sábado, 21 de mayo de 2011

Las reglas de un ladrón chismoso

JULIAN ASSANGE

Las reglas de un ladrón chismoso

Por José Brechner

"Haz como digo, no como hago", es el lema de los cínicos e hipócritas. Entre esa clase de gente, pocos se destacan como Julian Assange, el director de Wikileaks, que estuvo a punto de ser nombrado Hombre del Año por la revista Time.

Assange es el metiche, fisgón, ladrón y alcahuete más famoso e influyente de nuestros tiempos. La falta de reglas claras de privacidad en internet y la inseguridad de los sistemas de uso ordinario le permiten meterse en las computadoras de casi cualquiera y husmear la vida y obra de los demás. Assange es el tipo de persona que no quieres que desaparezca de tu vista si está en tu casa u oficina, pues si lo haces te revisará los armarios y se llevará algo relacionado con tu intimidad.

Julian Assange ha sido hasta ahora un ladrón de información con fines egocentristas. No está muy claro de qué subsiste, pero debe de tener benefactores que le ayuden a pagar los servidores que utiliza, y si está vivo es porque de algo o de alguien se alimenta.

Su ideología política es de izquierdas, y cultiva un declarado y delirante odio contra los Estados Unidos. Un progre cualquiera.

Assange, libre nuevamente de hacer lo que le venga en gana, ha decidido ganar dinero vendiendo la información que roba. Pero en su flamante empresa no se puede hacer lo que él hace a los demás. Este sinuoso personaje es muy parecido a los presidentes socialistas que proponen frugalidad y viven en el lujo, hablan de honradez y son descarados cuatreros, pregonan la libertad pero persiguen a sus adversarios ideológicos.

Según publicó el experto en asuntos legales David Allen Green en The New Statesman, Assange impuso por contrato que ningún empleado de Wikileaks pueda divulgar información de la empresa. Los trabajadores de Wikileaks deben firmar un acuerdo de confidencialidad o no divulgación de datos; la ruptura del mismo podría suponerles un desembolso de 12 millones de libras, unos 20 millones de dólares.

Wikileaks asume la condición de empresa comercial con fines de lucro en el rubro de obtención y venta de información filtrada, y deja de ser una desenfrenada organización altruista en busca de la verdad, como alegan sus extraviados admiradores y defensores. En realidad, Wikileaks es una cofradía de hackers improductivos que ponen en riesgo la seguridad de los estados y las vidas de millones de personas a cambio de fama anónima y de la obtención de cierta tortuosa forma de placer, en una penosa mezcla de infantilismo e imbecilidad.

La nueva Wikileaks prohíbe la revelación de información que indique cómo funciona la empresa y cómo se conducen sus directores. Tampoco permite filtrar información a los medios o a cualquier otra entidad que pueda impedir la venta de dicha información, restringe el comportamiento de sus empleados y reclama su derecho a demandarlos si hacen que la información acumulada se devalúe.

Hasta el momento, Wikileaks no ha vendido nada de lo que ha divulgado, pero intentó subastar miles de e-mails sobre Hugo Chávez. Un chantaje que no llegó muy lejos: la corrupción del gobierno venezolano es tan conocida, que al Demente Coronel no le afecta que se añadan algunas páginas a su prontuario.

Se confirma, pues, lo que dijeron los amigos más cercanos de Assange, que le tacharon de mafioso, inescrupuloso, dictatorial e intolerante. Un australiano que, si hubiese nacido en nuestro continente, con esas cualidades podría ser presidente de casi cualquier república latinoamericana.

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