viernes, 3 de junio de 2011

La guerra del narcoconsumo

La guerra del narcoconsumo

Jorge Fernández Menéndez

Es hora, como bien dice el informe de un grupo de expertos de las Naciones Unidas, en el que participa el ex presidente Ernesto Zedillo, de analizar las distintas posibilidades en el terreno del consumo de drogas, incluida la posibilidad de la legalización de algunas de ellas, en especial la mariguana.

Pero si se trata de analizar las posibilidades, entonces tenemos que ver, con datos duros, cómo funciona ese mercado. El eje de la inseguridad (robos, secuestros, extorsiones) está relacionado con el consumo y el mercado interno de drogas, más que con la lucha por las rutas para la “exportación” de drogas a Estados Unidos. Las cifras lo demuestran: el consumo de drogas se incrementó en forma importante entre 2002 y 2008, cuando se hizo la más reciente encuesta nacional de adicciones: el número de consumidores aumentó a 5.5% de la población abierta (entre 12 y 65 años), y entre las mujeres el consumo se duplicó. Si se desglosa ese total por edades tenemos que 3.6 de los nacidos entre 1942 y 1956 usaron drogas. Mientras 5.7 de todos los nacidos entre 1957 y 1971 también lo hicieron. Pero la cifra aumenta dramáticamente cuando pasamos a los nacidos entre 1972 y 1982: entre ellos, 8.1 ha usado drogas. Y aún no tenemos la cifra actual, de los nacidos desde 1982, que debe ser mucho mayor porque la edad de inicio del consumo de drogas ha pasado de los 15 o 16 años a los 11 o 12 años. Y en muchos casos ya no se inicia con la mariguana sino con derivados baratos de la cocaína y con solventes (la mona, le dicen).

En la misma encuesta, cuando se pregunta si se ha consumido drogas, el número pasa de 3.5 millones en 2002 a 4.5 millones en 2008, lo que implica un incremento de 28.9% en seis años.

¿Cuántos de esos consumidores se consideran a sí mismos, en esa encuesta, adictos? En 2002, eran 307 mil los que se consideraban adictos, para 2008 eran ya 465 mil personas, o sea, un crecimiento de 51% en seis años. ¿Cuántos de esos adictos han recibido alguna vez tratamiento? Sólo 16% de quienes consumen drogas habitualmente han recurrido al tratamiento y menos de 10% lo ha concluido. La enorme mayoría reconoce que ha recaído.

Esas son las cifras de 2008. Hace unas semanas, el secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, informaba que, según las cifras de la SSP, tres millones de personas en México consumen mariguana, un millón 700 mil cocaína y 367 mil anfetaminas. ¿Cuánto vale este mercado interno? Nada menos, según García Luna, que ocho mil 780 millones de dólares.

Obviamente es muy tentador decir legalicemos la droga, regulemos el mercado que tendrá un valor mucho menor y con eso le quitamos el negocio al crimen organizado. El problema es que no funciona así: primero supongamos que se legaliza la droga (hay que señalar que el consumo en México ya está en muy buena medida despenalizado, de lo que estaríamos hablando es de legalizar ese comercio). Creo que sería imposible hacerlo en forma abierta con todas las drogas, quedémonos entonces con la mariguana. ¿Cómo hacer para desvincular el negocio de la venta de esa droga de la venta de las otras?

Más de la mitad de los consumidores en México utilizan cocaína u otras drogas, ¿alguien cree que los cárteles no empujarían el consumo de esas drogas o que simplemente se quedarían viendo cómo pierden el mercado? En los estados de la Unión Americana donde de alguna forma se ha legalizado la venta de mariguana, se le sigue vendiendo en forma ilegal. Apenas esta semana se divulgaba algo que ya se sabe desde hace más de una década: en los parques nacionales de Estados Unidos se cultivan enormes extensiones de mariguana ilegal que se venden en ese mercado. ¿Cuál es la razón de que se siga vendiendo aun en lugares donde el comercio está parcialmente legalizado? Es por el precio, por las limitantes existentes, porque existen muchos sectores que no pueden acceder al mercado legal y, sobre todo, porque al utilizarla de esa manera se mantienen los contactos y las puertas para el comercio de otras drogas.

Pero, además, se olvida un principio fundamental: el crimen organizado funciona como un todo: narcotráfico, tráfico de armas, de gente, de dinero, comercio ilegal, pirata, incluso terrorismo, están conectados y tienen profunda relación con la violencia, las pandillas, los secuestros, los robos y las extorsiones.

¿Tiene sentido en ese terreno legalizar la mariguana? Insisto, no estamos hablando de despenalizar, sino de legalizar su producción, comercialización y consumo. ¿Tiene sentido hacerlo cuando los grupos del crimen organizado seguirán funcionando igual, quizás con mayor ferocidad para resarcirse de las pérdidas hipotéticas y se van a expander a otros negocios o pondrán mayor énfasis en comercializar otras drogas?

Esas son las preguntas que no responden los expertos de la ONU y tampoco explican, los que tuvieron responsabilidad de gobierno, ¿por qué no pudieron responderlas cuando estaban en pleno ejercicio del poder?

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