jueves, 14 de abril de 2011

El síndrome “yo sí puedo”

El síndrome “yo sí puedo”

Leo Zuckermann

Es común que los políticos prometan cosas que saben que no van a cumplir. El engaño y el cinismo son monedas corrientes en todo proceso electoral. Pero esto es diferente a los políticos convencidos, en el fondo de su corazón, de que, de llegar ellos al poder, las cosas van a cambiar simple y sencillamente “porque yo sí puedo”.

Lo he escuchado muchas veces, sobre todo relacionado con tres temas:

1. PEMEX. Todo político que está en la oposición piensa que la empresa petrolera mexicana está mal administrada y es un nido de ratas. Creen que, de llegar ellos al poder, el asunto petrolero se resolverá tan sólo con una “mejor administración” en la paraestatal. Eso creían los panistas cuando estaban en la oposición. Al llegar al gobierno, el primer Presidente salido de las filas del PAN reclutó a un alto directivo de la industria petroquímica para dirigir Pemex con la creencia de que una administración profesional arreglaría, ipso facto, los problemas del sector petrolero mexicano. Resultó ser una falacia. Ahora los priistas y los perredistas creen lo mismo: todo es cosa de que ellos lleguen al poder, pongan a una nueva directiva “que sí sepa” y se arreglen los problemas.

2. RECAUDACIÓN FISCAL. Algo similar he escuchado con respecto a la baja recaudación de impuestos que tiene México. Muchos políticos de la oposición piensan que la Secretaría de Hacienda administra mal el tema tributario al tolerar mucha evasión. Luego entonces, de llegar la oposición al poder, la cosa es sencilla: cambiar a los directivos hacendarios para poner a profesionales más eficaces y, junto con mucha voluntad, combatir a los evasores y elevar de manera significativa la recaudación fiscal en el país.

3. REFORMAS EN EL CONGRESO. También he oído a los opositores al gobierno decir que ellos operarían mejor la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo. Están convencidos de que los gobiernos panistas no han sabido negociar para sacar adelante reformas estructurales trascendentales. De llegar ellos al poder, sólo porque son mejores operadores, terminaría la parálisis en el Congreso.

En suma, muchos opositores están convencidos, de verdad lo creen, que todo es cuestión de voluntad y eficacia. Piensan que el gobierno en turno no tiene ni lo uno ni lo otro. Sobre todo lo segundo. Argumentan que estos años nos han gobernado “una bola de ineptos” que no han logrado resolver los problemas petrolero, fiscal y legislativo. Y no dudan: de llegar ellos al poder, todo esto cambiaría. ¿Por qué? Porque “yo soy diferente” y “yo sí puedo”.

Pero la vida es más difícil que la noción de que uno es más eficaz tan sólo por ser diferente. Es cierto que algunas personas tienen mejores capacidades políticas y administrativas. Si esta gente llegara a Pemex, Hacienda o Presidencia, igual habría ciertas mejoras. Pero creo que serían cambios en el margen; no habría grandes transformaciones. ¿Por qué? Pues porque en materia petrolera, fiscal y legislativa lo que está mal son las instituciones, no las personas que las manejan.

Ni el mejor administrador del mundo podría hacer la diferencia en un Pemex burocrático que no se parece en nada a una verdadera empresa petrolera. Ni se diga el tema fiscal donde el cobrador de impuestos más perro del planeta se toparía con un sinnúmero de leyes tributarias que permiten y fomentan la evasión. En cuanto a la negociación entre el Ejecutivo y el Legislativo, las reglas del régimen político no incentivan la cooperación entre los dos Poderes sino, por el contrario, premian el enfrentamiento.

Mientras no cambien las instituciones que rigen la conducta de los individuos en materia petrolera, fiscal o legislativa, no va a haber transformaciones de fondo por más voluntarismo que exista. Más temprano que tarde el político que creía que sí podía se dará cuenta de que no pudo.

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