La historia, la memoria, el olvido
¿Quién responde por los michoacanos muertos en Guerrero?
Jorge Fernández MenéndezLa tesis es sencilla y políticamente correcta: hay que pedir un cambio en la estrategia de la lucha contra el crimen organizado. Distintos colegas y actores políticos subrayan que eso es indispensable ante la violencia y el número de muertos en esta batalla. Algunos hasta responsabilizan directamente al gobierno de haber iniciado la violencia y, como consecuencia de ello, incluso de las víctimas que genera el crimen organizado. ¿Quién responde por los michoacanos muertos en Guerrero?, se preguntan, por ejemplo. Y la única respuesta posible es que los propios criminales: ningún gobierno, en el plano federal o el local, puede hacerse responsable de que un grupo de criminales decida “por equivocación” secuestrar y matar a 20 personas.
La violencia que estamos viviendo no es consecuencia de la llamada guerra contra el narcotráfico. Quienes sostienen eso no se han dado tiempo para revisar las hemerotecas (o el internet). Durante la segunda mitad de 2005 y durante todo 2006, cuando las autoridades dejaron buena parte de su responsabilidad en esa lucha, para concentrarse en los desafíos políticos que se planteaban por las elecciones federales, comenzó la ola de violencia que vivimos ahora. Y empezó precisamente porque los distintos cárteles avanzaron, y tuvieron un territorio relativamente libre para hacerlo, sobre distintas regiones, y ello coincidió con una etapa de divisiones internas de ellos. Lo que sucede es que ahora lo olvidamos pero, ¿cuándo comenzaron a aparecer los decapitados en Acapulco y Michoacán?, ¿cuándo empezamos a ver narcofosas en Michoacán y Ciudad Juárez?, ¿alguien recuerda que La Familia Michoacana hizo su aparición pública en 2006 luego de su rompimiento con los Zetas; que el cártel del Pacífico se rompió e inició su guerra interna también ese año, cuando en Sinaloa fueron asesinados Rodolfo Carrillo Fuentes (el hermano menor de Amado y Vicente Carrillo) y su esposa; que desde entonces, sumado al enfrentamiento Zetas-Familia, la violencia se disparó en Michoacán y sobre todo en Acapulco y Guerrero; se recuerda que la violencia en Morelos (incluida una terrible oleada de secuestros) nació mucho antes, cuando vivían en esa entidad primero Amado Carrillo y Juan José Esparragoza y luego los Beltrán Leyva, o que en ese estado no ha habido ninguna administración local cuyo jefe de policía no haya terminado en la cárcel por relaciones con el narcotráfico desde la época de Jorge Carrillo Olea; se recuerda que la violencia en Nuevo León comenzó cuando, hace unos seis, siete años, se dejó entrar a los Zetas en Monterrey mediante la corrupción en la policía local?, ¿que el atentado contra Jesús Blancornelas fue en 1997 y que en esos años muchos periodistas sufrimos amenazas y otros terribles agresiones del crimen organizado; es tan difícil recordar que en el triángulo dorado, sobre todo en Durango, en cualquier sobrevuelo se podían ver los campamentos de los traficantes, como para que ahora el gobernador Jorge Herrera diga que son descuidos del gobierno federal?
El hecho es que las advertencias sobre la penetración y el control de territorios por el narcotráfico, algunos las hacíamos mucho antes del inicio del gobierno de Calderón, por ejemplo, en el libro El Otro Poder (Aguilar, 2001), y ese diagnóstico está mucho más ampliado en el libro De los Maras a los Zetas, que publicamos con Víctor Ronquillo a mediados de 2006. Y por supuesto no éramos los únicos en hacer esa advertencia.
Al contrario de lo que se ha dicho, toda la historia relacionada con la caída de Carlos Montemayor, éste, suegro y sucesor de La Barbie, demuestra el grado de deterioro que están alcanzando muchas de estas organizaciones: en el último año han caído dos de los hermanos Beltrán Leyva, La Barbie, El Grande, todos sus principales operadores. La Barbie designa a su suegro jefe de lo que queda de ese cártel. Éste se reúne con las células de Morelos y Guerrero y ambas lo rechazan y se enfrascan en una lucha a muerte; entonces, crea su propia organización en Acapulco, el llamado cártel independiente. Manda secuestrar y matar a los michoacanos porque cree que son de La Familia y ahora dice que en realidad su propia gente le puso una trampa. Y cae. Mientras tanto, la célula de Morelos termina conformada por chavitos-sicarios de 12 años, por los Ponchis, las Chavelas, sanguinarios sin duda, pero que demuestran el deterioro de una organización.
Es verdad que ha habido 36 mil muertos, pero el hecho es que 35 mil de ellos han sido por ajustes de cuentas entre las diversas organizaciones criminales.
Eso no lo dinamitó la estrategia gubernamental, sino el deterioro de las otganizaciones. Revisemos un poco la historia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario