domingo, 24 de abril de 2011

Minicuento, o minidrama, nayarita

Minicuento, o minidrama, nayarita

Por: Salvador Camarena

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Vista desde La Cumbre, en la sierra nayarita.

Un día muchacho se enamora de muchacha, en Nayarit (Oeste de México). Poco después, en el pueblo de la muchacha, un día llovieron flores. Muchacho había dispuesto que todos supieran de su amor. Las calles amanecieron ese día llenas de pétalos arrojados desde una avioneta. Obvio: muchacha se casó con muchacho. Cuando la familia creció, para festejarlo, muchacho hizo que lloviera de nuevo en el pueblo. Ahora la avioneta dejó caer dinero, billetes bajaban del cielo. Felicidad total. El nayarita que me cuenta la historia, y que ha sido prolijo en detalles que es mejor pasar por alto, me dice: ¿no has adivinado quién es ahora ese muchacho?

Tepic, la capital de Nayarit, es famosa porque se come bien y porque es fea. Queda de paso entre Guadalajara y Mazatlán. La costa nayarita, en cambio, vive lo más parecido a una segunda oportunidad: Bahía de Banderas siempre tuvo hermosas playas, destino vacacional ahora explotado por hoteles de esos que cobran, lo menos, mil dólares la noche de hospedaje. Nayarit separa a Jalisco de Sinaloa, sede del cártel del narcotráfico más poderoso de México. Nayarit era un tranquilo "territorio de paso", ya no.

Bajen todas las ventanas, nos dice el conductor a los otros cuatro ocupantes de la camioneta. Estamos en la entrada poniente de Tepic. Son las once de la mañana del sábado Santo y un retén de la policía nayarita revisa aleatoriamente los automóviles. Nos han dejado pasar luego del saludo. Un minuto después, se oye una serie de cinco tronidos. El chófer detiene el auto frente a un parque. "Esos no son cohetes", dice un vecino. No, no son. No es la hora de quemar a Judas, y no hay templo que haya decidido saltarse la liturgia y resucitar a Cristo con pirotecnia. Pero, sobre todo, los cohetes nunca son rítmicos, nunca aterran como estos que durante diez minutos se oirán en series, ráfagas. Como personaje de Laura Esquivel en Leopardo al Sol, desde la puerta de su casa otro vecino adivina el tipo de arma: son rifles AK 47. La gente que hasta hace unos segundos descansaba en el parque ha desaparecido. Los comerciantes de comida que apenas se disponían a recibir clientes, bajan las cortinas: hoy no habrá negocio. Sólo un viejo, de sombrero y con bastón continúa en el parque. Deambula sin entender a dónde fueron todos de pronto. Una vecina regordeta, con delantal de cocinera y más humanidad que todos nosotros va y rescata al anciano de su sordera, de su inconsciente vulnerabilidad. Los balazos siguen, uno intuye que son a escasos doscientos metros. En el retén, quizá. Las sirenas de las ambulancias tardarán cuarto de hora más en sonar. Los soldados llegarán a nada, a levantar los casquillos percutidos. La policía estatal del retén, como cuando hace tres semanas secuestraron a dos de los suyos en ese mismo punto, renunciará a llegar, con oportunidad, "al lugar de los hechos".

En una nota de un periódico nacional el incidente nayarita ocupará estas 20 palabras: "Mientras en Tepic, un comando asesinó a un hombre y dejó una mujer lesionada cuando se transportaban en una camioneta". Claro, en la aritmética periodística cinco mujeres degolladas en Acapulco ganan por mucho a un muerto y un herido en Tepic. Pero esa relatividad en nada tranquiliza a los vecinos que oyen hoy los balazos sin ver la gris ironía: antes llovían flores e incluso billetes... ahora hay que refugiarse del plomo.

Con la mirada en el poniente, de donde surgían los balazos, otro vecino de este barrio que me entero que se llama El Rodeo me dice: "sabe qué es lo peor, que uno oye los tiros y no sabe qué hacer, ¿salgo o no salgo a trabajar? ¿hago lo que tenía que hacer o mejor ya no? Pero lo que uno sí sabe es que es inútil llamar a las autoridades".

El parque ha quedado por fin vacío. Las únicas caras que se ven están en fotografía, imágenes retacadas de photoshop de los candidatos que quieren ganar la silla del gobernador el 3 de julio próximo, el día de las elecciones locales. O sea que a final de año el cheque saldrá a un nombre distinto, pero la cosa seguirá igual: porque gobernador, lo que se dice gobernador, no hay hoy ni habrá el año entrante en Nayarit.

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