jueves, 26 de mayo de 2011

La crisis y el Estado de Bienestar

El decano

La crisis y el Estado de Bienestar

Juan Velarde

Lo evidente es que tiene que alterarse toda la estructura del Estado de Bienestar español, de arriba abajo.

La durísima crisis que padecemos tiene continuamente vertientes que castigan a los receptores de prestaciones sociales. Veamos una aportación que ha expuesto Laura Garcés en Las Provincias el 10 de mayo de 2011. Según su trabajo, Juana García, presidenta de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer de Valencia, le informó de algo que sucede en esta comunidad y que, evidentemente, es trasladable a toda España.

Los enfermos de Alzheimer suelen ser personas de edad que gozan de una pensión. Con ella, el paciente puede gozar de la estancia en una residencia para mayores, entregando la pensión y, el resto del coste –suele estar éste entre 1.200 y 2.200 euros al mes–, corre a cargo de la Generalitat Valenciana. Pues bien, los familiares se apresuran a retirarlos para poder disponer de su pensión, indicando que lo atenderán en el domicilio con el complemento de algún tipo de cuidados, más o menos esporádicos en los llamados centros de día. Si el enfermo solo acude a uno de estos centros un día a la semana, el costo al mes es de 100 euros, y si acude de lunes a viernes, de 480 euros al mes. Desde luego, los parados a los que se ha concedido la prestación de desempleo los retiran masivamente de las residencias de mayores para así mejorar algo su situación angustiosa, a costa, naturalmente, del bienestar de los enfermos de Alzheimer, quienes, entre otras cosas, pierden el complemento que pagaban al centro la Generalitat Valenciana. Hay que repetir que todo eso forzosamente sucede en el conjunto del territorio español.

Y el presidente Rodríguez Zapatero, con especial énfasis, ha declarado en la reciente campaña electoral que no se han reducido las prestaciones sociales. Pero lo evidente es que tendría que alterarse toda la estructura del Estado de Bienestar español, de arriba abajo.

Juan Verlarde es catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid

¡Viva Bolivia, muera Chile!

IBEROAMÉRICA

¡Viva Bolivia, muera Chile!

Por José Brechner

Igual que otros cuatro millones de personas, soy un boliviano que se autoexilió; en mi caso, antes de que el democrático gobierno plurinacional, indigenista, antiblanco, anticristiano, antiamericano, antichileno, anticapitalista, antiliberal, antilibros, antiperiodistas, anticalvos y antipollos del esclarecido presidente Evo Morales me cayera encima... al amparo de casi cualquiera de los antis referidos.

Todavía quedan nueve millones de individuos en Bolivia, de manera que sólo nos hemos ido el equivalente al 44% de la población estable. Este magnífico logro de hacer que casi la mitad de la población abandone un país que no está en guerra, ni sufriendo cataclismo alguno, o una hambruna masiva, es mérito de los elementos que lo gobiernan o han gobernado, o impedido que se gobierne de otra forma.

La mayoría no se fue con el presidente Morales. Los bolivianos vienen abandonando el país desde que se fundó la república. Y es que mis compatriotas se las ingeniaron para provocar los más inverosímiles descalabros internos y externos.

En todo este tiempo, el suicida ejército boliviano, obediente a sus políticos y comandantes, entró en guerra con todos sus vecinos. Perdió con todos. Bolivia perdió en estos conflictos miles de vidas y la mitad del territorio, un millón de kilómetros cuadrados.

El que menos tierra costó fue la Guerra del Pacífico contra Chile, en 1789: 120.000 kilómetros cuadrados prácticamente abandonados pero ligados a la costa, que, por lo demás, no era excesivamente frecuentada por los barcos bolivianos. No obstante, la pérdida marítima dejó una marca dolorosa, porque el país quedó geográficamente enclaustrado.

Entre revoluciones y golpes de estado, los bolivianos tuvimos que soportar la típica fauna política, que al perder popularidad acudió al tema marítimo para dirigir la vista ciudadana al enemigo añejo. Morales, que cada día es más rechazado por el pueblo, en su ingeniosa originalidad está volviendo a tocar el quisquilloso asunto.

Evo Morales.Años atrás, las imbecilidades de los gobernantes bolivianos quedaban en casa, porque los medios no llegaban al lugar y tampoco se interesaban por él. Hoy, las salvajadas son escuchadas y vistas por todos, y reciben el jubiloso aplauso de la progresía internacional, que goza del mismo nivel político-intelectual que Su Excelencia.

La nueva norma del dictador bananero ha sido imponer que las radioemisoras y canales de TV emitan el Himno al Mar, así como temas alusivos al litoral perdido, para reavivar el odio al vecino chileno.

Esa patriótica idea no es de ahora. Si no fuera porque los gobiernos bolivianos cambian con tal rapidez que resulta más fácil acordarse de los ganadores de la medalla de bronce de salto de longitud en las últimas veinte Olimpiadas que de sus presidentes, podría recordar quién fue el que nos obligaba a cantar el himno nacional en el colegio y clamar, cuando concluíamos: "¡Viva Bolivia, Muera Chile!".

La valiente exclamación se repetía en todo acto público o evento deportivo. Los cuadernos para los escolares venían, igualmente, sellados con ella –o, en casos más corteses, con la frase "El mar nos pertenece por derecho, recuperarlo es un deber"–. El rencor al vecino caló en muchos bolivianos, que odian a Chile más que un niño la sopa de verduras.

El insigne Morales quiere resucitar ese glorioso sentimiento, por lo que está jugando con fuego. Frase que puede tomarse literal en su contexto. Si el Inca cree que puede pinchar a Chile porque tiene de su lado a Mahmud Ahmadineyad, Hugo Chávez y compañía –sin descartar a Perú si sube Humala–, está cometiendo el error más grandioso de su equivocada vida política.

Estados Unidos es aliado de Chile, que tiene un ejército moderno. Si el tiroteo comienza, será desde el lado boliviano, dado su historial de animaladas. Como Morales no mide lo que dice y hace, su bravuconada debe ser tomada en serio.

El lado positivo de esa histórica gesta de Morales sería éste: si el Inca iniciara una guerra junto con sus amigos, Chile y Estados Unidos podrían acabar con los dictadores sudamericanos, lo que permitiría el retorno de miles de productivos ciudadanos a sus países, para reconstruirlos sobre la base de una libertad y una democracia genuinas. Paralelamente, mejoraría el rendimiento de las agencias de viajes y las compañías funerarias.

Perú: ¿cambio del cambio?

HISPANOAMÉRICA

Perú: ¿cambio del cambio?

Por Jaime de Althaus

La visión de desarrollo implícita en la nueva hoja de ruta de Gana Perú, la alianza electoral de Ollanta Humala, es distinta, y hasta contraria, a la contenida en el plan original que presentó en enero.

Corrige esta nueva hoja explícitamente dos puntos importantes: ya no se tomará dinero de los aportantes de las AFP para financiar Pensión 65, y el impuesto a las sobreganancias no quitará competitividad al Perú en lo relacionado con la captación de inversión minera. Ya no se habla de cambiar el "modelo neoliberal", ni de una "economía nacional de mercado". Se desprende entonces que la nueva propuesta respetará el modelo económico y las reglas de juego, aunque no se precisa que no se intentará cambiar el capítulo económico de la Constitución, o que Petro-Perú no intervendrá en el negocio gasífero para bajar los precios, o que no se reestatizarán los puertos y aeropuertos, o que no se volverá obligatorio el sistema público de pensiones y complementario el privado.

Suponemos que estos puntos –y varios otros– quedarán en suspenso, aunque no queda claro. De todos modos, es un avance de agradecer.

Sin embargo, cabe preguntarse si es posible cambiar de visión de desarrollo en tan corto tiempo. ¿Es posible pasar en tres semanas de rechazar a asumir el modelo neoliberal? No estamos hablando de un cambio en una o dos medidas, sino en la concepción del desarrollo, de las categorías mismas con que afrontamos la realidad. Cabe la posibilidad –ojalá no sea así– de que el cambio sea epidérmico, superficial, y que a la primera de bastos aflore la verdadera entraña del programa.

De hecho, es algo que ocurre a diario en el propio discurso del candidato. El otro día, por ejemplo, ante la CGTP (Confederación General de Trabajadores del Perú), llamó a hacer por fin efectivo el lema "El pueblo, unido, jamás será vencido". ¿Vencido por quién? Pues por empresas como las mineras, que basarían su prosperidad en la mano de obra barata y la represión de los trabajadores. Es decir, el capital como enemigo del trabajo. Ya la semana pasada llamó a no reelegir tal "modelo económico".

En realidad, el modelo económico funciona. Los ingresos de los más pobres han crecido. Acabamos de conocer que la pobreza bajó al 31,3% en 2010: se ha reducido casi a la mitad en 20 años. El INEI (Instituto Nacional de Estadísticas e Informática) ha revelado que los más pobres han visto crecer sus ingresos especialmente entre 2001 y 2009.

Lo que no funciona es el Estado. Eso es lo que hay que cambiar, y profundamente. Pues la gran división no es la que se da entre el capital y el trabajo, sino la que separa al sector formal del informal. Para resolver eso, lo peor es subsidiar la informalidad con dádivas sociales, como plantea Gana Perú incluso en su renovada hoja de ruta. No se trata de regalar dinero, sino de empoderar con instrumentos para la autogeneración de ingresos. Programas habilitadores, no asistencialistas, es lo que se necesita.

Idi Amin Dada

GRANDES CRIMINALES DEL SIGLO XX

Idi Amin Dada

Por Mario Noya

Si al pasado se le pudo llamar "el siglo de la megamuerte" fue porque produjo en abundancia hijos de puta metafóricos o literales como Idi Amin Dada Oumee, alias Gran Padrecito (como Stalin), Carnicero de África (muy cierto), Conquistador del Imperio Británico (qué mentira) y Señor de Todas las Bestias de la Tierra y de los Peces del Mar (en fin).

El Último Rey de Escocia –¡y se plantó con su kilt en un funeral de un príncipe saudí!– nació en Koboko, un lugarejo del norte de Uganda, allá por 1923, o 1924, o 1925; en fin, no se sabe a ciencia cierta, no hay registro del nacimiento de semejante bestia, "el mayor animal que haya parido madre africana", en palabras de otro que tal baila, Milton Obote, vaya par de psicópatas, sin lugar a dudas los peores enemigos del pueblo ugandés que excretó el siglo XX.

Su padre, campesino y musulmán, abandonó pronto a su madre, una bruja de la tribu lugbara devenida puta (camp follower, dicen mis fuentes, más finas) que sacó adelante a sus hijos (ocho, de los que IAD fue el tercero) como pudo.

Esta mujer, que había logrado salir de una paupérrima aldea del norte y llegar a una ciudad del sur, mucho más rico, se convirtió en parte del elemento que hoy en día constituye el problema más grave de África: el creado por aquellas personas, por aquellas decenas de millones de personas, que han abandonado el campo, llenando unas ciudades ya monstruosamente hinchadas, y sin encontrar en ellas ninguna ocupación ni lugar propio. En Uganda las llaman bayaye. Las veréis enseguida, pues son las que forman esas muchedumbres en la calle tan diferentes de las europeas. En Europa, la gente que se ve en la calle, por lo general, camina hacia un destino determinado. La aglomeración tiene una dirección y un ritmo, ritmo a menudo caracterizado por la prisa. En una ciudad africana, sólo parte de la gente se comporta de manera similar. El resto no va a ningún lado: no tiene adónde ni para qué. Deambula, permanece sentada a la sombra, mira a su alrededor, dormita... No tiene nada que hacer. Nadie la espera.

(Ryszard Kapuscinski, Ébano, Anagrama, Barcelona, 2003 –7ª ed.–, p. 150).

Esa ciudad del sur de la que habla el por fin controvertido Kapus es Kampala, la capital de Uganda, donde Idi Amin hará valer sus poderes de mole humana. En el ring (fue campeón nacional de los pesos pesados entre 1951 y 1960) y en la milicia, donde ingresó en 1946 como pinche de cocina, que no deja de ser un puestazo para un caníbal.

Los kakwa [la tribu de Amin] y los nubi del norte musulmán bebían la sangre de sus víctimas, les comían el hígado y creían en el "yakan de agua de Alá" mahdista, un líquido que bebido convierte a los soldados en seres invulnerables

(Paul Johnson, Tiempos modernos, Vergara, Barcelona, 2000, p. 654).

La milicia en aquel entonces era el King's African Rifles británico, y Amin de inmediato descolló en ella, con sus 230 libras de peso (unos 105 kilos) y sus 6,3 pies de estatura (1,92 metros). Según uno de sus oficiales, era "un tipo estupendo y un buen jugador" de rugby, pero sin muchas luces, al que había que explicarle las cosas con palabras muy simples y cortas. Para otro de sus jefes, ni ese pero tenía: era "una persona increíble que, ciertamente, no estaba loca; un tipo muy perspicaz y astuto, un líder nato".

Siendo tan majo, matando a modo (intervino en la represión del levantamiento Mau-Mau y en la matanza de Turkana), torturando (cortando genitales para obtener confesiones, por poner un ejemplo), fue escalando posiciones con toda la prisa y sin la menor pausa, así que para cuando Uganda alcanzó la independencia (octubre de 1962) Idi Amin ya era general y vicecomandante en jefe del ejército.

Quería seguir escalando, llegar a ser todo eso que fue, el Gran Padrecito staliniano, el Carnicero mayúsculo de África, el Gran Tirano, por lo que le sobraba su semblable Obote, a quien había ayudado a derrocar al rey Mutesa en 1966. De manera que, el 25 de enero de 1971, dio un golpe al golpista aprovechando que éste, hay que ser imbécil, se encontraba en el extranjero. Hay que ser imbécil, sí, porque dejó cuidando el gallinero al zorro... ¡después de advertirle de que sabía que estaba robándose las gallinas!

Cuando el auditor general informó a Obote de que faltaban dos millones y medio de libras esterlinas de los fondos militares, el primer ministro [ya no era tal, sino presidente: ¡mola corregir a Johnson!] partió para asistir a una conferencia [de la Commonwealth] en Singapur y le dijo a Amin que le exigiría una "explicación completa" a su regreso.

(Johnson, ob. cit., p. 655).

Para explicaciones estaba el zorro convertido en gallazo, verdadera alimaña humana. Lo primero que hizo fue exterminar a los seguidores de Obote en la milicia: ya en el primer año acabó con dos terceras partes del ejército, por entonces conformado por 9.000 hombres. Luego... luego... ya fue un no parar, un despliegue brutal de vesania: hay quien habla de 300.000 muertos (Amnistía Internacional), otros (la BBC) elevan la cifra a 400.000. En una Uganda que no sumaba 7 millones de habitantes. "En cualquier país, tiene que haber gente que muera", dicen que dijo. "Hay sacrificios que toda nación debe acometer para conquistar la ley y el orden".

La lista de víctimas pronto incluyó a todas las figuras públicas que, de un modo o de otro, criticaban o estorbaban a Amin: el gobernador del Banco de Uganda; el vicecanciller de la Universidad Makerere; el ministro de Relaciones Exteriores; el presidente de la Suprema Corte, arrastrado fuera del tribunal a plena luz del día; el arzobispo Janan Luwun, muerto a golpes, al tiempo que dos ministros del gabinete, por el propio Amin. (...) Teresa, esposa de [Henry] Kyemba [ministro de Salud] y jefa de enfermeras del hospital Mulago, presenció el episodio en que trajeron el cuerpo fragmentado de Kay, esposa de Amin: parece que no sólo la asesinó sino que la descuartizó (...) Se dice también que mató a su hijo y le comió el corazón, siguiendo el consejo de un brujo traído en avión de Stanleyville. No cabe duda de que era un caníbal ritual y que conservaba ciertos órganos en su refrigerador [pero Brian Barron se encontró la nevera vacía].

(Johnson, ob. cit., p. 656).

Amin tenía la costumbre de visitar las guarniciones esparcidas por todo el país. En tales ocasiones, los soldados se congregaban en la plaza de armas. El mariscal pronunciaba un discurso. Le gustaba hablar durante horas. Como sorpresa, solía traer consigo a un dignatario, civil o militar, al que acababa de acusar de traición, complot o atentado. Al reo, atado con cuerdas, previamente apaleado y paralizado por el terror, lo colocaban en una tarima. La multitud, excitada ante tal espectáculo, entraba en trance y se ponía a aullar. "What shall I do with him?", Amin intentaba gritar más fuerte que la multitud. Y las cohortes coreaban: "Kill him! Kill him now!".

(Kapuscinski, ob. cit., pp. 155-156).

Ocho años duró el puro espanto de este negrazo racista y xenófobo que expulsó a los asiáticos del país (unos 50.000, casi todos indios y pakistaníes de tercera generación) y gustaba de humillar a los blancos haciéndoles que se arrodillaran ante él o le llevaran en andas. La inflación alcanzó tasas anuales del 200%, la deuda se disparó hasta los 320 millones de dólares y tanto la agricultura como el comercio (en buena medida en manos de los expulsados, y previamente esquilmados, asiáticos) quedaron devastados. Al final tuvo que acabar con él su odiadísimo Julius Nyerere, presidente de Tanzania, tras repeler una agresión de su cáfila de soldados borrachos ("Las pérdidas militares de Tanzania en aquella guerra se elevaron a un tanque", informa el Kapus).

Las fuerzas de progreso, es claro, se llevaron un buen disgusto. Pues Idi Amin, admirador confeso de Adolf Hitler ("Hizo bien en quemar a seis millones de judíos"), era sovietófilo, palestinófilo (Entebbe), israelófobo (¡Entebbe!), y odiaba con saña a Occidente. Cómo lo aplaudían en la ONU, de cuya infecta Comisión de Derechos Humanos tomó parte. Cómo lo jaleaban en la Organización para la Unidad Africana, por querer hacer de Uganda un Estado negro zaino, sin una sola mancha blanca o del color olivo del subcontinente indio. Cómo le reían sus gracias de gran payaso.

No todos, no todos. No el dictador socialista Nyerere, que un buen día lanzó este contundente y certero yo acuso, por si caía la breva de que a algún estupendo se le cayera la cara de vergüenza:

Desde que usurpó el poder, Amin ha asesinado a más personas que [Ian] Smith en Rhodesia, a más personas que [Balthazar Johannes] Vorster en África del Sur. Pero en África se observa la tendencia a quitar importancia a los casos en que un africano mata a otros africanos (...) Ser negro está convirtiéndose (...) en un certificado que permite matar a los semejantes africanos. [Y ahora la advertencia: Smith y Vorster eran africanos. Africanos blancos].

(Johnson, ob. cit., p. 658).

Sin dar cuenta de sus crímenes horrendos, Idi Amin Dada Oumee, el Gran Padrecito (de unos 20 niños con sus cinco esposas; los otros y las otras quién los cuenta), entregó su alma al diablo en Yida, Arabia Saudí, a las 8 y 20 de la mañana del 16 de agosto de 2003. Por lo visto, le gustaba tocar el acordeón, leer, pescar, nadar y recitar el Corán.

Quiso hablar y vio rostros que lo habían consentido todo.

¿Hacia el fin de Gadafi?

Libia

¿Hacia el fin de Gadafi?

GEES

Todo ello parece indicar que a Gadafi no le queda mucho tiempo, y que el "día después" a su régimen se acerca.

Tras golpear duramente a sus unidades navales, el 19 de mayo, e intensificar en los últimos días los bombardeos de la OTAN sobre el complejo de Bab Al Aziziya en Trípoli, todo parece indicar que la determinación para derrocar a Muammar El Gadaffi se manifiesta con más claridad que nunca. A esta conclusión lleva también la concentración de helicópteros de combate franceses y británicos preparados para la intervención, los movimientos cada vez más acelerados de la Unión Africana (UA) para buscarle una salida al líder libio, y la dinamización diplomática de occidentales y rusos.

Todo ello parece indicar que a Gadafi no le queda mucho tiempo, y que el "día después" a su régimen se acerca. El desbloqueo de la durante dos meses asediada ciudad de Misrata, la escasez de abastecimiento de alimentos y combustible en Trípoli y el visible activismo diplomático en Bengazi de la UE y de los EEUU parecen corroborar efectivamente que ya hay que ir pensando en una Libia sin su líder actual. En cualquier caso, eso está aún por ver en el marco de esta extraña guerra, que ya era guerra civil cuando una intervención exterior basada en la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU –que no permitía lo que desde hace dos meses se está haciendo– ha llevado a apoyar a un bando y a buscar la derrota del otro. Tan flexible aplicación del principio de la "responsabilidad de proteger" nos va a llevar, bien a tener que tratar con es misterioso mundo que hay detrás del Consejo Nacional de Transición –si es que Gadafi cae– o quizás a un escenario de partición "de facto" del país, si es que este resiste. Para algunos lo primero no ofrece dudas, y dos ex ministros de Gadafi que son cabezas visibles, política y militar de dicho Consejo –Mustafá Abdel Jalil y el general Abdel Fatah Younis– serían los interlocutores del nuevo liderazgo libio. Pero seguro que habrá problemas –o mejor, enormes contradicciones– con la definición política de éstos cuando emerjan en majestad algunas de las fuerzas ocultas que se ocultan detrás.

Cabecillas islamistas como Hakim Al Hasadi, que hace una década estaba en Afganistán y Pakistán y, tras ser detenido por los EEUU y liberado nada menos que por la mediación de Gadafi, ahora combate contra él en la Cirenaica, exigirán su protagonismo y pondrán sus condiciones al nuevo régimen impulsado por la OTAN. También lo harán, aunque de hecho ya lo están haciendo ahora, los líderes de la "Brigada 17 de Febrero", Fauzi Bukatef y Mustafá el Saguisli, que van por libre en la caótica lucha de los rebeldes y constituyen un poderoso grupo que, como Hakim Al Hasadi, querrán poner sus condiciones en el "día después". El problema es que si éste llega, puede ocurrir como con Osama Ben Laden en Afganistán: aunque apoyado por Occidente, él hacía su propia guerra, y no se consideraba comprometido ni con quienes le apoyaban ni con sus valores, sino con su propio proyecto.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.

el arte de la independencia

'LA ESCUELA AUSTRIACA DESDE ADENTRO'

Rodríguez Braun: el arte de la independencia

Por Arturo Taibo y Lucía Castañón

Carlos Rodríguez Braun, nacido en Buenos Aires en 1948, es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la misma universidad. Ha publicado artículos académicos en las revistas más prestigiosas de su especialidad en España, Estados Unidos, Inglaterra, Italia y otros países. Es autor de varios libros, entre los que destacan A pesar del Gobierno, Estado contra mercado y Grandes economistas.

–¿Quiénes son, en su opinión, los cinco mejores economistas de todos los tiempos? ¿Y los más dañinos?

Esa pregunta es tan popular como equívoca, porque no hay tal cosa como una persona completamente óptima o completamente pésima. Y esto vale también para los economistas. Por ejemplo: a nuestros lectores seguramente les gustará que les diga que creo que Hayek es un buen economista y Keynes es malo. Desde luego, yo lo creo. Sin embargo, Hayek abogó en Camino de servidumbre por un amplio sistema de Seguridad Social, lo que es un grave error, mientras que Keynes afirmó en su Teoría general que el poder de las ideas es más importante que el de los intereses, lo que es un gran acierto. También tuvo ideas provechosas el economista que más ha propiciado el intervencionismo además de Keynes, que fue J. S. Mill. Apunto de paso que el mismo Hayek elogió a Keynes por la mencionada afirmación en una entrevista que le hice hace muchos años en Revista de Occidente. Quizá en vez de buscar buenos y malos economistas habría que buscar buenas y malas ideas de los buenos economistas.

–¿Dónde se gesta la génesis del liberalismo moderno? ¿Cuál es la verdadera importancia de la Ilustración escocesa (Hume, Smith y "el inolvidable Dr. Hutcheson") en ella?

La búsqueda de predecesores de cualquier doctrina es un ejercicio entretenido pero frustrante, ¡porque siempre aparece un predecesor que precede al predecesor! Por ejemplo, la Ilustración escocesa no brotó mágicamente en Escocia, y los historiadores del pensamiento han encontrado raíces escocesas en Hugo Grocio, que a su vez nos remitiría a la escolástica española. Supongo que algunos se quedarían satisfechos con esto, y de hecho se ha hablado de España como si fuera la cuna del liberalismo, como si las ideas hubiesen nacido aquí desde cero y no tuviesen filiación anterior alguna. Esto dicho, la Ilustración escocesa es sin duda alguna sobresaliente, pero, otra vez, no se trata de dioses perfectos, empezando por Adam Smith, cuya teoría del valor es equivocada y cuya teoría del intervencionismo estatal deja mucho que desear desde el punto de vista liberal, pero al que los liberales podemos elogiar porque al mismo tiempo presentó excelentes argumentos liberales tanto en La riqueza de las naciones como en La teoría de los sentimientos morales. Lo mismo valdría para el never-to-be-forgotten Hutcheson, al que Smith elogia en Sentimientos morales pero a la vez critica, y con razón, por haber centrado la virtud en la benevolencia de modo tan exclusivo que aniquila la posibilidad de que el amor propio albergue ingredientes virtuosos.

–Usted empezó como estudiante en la universidad en los años 60, periodo dorado del pensamiento keynesiano. ¿Cuándo empezó a tener dudas sobre el paradigma keynesiano? ¿Cómo descubrió el liberalismo?

Yo fui antiliberal, keynesiano e izquierdista hasta que descubrí el liberalismo gracias a mi maestro Pedro Schwartz, que había sido socialdemócrata, como se ve en su (por otra parte excelente) libro sobre J. S. Mill. Él estaba recorriendo el camino hacia el liberalismo en los años setenta, y fue una gran fortuna para mí recibir sus lecciones en los cursos de doctorado en la Complutense en 1977. No solo me enseñó a librarme de las ideas intervencionistas que él mismo conocía bien y había defendido (también bien) hasta hacía poco, ideas tan atractivas como erróneas, sino que aceptó dirigir mi tesis doctoral y me invitó a ser profesor ayudante, con lo que me dio la oportunidad de iniciar mi carrera académica en 1979. Por suerte para mí, hemos mantenido el contacto y la amistad hasta hoy (...).

–En la polémica entre el liberalismo neoclásico de Chicago y la Escuela Austriaca, ¿en qué lado se sitúa usted? ¿Qué opina de las matemáticas y la estadística en economía?

Esto de tener que estar en una escuela o en otra es cómodo, pero por una razón muy mala: porque ahorra el coste de pensar. Te pones (o te ponen) en una escuela y ya está. Pues, lo siento, pero no. No me gustan las escuelas ni los lados exclusivos porque el mundo es demasiado complejo. Por ejemplo, la Escuela Austriaca tiene una gran teoría del ciclo económico (debo su conocimiento y aprecio a un viejo y valioso amigo, Jesús Huerta de Soto), pero la de Chicago nos abrió los ojos ante nuevas perspectivas de análisis que no veo por qué hay que desdeñar. Otro tanto valdría para la Public Choice. Esto podrá escandalizar también, pero no solo no desdeño las matemáticas ni la estadística en economía, sino que aplaudo su uso.

–La profesión de economista, que nunca ha gozado de una gran confianza del público, ha resultado muy dañada con esta crisis. ¿Cree que habrá una especie de refundación de la ciencia económica, o que esta seguirá atada a los dogmas de la demanda agregada y el gasto público como remedio a todos los males?

No estoy seguro de que haya que refundar la ciencia económica. Desconfío del adanismo. En todo caso, sí parece que la libertad saldrá dañada de la crisis, como sucede siempre. El único consuelo es que la presión fiscal es ya lo suficientemente elevada como que pueda subir mucho más sin costes políticos, situación que explica algunas idas y venidas políticas actuales.

–En su columna "Tontería económica", en LD, usted fustiga las falacias económicas (normalmente encuentra varias cada semana) que dicen personajes famosos. ¿Por qué políticos, sindicalistas, escritores, periodistas y otros reputados profesionales son incapaces de analizar asuntos económicos sin caer en los más manidos tópicos antiliberales e intervencionistas? ¿Por qué tan poca confianza en la libertad? ¿Cree que hay posibilidades de convencer a una parte importante de la población de las ventajas de la libertad frente a un Estado intervencionista, o el liberalismo está condenado a ser cosa de minorías? ¿Hay en el ámbito universitario más profesores que, por lo menos, expliquen el pensamiento liberal, o persiste el ninguneo a, por ejemplo, la Escuela Austriaca?

En lugar de echar culpas sobre los demás, deberíamos reflexionar sobre si los amigos de la libertad no tendremos alguna responsabilidad en no haber sabido/podido extender más nuestro mensaje. Los tópicos se utilizan como se recurre a las escuelas: porque, como acabo de decir, ahorran el coste de pensar. Pero además resulta que la coacción es muy atractiva porque pulsa cuerdas entrañables, como apunta Hayek en La fatal arrogancia. Es posible que convenzamos a más gente de las ventajas de la libertad, pero no estoy seguro. La Escuela Austriaca es menos ninguneada hoy que antes. Por cierto, algunos de sus partidarios son bastante propensos también al ninguneo.

–¿Qué puede y debe hacer el Estado, y qué no? De entre todas las cosas que no debe hacer y hace, ¿cuál es la que más daño hace? De entre lo que debe hacer, ¿qué es lo que tiene más abandonado?

No debería hacer nada que violara la propiedad privada y los contratos voluntarios. Y, si lo hace, debería convencernos de que debe hacerlo. En otras palabras, la carga de la prueba debería recaer siempre en el lado de la coacción y nunca en el de la libertad. Al revés de lo que suele suceder. Hablando de escuelas, el autor que más me ha influido a la hora de pensar sobre el Estado y la libertad no pertenece a ninguna escuela pero es el más profundo y original pensador liberal que conozco: se llama Anthony de Jasay.

–¿Podría explicarnos el mecanismo de creación de dinero por parte de los bancos centrales que hizo posible la expansión monetaria, causa última de la crisis? ¿Cómo es que la FED, con todo su aparato estadístico y matemático, no se percató de que era inevitable que estallase la burbuja? ¿Acaso eran conscientes de ella y se les fue de las manos?

Esta pregunta, como las anteriores, necesita como mínimo un libro. Aprovecho para recomendarlo: Una crisis y cinco errores, que escribí con Juan Ramón Rallo. Creo que los bancos centrales, en la burbuja, se escudaron en que esta tardó bastante en trasladarse de los activos al IPC.

–Usted defiende que para salir de la crisis es necesario primero liquidar las malas inversiones hechas durante la fase de expansión crediticia. ¿No llevaría eso a unas tasas de paro insoportables? Inflación, hiperinflación o deflación, hay defensores de las tres consecuencias de las intervenciones gubernamentales en la crisis. ¿Con cuál de las hipótesis se queda usted?

Las tasas de paro insoportables (es decir, perdurables) no derivan de la liquidación de las malas inversiones, sino de la falta de nuevas inversiones y sobre todo del intervencionismo en el llamado mercado laboral. En niveles moderados, es mejor la deflación que la inflación. Lo peor de todo es la hiperinflación, como saben bien en mi Argentina natal.

–En el ámbito internacional, todo el mundo parece de acuerdo en que un aumento del proteccionismo sería fatal, pero a la hora de la verdad las barreras de todo tipo están provocando una disminución del comercio internacional por primera vez en 20 años. ¿Es posible una guerra comercial entre China, Estados Unidos y la Unión Europea? Respecto al tráficofinanciero, ¿seguirán China y otros inversores internacionales financiando indefinidamente el déficit público estadounidense? ¿Existe un límite, o es que los Estados Unidos son demasiado grandes para quebrar?

Las guerras comerciales son posibles. Sospecho que son menos probables que antes, y sospecho que esa es una de las razones para confiar en el fin de la crisis, y en que no se eternice en una depresión.

–En el ámbito nacional, ¿será capaz el gobierno de Zapatero de disminuir el déficit público, o acabaremos en una situación a la griega? ¿Lo podría hacer un hipotético gobierno del Partido Popular?

Es posible que el gobierno socialista contenga el déficit, aunque sobre todo lo hará indirectamente gracias a la recuperación de la economía española, que es, con todo, más fuerte y flexible que la griega. No hay ninguna diferencia fundamental entre la política económica del PP y la del PSOE. Recordemos que personajes como Sarkozy eran supuestos héroes de nuestra derecha. ¿Y qué diferencia hay entre Sarkozy y Zapatero? Ninguna.

–¿Le han propuesto algún cargo político? ¿No cree que harían falta que se incorporaran economistas honestos y con ideas claras a la política? ¿Es usted liberal por convicción moral o científica? Si no se diese la "afortunada coincidencia" de que la libertad conduce a la prosperidad, ¿sería usted liberal?

Me han propuestos cargos políticos, que no he aceptado. No veo por qué la solución es que se incorporen economistas honestos (incluso honrados) y con ideas claras a la política. ¡Imaginemos que sean ideas claras pero muy contrarias a la libertad y que economistas honestos (incluso honrados) las llevaran a cabo con valentía sin titubear! La solución nunca pasa por la política sino por las ideas de los ciudadanos: la política solo es un atajo, y a menudo muy peligroso y contraproducente. Es claro que lo mejor es ser liberal por principios e independientemente de las consecuencias (como me dijo en una ocasión Karl Popper y evoca usted entre comillas), pero conviene tener éstas en consideración. Recomiendo para este interesante problema el libro de Pedro Schwartz En busca de Montesquieu, en especial las páginas 264-268.

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