domingo, 17 de abril de 2011

Las leyes contra los vicios y el supuesto dogmatismo liberal

Las leyes contra los vicios y el supuesto dogmatismo liberal

Hace poco, a propósito de la obra de Vargas Llosa y sus posiciones políticas, escuché de Jesús Silva-Herzog Márquez, un intelectual mexicano, que el pecado de los liberales está en su maniqueísmo y dogmatismo economicista. Se refería, sobre todo, a la visión que el escritor peruano tiene sobre las drogas y el combate a las mismas. Como un liberal que se precie de serlo, Vargas Llosa está a favor de legalización de todas las drogas, simplemente porque su consumo, que emana de los derechos naturales, compete únicamente al individuo y, por lo tanto, que un tercero, en este caso el Estado, le impida decidir qué hacer con su cuerpo implica necesariamente la coerción. Silva-Herzog acusaba a Vargas Llosa y a lo liberales en general de creer ingenuamente que la legalización de las drogas solucionará el problema del narcotráfico. Ante eso, un panelista del programa, Ricardo Cayuela de Letras Libres, respondió acertadamente que el problema va más allá de lo que tiene o no que hacer el Estado, pues se trata de un debate filosófico y ético.
Hay mucha razón en este último argumento y es sobre todo importante para analizar las repecusiones a nivel legal y económico. Hoy en día son muy populares las leyes que se crean con el fin de volver del ciudadano una persona más saludable y virtuosa. Recientemente en España se aprobó una ley antitabaco que prohíbe fumar en espacios cerrados y en algunos abiertos. Esto lo conocemos los mexicanos de sobra y, además, ahora las empresas se ven obligadas a poner en las cajetillas de cigarros imágenes de cuerpos en descomposición para así alertar a la población. O las leyes antigordos con las que, prohibiendo que en las escuelas se venda comida chatarra, se pretende que no haya más obesidad. Por otro lado, aquellos que defienden estas medidas suelen escudarse bajo una serie de argumentos: 1) es deseable que la gente sea saludable y que el Estado vele por eso; 2) fumar afecta a los no fumadores y, por lo tanto, se está violentando a un tercero; 3) en los países avanzados ya hace tiempo que se aplican estas medidas. Todas son falacias.
En cuanto al punto 1), es un hecho que en un mundo ideal todos seríamos sanos. No obstante, como ya se dijo anteriormente, que el Estado haga uso de la fuerza para impedir una acción que le compete sólo a un individuo es violentar el principio de la no agresión. Este es un punto que difícilmente admite discusión. Aquellos que insisten desconocen por completo la diferencia entre la moral, que es algo subjetivo y personal, y la ética, que es universal y que descansa sobre la no agresión a los derechos naturales. Imponer una moral sobre un tercero es trastocar ese principio.
Sobre el punto 2) no es difícil advertir que se cae en la falacia del falso dilema. Por una parte, el Estado que prohíbe fumar está violentando a un individuo. Del mismo modo, aquel que fuma en un espacio cerrado está afectando a un tercero. Por el contrario, los antiliberales y todos los prohibicionistas no entienden que vulnerar la propiedad de las personas - el cuerpo mismo - es siempre violencia. En una sociedad el mercado se encarga de generar diversas posibilidades para solucionar estos conflictos. Aquellos no fumadores que antes asistían a locales donde se permitía fumar aceptaban implícitamente estar en un ambiente lleno de tabaco. Por otro lado, así como nadie quisiera que el Estado dijera qué es lo que no se debe hacer en la casa de uno, el empresario pero sobre todo los individuos se ven vulnerados por las leyes que pretenden crear buenos ciudadanos. De ahí que los liberales vean con recelo los derechos positivos, que son todos aquellos que favorecen discrecionalmente a un grupo determinado.
El punto 3) es una falacia del tamaño de una catedral. Los países más avanzados y en teoría liberales pueden tener leyes represivas fundamentalmente porque el Estado por definición se opone al individuo.
El debate respecto a la prohibición del vicio no es sólo económico, aunque mucho hay de eso. Las políticas que intentan castigar los productos como el alcohol, el tabaco y - supongamos - las drogas por la vía de los precios, además de ser violentas, tienen efectos negativos sobre la economía. Los impuestos al tabaco y al alcohol, que en teoría buscan desincentivar el consumo, no toman en cuenta en su totalidad dos cosas. La primera es que estos bienes son muy inelásticos, por lo que un aumento en los precios no reducirá en gran medida su demanda. Esto se ve con buenos ojos respecto a la recaudación, pero es aquí donde aparece el segundo punto: que todas aquellas políticas que distorsionan los precios, la información económica, se traducen en mercados negros. Suena extremo pero no lo es. En México y muchas partes del mundo se venden cigarros por separado en las calles o en las tiendas pequeñas, precisamente por las demandas individuales son tan inelásticas que los consumidores seguirán buscando estos productos. El mercado ha creado una solución que no era deseable y que no se hubiera dado en un contexto de libertad.
¿Tiene razón Silva-Herzog al decir que la legalización de las drogas no eliminaría el problema del narcotráfico? No del todo. El tráfico de drogas responde a la prohibición en numerosos países y a que, no importa lo que haga el Estado, siga existiendo demanda. Lo más probable es que estos problemas serían mucho menores si los vicios fueran legales. Claro, el libre mercado no crea sociedades perfectas porque los individuos no pueden serlo. Tal y como decía en el mismo programa Carlos Elizondo Mayer-Serra, a quien conocimientos de economía no le faltan, el problema de ciertos bienes es que generan externalidades negativas. ¿Cómo se combaten las externalidades? Hay tres opciones principales: impuestos pigouvianos, internalizando las externalidades y creando mercados. Se ha demostrado que las últimas dos opciones son las más eficientes.
No es que los liberales sean maniqueos o dogmáticos. El problema real es la incompresión de muchas personas, intelectuales y académicos incluidos, de aspectos fundamentales de la ética y la economía.

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