viernes, 15 de abril de 2011

Marcial Maciel y L. Ron Hubbard

Marcial Maciel y L. Ron Hubbard: Un comparativo

Pocas cosas esclavizan más que la promesa de la libertad desde una visión metafísica. Estos signos igualan a los Legionarios de Cristo con la Cienciología, cuyos procedimientos similares de manipulación y lavado de cerebro son patentes.

—¿Qué vamos a hacer esta noche, Cerebro?
—Lo mismo que hacemos todas las noches,
Pinky: ¡tratar de conquistar al mundo!

—Pinky y Cerebro

Me gustaría empezar una religión.
Ahí es donde está el dinero.

—Lafayette Ronald Hubbard

¿Cómo explicar lo sucedido el 18 de noviembre de 1978 en Jonestown? Allí 918 personas cometieron suicidio colectivo por órdenes de su líder, Jim Jones. ¿Cómo entender la convicción de una madre dispuesta a darle kool aid con cianuro a sus hijos? ¿Qué sería del estalinismo o de los bombarderos suicidas sin un credo expansionista? El proceso de llegar a creer en algo —cosa que todos hacemos, a diario, de un modo u otro— es fascinante y a ratos perturbador.

¿Cómo pasa un neurótico ordinario de la angustia cotidiana a soltar gases venenosos en el Metro para, según él, salvar al mundo? Por increíble que parezca, el modo en que se adentra alguien en un culto parece seguir un patrón bastante delineado. “Es como si tuvieses una fruta que por afuera es dulce y a medida que vas entrando al centro se vuelve más amarga y terriblemente controladora”, me responde Daniel Asse, quien tras 10 años dentro de la Cienciología recién levantó una demanda penal contra esta peculiar organización por privación de la libertad. Asse pasa a describirme su proceso de ingreso: “Es muy común que cuando te involucras en uno de sus aparentes centros de superación personal, ellos van y buscan alguna ruina que tú tengas o, si no, la van a tratar de fabricar. Te van a hacer un test de personalidad y en ese test van a decirte que andas mal en esta área o en otra… y como nadie es Supermán, interpretan tu personalidad y te dicen que estás mal en esto y aquello y entonces, viene el ‘nosotros podemos ayudarte’”.

El Edén prometido debe ser uno de los trucos de venta más antiguos del mundo. A esto se le agrega la táctica de devaluar el producto o el criterio del cliente; en términos de ventas a esto se llama “Desequilibrar al target”, lo que se logra con una dosis precisa de culpa y de deuda. En este caso reemplazan tus angustias por vergüenza y luego te ofrecen una respuesta. Así, quien entra como curioso visitante sale de ahí con un amo nuevo: alguien que sabe mejor que él mismo lo que es mejor para él. ¿No es ése uno de los grandes alivios inmediatos del culto: la irresponsabilidad existencial? Ya no habrá que soportar las ambigüedades y los pormenores de la vida, ya hay alguien, una organización, que se hará cargo.

AGRADAR A DIOS

Nelly Ramírez, quien tras 12 años en el Regnum Christi (una facción de los Legionarios de Cristo) logró, apenas hace un par de años, desprenderse y escribir El reino de Marcial Maciel, explica: “Yo deseaba agradar a Dios, y me daba miedo no hacerlo; quería hacer su voluntad”. Se extiende, con tiempo entre las frases, como si algo pasara entre las líneas, develando un proceso de desprogramación apenas iniciado. Nelly relata lo central que es este concepto de “La Voluntad de Dios” para el adoctrinamiento que recibió, y va elaborando sobre los diferentes métodos con que fue despersonalizada y convertida en una “esclava”, una “máquina”. Recuerda el riguroso protocolo, el modo uniformado de vestir, de actuar e incluso de pensar y de sentir. “Las emociones deben ocultarse, lo más importante es complacer a los superiores de la Iglesia, a costa incluso de una misma”. Así, los superiores de la Iglesia o de la Orden pronto se consideran extensiones directas de aquella Voluntad de Dios, como si dicha voluntad no fuese sujeta a interpretación, o como si éstos tuviesen chat exclusivo con Dios en sus blackberries.

En la Cienciología el caso no es muy distinto, sólo que hay una pequeña variación: no es precisamente la voluntad de Dios lo que se procura, sino divinizar la voluntad propia: convertirse en un dios (¿la mirada de Tom Cruise en las entrevistas no lo dice todo?). La premisa es que al recorrer la elaborada y costosa pirámide de niveles de “desarrollo espiritual” de la Cienciología, el candidato deja atrás sus impresiones y traumas recolectados en billones de años de existencias, llegando así al estado de Clear. Una vez logrado esto proceden a facilitar los poderes especiales que tiene todo ser humano. Poderes “ahora a disposición de cualquier persona por la módica cantidad de…”.

No hay ningún estado que no provenga de causas y de condiciones previas. Pero la ficción de lo contrario es común al pensamiento metafísico; tan pronto se le propone al interesado un origen, a la par le proponen un fin: liberarse y, de paso, salvar al mundo. Como buena marca (branding) buscan la lealtad de sus consumidores, donde no basta que uno se “aclare” o seduzca a Dios “haciendo su voluntad”, sino que además el producto debe extenderse. Para esto, manufacturan el convencimiento de que cuando “todos” se afilien a sus determinadas creencias “todo” estará, por fin, “completamente” resuelto. Ya sea establecer el Reino de Cristo en la Tierra (sea lo que una monarquía así pueda significar hoy en día) o logrando que el planeta entero llegue al estado de Clear, los directivos motivan a sus miembros a promover sus agendas con fervor. Considerando que no llevan ni 100 años desde su fundación, los fondos, miembros, instituciones, edificios, apoyos y programas por todo el mundo que tanto los Legionarios de Cristo como la Cienciología han logrado amasar es nada menos que apabullante.

Pero antes de enviar al adepto al mundo a “salvar” personas, éste debe mostrar un convencimiento total. Para esto necesitan quebrarlo por completo. Por ejemplo: los neófitos legionarios y cienciólogos son puestos a recibir órdenes de niños y jovencitos para así ir desestabilizando sus valores y su sentido de sí mismos. Además de las largas sesiones de oración o de mirar fijamente a los ojos a otro miembro durante horas, invalidando cualquier forma de pensamiento crítico, se niega gradualmente la validez y el acceso a información externa, especialmente aquella considerada antagónica. Para la Cienciología, cualquier persona que trabaje para la prensa (su servidor incluido) es considerado un “Mercader del Caos”, y la Legión le insiste a sus prospectos que en la frecuente oposición de la familia puede asomarse el maligno.

El 18 de noviembre de 1978 en Jonestown, Guyana, 918 personas se suicidaron por órdenes de su líder, Jim Jones
El 18 de noviembre de 1978 en Jonestown, Guyana, 918 personas se suicidaron por órdenes de su líder, Jim Jones Fotos: AFP
CONFESIÓN Y “AUDITACIÓN”

El objetivo es eliminar cualquier forma de duda de forma definitiva. Una estrategia para tal fin es la confesión o, en el caso de la Cienciología, la llamada “auditación” (con un galvanómetro que mide las toxinas del organismo psíquico llamado E-Meter). En el caso de la Legión, al irse adentrando se está obligado cada vez con mayor rigor a dar un recuento de sí ante un superior, y en el caso de los cienciólogos el avance “espiritual” depende de un continuo y meticuloso proceso de decir todo lo que uno ha vivido, pensado o deseado a un miembro superior con el fin de ir “aclarándose”. Asse dice: “Empiezas teniendo beneficios; digo, cualquiera que hable con otra persona de sus problemas y a quien le pongan atención se siente mejor”. Sólo que en este caso se toman notas y se abre un archivo con todos estos datos; información personal —con detalles sexuales, por ejemplo— con la cual uno puede ser fácilmente manipulado o chantajeado.

La convicción absoluta exige un requisito más, quizás el más esencial, y uno de los más controversiales: la cancelación de la otredad. Ambas organizaciones tienen feroces políticas de desconexión. En el caso del Regnum Christi, Nelly Ramírez comenta que tras adherirse el contacto que mantuvo con su familia fue mínimo, reducido a un par de días al año en los cuales a menudo había un miembro superior de la Congregación presente. Y aunque fuese alentada a escribir cartas a sus familiares, dice, estas cartas rara vez eran enviadas, aunque sin falta eran leídas por sus superiores. En el caso de la Cienciología, le ofrecen al “ya-sediento-de-poder-espiritual” candidato, que su familia ingrese a sus filas con devoción: “Trata de hablar con ellos y, si no —recuerda Asse—, tienes que desconectarte de ellos como si se hubieran muerto. Por el bien de todos”. Incluso si los familiares llegasen a ingresar, su relación se vería prontamente mediada por algún miembro con un rango más alto, y probablemente acabarían separados. Las pocas interacciones humanas que permanecen viables se suscriben a dos versiones: con los profanos, o no-cognitados, como los llama la Cienciología, siempre con el fin de engancharlos: personas a quienes en el mejor de los casos se puede reclutar, salvar, inspirar a la caridad o tolerar (ignorar). Por otro lado, las interacciones dentro de la organización son interferidas por una mutua vigilancia que conduce al aislamiento y a la paranoia total: para ello los votos internos de los Legionarios que recientemente fueron derogados por el Vaticano y que impedían cualquier crítica a cualquiera de los superiores. Así, al romper todo vínculo afectivo al agremiado sólo le queda una vía de aceptación: la voluntad del líder y la jerarquía que la transmite.

Aquí los testimonios se asemejan con casi impecable mimetismo: “A estas alturas dudar de la organización o de tus superiores es considerada una falta ante Dios, y también la tienes que confesar a tus superiores”, explica Ramírez. Por su parte, Asse recalca: “Si hay cualquier tipo de antagonismo, eres un hereje, no puedes cuestionar lo que hizo o dijo el fundador, o un superior; ellos pueden humillarte o gritarte o lo que sea y tú no puedes contestar. Así lo hacen. Son personas sin escrúpulos”.

Con el afán de cumplir su propósito y asegurar una salvación personal y global, las Consagradas, por su lado, toman votos (castidad, pobreza, obediencia) a perpetuidad y prometen entregar su patrimonio luego de ciertos años de servicio, mientras los miembros de la Sea Org (el equivalente al Ministerio de la Cienciología) firman un contrato por varios billones de años (literal: creen en las reencarnaciones) al servicio de la causa de la Cienciología, con donación de bienes de ser posible. He aquí de las grandes —y penosas— paradojas de este tipo de cultos: pocas cosas esclavizan con tal eficiencia como la promesa de la libertad.

Edificio sede de la organización de Cienciología en la Ciudad de México.
Edificio sede de la organización de Cienciología en la Ciudad de México.
MACIEL Y HUBBARD

Nada de esto sería posible de no ser por la figura del jefe de jefes. Disectar a Marcial Maciel o a L. Ron Hubbard en general resulta en alguna suerte de debate sobre sus fetiches personales y su carisma (cosas que van de la mano, ¿no?), porque rara es la figura en el poder que no esté a merced de todo tipo de perversiones, pero vale la pena observar un par de prominentes similitudes: ambos eran considerados por sus seguidores como “El Padre” o “Nuesto Padre”; no me puedo ni imaginar la confusión ególatra que produjo a Maciel dirigir alguna misa y que la Congregación rezara el Padre Nuestro hincada frente a él. Ambos, Maciel y Hubbard, vivían como los mortales suponemos lo hacen los narcos de hoy: una vida de impunidad e inmunidad. Ya fuese bajo el cobijo del Vaticano o en altamar en aguas internacionales como prófugo de la justicia internacional, ambos construyeron una cosmología basada en la ficción —en el caso de Hubbard, literalmente; sus libros fueron una y otra vez rechazados como novelas hasta que decidió convertirlos en la base de su doctrina, con todo y alienígenas malvados, exterminios de planetas y almas errantes por dimensiones ocultas— y luego se fueron a habitarla sin reservas. Entre el desenfrenado desprecio a los otros que un narcicismo exacerbado otorga, quizás mejor entendido como megalomanía, habrá que agregar a la fórmula el abuso de opiáceos o de barbitúricos, según el caso. Sociópatas como Hubbard o Maciel vivían en un mundo donde los otros eran meros objetos; lo que hicieron, entonces, fue duplicarse, replicar su forma de pensar y actuar en cada escalafón de su organización.

“Ellos lo llaman la religión con mayor expansión en la historia; muchas de las cifras están alteradas, pero aunque fuese a la mitad muestran una gran expansión”, elabora Rafael Gómez, quien alguna vez fuese miembro de la Sea Org, y ocupó altos puestos dentro de la Cienciología (los panfletos de “Test de Personalidad” que se reparten en las calles para reclutar, asegura sin jactancia, fueron creación suya). “Estamos hablando de una institución que está diseñada para expandirse, basada en los principios básicos del marketing de los años cincuenta… te enseñan a desplumar gente”. Así, Rafael, tras asegurarse de que yo no trabajo para ellos y de que la entrevista fuese en un sitio público, revisa su entorno y continúa detallando cómo el staff de Cienciología se dedica a estudiar libros sobre marketing y ventas alguna vez retirados del mercado debido a que Hubbard compró los derechos de éstos. De nuevo la coincidencia es ineludible: en el caso de Nelly, ella remite a cómo desde los 12 años fue entrenada en el ECYD (Educación Cultura y Deporte) a captar y recaudar fondos para la organización donde la literatura a usar y repartir es exclusiva de la organización.

“Hubbard es alguien convencido de que para tener éxito en algo debe haber control de masas, y para tener control de masas necesitas tener control sobre sus mentes, individualmente”, continúa Rafael, y yo no puedo evitar pensar en el involucramiento de Hubbard con Aleister Crowley, el Ordo Templis Orientis, la extraña muerte de John Parsons, las celebridades, los castigos y las humillaciones a las que se someten los creyentes con fines “éticos” en la Cienciología. “Es el sistema de esclavitud más moderno que existe: todos están por su propia voluntad, pero es un fraude”, remata Gómez.

Por la emoción que transita por su voz entiendo el peligro que se corre al acercarse ingenuamente a estas organizaciones o a cualquiera de sus fachadas sociales: escuelas, programas de apoyo social o centros de rehabilitación. Una franqueza similar se palpa en la voz de Ramírez cuando asegura que “de haber sabido todo esto, de qué se trataba y cómo funcionaba, yo jamás me hubiera consagrado. La información que me negaron me dañó”. Ahora renegada de su antigua fe, tanto como Daniel y Rafael, ellos son ahora considerados “supresivos” por parte de la organización a la que dedicaron 10 años de su vida. Tras recibir injurias, chantajes y amenazas, el único milagro del que dan cuenta el día de hoy es haber tenido la fortuna de encontrar una salida de aquellas trampas.

En julio de 2010, David Miscavige, líder de la iglesia de Cienciología, inauguró la mayor sede mexicana, ubicada en Balderas y la avenida Juárez.
En julio de 2010, David Miscavige, líder de la iglesia de Cienciología, inauguró la mayor sede mexicana, ubicada en Balderas y la avenida Juárez. Foto: Rodlfo Angulo/ Cuartoscuro
SEUDORELIGIONES ADICTIVAS

L. Ron Hubbard Jr., tras escapar de las garras de la Iglesia de su padre, en 1983, en entrevista para Penthouse, declaró: “La Cienciología y todos los demás cultos son unidimensionales, y vivimos en un mundo tridimensional. Los cultos son tan peligrosos como las drogas. Cometen el delito más grave: violan el espíritu”. Considerando la fuente de esta declaración, cabe preguntarse si las razones por las cuales se condena al tráfico de narcóticos no podrían aplicarse a los efectos de un culto. ¿Acaso no generan productos nocivos y adictivos, que desintegran familias y arruinan carreras? Un Estado no puede considerarse laico a menos que eduque a su pueblo sobre las religiones y el pensamiento religioso, de modo histórico y generalizado. Si no, se está dejando a las personas a merced del mejor postor.

Propongo, para este caso, se considere lo que el gobierno de Alemania ha hecho en relación a este tipo de organizaciones: tras la brutal experiencia histórica del nazismo, su constitución se mantiene alerta sobre grupos con inclinaciones fanáticas, en especial cuando hay tanta evidencia de sus peligros y actividades delictivas. Así, no sólo le han negado rotundamente a la Cienciología el estatus como religión que pide (para estar exentos de impuestos y de los rigores de los derechos del consumidor, trabajador y la validez que sus productos y servicios deben probar para el mercado), sino que, además, tras varios intentos por vetarlos han optado por llevar a cabo campañas para informar a las personas sobre éstos y otros cultos. Siendo que, como con las drogas, la desprogramación es tan improbable como traumática, la mejor opción es la prevención; la Unión Europea fundó y apoya desde hace tiempo a las instituciones dedicadas a la investigación y divulgación de información sobre tales organizaciones dedicadas a la estafa. Pueden encontrarse cartelones en las calles y libretos en el transporte público que ofrecen información tanto sobre el islamismo fundamentalista y el crimen organizado como acerca de la Cienciología. Esto quizás sea demasiado para el caso mexicano: los movimientos de nuestros líderes políticos y las estructuras de poder reinantes, ¿cuánto difieren de las de estos cultos?

Fausto Alzati Fernández*

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