jueves, 14 de abril de 2011

Dichos y gestos de un profesor

Dichos y gestos de un profesor

- Que el presidente de un partido político despierte interés en investigadores de la valía de Guillermo Sheridan y Gil Gamés resulta una noticia

Ricardo Medina

Los dichos y gestos del belicoso profesor Humberto Moreira han provocado divertidos análisis de parte de sendos especialistas en los usos y los abusos de la lengua española.

Que el presidente de un partido político, como es el caso de Moreira (quien estudió para profesor de educación primaria en la benemérita Escuela Normal de Coahuila), despierte un vivo interés en investigadores de la valía de Guillermo Sheridan y del enigmático Gil Gamés resulta por sí sola una noticia sorprendente.

El primero, Sheridan, confeccionó un hilarante análisis lingüístico acerca de la inopinada alegoría que usó Moreira en días recientes, que consistió en invocar la perturbadora visión de una sábana blanca con puntos negros que un torpe e hipotético conductor obtendría a través del espejo retrovisor de su automóvil. Tal alegoría, como escribió Sheridan, habría ganado el premio mundial como la más confusa de todas las alegorías confusas que la historia registra. Se supone, a la vez, que tal alegoría indescifrable describe —según el dicho del profesor Moreira— a los gobiernos federales “de derecha” que México ha tenido de diciembre de 2000 a la fecha.

Es tan enrevesada la alegoría que en un diálogo inventado por Sheridan uno de los personajes ficticios, deslumbrado por la retórica del flamante presidente del PRI, conjetura algo así: ¿se tratará acaso de que el conductor ha visto por el espejo retrovisor a un miembro del Kukuxklán cubierto por una sábana blanca que contrasta con los dos puntos negros que podrían ser los ojos del perturbado racista?

Por su parte, el siempre reflexivo Gil Gamés cavila, en su “amplísimo estudio”, acerca de los métodos audiovisuales a los que tan afecto parece el profesor Moreira quien, cuando dice que sostiene algo, de veras lo sostiene en un sentido físico y literal. Es por ello que Moreira, para ilustrar a los desprevenidos mexicanos acerca de las penurias que sufrimos en materia de bienestar, sostiene un cartón de huevos que muestra sonriente a reporteros y fotógrafos.

Moreira pretende que tales penurias, si las hay, son causadas por los gobiernos de Fox y de Calderón. Antes de ello, en los tiempos del PRI, “dichosos tiempos que los antiguos llamaban dorados” (podría haber dicho el profesor copiando, mal, al Quijote) todo era abundancia y jolgorio. Los datos no avalan estas lucubraciones del coahuilense, más aún los datos contradicen tales consejas de propaganda, pero ¿qué importa?, lo del profesor Moreira no son los datos, ni los hechos, sino las imágenes.

“La letra sólo con imágenes entra” dirá para sus adentros este adelantado de los recursos audiovisuales.

Imagino que esto lo habrá aprendido el profesor Moreira durante las horas que dedicó a cursar un diplomado en Sociología Comunitaria Aplicada (así se llama) en la Universidad Iberoamericana, como consigna su currículum.

Gamés no dudó en titular “Sostiene Moreira” su divertida reflexión acerca de la escenificación montada por el profesor en beneficio de chicas y chicos de la prensa y, a través de ellos, para ilustración de los sufridos mexicanos, evocando el título de la muy recomendable novela Sostiene Pereira , del italiano Antonio Tabucchi. La diferencia es que el Pereira de Tabucchi es sólo un viejo periodista lusitano que sostiene, en el sentido de atestiguar, que tales acontecimientos que son el objeto del relato sucedieron así o asado, en tanto que nuestro mexicanísimo Moreira cuando quiere hablar de los precios de los huevos literalmente los sostiene y eleva (los huevos, por supuesto, no los precios) para educar al pueblo.

Y si Moreira, didáctico el individuo, desea describir cómo eligen a los candidatos en su partido, ¿cuál será el recurso visible y contundente al que recurrirá?, ¿un dedo enhiesto?

La obsesión por el pasado: nos hace olvidar el futuro y nos convierte en estatuas de sal

Los políticos que se aferran con el pasado corren el riesgo de convertirse en la estatua de sal que la historia arrumbaría en el cuarto de los trebejos.

Ángel Verdugo

¿Ha leído usted alguna vez que Ángela Merkel haya criticado a Willy Brandt por el desempeño de éste cuando ocupó la posición actual de aquélla? ¿Acaso ha escuchado —o leído— críticas de David Cameron a los primeros ministros laboristas que lo precedieron, y a las políticas que en su encargo aplicaron? Más fácil, ¿ha sabido de alguna crítica de Barack Obama a Ronald Reagan y a sus erráticas políticas fiscales y económicas, que hoy algunos califican de nefastas?

Es más, ¿leyó o escuchó críticas y denuncias del actual Presidente chileno hacia sus antecesores inmediatos y las políticas económicas implantadas durante sus encargos?

Podría ser más general en las preguntas y plantear sólo ésta: ¿Ha sabido de políticos que aspirando a ser presidentes o primeros ministros, hayan cifrado su apuesta en la mirada al pasado y en ajustar cuentas con él?

Es posible que haya por ahí uno que otro despistado que incapaz de ofrecer un mejor futuro y compromisos específicos acerca de cómo construirlo, se lance contra esos molinos de viento que en la mente del suspirante parecen monstruos que lo pretenden devorar e impedirle así, llegar al puesto al que aspira; sin embargo, prácticamente en todo país con una democracia por imperfecta que ésta sea, los aspirantes dejan atrás el pasado y se enfocan al futuro para ubicar, ahí, su oferta política.

Es tan absurda aquella posición —buscar adversarios en el pasado para derrotarlos en el ring actual de su imaginación— que de seguirla, un candidato o aspirante a serlo correría el riesgo de viajar a las cavernas insondables del siglo XVI o el XIX para buscar y sin duda los encontraría, monstruos y dragones horrorosos y malignos contra los cuales dirigir sus filípicas pero, en nada contribuiría a probarle al elector que él sería el mejor para llevarnos a construir un mejor futuro.

Los políticos que se obsesionan con el pasado, dejan de lado el futuro y cómo construirlo; corren el riesgo de convertirse en la estatua de sal que la historia, casi de inmediato, arrumbaría en el cuarto de los trebejos.

Esta propensión de buena parte de los que integran la clase política en muchos países es el lastre que les impide avanzar, que los mantiene en el ayer; a cambio de esa visión y propuesta vieja, mantienen una clientela amargada y minoritaria que en vez de ver al futuro, se rasca el ombligo y al oler el dedo utilizado afirma acusadora: Todo está podrido.

Los que buscan un puesto, hacen como que ignoran que de casi todo lo que hoy disfrutan —él y sus cuates— se debe, en buena parte, a la obra de esos monstruos malignos del pasado; obra que permite a los que con dedo flamígero acusan a los de ayer, pasearse atacándolos sin darse cuenta que escupen hacia arriba.

Los problemas, hoy más que en cualquier otra etapa del país que usted guste, están frente a nosotros; están en el futuro que debemos construir a pasos agigantados. Qué medidas deberemos tomar, qué reformas concretar y cómo hacer ambas cosas, es el centro o mejor dicho, debería ser el centro de la oferta de todo aquél que anduviere en busca del voto ciudadano.

Aquí y ahora, no falta el que buscando el favor del que lo ungiría como candidato, ha hecho suya la obsesión de éste sin darse cuenta que de no modificar radicalmente su oferta, terminaría como aquél; convertido en estatua de sal.

Sería en verdad una lástima porque, de los cuatro, es el único serio; los otros, puro frívolo.

Los temores de Enrique Peña

Francisco Garfias

Hasta los diputados priistas lo admiten fuera de grabadora. Las divisiones en el sector obrero y los requerimientos electorales de Enrique Peña Nieto llevaron a la bancada tricolor a congelar la aprobación de su propia iniciativa de reforma laboral.

En voz baja comentan que el mandatario mexiquense no quiere que Andrés Manuel López Obrador explote el descontento que la iniciativa de ley provoca en el mundo del trabajo. Le preocupa que la atmosfera política se altere en la entidad, antes de las elecciones de gobernador, el próximo 3 de julio.

El Peje ya se había montado en el tema. A las 10:40 horas de hoy acude a San Lázaro para manifestar su oposición a la importante reforma. El tabasqueño mantuvo la protesta, a pesar de que los priistas atoraron la iniciativa. El numerito estaba organizado. Había que aprovecharlo

El outsourcing (subcontratación), el pago por horas y los juicios laborales expeditos han provocado la rebelión de los diputados obreros del tricolor. Paco Rojas, coordinador de la bancada, ha evitado incluso convocar a sesión previa. No quiere dar lugar a protestas internas.

La semana pasada se registró, incluso, una inusual maniobra del diputado Víctor Flores, dirigente del sindicato ferrocarrilero.

Filtró a los reporteros de la fuente legislativa un comunicado en el que aseguraba que 50 organizaciones obreras ni siquiera fueron consultadas a la hora de elaborar la reforma.

Era patético ver cómo la cúpula parlamentaria del tricolor intentaba justificar su decisión de posponer la aprobación de la iniciativa: “No se trata de rajarse, sino de hacer una ley mejor para México. Ya hacemos consultas para enriquecerla”, dijo José Ramón Martel, vicecoordinador de la bancada tricolor en San Lázaro.

Remató: “Si durante 40 años no se hizo nada —son 41— ¿Por qué la prisa?”

Para capear el temporal, la cúpula del tricolor aseguró que la iniciativa será aprobada sea en uno extraordinario o en el próximo periodo ordinario de sesiones, que se inicia en septiembre.

Los panistas detectaron de inmediato las dificultades en el tricolor. No dejaron pasar la oportunidad de balconearlos. La mismísima Josefina Vázquez Mota montó un auténtico show mediático.

En rueda de prensa, y no en tribuna, la coordinadora panista anunció que la totalidad de los integrantes de su bancada firmaron la iniciativa del PRI.

La propuesta no toca “ni con el pétalo de una rosa” —lo dice Javier Lozano— la falta de transparencia y democracia sindical. Aún así firmaron. La cosa era dejar mal parados a los que se rajaron.

Los azules, por cierto, se anoroñaron para acentuar la presión. Al más puro estilo del diputado del PT, desplegaron una enorme manta a lo largo de la tribuna en la que se leía: ¿Faltan 18 días y la reforma laboral cuándo?

Muy cerca, un puñado de petistas alzaban pancartas con la leyenda “no a la Reforma Lozano…”

Ni el ramo de flores que Gerardo Fernández Noroña le dejó en su curul convenció a la diputada panista Augusta Díaz de Rivera de retirar los calificativos que el pasado martes le endilgó al petista.

“¿Me da por muerta? ¿Me está cortejando? ¿Se burla de mí?”, son las tres preguntas que se hizo la diputada, cuando vio el ramo que Fernández Noroña le dejó en su curul, según el vicecoordinador del grupo parlamentario azul, Carlos Pérez Cuevas.

El ramo acabó en el piso.

Una y otra vez Noroña se amparó, ¡en el reglamento!, para pedir a la panista que retirara sus ”ofensivas” palabras. “No las retiro, las reitero. Ni el presidente de la Mesa Directiva me puede reconvenir por mis opiniones”, alegó Augusta. No iba a echar a perder sus 15 minutos de fama.

La legisladora del PAN no sólo llamó a Noroña “diputado de simulacro”, sino que lo trató de poco inteligente y de subirse a la tribuna a decir “babosadas”.

La candidatura de Enrique Ochoa Reza al Consejo General del IFE quedó ayer definitivamente descartada. Su asistencia, hace algunas semanas, a la cena que reunió a María del Carmen Alanís, presidenta del TEPJF, con el diputado peñista Luis Videgaray, lo sacó de la jugada.

En esa reunión habrían hablado de la denuncia que el PAN presentó contra Peña Nieto por la difusión, a nivel nacional, de los spots de su V Informe de Gobierno.

“Fue la última cena de Ochoa. El cuate se voló la cabeza…”, aseveran en San Lázaro.

El tema de la elección de los tres consejeros que le faltan al IFE iba a ser discutido ayer, en la reunión de la Junta de Coordinación Política de la Cámara baja. El cónclave se pospuso para hoy, a petición de Paco Rojas, aseguran en el PAN.

López Obrador no toma prisioneros

Jorge Fernández Menéndez

El PRD está lejos de ser hoy una fuerza política que, como en 2006, esté con posibilidades serias de ganar la Presidencia de la República. Pero quizás por eso en ningún partido vemos en estos días una lucha tan abierta por el poder, por el control del partido y por la candidatura presidencial, como en esa fuerza política.

Según decíamos esta misma semana, López Obrador ha decidido quedarse con todo, con el partido y con la candidatura y en buena medida lo ha logrado. El siguiente paso ha sido tratar de acorralar a Marcelo Ebrard: por eso la violencia de las manifestaciones del SME. Como si los sectores más radicales del lopezobradorismo no hubieran avanzado lo suficiente sobre las posiciones de Ebrard en las últimas semanas, ahora, una vez superado el tema de las alianzas en el Estado de México, han decidido presionar al jefe de Gobierno, en la ciudad. Lo que se busca es “obligar” a Ebrard a actuar contra el SME, con lo que lo enfrentan a uno de las principales grupos de presión del perredismo duro o, de no hacerlo, lo enfrentan con la sociedad capitalina.

La forma en que actúe Ebrard será clave para su futuro: si cae en la trampa de tratar de contemporizar con el SME terminará perdiendo sus respaldos sociales en el DF y, si es así, se quedará sin nada, porque resulta obvio que la principal fuerza del jefe de Gobierno no está en las bases duras del perredismo sino en la gente, sobre todo en la clase media baja de la ciudad. Pero la tentación allí está: hasta Jesús Zambrano terminó “justificando” los actos vandálicos de la gente de Martín Esparza. Hasta ahora Miguel Ángel Mancera parece estar decidido a seguir adelante con los procesos contra los responsables de los actos violentos del lunes, y habrá que ver hasta dónde se llega.

El otro tema es la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Allí las jugadas parecen cruzarse: ese elefante blanco que sirve para muchas cosas menos para educar a los jóvenes y mucho menos para formar profesionales, fue uno de los más injustificables actos populistas del gobierno de López Obrador: hoy han pasado diez años de su creación, se han matriculado 11 mil jóvenes en ella, se ha gastado un millón de pesos en cada uno y sólo han egresado, con título profesional, 47 estudiantes. El promedio de la mayoría de los alumnos es de 2.5. Es vergonzoso: lo que se planteó como una alternativa luego de la huelga en la UNAM se ha convertido en una suerte de refugio becado para sectores del partido del sol azteca. Dar a conocer la situación de la UACM es un acto imprescindible para limpiarla y hacer de esa institución un centro educativo real, algo que hoy no es. Limpiarla implica sacar de ella a muchos de los cuadros del lopezobradorismo que allí se refugiaron.

Pero también, y ahí vuelve a estar del desafío para Ebrard, de la forma en que se actué ante esa Universidad dependerá en mucho lo que suceda con el hombre que Marcelo impulsa para que sea su sucesor en el DF, el secretario de Educación, Mario Delgado. El espacio real que tiene Delgado en la operación de la Educación del DF está acotado, porque buena parte de la educación en el ámbito local depende de la SEP, pero sobre la UACM tiene plena responsabilidad Delgado. Es un espacio en el que deberá actuar y sustentar parte de sus opciones futuras.

En todo esto, en la lucha ni siquiera tan sorda que se está librando en el perredismo, hay un factor que no se ha contemplado. Se piensa en los sectores de centroizquierda que, si se le deja la candidatura presidencial a López Obrador, éste aceptará no disputar otros espacios, como el Gobierno de la Ciudad, el Congreso o el partido. No conocen o no quieren conocer al hombre que ha encabezado esa fuerza política en los últimos años: López Obrador los considera traidores por no haber seguido su ruta; si puede, los va a dejar sin nada. Va a disputar, como lo está haciendo, el partido, incluso con la desfachatez de colocar en su dirección nacional al propio René Bejarano (¿alguien tiene alguna duda ahora de para quién robaba Bejarano?); va a buscar poner a los suyos en todos los puestos de elección popular posibles, como lo está haciendo en el Estado de México, incluso desplazando a la dirección local del partido; en la Cámara de Diputados va a colocar a Agustín Guerrero en lugar de Alejandro Encinas; y en la Ciudad de México tratará de bloquear a como dé lugar a Mario Delgado o a cualquier candidato que tenga el sello de Ebrard.

Tendrían que comprender lo que se ha visto desde fuera del PRD desde hace mucho tiempo: López Obrador sólo negocia cuando está él mismo en control de la situación y, en términos estrictos, no negocia, concede. No contempla espacios de tolerancia para quienes no sean de los suyos. Asume la lealtad como fidelidad y sumisión. En política, y más dentro de su partido, López Obrador no toma prisioneros. Se deshace de ellos. Y ahí está el SME para demostrarlo.

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