Marcello Casal Jr. / Agencia Brasil Luciano Coutinho, presidente del BNDES (izq.) junto a la presidenta de Brasil, Dilma Rouseff.
"El gobierno está tratando de calentar y enfriar la economía al mismo tiempo", señala Marcos Mendes, economista que asesora al Senado de Brasil. "Las autoridades monetarias tienen pocas opciones, aparte de seguir siendo estrictas, cuando el gobierno continúa volcando dinero en vehículos como BNDES", indicó.
El debate sobre la política de BNDES se intensifica en momentos en que Brasil comienza a ver cifras económicas menos favorables. Los economistas han reducido sus pronósticos de crecimiento en 2011 a entre 3,5% y 4%, aproximadamente la mitad de la expansión del año pasado. La economía creció 4,2% en el primer trimestre frente al mismo período del año previo.
Aunque el desempleo se ubica en modesto 6,4% y sigue cayendo, la inflación en 12 meses se ha acelerado significativamente hasta bordear 6,5%, más de un punto porcentual por sobre la del año pasado. Los especuladores se han abalanzado sobre el mercado inmobiliario, generando alzas de dos dígitos en los precios de algunas ciudades y un acalorado debate respecto a la formación una posible burbuja. El precio de alimentos básicos como los frijoles y el arroz casi se han duplicado en los últimos tres años.
Luciano Coutinho, presidente de BNDES, defiende la entrega de créditos, diciendo que el organismo se limita a llenar un vacío dejado por el sector privado.
Debido a la historia de volatilidad económica del país, insistió, los bancos brasileños históricamente han sido renuentes a apostar al futuro con créditos de largo plazo. "O el BNDES provee la financiación o no hay financiación", aseguró.
Para el gobierno, en todo caso, la justificación del crédito estatal va más allá del estímulo económico. El Partido de los Trabajadores, que ha gobernado Brasil por más de ocho años, estima que el crédito estatal es un medio para conseguir metas más amplias, como proyectar el poderío económico del país en el exterior. El banco busca estimular la creación de grandes empresas brasileñas con influencia global.
La idea, inspirada en parte en un estudio del que Coutinho fue coautor años atrás, es que Brasil necesita multinacionales de primer nivel para competir contra los países desarrollados y gigantes emergentes como China.
"Brasil todavía tiene relativamente pocas empresas de magnitud mundial cuando se compara con otras grandes economías en desarrollo", dijo Coutinho en una entrevista con The Wall Street Journal. La mayoría, resalta, son "hormiguitas" en un contexto global.
Para remediar la situación, BNDES financia grandes fusiones y adquisiciones, ayudando a compañías brasileñas de fortaleza comprobada a absorber competidores.
Entre 2007 y 2009, el banco estatal proveyó más US$2.800 millones en créditos para que el procesador de alimentos JBS SA lograra el control de otras compañías alimentarias, como las estadounidenses Swift & Co. y Pilgrim's Pride Corp.
JBS, que se ha diversificado más allá de los alimentos, es el beneficiario del préstamo de US$1.600 millones de BNDES para financiar la planta Eldorado Celulose e Papel.
Los ejecutivos del banco de desarrollo dicen que es un error atribuir el aumento de la inflación y las altas tasas de interés a su política crediticia.
Al contrario, argumentan, la inflación justifica tales préstamos. El alza de los precios al consumidor, dicen, demuestra que el país necesita más inversión para que la oferta futura de bienes y servicios satisfaga la demanda. "Eso nos convierte en el socio más estratégico y de largo plazo del banco central, porque evitamos los cuellos de botella inflacionarios", sostiene el director de planificación del banco João Carlos Ferraz.
El organismo demostró su importancia cuando la crisis financiera eliminó el crédito global en 2008. El banco abrió el grifo y Brasil tuvo un año sin crecimiento en 2009 seguido de una notable repunte en 2010, gracias en parte a su papel como proveedor de materias primas para China.
Los brasileños pagan un impuesto a las nóminas para ayudar a financiar el banco. Para complementar este financiamiento y los ingresos que el banco obtiene de su cartera de préstamos, el gobierno inyectó US$ 116.000 millones durante los dos últimos años.
El Estado también cubre la diferencia entre las tasas a las cuales presta el banco —que pueden ser tan bajas como 6% — y los intereses de hasta 14% que el gobierno debe pagar para levanta fondos para BNDES en los mercados mundiales de crédito. Financiar esa brecha le cuesta al gobierno alrededor de US$ 13.000 millones anuales, de acuerdo con una estimación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario