuro, incierto

Por último, Recarte avanza el incierto futuro de la Cuba tras la desaparición de Raúl Castro: "El poder se lo disputaran los militares y la policía política y el resultado es imprevisible". Pero, más allá de que existe una revolución violenta o pacífica, lo único cierto, según Recarte, es que, "económicamente, Cuba pasará por una época caótica".

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