viernes, 24 de junio de 2011

El candidato latinoamericano

ANDRÉS OPPENHEIMER

¡Qué ironía! Mientras hablan a los cuatro vientos sobre la unidad latinoamericana, Brasil, Argentina y Chile están retaceando su apoyo al candidato latinoamericano para presidir el Fondo Monetario Internacional, Agustín Carstens. A principios de esta semana, le pregunté a Carstens en una entrevista si está decepcionado porque esos tres países sudamericanos no han apoyado su candidatura para suceder a Dominique Strauss-Kahn, el anterior director del FMI, quien renunció después del escándalo causado por su presunto intento de violación de una camarera del hotel donde se hospedaba en Nueva York.

Brasil, Argentina y Chile deben apoyar la candidatura del mexicano Carstens para dirigir el FMI

Carstens, actualmente gobernador del Banco de México y exsecretario de Hacienda mexicano, que ocupó también el segundo puesto más importante del FMI, ya ha logrado el respaldo de España y de 13 países latinoamericanos, incluyendo México, Colombia, Perú, Venezuela, Bolivia, y casi todas las naciones centroamericanas. Compite por el cargo con la ministra de Finanzas francesa, Christine Lagarde, que es la favorita para ganar, entre otras cosas porque el cargo ha sido tradicionalmente concedido a un europeo.

Durante la entrevista, Carstens trató de evitar criticar a Brasil, Argentina y Chile, pero sugirió que los tres países deberían respaldar su candidatura si desean que Latinoamérica -y las economías emergentes en general- tengan más influencia a nivel mundial.

"Pienso que sí, que deberían apoyarme", me dijo Carstens. "A Brasil, dentro del entorno de los BRICS [las principales economías emergentes del mundo], le daría más fuerza que se lo vea como un país apoyando a Latinoamérica". ¿A qué se refiere?, le pregunté. Carstens explicó que "Latinoamérica ha perdido peso específico en el FMI". Mientras que hasta hace pocos años había un latinoamericano -él mismo- en el segundo cargo más importante de la institución, el de subdirector gerente, en la actualidad hay solo dos latinoamericanos entre los 25 funcionarios que ocupan el tercer nivel jerárquico del FMI, dijo.

"Si gano, sería una afirmación del poder de Latinoamérica", me dijo Carstens. "Y aunque nosotros no ganemos, el que haya un voto contundente de Latinoamérica en contra del statu quo sería una señal muy fuerte de que tenemos mucho que contribuir, y de que no estamos de acuerdo con la forma en que se están haciendo las cosas en el FMI".

Carstens agregó que, aparte de que ya es hora de que un representante de las economías emergentes lidere el FMI, él es mejor candidato que Lagarde para ese cargo. Por ser un economista que desempeñó un papel clave en la resolución de las crisis financieras mexicanas de 1987 y 1994, tiene más experiencia en el manejo de los problemas económicos como los que enfrenta Europa, señaló.

"El problema de Europa es muy serio", me dijo Carstens. "Un par de ojos frescos podrían ayudar mucho a encontrar soluciones adecuadas a los problemas de Europa. Cuando uno está muy inmiscuido en ver los mismos problemas de siempre, hay aspectos que se pierden de vista. Traer expertos en solución de crisis como son los latinoamericanos, como yo en particular, puede ayudar mucho".

¿Qué tiene de malo Lagarde?, le pregunté. Carstens señaló que es abogada, mientras él es economista.

"Tiene muchas virtudes, es una señora muy articulada, muy inteligente, sabe escuchar, pero no tiene la experiencia de 30 años de servicio en asuntos relacionados con el FMI", dijo Carstens. "Lleva cuatro años como ministra de Economía, pero no tiene el conocimiento profundo para darle una visión estratégica al FMI".

Después de la entrevista, pregunté a varios observadores del FMI por qué piensan que Brasil, Argentina y Chile no han apoyado todavía la candidatura de Carstens. Varios de ellos me dijeron que la actitud de Brasil -el país más grande de Sudamérica- se debe posiblemente a su rivalidad con México. Otros dijeron que tal vez Brasil quiera esperar a ver cuál de los dos candidatos tiene más votos antes de emitir el suyo.

"Brasil quiere jugar en las grandes ligas y no desea asumir una postura exclusivamente latinoamericana", dijo Claudio Loser, un antiguo funcionario del FMI. "Y, además, los brasileros también deben estar haciendo sus cálculos: deben pensar que ganará Lagarde, y seguramente no quieren votar en su contra".

Mi opinión: lograr que un latinoamericano con las credenciales de Carstens encabece la institución financiera más importante del mundo sería uno de los logros más importantes de la región para aumentar su influencia en los asuntos mundiales. Sin embargo, por increíble que suene, algunos de los países más grandes de la región -que viven hablando de la unidad latinoamericana- no le están prestando su apoyo. ¿No les da vergüenza?

Centroamérica: Zetas, maras y violencia

TRIBUNA: JOAQUÍN VILLALOBOS

Centroamérica: Zetas, maras y violencia

JOAQUÍN VILLALOBOS

El Salvador, Guatemala y Honduras han sido sociedades históricamente violentas. Sus Estados autoritarios organizaron la seguridad usando paramilitares y escuadrones de la muerte y esto derivó en que los ciudadanos aprendieron a matarse para dirimir sus diferencias. Al transitar a la democracia, resultado de la aversión al autoritarismo, estos países pasaron de lo sublime a lo ridículo, la justicia se orientó a proteger a los ciudadanos del Estado, los delincuentes pasaron a ser considerados víctimas y la seguridad fue privatizada en detrimento de la seguridad pública. Ahora, sin ley y orden y con Estados debilitados, los criminales amenazan con convertir estas pequeñas naciones en Estados fallidos.

Al tratar de explicar la violencia en Centroamérica se ha difundido la creencia de que, resultado de la lucha que está librando México, la región está siendo invadida por los Zetas. La ruta de la cocaína es de sur a norte, el valor de México es la conexión con EE UU y el de Centroamérica, la conexión con Sudamérica. Es decir, ambas regiones son parte de una misma ruta y no funcionan por separado. Los carteles mexicanos no pueden huir de México para trasladar su negocio a Centroamérica, porque sin la conexión con EE UU no hay negocio.

Como parte de la creencia anterior también se piensa que los carteles mexicanos están asumiendo el control del crimen organizado en Centroamérica, es decir, que han tomado el control de toda la ruta de la cocaína, imponiendo su autoridad sobre los criminales centroamericanos usando su poder financiero. Sin embargo, entre criminales el dinero vale sólo si hay poder de intimidación y pueden eliminar a sus competidores. En ese sentido, para que los carteles mexicanos pudieran imponerse en Centroamérica sería indispensable que hubiera en la región un cuerpo social de apoyo compuesto por muchos mexicanos. Sin eso no pueden asegurarse ni el respeto, ni la información, ni las lealtades que les permitan dirigir sus actividades criminales.

El fenómeno más clásico de traslado de organizaciones mafiosas es lo que ocurrió con la migración masiva de italianos hacia EE UU a finales del siglo XIX, pero no ha habido, ni hay, migración masiva de mexicanos hacia Centroamérica. La presencia de delincuentes mexicanos en Centroamérica es parte normal de la coordinación entre organizaciones criminales; esto, y el uso de franquicias de violencia como los Zetas, no implica que haya traslado de mafias. Lo que sí va a ocurrir es que cuando México termine de desmantelar a los grandes carteles, la cocaína se moverá de nuevo por la ruta Caribe y más claramente por Cuba, que conecta directo a Sudamérica con EE UU sin pasar por Centroamérica y México.

Centroamérica, además de sus propios carteles, tiene a las pandillas o maras, que se las suele confundir con crimen organizado, a pesar de ser fenómenos distintos. Para las maras, la pandilla es la familia, porque sus miembros provienen, casi sin excepción, de familias disfuncionales muy pobres. Para el crimen organizado, conforme a su regla de que "la sangre no traiciona", la familia es parte de la estructura criminal y sus miembros más prominentes provienen de familias normales de clase media baja. Para las maras el dinero es instrumental y no necesariamente un propósito central. El crimen organizado se mueve por la codicia; el enriquecimiento es su razón de ser y cuando alcanzan su máximo desarrollo buscan ser socialmente aceptados como nuevos ricos.

Para el crimen organizado el territorio tiene valor estratégico para negocios ilícitos de alta rentabilidad; en cambio, para la pandilla, el territorio es el lugar de habitación y la actividad delictiva principal que realizan en éste es la extorsión que, aunque de poco valor financiero, atormenta incluso a los más pobres. El crimen organizado es esencialmente clandestino, la pandilla, por el contrario, es abierta. Ambos cometen atrocidades, pero para el crimen organizado la violencia es un instrumento de poder y para la pandilla la violencia es identidad y tiene valor por sí misma. Los miembros del crimen organizado pueden consumir o no drogas, los pandilleros son adictos. Con los cambios generacionales las maras pueden evolucionar a formas primitivas de crimen organizado, consolidando su dominio territorial, haciéndose de base social y volviéndose sicarios del narcotráfico, pero no alcanzan mayores niveles de sofisticación. Ambos fenómenos son peligrosos, el crimen organizado porque corrompe al Estado y las maras por su violencia extrema.

Las pandillas son básicamente un fenómeno tribal urbano de carácter antropológico y no sólo un asunto delictivo. Hay en las maras una generación perdida de asesinos incorregibles que sólo se pueden atender con represión y cárcel. Sin embargo, con los jóvenes en riesgo, las acciones estrictamente represivas como Plan Mano Dura multiplican el problema en vez de reducirlo. Las maras no surgen solamente por falta de empleos, oportunidades y educación, sino también por un problema de identidad y pertenencia, originado por una severa degradación moral y social en comunidades y familias. Por ello se manifiesta a través de símbolos tribales como tatuajes, lenguaje corporal, música, grafiti, idioma y una violenta rivalidad con otras pandillas. En todos los lugares donde hay éxito en las políticas preventivas antipandillas, lo central es la atención a la identidad a través de la música, el arte, el teatro, el baile, los deportes fuertes, las religiones, la competencia pacífica e incluso la transformación positiva de la pandilla asignándole roles en la comunidad. Sin resolver antes el tema de identidad difícilmente las políticas sociales serán exitosas. El uso de la disciplina militar en reclusorios para jóvenes en riesgo podría agravar el problema.

En Centroamérica la impunidad es importante, pero no es la prioridad, las prisiones están colapsadas y enviar presidentes y generales a la cárcel empuja a estos países a su agenda del pasado, cuando están en peligro de extinguirse en el presente. El problema más grave de estos pequeños Estados es que están perdiendo soberanía sobre sus territorios con barrios en manos de pandillas y zonas rurales convertidas en narcoterritorios. El déficit principal está en la dimensión y calidad de sus policías y Fuerzas Armadas, que fueron reducidas como parte de políticas neoliberales y no sólo por razones democráticas. El problema es que más policías y militares implica más impuestos. Sobre ese tema las palabras de un amigo colombiano a un grupo de empresarios de la región fueron lapidarias: "La seguridad que les falta, son los impuestos que no pagan".

Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales

Centroamérica obtiene respaldo internacional

Centroamérica obtiene respaldo internacional contra el crimen organizado

La conferencia de seguridad, celebrada en Guatemala, consigue fondos por 2.045 millones de dólares

JOSÉ ELÍAS | Guatemala 24/06/2011

La Conferencia Internacional de Seguridad para Centroamérica culminó dos días de discusiones con una importante victoria: el compromiso de la comunidad internacional para financiar el plan de seguridad de la región hasta por 2.045 millones de dólares (1.441 millones de euros), que se desembolsarán en los próximos cinco años. El presidente de Guatemala, Álvaro Colom, calificó como un éxito la reunión, celebrada en esta capital el 22 y 23 de junio, y en la que participó, entre otros, la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton. En su discurso de clausura, el mandatario anfitrión dijo que tener disponibilidad de estos fondos "nos compromete a rendir frutos en el corto y mediano plazo en la lucha contra el crimen organizado".

Señaló también, como un hito, el hecho de que por primera vez en la historia, las naciones centroamericanas hablaran con una sola voz y estuvieran dispuestas a trabajar conjuntamente no solo en la guerra contra las bandas criminales, sino en la búsqueda del desarrollo, el bienestar y la consolidación de la democracia.

Los jefes de Estado latinoamericanos presentes en el foro (Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Colombia y México) coincidieron en señalar que Estados Unidos, como el gran mercado mundial de las drogas, debería asumir mayores responsabilidades en apoyar a los países afectados por el narcotráfico. Hillary Clinton, cuya presencia en Guatemala provocó que se reforzara la seguridad a niveles poco frecuentes, sentenció: "Debemos compartir la responsabilidad, pero también una estrategia común y la voluntad necesaria para llevarla a cabo. México y Colombia son la prueba de que se puede hacer frente a este problema".

El panorama, no obstante, presenta algunos nubarrones. Y el hueso más duro de roer radica en la firmeza con la que la comunidad internacional urge a estos países a elevar la tasa tributaria, de tal forma que los Estados cuenten con recursos propios para hacer frente a la inseguridad creciente que se vive en la región. "Con la excusa de la corrupción política, el poder económico se niega a pagar más impuestos", comentó a este periódico el jefe de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), Francisco Dall?Anese, quien recordó que Guatemala, con un 12% de presión fiscal, tiene la tasa impositiva más baja de América Latina.

Más rotunda fue Clinton, quien durante su participación en el foro expresó: "El sector privado y los ricos tienen que pagar impuestos y convertirse en socios con participación plena en un esfuerzo de toda la sociedad". Clinton citó el acuerdo logrado por Washington con El Salvador, donde por cada dólar que invierte Estados Unidos en la lucha contra el crimen organizado, ellos pagan tres.

En Guatemala, el tema causó la natural polémica. Analistas políticos, como el coronel retirado Mario Mérida, antiguo jefe de la Inteligencia Militar (G-2), se pronunció a favor de la necesidad de un impuesto específico para la seguridad, pero insistió en que este no castigara a los sectores populares. "Somos uno de los países latinoamericanos con mayor número de coches de lujo como Jaguar, Mercedes Benz, Porsche... También tenemos, proporcionalmente, el mayor número de helicópteros y avionetas privadas del hemisferio. Por ahí habría que empezar", expresó, mientras mostraba su extrañeza porque en un tema de lucha frontal contra las bandas multinacionales del crimen organizado, se dejara al margen a los ministros de Defensa y Gobernación (Interior) de los países involucrados.

El sector privado ha insistido en su argumento de siempre: debe ampliarse la base impositiva, el Estado debe mejorar su sistema de recaudación y controlar el contrabando, mientras reitera que la corrupción hace que los recursos no lleguen a su destino.

Las voces más críticas advierten de que, a la larga, lo que la región está comprando es una deuda más. Según la información emanada del foro, el 80% del dinero que se recaude vendrá en calidad de préstamo y solo el 20% restante será donaciones no reembolsables.

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