jueves, 26 de mayo de 2011

La visión de Washington

La visión de Washington

Por Andrés Oppenheimer

El Nuevo Herald

El jefe de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado de Estados Unidos, Arturo Valenzuela, dice que la creciente presencia económica de China en América Latina no le quita el sueño. Los países de la región están empezando a descubrir que les conviene más comerciar con Estados Unidos que con China, afirma.

En una entrevista, Valenzuela me señalo que discrepa con algunas afirmaciones que hice en mi columna anterior, en la que decía que Estados Unidos está perdiendo terreno en Latinoamérica — tanto en el ámbito económico como en el político — y que el gobierno del presidente Barack Obama debería proponer un ambiciosa plan de cooperación con la región.

En esa columna, citaba el hecho de que la participación de las exportaciones de Estados Unidos en las importaciones totales de América Latina ha caído del 55 por ciento al 32 por ciento en la última década, según un nuevo informe de la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe de las Naciones Unidas, CEPAL. Algo parecido ha pasado con las inversiones extranjeras de Estados Unidos en la región.

Mientras tanto, China ha reemplazado a Estados Unidos como principal socio comercial de varias naciones sudamericanas, y está empezando a emerger como importante inversor en la región.

Pero Valenzuela, que ha anunciado que dejará su cargo para volver a la docencia universitaria en los próximos meses, me dijolas cifras del volumen total del comercio e inversión no son tan significativas como el contenido de los mismos.

Los latinoamericanos están empezando a darse cuenta de que China compra a la región casi exclusivamente materias primas y se niega a comprar productos con mayor valor agregado, explicó. Comparativamente, Estados Unidos está comprando a los países latinoamericanos productos más sofisticados, algo que es mucho más lucrativo para los países de Latinoamérica, agregó.

“Los argentinos se han topado con un problema: están produciendo soja procesada, pero los chinos les dicen que no van a comprar soja procesada”, dijo Valenzuela. “Los chinos sólo compran soja sin procesar, porque quieren dar empleo a sus trabajadores en China”.

En cambio, Estados Unidos no ve a los países latinoamericanos como una mera fuente de materias primas, sino también como lugares en los que empresas de ambas partes pueden abastecerse mutuamente con partes o servicios para volverse más competitivas globalmente, añadió.

Citó el caso de México, en que el 80 por ciento de sus exportaciones a Estados Unidos son envíos entre empresas, tales como espejos para automóviles, o partes de computadoras. Asimismo, la gigantesca empresa de aviones brasileña Embraer exporta la mayoría de sus aviones a Estados Unidos, y utiliza tecnología estadounidense para construirlos, dijo Valenzuela.

Entonces, ¿usted no está muy preocupado por el volumen de las ventas de China a Latinoamérica?, le pregunté.

“No, no lo estoy”, me dijo Valenzuela. “Creo que es muy bueno que Latinoamérica tenga nuevos mercados para sus exportaciones de materias primas. Pero si la región se limita a exportar solamente materias primas, volverá al pasado”, afirmó.

Agregó que a los latinoamericanos les conviene más comerciar con Estados Unidos, “porque pueden construir así cadenas de valor de alta tecnología que les resultarán mucho más beneficiosas para el futuro. Si los chinos no cambian su modelo para empezar a comprar productos con valor agregado, los latinoamericanos están perdiendo con su comercio con China”.

Cuando le pregunté por qué motivo el gobierno de Obama no ha lanzado un plan regional para elevar la cooperación entre los países de las Américas, Valenzuela citó varios acuerdos alcanzados por Obama con los presidentes de Brasil, Chile y El Salvador durante su reciente viaje a esos tres países.

Mi opinión: Valenzuela tiene razón al decir que Washington le ofrece a Latinoamérica un modelo comercial más promisorio que los chinos, suponiendo que China siga importando casi exclusivamente materias primas en el futuro. Según cifras de las Naciones Unidas, casi el 60 por ciento de lo que Estados Unidos le compra a Latinoamérica son productos manufacturados, mientras que menos del 20 por ciento de lo que China importa de la región son productos manufacturados.

Sin embargo, no deja de ser lamentable que Obama no haya propuesto un plan regional para aumentar la cooperación hemisférica. Es cierto que Washington no tiene fondos para grandes proyectos, pero Estados Unidos podría ofrecer mayor asistencia en áreas en las que sigue siendo el número 1, tales como ciencia y tecnología. Por ejemplo, podría ofrecer incentivos a las multinacionales estadounidenses para que establezcan centros de investigación en Latinoamérica, que actualmente sólo atrae el 3 por ciento de las inversiones mundiales en investigación y desarrollo.

Es cierto que Estados Unidos tiene más para ofrecer a Latinoamérica que China. Pero ha llegado el momento de que el gobierno de Obama haga algo para maximizar esa ventaja, porque de otra manera seguirá perdiendo terreno en la región.

Paradojas de los “indignados”

Paradojas de los “indignados”

Indignados Por Alberto Benegas Lynch (h)

La Nación

El año pasado Stéphane Hessel publicó en Paris un panfleto dirigido principalmente a los jóvenes invitándolos a la rebelión no violenta, titulado Indignez-vous! que vendió un millón y medio de copias y se tradujo al español, portugués, alemán, japonés, italiano, inglés y griego. La versión española es la que primero prendió en sus lectores y como consecuencia de lo cual, a través de las redes sociales de Facebook y Twiter se congregaron primero en la Puerta del Sol en Madrid miles de jóvenes y luego lo hicieron en Granada, Valencia, Zaragoza y otras ciudades con la solidaridad expresada en otras capitales del mundo. Hessel es un sobreviviente de los campos de exterminio nazi (alemán de nacimiento pero desde hace mucho ciudadano francés), pero lamentablemente no ha comprendido las raíces del entrometimiento de los aparatos estatales en las vidas y haciendas ajenas puesto que es un acérrimo partidario de aquella contradicción en los términos denominada “Estado Benefactor” ya que el monopolio de la fuerza que llamamos gobierno no puede hacer filantropía ni caridad, una predisposición que requiere de actos voluntarios realizados con recursos propios y no succionando compulsivamente el fruto del trabajo de terceros.

Es increíblemente curioso y por cierto muy paradójico que la gente sea explotada miserablemente por intervensionismos estatales inmisericordes y, simultáneamente, las víctimas piden más de lo mismo. Las legislaciones sindicales compulsivas, los aberrantes sistemas de inseguridad social, los inauditos gastos gubernamentales, las astronómicas deudas públicas, las disposiciones laborales que bloquean las posibilidades de trabajar, pseudoempresarios en cópula con los gobiernos, controles directos o indirectos de precios, pesada burocracia que obstaculiza actividades lícitas, impuestos confiscatorios, regulaciones bancarias que permiten sistemas de reserva fraccionaria, ayudas a corporaciones industriales, comerciales y financieras con recursos detraídos de los contribuyentes, reglamentaciones contraproducentes para el comercio exterior, corrupciones alarmantes, burla grotesca a la democracia como mecanismo de respeto a los derechos de las minorías, y, en definitiva, promesas extravagantes y fantasiosas que solo se llevan a cabo para ganar elecciones.A pesar de todo esto, los dirigentes de lo que en España se ha dado en llamar “la revolución de los indignados” o el movimiento 15-M (por el 15 de mayo en que comenzaron las manifestaciones callejeras), independientemente de las últimas elecciones comunales y municipales en las que el partido gobernante perdió por diez puntos pero con un record de votos en blanco, los revoltosos protestan contra un capitalismo inexistente y demandan más intromisión del aparato estatal en todos los niveles concebibles. A nuestro juicio esta notoria contradicción en gran medida se debe a lo que viene ocurriendo con la educación principalmente estatal (mal llamada pública, puesto que la privada es también para el público) con lo que se le debe otorgar la razón al marxista Antonio Gramsci en aquello de “tomen la cultura y la educación y el resto se dará por añadidura”, y también se debe a las reiteradas promesas de imposible cumplimiento por parte de demagogos incrustados en los dos partidos políticos mayoritarios. En otros términos, las multitudinarias marchas de jóvenes hartos de tanta malaria política y con un desempleo del 21% que se eleva al 40% en la franja de los indignados, están sujetos a una operación tenaza que solo puede revertirse si se considerara seriamente lo que en verdad significa una sociedad abierta en lugar de pedir mucho más de lo mismo.

Veamos solo dos de los 16 puntos del Manifiesto de los Indignados (algunos lamentablemente ya plasmados en la Constitución española) que aunque se declara que “no es definitivo” y han producido ciertas grietas entre los participantes, es de interés consignarlas ya que estimamos representan el espíritu que flota en estas movilizaciones.

Estos reclamos se encabezan con la “protección al derecho de una vivienda digna” lo cual revela un desconocimiento palmario del significado del derecho que necesariamente tiene como contrapartida una obligación. Si una persona obtiene un salario de mil, existe la obligación universal de respetar ese ingreso pero si esa persona alega un derecho a dos mil aunque no obtenga esa retribución por su trabajo y el gobierno otorga semejante derecho quiere decir que otro estará obligado a proporcionar la diferencia con lo que ese verá afectado su derecho al fruto de su trabajo, lo cual, a su turno, se traduce en un pseudoderecho. Todos nuestros ancestros provienen de situaciones miserables (cuando no del mono), el progreso no se logra atacando la propiedad del vecino sino respetándola, esa es la única diferencia entre un país pobre y uno próspero, no se trata de latitudes geográficas, de recursos naturales ni de etnias sino de marcos institucionales civilizados. El respeto irrestricto a los derechos de quines obtienen legítimamente sus patrimonios permite optimizar las tasas de capitalización que constituyen el motor de la elevación de ingresos y salario en términos reales.

El segundo de los postulados es la “recuperación de las empresas privatizadas” sin percatarse que las ventajas del proceso de mercado significa que el cuadro de resultados mostrará quienes son capaces de servir a sus semejantes (en cuyo caso obtienen ganancias) y quienes no dan en la tecla (en cuyo caso incurren en quebrantos). Como los bienes y servicios no crecen en los árboles, la asignación de derechos de propiedad hace posible que se prioricen los usos más urgentes a criterio de los consumidores. Sin duda, esto no ocurre cuando los empresarios reciben privilegios, prebendas y subsidios de los gobiernos en cuyo caso se convierten en barones feudales, cazadores de privilegios y ladrones de guante blanco. Por su parte, la empresa estatal inexorablemente se traduce en la alteración las prioridades de la gente puesto que su sola instalación implica detraer los siempre escasos factores de producción a campos distintos de los que se demandan (si coincidieran con los que se requiere no habría necesidad de emplear la fuerza). Si, además, la empresa estatal es monopólica, deficitaria y presta malos servicios, estos son agravantes pero el elemento central es el problema de malasignación que acarrea la mera existencia de la empresa estatal (y dicho se de paso, la expresión “empresa estatal” es un contrasentido puesto que una empresa arriesga recursos propios de modo voluntario y no compulsivamente el fruto del trabajo ajeno).

Hay algunos de los reclamos que a primera vista parecen razonables, como el rechazo a las reiteradas propuestas del Fondo Monetario Internacional pero desafortunadamente es por los motivos equivocados puesto que los manifestantes de marras creen que se trata de una muestra cabal del capitalismo cuando en verdad se trata del más burdo intervencionismo estatal y, tal como han señalado economistas de la talla de Peter Bauer, Melvin Krauss, Anna Schwartz y Karl Brunner, el FMI es la entidad responsable de la existencia de los países del tercer mundo al prestar a bajas tasas de interés, con extensos períodos de gracia y waivers descomunales a gobiernos corruptos y estatistas que ayudan a consolidar en sus puestos y que, por esas razones, esos países, ven fugarse sus más destacados cerebros y cuantiosos capitales en busca de mejores horizontes. Ahora hay sorpresa al constatar que el número uno de la institución de referencia ha sido detenido por violación a una mucama de un hotel en Manhattan, pero es lo que venía haciendo junto a sus colegas con esmerada fruición a todos los contribuyentes a los que se les succiona recursos para financiar el FMI. No en vano ese personaje se postulaba como presidente francés en las próximas elecciones por el Partido Socialista.

Este cuadro de situación se ve agravado por lo que viene ocurriendo en Estados Unidos. Las presidencias de G. W. Bush significaron el crecimiento más alto de los últimos ochenta años en la relación del gasto federal con el producto bruto interno, convirtió en déficit la situación superavitaria que le había dejado su predecesor y solicitó cinco veces autorización al Congreso para elevar la deuda estatal. Decretó los “salvatajes” para empresas irresponsables, ineptas o ambas cosas a la vez. A través de empresas paraestatales, obligó a que se entregaran préstamos hipotecarios sin las garantías suficientes. Engrosó notablemente las regulaciones que incluyen trabas burocráticas para la operación de nuevas calificadoras. Y ahora Obama hace mucho más de lo mismo, con más entusiasmo y convicción que su antecesor, lo cual naturalmente no ofrece un buen ejemplo a los españoles ni al resto del mundo.

El autor es presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso.

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