viernes, 3 de septiembre de 2010

El México que no sirve

Salvador Camarena
El México que no sirve


El acto presidencial de ayer en la mañana en Palacio Nacional es idéntico a esos imanes que se pegan en los refrigeradores para que cada persona que llega a tomar un poco de hielo arme su frase predilecta.



Felipe Calderón puso las palabras, pero eran pura revoltura. Frases que nada significan. Que a nadie conmovieron. Que cada uno de nosotros podemos reacomodar. Que son tan entretenidas como intrascendentes.



Qué diferencia con el acto de hace un año en ese mismo lugar.



Y esa es la cuestión, que al no haber cuidado la ilusión que él mismo había despertado hace 12 meses, con su decálogo, ayer el Presidente llegó con un handicap casi imposible de remontar. Cualquier cosa que dijera contrastaría con una realidad:



Se perdió una oportunidad, las cuentas no cuadran, los 10 mandamientos se volvieron en contra de su autor, cargados con el peso de una profunda decepción.


Pero si creemos que al único que hay que señalar es al presidente Calderón estamos otra vez equivocados. Salvo los invitados extranjeros, todos los que estaban en el patio del edificio más importante del país son corresponsables del desastre. Incluidos los cronistas.



México no es hoy sinónimo de barbarie por lo que se ha hecho o dejado de hacer en los últimos cuatro años. No nos engañemos. Aunque sí ha pesado la conciliación que Calderón no supo propiciar, construir.



Pero no ha sido menos gravosa que la voracidad de los priístas, demócratas de un solo sentido, aquel que favorece su apetito;



Lo mismo han puesto su parte los perredistas y su vergonzante actitud, ya tradicional, de “sí estoy pero no le digan a nadie que vine”;


Y qué pensar de la indolencia del Poder Judicial, atildados, puntuales, lejanos ante el reclamo social;



Es casi contagiosa la soberbia de legisladores con cara de estar haciendo el favor con su presencia;



Los gobernadores, cenizos todos, ninguno con algo que presumir, ojos extraviados el de Nuevo León, incómodos varios, tiesos todos, incluidas las dos mujeres;



Que saquen cuentas de lo que les toca del panorama desolador los integrantes de la corte de empresarios que han sacado la mejor tajada del modelo que tiene a medio país viviendo condiciones de otro siglo;



Y por supuesto, corresponsables son la horda de henchidos y engolados colaboradores del habitante de Los Pinos, afectados casi todos ellos del mal que aqueja a los nuevos ricos.


Quizá el Presidente al menos sacó de ayer una lección:



Entregar cabezas de narcos no basta, no soluciona, ni siquiera calma.



No ha podido tener más de una agenda. Ésa es la conclusión de este año. Salvo una poda administrativa, algo del Seguro Popular y el golpe a Luz y Fuerza del Centro, hubo poco que presumir.



A Calderón lo juzgará la historia. Quiso invitar a los presentes a definirse, a elegir entre dos etiquetas. Una es luminosa. Otra gris.



Nadie le tomó la palabra.



Quizá porque un año después su arenga suena desgastada. Quizá porque también nosotros formamos parte de la impunidad cínica.



E incluyo a la prensa no por un petulante dejo de falsa modestia, sino porque no me escapo del diagnóstico que hizo ayer Héctor Aguilar Camín en W Radio con Carlos Puig:



“En la prensa nos dedicamos a darle servicio al México que no sirve”.



Buena parte de los autores de ese país se dieron cita ayer en Palacio.

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