jueves, 9 de junio de 2011

El feo caso de Hank

El feo caso de Hank

Si un gobierno va a arrestar a un personaje de ese tamaño empresarial y político, debe hacerlo con todos los pelos de la burra en la mano.

Leo Zuckermann
Hay una escena fantástica en la película El bueno, el malo y el feo. Este último está tomando un baño. En ese momento, cuando está desnudo en la tina, llega uno de sus enemigos históricos a matarlo. Antes de hacerlo, le suelta un discurso de por qué. En eso, el feo saca una pistola que tenía debajo de su cuerpo en la tina y asesina a su enemigo de un balazo. Remata la escena diciendo: “Si vas a disparar, dispara, no hables”.
Cuando me enteré del arresto de Jorge Hank Rhon pensé que el gobierno federal iba por todas las canicas. No a matar al afamado empresario-político, pero sí a refundirlo muchos años en la cárcel con pruebas contundentes de su presunta vinculación con el crimen organizado, algo que se oye a diestra y siniestra en Tijuana. Tenía todo el sentido del mundo. Hank Rhon cuenta con el perfil perfecto para que el gobierno pueda presumir de que su lucha contra el crimen organizado también incluye a peces gordos. El llamado “hijo malo del profe Hank” se podía convertir en la imagen perfecta del spot gubernamental presumiendo que en México no hay impunidad.


Ahora, conforme va saliendo información de su captura, van surgiendo dudas sobre la actuación gubernamental. Para empezar, Hank Rhon sólo fue consignado ante el juez por el delito de acopio de armas de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas. Se trata, desde luego, de un crimen serio por el que no puede salir libre bajo fianza. Pero, de acuerdo a abogados penalistas que he consultado, el hecho de que el Ejército hubiera entrado a su domicilio sin una orden de cateo puede viciar todo el proceso judicial y, en este sentido, podría salir libre muy pronto. Tan pronto como en unas horas.
Lo cual sería un desastre para la imagen gubernamental. De salir libre Hank, algunos van a pensar que se debió a la ineptitud de este gobierno en perseguir a peces gordos (empresarios o políticos) que violan la ley, como ocurrió con el michoacanazo. Otros van a creer algo peor: que el gobierno, al final del día, protege a los peces gordos, es decir, que en México efectivamente hay impunidad.
Piénsese lo uno o lo otro, el hecho es que, de salir libre Hank, el gobierno habría actuado como el enemigo del feo en la escena arriba descrita. En lugar de entrar a matarlo, hizo mucho ruido con su discurso y él fue el que acabó asesinado. Si un gobierno va a arrestar a un personaje del tamaño empresarial y político de Hank tiene que hacerlo con todos los pelos de la burra en la mano. Con la certeza de que este personaje se quedará un buen rato bajo la sombra. La pregunta es por qué no lo hizo así el gobierno federal.
Una de dos sopas. Podemos creerle a la versión del gobierno, es decir, que recibieron una denuncia ciudadana anónima que los llevó a un hotel donde había personas armadas. Que esos individuos les indicaron a los soldados que había un arsenal de armas en una casa cercana. Que los militares se dirigieron a ese domicilio donde vieron a más gente armada. Que los siguieron hacia el interior de la casa que pertenecía a Jorge Hank. Y que ahí se encontraron las 88 armas de uso exclusivo del Ejército, la mayoría de las cuales no tenían permiso de portación. De acuerdo con esta versión, el arresto fue un acto de chiripa: gracias a una denuncia ciudadana que acabó en una persecución en la casa de Hank. Incluso el vocero gubernamental argumenta que el presidente Calderón no sabía nada de este operativo.
La otra versión es que el gobierno planeó esto, pero no muy bien que digamos. Que fueron a arrestar a Hank sólo por un delito (posesión de armas prohibidas) y que todo el caso puede caerse por la falta de una orden de cateo. En otras palabras: un caso muy endeble, lo cual habla efectivamente de ineptitud. Ineptitud que puede costarle mucho a este gobierno en su imagen. Visualizo a los priistas como el feo de la película, relamiéndose sus bigotes, pavoneándose frente a su enemigo muerto, diciéndole al cadáver: “Si vas a disparar, dispara, no hables”.

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