viernes, 22 de abril de 2011

Cadena perpetua para Videla, gloria para Fidel Castro

Cadena perpetua para Videla, gloria para Fidel Castro

El comunismo no es sólo la ideología que niega al individuo, sino también la que glorifica al autoritarismo, a los crímenes y a la represión. De alguna manera, a lo largo de la historia, los socialistas han sabido legitimar su proyecto y elevar a nivel de justicia la muerte y la pérdida de libertad. Todo lo opuesto al comunismo y a la izquierda es, para ellos, la raíz de todo mal. El capitalismo, el libre mercado, el empresario y los individuos son lo peor del género humano. Hoy en día, tras la guerra fría y el advenimiento de la democracia, son muchas las personas que, sin mayores motivos, detestan todo aquello que esté ligado al mercado. Esas personas, jóvenes y grandes, aceptan los males del capitalismo por un motivo estúpido: porque todo el mundo lo dice y porque parece legítimo denunciar algo que es innato a la naturaleza humana: el espíritu individual.
Muchas son las formas que el hombre ha ideado para legitimar la represión. Todas ellas pasan por un punto clave: el colectivismo. Como nos decía Friedrich Hayek en Camino de servidumbre, no importa si hablamos de nazismo o de socialismo, pues de cualquier manera ambos regímenes comparten una misma esencia a la que los ideólogos agregan matices. El solo hecho de que un gobierno busque reducir la libertad de las personas es ya un acto de coerción. En ese sentido, no es relevante si de lo que se habla es de un dictador de derecha o de izquierda.
Lo que hasta ahora parece un pensamiento lógico e incluso justo - condenar el terror de ambos extremos -, no es para la mente de muchos intelectuales algo válido. El pasado 22 de diciembre, nuevamente, se le dictó cadena perpetua al exdictador argentino Rafael Videla. Durante su régimen, bajo la excusa de una guerra contra el terrorismo comunista, ocurrieron varias violaciones a los derechos humanos. De lo que más se habla es de los desaparecidos, de todos aquellos disidentes que, por el simple hecho de expresar su opinión en contra, fueron reprimidos. El así llamado Proceso de Reorganización Nacional, gestado como una respuesta al populismo peronista que había dejado en la ruina a un país que hasta antes era una de las potencias del mundo, se consolidó sobre todo bajo el mandato de Videla, si bien otros militares estuvieron implicados.
Para entonces el mundo estaba dividido en dos fracciones: los que apoyaban a Estados Unidos y lo que estaban con la Unión Soviética. Argentina, como bien se sabe, no fue un caso aislado. Apenas en América Latina, los dictadores más representativos fueron Augusto Pinochet en Chile, Velasco Alvarado en Perú, Rafael Trujillo en República Dominicana, y sobre todo Fidel Castro en Cuba. Automáticamente los dictadores anticomunistas fueron condenados, mientras que la revolución cubana y el programa socialista de otros dictadores fue aprobado por gran cantidad de intelectuales, políticos y demás gente de la sociedad civil. ¿Por qué fue esto así? Quizá porque el socialismo representaba una nueva alternativa que, gracias a la propaganda, logró consolidarse como legítima en la mente de muchas personas por el simple hecho de prometer cambiar al mundo y volverlo un lugar libre. Lejos estaban estos sujetos de entender el verdadero signficado de la libertad, pero eso poco importó: Fidel Castro y todos los dictadores de izquierda que tomaron la revolución cubana como un marco de referencia se habían vuelto héroes, sin importar la miseria, la censura y la represión en estos países. Lo hacemos por la revolución, decían, el camino es difícil pero valdrá la pena. Después de muchas décadas no sólo no hubo un avance en estas naciones, sino que se quedaron al margen del mundo.
A pesar de que la historia ha demostrado que los regímenes socialistas aplican sistemáticamente la represión contra los ciudadanos - Cuba, Cambodia, la Unión Soviética y Rumania son apenas ejemplos de esto -, existe aún la idea de que sólo son condenables los crímenes ejercidos por los dictadores que se oponen al socialismo. Para los liberales y especialmente para los anarcocapitalistas resulta difícil decir si es legítimo que desde el Estado se combata con mano dura a los grupos terroristas; para otros más es condenable y para muchos otros es lo que se debe hacer. Alberto Fujimori tuvo que valerse del autoritarismo y la represión para pacificar al país, y hoy paga por ello en la cárcel. Esto es lo mismo que Videla decía en su juicio y su destino ha sido el mismo que el del exgobernante peruano.
Está claro que si existe un grupo que ejerce la coacción, es completamente legítimo combatirlo. Que esto se extienda a todos los ámbitos de la sociedad no es admisible. El derecho a disentir es algo que una sociedad capitalista y libre garantiza. Las dictaduras anulan este derecho. Así suecedió en Argentina, pero sobre todo sucedió y sigue sucediendo en los países socialistas. Hoy en día son comunes los presos políticos en Cuba y en muchos otros países.
El comunismo es el régimen que construye mausoleos a asesinos: Mao, Lenin, Ho Chi Min, entre otros descansan con todos los honores. Probablemente el destino de Castro sea el mismo. Mientras tanto, hoy en día la justicia se sigue aplicando sólo a un grupo, mientras que otro incluso presume sus crímenes. Lamentable.

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