domingo, 17 de abril de 2011

¿Pedirle perdón a los criminales?

¿Pedirle perdón a los criminales?

Ayer sábado me apareció sorpresivamente una quinta hija. Sonó el timbre del teléfono móvil, apreté la tecla "contestar", dije "¡bueno!" y empezaron los gemidos y lloriqueos de una voz infantil: "¡Papá, soy tu hija!, ¡tengo un problema muy serio!, ¡ayúdame, soy tu hija!". Atiné a preguntar: "¿Cuál?"...pero la voz chillona y fingida de niña sólo insistía: "¡soy tu hija, estoy en problemas!, ¡ayúdame!"...

El problema en el que se estaba metiendo esta pretendida hija mía era la falta de verosimilitud de la supuesta llamada de auxilio: ninguna de mis hijas tiene voz de niña porque todas son mayores de edad (con la edad suficiente para pedir una copa de vino o una cerveza en un restaurante en Estados Unidos, mostrar su ID y ser puntualmente atendidas), además todas tienen nombre, y suelen decirlo cuando alguien les pide identificarse. Otro pequeño problema es que yo estaba viendo en ese momento a dos de mis cuatro hijas, la tercera estaba en su habitación a menos de diez metros de distancia y con la cuarta estaba intercambiando mensajes vía twitter en ese momento. ¿Una quinta hija surgida de pronto? Imposible. Por eso le pasé el teléfono a mi esposa y le dije: "Que me habla una hija mía que está en problemas, ¿cómo la ves?". Por supuesto, se cortó la llamada.

Supongo que las bandas criminales que se dedican a este repugnante negocio de aterrorizar por teléfono a la gente para sacarle dinero (extorsión telefónica es el nombre oficial del delito) saben que deben calcular un porcentaje de intentos fallidos en su negocio, como les sucedió en mi caso, y no es la primera vez (en alguna ocasión le habló un supuesto hijo en problemas con la policía a una de mis hijas y ella, que tiene un macabro sentido del humor, le dijo: "¡Pues merecido te lo tienes, por mí que te refundan en la cárcel, saliste igualito al inútil de tu padre!" y colgó), pero incluso cuando uno tiene la fortuna de que la llamada terrorista sea evidentemente un timo no deja de sentirse una inquietud incómoda y una justa indignación ante este despliegue de maldad de las bandas criminales.

Indignarse ante los crímenes y condenarlos es de bien nacidos. Me parece que por eso el Presidente Felipe Calderón recordó hace unos días que la indignación, las protestas y las exhibiciones de hartazgo (los famosos: "¡ya basta!") deben dirigirse a los criminales y no a quienes, con todas las limitaciones e imperfecciones que se quieran, se dedican a combatir a los criminales.

Pero no. Resulta que algunos sesudos analistas del acontecer nacional (como diría un cursi locutor) encuentran incorrecto este llamado del Presidente. Incluso alguno, especialmente estúpido, publicó el sábado en un periódico en un larguísimo y repetitivo artículo el alegato de que no, que la indignación no debe encaminarse contra el crimen y los criminales, porque después de todo ellos "no juraron cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes de México". ¡Genial!, me pregunto ¿qué sigue?, ¿pedirles perdón a los criminales?.

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