viernes, 3 de junio de 2011

Romance prohibido

Romance prohibido

La tradición del corrido viene de lejos, y en el norte del país no había más que recogerla para relatar lo que allí ocurre a diario. Ante el arraigo popular de las canciones sobre el narco, prohibirlas parece inútil.

Concierto de Los Tigres del Norte en la Expo Guadalupe de Monterrey, el 17 de octubre de 2009.
Concierto de Los Tigres del Norte en la Expo Guadalupe de Monterrey, el 17 de octubre de 2009. Foto: Tomás Bravo/ Reuters

Música de mi nortecon el acordeón
y con el bajo sexto.
Polka y redoba pa´l bailazo y
sin miedo a la pistola
que siga el taconazo
.
—“El taconazo”, Eulalio González, Piporro

El usurpador Victoriano Huerta fumaba marihuana y era patizambo, lo que le dio un caminado peculiar que le valió el apodo de La Cucaracha. En su honor y burla nació una de las canciones más representativas de la música mexicana. Huerta tenía cosas más apremiantes qué hacer que prohibir —¡a ver cómo en medio de “la bola”!— una canción que asimilaba estrofas de todas las épocas de nuestra historia, y que de cualquier manera corrió por el país para convertirse en un referente del sentir de tiempos anteriores, como la Intervención Francesa, y posteriores, como el villismo anticarrancista. Ejemplos de ello son las estrofas siguientes, copiadas del Ómnibus de poesía mexicana de Gabriel Zaid:

LA CUCARACHA PORFIRISTA

Con las barbas de Forey
voy a hacer un vaquerillo
pa’ ponérselo al caballo
del valiente don Porfirio.

LA CUCARACHA VILLISTA

Con las barbas de Carranza
voy a hacer una toquilla,
pa’ ponérsela al sombrero
de su padre Pancho Villa.

No sería raro que hoy se viniera a inventar una coplita que dijera algo así como:

Con las barbas del borracho
fabriqué un trono de cobre
pa’ que descanse a lo macho
el Redentor de los Pobres.

Se acercó un trío a mi mesa del café y, a petición mía, cantó “La cucaracha” y “Contrabando y traición”. Varias señoritas y algunos caballeros salieron corriendo, cual alma que lleva el diablo, para convertirse en Camelia y en Emilio Varela. El amigo con quien departía me contó que en una boda reciente pasó algo similar: cuando la orquesta se arrancó con “Pedro Navaja”, las damas salieron sin zapatillas, locas por meterse de putas, y los galanes de Escandón se fueron a poner su diente de oro, a hacerse de una navaja y a asaltar prostitutas.

El corrido “Contrabando y traición” (conocido también como “Camelia la texana”) es considerado paradigma del narcocorrido, con el detalle de que no es tal sino una historia de despecho entre contrabandistas de “hierba mala” (en el eufemismo está la moralina): las llantas del coche podrían ir repletas de géneros de chiveros como juguetes chinos o ropa, y no cambiaría nada. También de contrabandistas son “Chulas fronteras”, interpretada por El Piporro, o el magnífico corrido “Los tequileros”, cuya más sublime interpretación la hizo El Negro Ojeda.

Un concierto de Los Tigres del Norte.
Un concierto de Los Tigres del Norte. Foto: Tomás Bravo/ Reuters

La ya legendaria rolita de Los Tigres del Norte —quienes nunca se han asumido como autores o intérpretes de narcocorridos— sí es un referente valioso del narcocorrido estándar, pero por la forma y por sus características estéticas —guste o no a éstos o a aquellos, cumpla o no con éstos o esos cánones—; de sus patrones se ramifica también la música grupera, entre la que destacó el grupo Bronco, totalmente ajeno a cualquier referencia al narco. Se trata de un estilo musical basado en la tradición del corrido, al que los mexicanos del south of the border incorporaron la música de sus lugares de origen: el acordeón regiomontano, la tambora sinaloense, etcétera. El Flaco Jiménez imprimió a esa combinación una vocalización muy particular y difícil de describir que seguramente explica su éxito sobre otros cantautores chicanos. Los Tigres del Norte son herederos directos de esta música, a la que se asimila la problemática de la frontera norte, partiendo del contrabando y la migración de los “mojados”. Otros grupos hacen lo propio y la realidad económica, que no la miseria humana de los músicos, hace que el tema principal, el que vende e interesa al público de estas bandas sea, desde hace años, el narcotráfico, sumado a las otras calamidades.

No es más difícil seguirle la pista al corrido como forma vernácula de expresión musical. Es juglaría, ante todo. También es épica. El éxito data de La Ilíada y cumple la misión de difundir entre las masas las hazañas y valores de personajes ejemplares, para bien o para mal. Ni Homero ni los variopintos autores del Cantar del Mío Cid pretendían que la gente quisiera actuar como Aquiles o como Díaz de Vivar: nadie en sus cabales querría un país lleno de personajes con tan pocas pulgas. No es cierto el bulo moderno de que la juglaría es un método de leva. Es un medio de información que se vale de héroes para atraer la atención de la gente y para situar a cada cual en su función social. El herrero no es invitado a nada, salvo a trabajar bien el hierro que ha de usar El Campeador para liberarlo. Valores, sí, pero no invitaciones a cambiar de giro: el sicario admira al sicario ejemplar, el dealer admira al dealer ejemplar y ambos saben que el capo es uno solo al que más vale no hacer el intento de emular. La gente no se mete al narco por más canciones que haya, así como no se trepa en el bridón para ver si mata a Masiosare cada que oye el himno nacional.

Foto: Tomás Bravo/ Reuters

Digresión superada, volvamos al origen del corrido: tanto los judíos sefardíes como los colonizadores españoles se llevaron de España la pegajosa forma octosilábica del Romancero Viejo. El romance es la forma que usaban los juglares medievales para dar a conocer noticias de guerras lejanas o historias del corazón; se hacía en octosílabos y con rima para que la memoria retuviera fácilmente los versos y su secuencia. La música de los judíos eslavos de ya lejano origen ibérico abreva de esos romances que a América, a la Nueva España, llegaron como nostalgia y pronto se volvieron poesía criolla. Al hacerse mestiza se enriqueció con la música de la guitarra criolla, ya mexicana, y de ahí surgió el corrido mexicano.

Así, tenemos romances coloniales (“Román Castillo”, “Mambrú” o “El piojo y la pulga”) y corridos que empiezan a ser tales, burdamente, durante la Guerra de Independencia. Los primeros corridos en forma datan de la Intervención Francesa y han sido recopilados exhaustivamente por Óscar Chávez. A don Porfirio le brotaron, por ejemplo, el “Corrido de Cananea” (que no de Pasta de Conchos, ni San Xavier o San Pedro) o el de Heraclio Bernal (sinaloense, por cierto). De ahí a nuestra época siempre ha habido corridos, muchos de ellos belicistas y otros no tanto, como los de soldaderas o “adelitas”. La Revolución produjo más arte que cambios socioeconómicos; el corrido se enriqueció a lo grande y sobra referir los inagotables ejemplos todavía muy vivos en el cancionero popular. Ninguno de estos corridos sediciosos fueron prohibidos porque no había a quien prohibírselos, lo que no demuestra sino que la música, cuando cala en el pueblo, no necesita radiodifusoras para prender como chispa en un petate.

Quizá es el momento de hacer hincapié en que de nada sirve hacer un corrido perfecto si la sensibilidad popular no se identifica con él. Poca gente sabe que el bienamado Ruiseñor yucateco, Guty Cárdenas, escribió unCorrido de la República Española”. Olvidada aventura de un gran autor caída en el olvido por su falta de raíces. Pero recordemos que el autor de “Quisiera” y “Ojos tristes” murió en una gresca de cantina contra unos hermanos gachupines, se ha dicho que por un lío de faldas. Yo supe, por gente que ya ha muerto, que aquellos dos hermanos eran carlistas antirrepublicanos.

Músicos populares del norte del país.
Músicos populares del norte del país. Foto: Tomás Bravo/ Reuters

Muy distinto caso el de “Juan Charrasqueado”, que aun teniendo autores (Esperón y Cortázar, por supuesto) ha pasado a ser propiedad del pueblo. Otro corrido legendario es “El caballo blanco”, del enorme José Alfredo Jiménez. Es obvio que no hay ni ha habido sobre la Tierra —con perdón de Bucéfalo, Babieca o Chilero, el jamelgo en que aprendí charrería— cuaco capaz de tal hazaña. Pero la gente no piensa en eso: sería una grosería petulante y mortalmente aburrida. Cuenta la leyenda que “El caballo blanco” era el primer coche que compró y que —confesión de parte— dejó en calidad de pérdida total el hijo predilecto de Dolores Hidalgo, Guanajuato. Empero, no se registró, en esos tiempos, un incremento de mortalidad en caballos que intentan correr —con nobles jinetes a pelo— de Guadalajara a Ensenada.

Ejemplar y del siglo XX también, el “Corrido del hijo desobediente” cumple con el requisito de ser anónimo, es decir “D. P.” (dominio público), característica que permite que se le manipule e interprete y que cada grupo le imprima el sello de su región. Existe una versión de Antonio Aguilar que ciertos legos atribuyen obstinadamente a El Piporro, y es de notar que en ninguna versión desaparecen las líneas en que el protagonista pide ser enterrado “con una mano de fuera / y un papel sobre dorado / con un letrero que diga / Felipe fue desgraciado”. El presidente Felipe Calderón habrá tenido sus razones para elegirlo como emblema de campaña. El caso es que este corrido edípico y bastante réprobo le ayudó a llegar a Los Pinos.

Por corridos, pues, no paramos, ni en el tiempo ni en la geografía ni en las variantes. Hasta en los bravos rincones huastecos tenemos a Rogaciano eternizado en un huapango corridón.

Así, paso a paso y no porque lo quieran los cantautores, sino porque las realidades van a dar al arte en todas sus formas (¿o es que no existen, esperando a que las prohíban, las novelas La reina del sur y La virgen de los sicarios?), la frontera norte de México hizo música con su tragedia y creó el narcocorrido. Y, éste, le duela a quien le duela, prendió en Colombia de un modo que sería menos explicable si no fuera porque cuenta con el acordeón regiomontano que le asocia al vallenato y los acordeones de Valledupar. No creo que haya más razón que ésa, pero los maliciosos lo ven como una mexicanización de Colombia. Yo digo que, de ser así, tengamos la educación de devolver la cortesía y aceptar el muy discutido asunto de la colombianización de nuestro país. Buenas señales de que avanzamos en el cumplimiento del Manual de Carreño son que el ex presidente colombiano Ernesto Samper nos da, en la prensa española, consejos para resolver el asunto del narcotráfico —sin “rápidos y furiosos”, claro está—, pero mejor señal es que los narcocorridos mexicanos y chicanos son conocidos y cantados por el pueblo colombiano bajo la denominación de “Corridos prohibidos”. En este sentido, México, sin duda, se acerca a la civilidad colombiana por la probadamente eficaz y moderna vía de la prohibición, que —como sabemos— tuvo el mismo éxito de todos los tiempos. Como el “Prohibido prohibir” de los jeunes romantiques (maintenant vieux) de aquella primavera de París.

Contra Gisela, sin piedad

Contra Gisela, sin piedad

José Cárdenas

El 13 de marzo fue domingo. Gisela vio en el celular que tenía mensaje. Era de Iveth Dagnino de Padrés, su patrona, esposa del gobernador de Sonora.

Doña Iveth ordenaba a Gisela presentarse de inmediato en la cocina de la casa de gobierno. La “mucama” obedeció. La señora manda.

Cumplió la orden como cualquier otro día desde que entró (hace nueve años) al servicio familiar del actual gobernador Guillermo Padrés. En la cocina la esperaba Agustín Rodríguez, secretario particular del mandatario panista. El funcionario la acusó de robar una maleta con 450 mil pesos en efectivo y 130 mil en joyas. -Tú eres la única que entra a la habitación de los “señores” y eres a la que más confianza le tienen, le dijo, sin más. Gisela se sorprendió. Negó la acusación. En ese momento comenzó su tragedia.

El comandante Ernesto Portillo, jefe de escoltas del gobernador, le arrebató el celular, la amenazó y la encerró en el cuarto de servicio. Portillo registró la habitación. No encontró la maleta. Ni el dinero. Ni las joyas. Nada indebido o fuera de lugar.

Gisela quedó incomunicada. “Doña” Iveth, la “primera dama”, llegó al cuarto. Fue a reclamar. Le exigió a Gisela entregar lo robado. La amenazó también con mandarla a la cárcel de Nogales. El lunes 14 el administrador de la casa de gobierno, Fernando Sánchez Lara, la hizo firmar su “renuncia voluntaria”. Luego, gente de seguridad la esposó y la condujo a la comandancia de la Policía Estatal Investigadora (PEI). La encerraron en un cuarto maloliente. Una mujer policía la insultó. Luego la golpeó. -Dime dónde está el dinero, le insistió. Gisela Peraza se mantuvo firme. Entonces, la mujer policía le cubrió la cabeza con una bolsa de plástico. La torturó.

El secretario de acuerdos de la Policía Estatal Investigadora de Sonora le informó a Gisela que le habían encontrado diez mil pesos en su bolsa. Le comunicaron que ya tenían una declaración en la que un empleado de la casa de gobierno aseguraba haberla visto en actitud sospechosa y con un bulto en los brazos.

El 17 de marzo la dejaron “libre”. El viernes, Gisela interpuso una demanda ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Acudió a varios abogados. Ninguno quiso tomar su caso.

El 5 de abril, policías ministeriales volvieron a detenerla. Se repitió la tortura. La desnudaron y la envolvieron en una cobija. La golpearon. Luego la trasladaron a las instalaciones de la Procuraduría sonorense. Ahí se topó con Roberto Munro, jefe de Seguridad de la casa de gobierno, acusado de ser su cómplice. Ambos sostenían una relación amorosa. Gisela supo que su novio había confesado haber robado tres millones 600 mil pesos al gobernador Padrés, de los cuales, un millón se lo había entregado a ella. Fue arraigada 30 días. El 5 de mayo, Gisela recibió otra mala noticia. Le ampliaron el arraigo un mes más. Nadie la defiende. Ni sus nueve años de trabajo. Sus patrones se le fueron encima con todo. Sin piedad. Se le metieron hasta la cocina.

MONJE LOCO: Este relato se basa en la declaración de la inculpada, una entrevista con su familia y la queja que Gisela Peraza presentó en la Comisión Estatal de Derechos Humanos. La Procuraduría de Sonora no da la cara. Por fuerita dicen que todo es orden de la “primera dama” y del “señor gobernador”. Los “patrones” siempre mandan. Ya se sabe, ya se supo.

Otro gran decomiso en Manzanillo

Otro gran decomiso en Manzanillo: aseguran 60.2 toneladas de químicos para drogas

Llegaron procedentes de Shangai, China, en dos buques de bandera alemana denominados "Maruba Simmons" y "CSAV Lirquen"

Notimex

CIUDAD DE MÉXICO, 3 de junio.- En una acción conjunta, elementos de la Marina, personal de aduanas y agentes del Ministerio Público federal aseguraron en Manzanillo más de 60 toneladas de precursores químicos que pretendían ser introducidos ilegalmente al país.

La Secretaría de Marina Armada de México (Semar) detalló que se decomisaron en total 66 mil 208 kilogramos de la sustancia denominada monometilamina, la cual puede ser utilizada para la elaboración de drogas sintéticas.

El precursor químico, arribó a México procedente de Shangai, China, en dos buques de bandera alemana denominados "Maruba Simmons" y "CSAV Lirquen".Cada uno trajo consigo 80 tambos con la sustancia controlada.

El cargamento se encontraba desde el 10 de abril en las bodegas aduanales sin los permisos de ley, por lo que las autoridades ordenaron una verificación con apoyo de los elementos de Marina, que permitió confirmar la naturaleza de la sustancia-

El Ministerio Público de al Federación tomó conocimiento de los hechos e inició la averiguación previa correspondiente.

La Semar recordó que durante la actual administración se han asegurado en las distintas terminales aduanales más de 600 toneladas de precursores que pretendían ser ingresados violando las normativas sanitarias.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario