viernes, 15 de abril de 2011

Inestabilidad y amenaza terrorista en Yemen

FERNANDO REINARES

Yemen, escenario del terrorismo global desde los años noventa, es donde tiene su base y desde donde opera Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA). Esta organización se constituyó hacia 2003 y, tras perpetrar una serie de atentados en Arabia Saudí, fue prácticamente desmantelada por las autoridades de Riad, que respondieron contundentemente a la ejecución de actos de terrorismo en su propio territorio. Pero consiguió empezar a reorganizarse a partir de 2006, bajo el liderazgo de terroristas yemeníes fugados ese mismo año de prisión, en su propio país, donde la muy precaria autoridad estatal, las fracturas tribales, las rebeliones separatistas y la misma orografía resultaban condiciones mucho más favorables que al norte de Rub al Jali.

    Yemen

    Yemen

    A FONDO

    Capital:
    Sanaa.
    Gobierno:
    República.
    Población:
    23,013,376 (est. 2008)

AQPA ha incrementado sus recursos y capacidades desde entonces. Dispone de terroristas entrenados en zonas de conflicto y ha incorporado a no pocos de los centenares de presos por terrorismo yihadista excarcelados por las autoridades de Saná en los últimos años. Además, las principales corrientes salafistas en Yemen facilitan con sus ambivalencias la propagación del yihadismo. Ello, junto a una narrativa que hace suya la tradicional desconfianza popular hacia el Gobierno, una cultura de venganza combinada con la mayor tasa de armas ligeras respecto a la población en el mundo, lamentables oportunidades vitales para la juventud y la propaganda en Internet, han propiciado que AQPA penetre en la sociedad yemení e incluso cuente con simpatizantes dentro de las fuerzas de seguridad del país.

Pero es ahora cuando AQPA tiene la oportunidad de establecer un espacio seguro en Yemen que incluso podría ser una alternativa al santuario del núcleo central de Al Qaeda en Pakistán. En medio de la crisis que vive el país, las operaciones contraterroristas se han deteriorado extraordinariamente, si no suspendido en la práctica. Numerosos efectivos de las unidades implicadas han abandonado sus puestos, están acuartelados o reubicados en la capital. El presidente Saleh, que nunca fue aliado de confianza ni predecible para los servicios norteamericanos y británicos, activos ambos en el país, pone trabas a las actuaciones de los primeros contra AQPA. Esta, entretanto, se aprovecha de la ventaja, sobre todo en algunas provincias o gobernaciones donde a sus miembros los protegen las tribus locales.

Así pues, respecto al terrorismo yihadista, la grave inestabilidad en Yemen es un problema muy serio, de inquietantes consecuencias a medio y largo plazo, no solo para el propio país. Lo es también para su inmediato contexto regional y en concreto para Arabia Saudí. Con un alcance diferente, lo es de igual modo para el mundo occidental, principal pero no exclusivamente para Estados Unidos. En los últimos dos años, AQPA ha planificado y preparado desde Yemen atentados en Norteamérica, afortunadamente frustrados. Esa extensión territorial de Al Qaeda publica desde 2011, a través de Internet, dos revistas, una en árabe y la otra en inglés, en cuyas páginas emite sus proclamas un influyente doctrinario yihadista de origen yemení, pero nacido en Estados Unidos, Anwar al Awlaki.

En suma, AQPA ha pasado, en apenas cinco años, de recomponerse y desarrollar una notable campaña de atentados en Yemen, a implicarse en actividades terroristas fuera del país y contribuir a la radicalización yihadista entre musulmanes de todo el mundo, especialmente de habla inglesa. Ni la actual crisis en Yemen es indiferente para Al Qaeda en la península Arábiga, ni lo será su desenlace. Mientras más se deteriore la tumultuosa situación por la que atraviesa el país, mayor la ventaja para esa organización terrorista. En relación con ello, así como con el deseable avance político y social de los yemeníes, cabe que reflexionemos a tiempo sobre la verosimilitud de algo dicho el pasado 31 de marzo por el mencionado Anwar al Awlaki: "¿No se da cuenta Occidente de que el trabajo yihadista dará comienzo tan pronto como los regímenes del Golfo se desmoronen?".

Fernando Reinares es investigador principal de terrorismo internacional en el Real Instituto Elcano y, entre abril y julio de este año, Public Policy Scholar en el Woodrow Wilson Center de Washington.

Decenas de miles de sirios redoblan en las calles su rechazo al régimen

Decenas de miles de sirios redoblan en las calles su rechazo al régimen

Las protestas para pedir el fin de la dictadura se extienden por todo el país

ENRIC GONZÁLEZ - Jerusalén -

El régimen sirio hizo a principios de semana una tímida concesión: puso en libertad a cientos de personas que habían sido detenidas durante anteriores protestas. Pero eso no cambió nada. Decenas de miles de sirios volvieron a salir ayer a la calle en varias ciudades, tras las oraciones del viernes, para exigir el fin de la dictadura. Por primera vez la policía pareció dispuesta a controlarse y no disparó contra la multitud, aunque en los suburbios de Damasco utilizó porras y gases lacrimógenos.

    Siria

    Siria

    A FONDO

    Capital:
    Damasco.
    Gobierno:
    Régimen Militar.
    Población:
    19,747,586 (est. 2008)

Por primera vez, la policía no ha disparado contra los manifestantes

Las operaciones contra Al Qaeda se han deteriorado, si no suspendido

Tal vez la tímida presión internacional sobre el Gobierno de Bachar el Asad hizo algún efecto y moderó, al menos temporalmente, la actitud policial. Tanto el secretario general de la ONU como Estados Unidos calificaron la semana pasada de "inadmisible" la brutalidad con que se reprimían las protestas, en las que los disparos de la policía han causado la muerte de al menos 200 personas en un mes.

El Ministerio de Asuntos Exteriores de Siria anunció que ayer mismo varios embajadores europeos en Damasco, entre ellos el de España, se habían reunido con el ministro y le habían reclamado menos violencia y más receptividad a las demandas populares. El inusual acto de transparencia fue acompañado por otra primicia: la televisión siria habló por primera vez de las manifestaciones y emitió imágenes de las mismas y, pese a minimizar el número de asistentes, admitió que existía malestar social.

La situación, en cualquier caso, seguía siendo muy confusa. En primer lugar, porque el Gobierno impedía la presencia de periodistas en las zonas conflictivas y solo se podían obtener informaciones indirectas, a través de testimonios no contrastables. En segundo lugar, porque en Oriente Próximo nada es lo que parece, y en Siria, aún menos.

El pasado fin de semana murieron al menos ocho soldados en Banias y diversas fuentes de la oposición afirmaron que los militares habían sido ametrallados por la policía, tras negarse a disparar contra la multitud. Otras fuentes no gubernamentales afirmaron, sin embargo, que los soldados habían sido víctimas de una emboscada organizada por un grupo armado no identificable. El régimen de Bachar el Asad acusa desde hace semanas a "grupos armados" de fomentar la violencia y varios organizadores de manifestaciones han declarado haber recibido ofertas de "armas y dinero" por parte de intermediarios, presuntamente vinculados con el exvicepresidente Abdul Khadam.

Khadam era el suní con más alto cargo en el régimen sirio, dominado por la minoría alauí, hasta que dimitió en 2005 y lanzó diversas acusaciones contra el presidente El Asad. Inmediatamente fue obligado a exiliarse. En el extranjero formó un grupo opositor apoyado financieramente por suníes libaneses. Dado el largo historial de interconexiones regionales en las crisis sufridas por los países de Oriente Próximo desde la descolonización, no sería extraño que sectores libaneses antisirios hicieran lo posible por desestabilizar el régimen de El Asad. Pero eso, por el momento, tampoco es comprobable.

Sí parece seguro que el grueso de los manifestantes se comporta de forma pacífica. En Duma, un suburbio de Damasco, decenas de miles de personas se congregaron ayer portando, según un testigo citado por Associated Press, tarjetas amarillas para, en un símil futbolístico, lanzar una amonestación de advertencia al régimen. Los manifestantes circularon por la ciudad y luego intentaron aproximarse a Damasco, donde, como cada viernes, varios centenares de fieles al régimen protagonizaban una concentración en la que prometían dar su vida por Bachar el Asad. Cuando los manifestantes por la democracia quisieron entrar en la capital la policía actuó con dureza, usando porras y gases lacrimógenos, pero, según fuentes presenciales, sin hacer uso de armas de fuego.

En Deraa, la ciudad junto a la frontera jordana donde comenzaron las protestas masivas el pasado 15 de marzo, miles de personas se manifestaron y la policía se mantuvo al margen.

La liberación de cientos de personas detenidas en semanas anteriores permitió comprobar que prácticamente todas ellas habían sido torturadas. Un periodista que prefirió no identificarse por miedo a nuevas represalias dijo al salir de la cárcel que había recibido varias palizas con bastones y látigos. La organización Human Rights Watch también denunció las torturas practicadas sobre los detenidos.

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