Invisibles
Día con día
Héctor Aguilar Camín
Un buen lector, uno de esos lectores que uno quiere tener siempre al otro lado de lo que escribe, comenta críticamente mi texto de ayer. Lo cito casi completo:
Usted sabe que casi siempre estoy a favor de sus comentarios y reflexiones. Sin embargo, sobre la nota del día de hoy (ayer), en la que habla de las opiniones de Zambrano, Arango, Slim y compañía, me manifiesto en total desacuerdo con usted.
Usted menciona al final de la columna un comentario por demás romántico sobre el “México Invisible” (El “México soñador, joven, recio, optimista, pujante, creativo, alegre y emprendedor”).
Qué elocuente y exacto calificativo. Eso es exactamente lo que somos, invisibles, todos los pequeños empresarios que día a día transitamos la irremediable realidad de decidir entre pagar el implacable e injusto IETU o liquidar a 3 de los 12 empleados que nos quedan en la oficina de Tijuana; aquella que apenas hace algunos años se dedicaba de manera próspera a la arquitectura e ingeniería para empresas internacionales que ya casi no vienen a nuestro país.
Lo optimista, pujante, alegre y creativo, hace tiempo no lo veo a mi alrededor. Veo incertidumbre, pesimismo, temor, angustia, carencia.
¿Será que nuestros clientes güeros de antaño ya no vienen por la inseguridad? ¿O por la crisis económica internacional? ¿O se deberá a los altos impuestos que nos vuelven menos competitivos? Más bien creo que se debe a una siniestra combinación de todos los factores, pero a final de cuentas, tienen postrada a una frontera que alguna vez fue pujante.
¿México invisible? Si, sin duda lo somos.
Los personajes ilustres que usted menciona en su columna de hoy no tienen ni idea de lo que significa “tronarse los dedos” por lo que pasará mañana, tener miedo de que nos den balazos “accidentales” mientras comemos tacos en una esquina, de que nuestros hijos sean abusados en un retén nocturno, o de quedarse sin “chamba” ni futuro ni ilusiones como mis dos primos hermanos que están a punto de ello en Mexicana de Aviación, después de más de 5 décadas combinadas de trabajo.
Los visionarios empresarios tienen convoyes de camionetas con guaruras de corbata y veranean en yates de 60 millones de dólares en el Mediterráneo; ellos son para nosotros, los invisibles, tan lejanos y tan etéreos como cualquier personaje salido de las filas de Walt Disney.
Le ruego que perdone la ironía de mis comentarios, pero me resisto a creer que usted forma parte de los que creen que ese es el México Real y que todos los demás somos el México Invisible y optimista.
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